El sistema de ventas en MLC se presentó en sus inicios como una competencia a quienes viajaban a Panamá y otros lugares y traían equipos de alta gama. La lógica estatal era que las divisas se estaban fugando. Y funcionó, o tenía lógica tal lógica, pues los precios de estos artículos comenzaron a bajar y además, quienes los necesitaban no tenían que encargarlos fuera del país.
Pero de ahí pasamos a alimentos y otros bienes de primera necesidad y fue entonces cuando se enredó el partido. En primer lugar, porque no tener un aire acondicionado no le impide a una persona realizarse, pero no comer sí; y mal comer también. Mientras el Estado le apostaba a la entrada de divisas como fuera, no calculó que ni siquiera un 40% de la población las recibe y tras la actual crisis migratoria está por ver si este porciento no continúa disminuyendo.
La promesa realizada fue llenar las tiendas de alimentos en moneda nacional con lo que se recaudara de las tiendas en divisas. Eso aún queda pendiente. No llegan productos a esas tiendas y cada vez son menos incluso en las de ventas en MLC.
Este asunto de vender en una moneda que no es en la que se paga resulta altamente discriminatorio para muchos y una muestra fehaciente de la incapacidad del gobierno de gestionar la alimentación del pueblo, algo preocupante en un Estado que se dice «protector» y que por tanto TIENE que proveer.
Ahora bien, en el intento de dar con una solución comienza a aparecer un nuevo sistema de ventas de alimentos que promete ser peor y someternos a muchos más años de desigualdad y pobreza. Por todo el país se reproducen sistemas de ventas online cuyos pagos se realizan desde afuera aunque los productos se encuentran todos en Cuba. Este sistema pudiera ser beneficioso siempre que los productos se oferten también en moneda nacional como hacen algunos pocos sitios. Lo que abunda en estos mercados son productos enlatados, cárnicos, huevos, mariscos especias, productos lácteos, granos, cereales, así como ofertas de combos. Alguien hace un pedido para usted y en 24 horas a usted le llega la orden.
Lo curioso es que muchos de esos productos también los podría encontrar en las tienda en MLC si los hubiere. Esto implica igualmente que mientras más proliferen estos negocios menos productos habrá, incluso en las tiendas en divisas. En una búsqueda muy superficial encontré varias tiendas que se dedican a esta modalidad y la mayoría funciona de la misma manera.
Un producto altamente demandado por la población, por ejemplo, es el yogur probiótico Labiofam, de escasa presencia en el mercado, sin embargo las tiendas Katapulk lo ofertan de manera estable a 17.96 el envase de cinco litros. Es lógico suponer que el producto va a escasear en MLC ya que estos almacenes funcionan como privilegiados acaparadores oficiales.
En este procedimiento de ventas en línea, son varios los almacenes en donde se guardan estas mercancías y luego de activado el pedido desde afuera, alguien, adentro, recibe sus ofertas. ¿Y por qué a nuestro parecer, este sistema es más preocupante? En primer lugar, considero que este sistema resulta más discriminatorio aún para quien no tiene a nadie viviendo más allá de fronteras que le pueda poner la orden.
En segundo lugar, si son productos que se encuentran ya en tierra deberían estar en vidrieras para que sea mayor la disponibilidad de alimentos en estos momentos críticos. Y luego, aunque el reclamo siempre ha sido eliminar las ventas en una moneda que no se posee, una parte de la población, sin tener necesariamente vínculos con el extranjero, pudiera convertir sus CUP a MLC y adquirirlos.
Entre estas tiendas tenemos a Supermarket 23, Katapulk, Ríos Envíos, TSO Tiendas, MallHabana y otras que cuentan con logística en tierra, almacenes, transporte, personal y realizan transacciones que luego parecen perderse en el éter por lo que se desconoce si ese monto de dinero beneficia a alguien en Cuba, o retorna por alguna vía a la oferta o a las ventas a la población aunque sean en MLC. Y aquí, una vez más, se pierde el asunto de la transparencia. Nadie ha dado explicaciones sobre este sistema.
¿Quiénes son los beneficiarios? Evidentemente entidades foráneas con la logística preparada para sacarle lascas a la pobreza en suelo patrio. Empresas privadas, asociadas al Estado, el que probablemente les cobra altos impuestos y ambos obtienen superganancias a partir de una segregación creada por la carencia de existencias. ¿Burlar el bloqueo y traer productos? Dudoso, una sencilla búsqueda en internet ofrece toda la información necesaria y, para colmo, varios de estos artículos son producidos en Cuba.
¿A qué médico, científico, maestro o funcionario sin vínculos de este tipo con el exterior puede beneficiar un sistema así? ¿Cómo le mejora la vida a los demás si dos años después no ha aparecido el primer producto prometido en CUP?
Estanterías casi vacías en una tienda en MLC en La Habana. (Foto: Twitter/@RAFRSr)
Es aquí donde vemos la incompatibilidad con las propuestas de medidas económicas que no terminan de cuajar. ¿Por qué no otorgar más créditos a productores nacionales para que desarrollen sus producciones y sus ingresos se retribuyan luego en la economía doméstica? ¿Por qué no promover más inversión sobre ellos, incluyendo la extranjera? ¿Por qué no permitirles que realicen las importaciones necesarias directamente? ¿No sería más lógico que esos almacenes los gestione y los surta un productor nacional que luego garantizaría que su ganancia como importador-tenedor-gestor se quede de este lado de frontera?
Un ejemplo encontrado recientemente: Las tiendas en MLC están llenas de productos Vima, los pedidos de Supermarket23 y Katapulk también. En una búsqueda reciente noté que Supermarket23 tenía 105 productos de la marca Vima todos etiquetados en USD y a pagar en tarjetas de créditos desde el exterior. Los almacenes, y por ende los productos, se encuentran en Berroa, La Habana.
¿Quién gestiona esos almacenes y sus productos? ¿Cuánto de socialista tiene el hecho de que tales productos vayan a parar solo a manos de quienes tienen la suerte de tener un miembro de su familia que «torció camino y se perdió de El Morro?» Es decir, ¿cuánto de socialista tiene el hecho de que precisamente quienes no creyeron en el socialismo son los que hoy pueden garantizarle esos alimentos a sus familiares?
En otras palabras, los mayores pagos por alimentos imprescindibles en estos momentos en Cuba los hacen los extranjeros. Es como si el extranjero decidiera quién toma leche, quién come huevos y carnes y además, cuándo lo hace. ¿Cómo sonó eso? ¿Cuántas otras posibilidades no existían de poner en manos de la población tales productos, incluyendo la venta regulada al precio que se estime económicamente viable?
Cada vez la economía nacional parece más gestada por un niño de diez años que no logra entender las implicaciones político-ideológicas de un sistema de provisión de alimentos en USD y tarjetas de crédito para una economía “socialista”.
Otro ejemplo. Este mismo Supermarket23 oferta un kilogramo de langosta por 53 USD y advierte que está listo para ser entregado en donde se necesite. Esto significa que hay langosta refrigerada en todas partes de Cuba a la espera del pedido. Recientemente encontramos que en el bulevar de Santa Clara se vende el kilogramo de langosta por 54 MLC.
En algunos otros sitios similares, usted encuentra la oferta de cinco litros de leche siempre que pague desde afuera. ¿De dónde sale esa leche que no está a disposición de la población en general ni siquiera a través de ventas controladas? Es como si la posibilidad de tomar leche la tuviesen quienes un día vieron a sus allegados partir, o quienes puedan pagar por la leche con tarjeta de crédito internacional VISA, o MASTERCARD.
¿Por qué no mejor promover que ese productor se asocie a un transportista nacional, o se encadene a una mini industria, o a un punto de venta que le surta a la población como es el caso de Lácteos Rojas en Mayabeque descrito en un texto de Cubadebate el 21 de septiembre?
Intuyo que a través de todo este sistema, el alimento que se produce y que escasea en Cuba está escapando hacia un sector de los divisa-tenientes a un precio muy alto que beneficia al intermediario privado y al Estado que propicia estos desvíos del consumo social hacia el comercio lucrativo. El gobierno se puede estar librando de la importación o producción de alimentos pero lo que no funciona es que se esté olvidando del compromiso de proveer lo necesario en una sociedad en donde no se supone que prime el capital.
El problema de fondo no es que otro importe, el problema es que la importación no va a atenuar la escasez, sino que la acrecienta y las ganancias se escapan a un bolsillo extranjero sin que se haya resuelto un problema medular en Cuba. Puro capitalismo comercial, el más primitivo de todos.
Esta es otra forma errónea de manejar la venta de alimentos y sacarlos del alcance del trabajador común. ¿Acaso no era que el dinero por el negocio de los aires acondicionados se estaba yendo hacia Panamá? ¿Hacia dónde se está yendo hoy el de la comida?
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