En cierta ocasión escuché al corresponsal de una agencia de prensa extranjera acreditado en Cuba quejarse porque aquí no sucedía nada. «Este mes he estado a punto de inventarme cosas para tener contenido que mandar», decía aburrido. Probablemente eso mismo pudiera haber pensado cualquier homólogo suyo mientras tomaba el sol en una de las playas de Tonga, cuando fue alcanzado por el tsunami del pasado enero.
La realidad tiende a ser sorprendente, y del mismo modo que al pequeño reino polinesio del Pacífico Sur, a Cuba desde hace tiempo le llegó su propio tsunami. No falta en nuestra mesa —como sí ocurre con varios alimentos— la comidilla de cada semana. Algunas de las noticias nos inducen a pensar que existimos en islas paralelas, que convivimos con realidades otras capaces de relativizarlo todo y hacer cada vez más difícil, para mentes simples como la de quien escribe, entender.
Sin ir demasiado lejos, hace menos de un mes el vicecanciller ruso Serguéi Riabkov habló de la posibilidad de emplazar armas en Cuba en medio de la crisis ucraniana. Rusia tiene derecho a defenderse de lo que estime pertinente —tanto como Estados Unidos, Australia o Tuvalu—, pero resulta notable que de pronto nuestra isla tenga el potencial para convertirse, nuevamente, en un portaaviones ruso en el Caribe.
Esperé con ansias la condena enérgica de oficiales y oficiosos ante tamaña vulneración a nuestra soberanía nacional. Los sempiternos conflictos entre potencias les competen a ellas, y si bien el gobierno cubano es más cercano a una que a otra, eso no hace que sus dimes y diretes resulten menos ajenos. Nosotros no somos un pedazo de tierra del que disponer. Una transgresión lo es venga de donde venga. Sin embargo, parece que en estos temas internacionales todo es relativo.
Y ya que de soberanía hablamos, el cantante Yotuel Romero propuso el pasado 26 de enero ofrecer un concierto en la base naval de Guantánamo, dado que «la dictadura no nos deja tocar en nuestra isla». Es curioso que para uno de los intérpretes de Patria y Vida, que se dice amante de la libertad, no represente un problema el hecho de que ese pedazo de país nos fuera usurpado por un gobierno extranjero mucho antes de 1959.
Tampoco indica que le generen conflictos internos el que ese enclave se haya usado para cometer violaciones de todo tipo, denunciadas incluso por autoridades internacionales. Es que en esto de la lucha por la libertad todo es bastante relativo.
Otro caso llamativo que acapara la atención estos días es la discusión del nuevo Código de las Familias que será sometido a referéndum próximamente. De la importancia de su aprobación no hay que hacer largas exposiciones, pero pensando en él me surgen dos preguntas: ¿por qué someter a la voluntad de las mayorías un mecanismo tan progresista y que amplía derechos de los ciudadanos?
Ante una decisión así se impone una interrogante lógica: ¿no debería llevarse a referéndum también el Código Penal, que ha sido deslizado, como quien no quiere la cosa, por debajo del humo y las luces artificiales de la otra discusión? De nuevo, parece que en estos temas legales también todo es relativo.
Y si de legalidad se trata, cuánto no se ha defendido desde esta nación, tan dada a las causas justas, al periodista fundador de Wikileaks, Julian Assange, quien como san Jorge contra el dragón se enfrenta al poder del Imperio Norteamericano, del que reveló oscuros secretos.
Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme, ¿qué pasaría a un periodista cubano que sacara a la luz pública cuestiones sensibles de nuestro gobierno? ¿Acaso esos paladines de la libertad de prensa que se rasgan las vestiduras por el australiano perseguido y asilado, harían lo mismo por su compatriota? Conozco las respuestas. En estos temas del periodismo también todo es relativo.
Y puesto que se ha mencionado al gobierno, me parece muy interesante que para el presidente sea prácticamente una obsesión que la administración pública tenga como base y sustento a la ciencia y la innovación tecnológica.
No obstante, al analizar la estructura de inversiones en el primer semestre de 2021, publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), no logro evitar el cuestionamiento: ¿acaso estaré confundido y el gobierno del que habla el presidente es de «Servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler», renglón al que se ha destinado sesenta y cuatro veces más dinero que a la «Ciencia e Innovación Tecnológica»?
Eso explicaría que haya más hoteles construyéndose en las ciudades, que producciones en nuestros campos e industrias. Sucede que en lo tocante a los fondos financieros y al discurso político, todo es muy relativo.
Seguramente, dirán algunos, ese relativismo es propio de cualquier país y gobierno. No lo pongo en duda, como tampoco dudo que en Chile, Mongolia o Nueva Zelanda algún periodista intente entender sin éxito estas cuestiones. Cada cual se interesa más por el callo propio que por el ajeno.
Aun cuando tengo más preguntas que respuestas, estoy casi seguro de que muchas de las incoherencias y excesos mencionados, y otros tantos que quedan en el tintero, se solucionarían no con visitas a los barrios o enérgicas condenas de ministros poco convencidos, sino con un robusto sistema que permita al pueblo retirar su confianza, expulsar e incluso castigar a quienes detentan el poder político y no lo usan como se debe.
Si bien estamos a eones luz de distancia, y avanzando en sentido contrario, eso es el socialismo. Lograrlo es más difícil que tener los veinticuatro mil pesos necesarios para entrar al concierto anunciado en un bar de Cienfuegos de un par que se hace llamar Kimiko y Yordy, y que habitan una de las islas paralelas.
Entender tantas realidades es arduo, más cuando coexisten con la inflación, las colas o la desaparición de la carne de cerdo. Tal vez por ello parte de mi generación se va a ver los volcanes de Nicaragua, así como la de nuestros padres se lanzó a las aguas del Estrecho de la Florida. Al final, mentes comunes sin los conocimientos arcanos de la ciencia y la innovación tecnológica, se quedan aquí carcomidas por las dudas y sin saber si realmente todo es tan relativo como lo pintan.
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