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Identidad

Propuestas de políticas de inclusión social que reconocen la diversidad y favorecen los derechos de todas las personas sin distinción de género, orientación sexual, identidad de género o expresión de género

tolerancia

A oídos sordos… tolerancia cero

por Yasvily Méndez Paz 4 septiembre 2018
escrito por Yasvily Méndez Paz

Por estos días el debate sobre el proyecto de Constitución de la República de Cuba ha copado la atención de la opinión pública en la Isla. Ello no obedece a la casualidad; la sociedad cubana estaba ávida de atisbos que indicaran “algún cambio”, a pesar que la ley de leyes no adquiera una efectiva repercusión hasta la adopción de un adecuado corpus legislativo.

Uno de los temas que más polémicos es el Artículo 68, donde se plantea:

“El matrimonio es la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común. Descansa en la igualdad absoluta de derechos y deberes de los cónyuges, los que están obligados al mantenimiento del hogar y a la formación integral de los hijos mediante el esfuerzo común, de modo que este resulte compatible con el desarrollo de sus actividades”. (pp. 12-13)

Comentarios sobre el matrimonio igualitario y su pertinencia o no para Cuba suelen ser escuchados o leídos a través de la TV, la red de redes o determinados corrillos. Detractores, críticos y simpatizantes han centrado su atención desde disímiles perspectivas; a saber:

  • Los que se han manifestado a favor de que se respeten los derechos de los homosexuales y se amparen desde el punto de vista jurídico, mediante el matrimonio.
  • Los posicionamientos divergentes en torno al tema.

Algunos manifiestan su desacuerdo pues aluden que en Cuba existen otros problemas más concretos y sustanciales; otros consideran que el matrimonio homosexual es antinatural, inmoral y desvirtúa los principios del cristianismo; existen casos que muestran su preocupación o lo consideran un insulto a la educación futura de los niños; y por último, una cuarta posición es reflexiva sobre la poca preparación cultural que tiene el pueblo cubano para aceptar dicha problemática.

Foto: Clandestina

Si tenemos en cuenta el carácter patriarcal de la sociedad cubana, con sus rezagos machistas, no debe llamar nuestra atención semejante revuelo. Los avezados en la temática conocemos, lectores de La Joven Cuba, a qué obedecen los posicionamientos divergentes en torno al tema; no se trata de juzgarlos, sino de ayudar a deconstruirlos… para construirlos desde nuevas perspectivas.

No existen problemas más importantes, que para quienes sufren sus consecuencias; el homosexualismo no se contagia, obedece a una orientación sexual tan natural para el que la asume como para los heterosexuales; si fuera una regularidad que la orientación sexual de las parejas influyera en los infantes, ¿cómo se explican los niños homosexuales resultado de parejas heterosexuales?; y, por último, es cierto que todavía queda mucho por hacer, pero la sociedad cubana hoy tiene más preparación para la inclusión de este tema que hace 60 años atrás.

(Puede interesarle: Presagio de bodas)

A través de la historia, en las sociedades patriarcales la existencia de la homosexualidad ha sido considerada como pecaminosa o criminal; las normas sexuales fueron establecidas para hombres y mujeres a partir de un modelo hegemónico heterosexual, y aquellos que transgredían dichas normativas eran marginados por la familia, instituciones culturales y educativas, los medios de comunicación, la Iglesia, el Estado y la ciencia.

La Revolución Cubana comenzó a dar solución desde bien temprano a los derechos de las mujeres mediante proyectos orientados por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC); empero, coincidimos con Mariela Castro-Espín cuando plantea que mientras avanzaban aquellas políticas las posiciones sexistas se resistían. En su opinión, el predominio de una cultura patriarcal y homofóbica, históricamente arraigada, legitimada y reproducida, influyó en la no aplicación de políticas dirigidas al respeto y aumento de la tolerancia por aquellas personas que transgredieran las estrictas normas de género y sexualidad.

Aquel contexto histórico era sumamente complejo y aunque nada justifica la presencia de lugares como la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), donde se enviaron a personas de “dudosa sexualidad”; es justo reconocer que, paulatinamente, se alzaron voces para deconstruir los patrones tradicionales de género y dirigir una educación sexual inclusiva.

Mediante la FMC, las Cátedras de la Mujer en las universidades del país, el Centro de Estudios de la Mujer, el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), la Red Iberoamericana de Masculinidades, entre otras. Varias personas han mostrado su interés por este tema, ante la importancia que revierte para Cuba.

Cambiar las mentes de las personas es una tarea harto difícil; a juzgar por el francés Fernand Braudel: “los encuadramientos mentales son prisiones de larga duración”. Claro, esto no debe ser tomado como pretexto para justificar posicionamientos homofóbicos o comentarios fuera de contexto. Se trata de aprender a convivir con el otro y hacer más saludable la vida en sociedad; escuchar es la palabra de orden. A oídos sordos… tolerancia cero.

4 septiembre 2018 24 comentarios 723 vistas
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68

La otra revolución del 68

por Francisco Rodríguez Cruz 28 julio 2018
escrito por Francisco Rodríguez Cruz

Los primeros resúmenes televisados de los debates en las comisiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre futura reforma constitucional en Cuba confirmaron este viernes que el anteproyecto de la nueva Carta Magna propone redefinir el matrimonio como la unión voluntaria concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, e incorpora el principio de no discriminación por orientación sexual e identidad de género.

Según expresó un diputado al pedir un esclarecimiento sobre ese tema, la nueva formulación sobre la institución matrimonial estaría contenida en el artículo 68 de la propuesta que debe discutir y aprobar el máximo órgano legislativo en la primera sesión ordinaria de la actual legislatura durante este fin de semana.

A casi nadie escapa que esta modificación a la vieja Constitución de 1976, la cual reducía el matrimonio al vínculo entre un hombre y una mujer, sería la puerta abierta para poder avanzar con posterioridad en la legalización de las parejas homosexuales.

El principio de no discriminar por orientación sexual e identidad de género —contenido en otro artículo junto con varios motivos más de discriminación— permitiría también incorporar de forma progresiva otras normas jurídicas y políticas públicas que protegieran y equipararan en sus derechos a las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI) en nuestro país.

Por supuesto que no es esta la única modificación importante, ni la única que nos debe interesar y movilizar a las personas LGBTI. Como ciudadanos y ciudadanas tenemos que preocuparnos por la justeza y perfección íntegra de nuestra próxima ley de leyes, porque no solo nos define nuestra orientación sexual o identidad de género, ni como seres humanos ni como patriotas.

No obstante, debemos ser conscientes de que la incorporación de un concepto más amplio de matrimonio a este anteproyecto es solo el primer paso en el camino hacia la aprobación de una nueva Constitución que asegure mayores garantías jurídicas para la población LGBTI en específico.

Luego de su aprobación en el Parlamento, este anteproyecto tendrá que ir a una amplia consulta popular con toda la ciudadanía, en un proceso profundamente democrático muy similar al que ya vivimos durante los debates que promovió el Partido Comunista de Cuba alrededor de la Conceptualización del modelo económico y social de desarrollo socialista, las bases del plan de desarrollo estratégico hasta el 2030 y los Lineamientos de la política económica y social de la Revolución.

A partir de lo que resulte de esa consulta y de los consensos que seamos capaces de lograr con toda la ciudadanía, la Asamblea Nacional deberá considerar y aprobar el proyecto definitivo del nuevo texto constitucional, el cual se someterá a votación mediante un referendo popular, para buscar su promulgación final.

Quedan por delante, entonces, meses de arduo trabajo. Activistas y especialistas, personalidades políticas y religiosas, mujeres y hombres de todas las orientaciones sexuales e identidades de género que comprenden la justicia y lo revolucionario de esta causa tan humana, tendremos que acudir en pleno a esa discusión en cada barrio y centro laboral.

La pelea no será fácil. Hay posturas ideológicas y políticas opuestas a estos cambios, cuyos representantes harán todo lo posible porque estos sueños, hoy posibles y ya tan cercanos, naufraguen. Algunos son poderes que creen tener a su favor la fuerza de muchos siglos de prejuicios, estigmas y tabúes, los cuales nos quieren imponer a toda la sociedad como tradiciones y costumbres, o falsas nociones naturales o divinas.

Nadie nos regalará nada. Nuestra misión será ofrecer argumentos, explicar vivencias, trasmitir emociones que persuadan y convenzan, ilustren y generen empatía, inspiren y conmuevan.

Cada quien deberá hacerlo desde su perspectiva, de acuerdo con sus posibilidades de expresión, con total honestidad y franqueza, sin miedo ni vergüenza. En cada contexto y circunstancia, empleemos el lenguaje y el tono que la ocasión amerite. Resultará muy útil el enfoque científico, pero también la anécdota intimista, la referencia familiar y amistosa, el episodio duro del pasado, la esperanza que ya contiene nuestro mejor presente.

No descartemos ningún recurso, siempre que lo dicho sea sincero y cierto, desde la razón o la pasión, e incluso desde ambas. Pero no podemos dejar de pronunciarnos. Todas y todos, no importa que nos pueda parecer una reiteración, o que creamos que ya alguien lo dijo antes o lo dijo mejor.

Tampoco pensemos que si nadie habla en contra, no es necesario pronunciarse a favor. Si no lo decimos en nuestra reunión, tal vez en otra en que no estuvimos o no estaremos sí aparezca la posición contraria, y no haya nadie para defender esta causa. El silencio no es opción.  Cada opinión cuenta.

En especial, exhorto a las personas LGBTI a que intervengamos en todos los espacios de debate a nuestro alcance, para que nuestras familias, colectivos de trabajo, vecindarios, sepan quiénes somos y qué valemos, y por qué consideramos justo y revolucionario este paso, más allá incluso de nuestro bienestar o beneficio particular.

Este año conmemoramos el 150 aniversario de la Revolución del 68, aquella que inició nuestra lucha por la libertad, la colectiva y la individual. En otro año 68, un siglo después, al mundo occidental le agitaron grandes revueltas que tenían entre uno de sus muchos componentes, a la llamada revolución sexual de esas décadas.

Por pura casualidad, ese es el mismo número que correspondió al artículo que podría amparar el matrimonio entre dos personas, con independencia de su género, en la próxima Constitución de la República de Cuba. Así que podemos y tenemos que participar: es nuestra nueva revolución del 68.

Tomado de: Paquito de Cuba

(Texto Relacionado: Crónica de una muerte anunciada)

28 julio 2018 25 comentarios 262 vistas
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presagio

Presagio de bodas

por Yassel Padrón Kunakbaeva 12 julio 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Los que nos dedicamos a esto de analizar la realidad cubana con el tiempo nos hemos convertido en augures de presagios, expertos en leer las señales. Por estos días, las señales parecen indicar que se está generando en las altas esferas de la dirección del país un nuevo consenso, favorable a la aprobación del matrimonio homosexual.

Concretamente, son las reacciones que ya han tenido varios grupos religiosos, cuyo contacto asiduo con el gobierno es conocido, lo que nos permite pensar que hay algo de base en esta hipótesis. Lo que se viene diciendo es que la nueva constitución va a abrir el camino para que más tarde ocurra la esperada aprobación.

Esto es una buena noticia. Nunca está de más que se dé un paso hacia la convivencia civilizada con las diferencias. En caso de que se materializase la medida, Cuba podría colocarse realmente entre las naciones que más han avanzado en el reconocimiento a los derechos de la comunidad LGBTIQ. Pero además podría ser una buena ocasión para poner sobre la palestra el estado real en que vive esa comunidad en nuestra sociedad, que no es precisamente color rosa.

Desde hace algún tiempo, el tema del matrimonio homosexual ha motivado las más apasionadas controversias. Mi punto de vista personal es que todos deberían cuestionarse la pertinencia de mantener y validar la institución del matrimonio en los tiempos que corren. Es una ironía que justamente ahora, que tantas parejas heterosexuales se deciden a vivir sin papeles ni rituales de por medio, sean los homosexuales los que comiencen a casarse en masa.

Siempre me ha parecido anti-romántica la ceremonia del matrimonio que instauró el cristianismo, y únicamente justifico esa forma de unión porque en la sociedad moderna es una forma de proteger legalmente a los seres queridos. Sinceramente, solo me han cautivado las fiestas paganas, tal y como las he visto representadas en la literatura y el cine.

Pero si dos personas del mismo sexo quieren casarse, están en su derecho. Después de todo es su vida. Muchos desean hacerlo y es natural, dada nuestra cultura. El matrimonio es visto como una forma de dar reconocimiento social a una unión, algo muy valorado dentro de un grupo tan vulnerable como ese. Sin contar con que sencillamente todos crecimos viendo películas cursis que terminan con una boda, y son muchos los que hallan romántica la idea, sin importar la orientación sexual.

A pesar del hermetismo que rodea el contenido del anteproyecto, hay señales positivas en cuanto al matrimonio igualitario, pero debemos tener cuidado de no caer en triunfalismos y convertirlo en un nuevo plan de la economía. Contrariamente a lo que muchos creen, muchos homosexuales ni siquiera creen que el matrimonio sea el problema fundamental. Existen otras cuestiones que merecen ser atendidas, y que podrían quedar opacadas por los fuegos artificiales de la dichosa aprobación, como por ejemplo la vulnerabilidad social de la comunidad LGBTIQ.

Es sabido y está ampliamente documentado que en Cuba se da una mayor incidencia de casos de abuso dentro de ese grupo. Las personas con identidad sexual no heteronormativa se encuentran más propensas a ser víctimas de la violencia, padecer segregación social, contraer VIH, etc. La inclusión no puede quedarse en un papelito firmado, sino que debe hacerse real.

Ya hace casi dos siglos Marx escribió un texto llamado La cuestión judía, en el que habló de la diferencia entre la mera emancipación política y la emancipación humana. Mientras estén dadas las condiciones para que los homosexuales vivan de espaldas a la sociedad, adoptando conductas lesivas a su dignidad, siendo objeto del desprecio y la segregación social, de nada servirán leyes ni bodas, que se quedan en un aspecto meramente formal. La comunidad LGBTIQ debe incorporarse como agente de pleno derecho en la vida social, de un modo práctico.

La Revolución Cubana estuvo guiada por los valores ilustrados de la libertad, la igualdad y la fraternidad entre todos los seres humanos. Es cierto que en los años sesenta, con el ascenso de la moral revolucionaria hubo también un reforzamiento relativo del patriarcado.

En aquellas condiciones, bajo el acoso continuo del imperialismo, se desarrolló un ideal espartano de hombre revolucionario y de mujer revolucionaria, que no dejaba espacio para nada intermedio. Se cometieron muchos excesos. Pero, con los años, ha visto la luz la verdadera posición revolucionaria con respecto al tema, la única coherente con la sustancia de la Revolución.

En este oficio de augur se aprende que algunas veces las señales engañan. Esperemos que no ocurra esta vez, y que para el año que viene tengamos un montón de casorios por aquí.

12 julio 2018 51 comentarios 372 vistas
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familia

Crónica a la familia, la escuela y la sociedad

por Fidel Corrales 6 enero 2017
escrito por Fidel Corrales

Anoche, mientras paseaba con mi perra, que por estos días está saliendo de su período de celo, un can enamorado se le acercó animosamente. Se intercambiaban olidas y meneaban sus colas en signo de simpatía, cuando la amorosa escena fue interrumpida por una infante de unos once años que, levantándose del banco en el que escuchaba música con otros niños y niñas del barrio, agarró una piedra enorme y la lanzó al perro (que es suyo) diciéndole:  -¡Perro! ¿Tú también eres Maricón?

El pobre can, que no tenía idea de lo que le reclamaba la niña, salió corriendo en dirección a su casa y su familia. Y yo quedé por unos segundos boquiabierto, considerando la gravedad de aquella tentativa de maltrato animal. Y reaccioné, automáticamente, inquiriendo a la niña con unas duras palabras que fueron dichas en voz baja y con asombro, pero en un modo ligeramente corrosivo: -¿Por qué eres tan desagradable? ¿A ti te gusta que te peguen?

A la primera pregunta la niña no respondió, quizás intimidada por la sorpresa de mi respuesta áspera. A la segunda, contestó justificando falsamente su actitud: -Sí; y salió caminando detrás de su perro, no sin antes escuchar de boca de uno de sus compañeros de banco: -Eso no es otro perro, esa es una perra. La aclaración hizo girar mi atención inmediatamente a un aspecto del suceso en el que no había reparado: aquella piedra había sido lanzada contra el perro porque, supuestamente, él también era maricón.

Entonces me cuestioné: -¿Maricón como quién? ¿… como mi perra? ¿… como yo?  Y aquella pedrada, que afortunadamente no dio en el blanco, me resultó tan lamentable como la primera de mis preguntas.

6 enero 2017 48 comentarios 421 vistas
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quinquenio gris

Quinquenio Gris: la “debilidad” no será permitida

por Harold Cardenas Lema 8 febrero 2012
escrito por Harold Cardenas Lema

Una de las aristas más peliagudas del llamado Quinquenio Gris, fue el tratamiento hacia los homosexuales en la época, ser homosexual en Cuba significaba estar al margen social y políticamente, de esta forma se les marginó a muchos de ellos de la construcción de la obra socialista, de esta forma muchos abandonaron la isla, no por ser contrarrevolucionarios ni ajenos a la obra de la Revolución, sino precisamente porque se les excluía de ella.

Las organizaciones cumplieron su papel en esta cruzada, las Asambleas de la Moral Comunista terminaron en profundas depuraciones que tuvieron lugar en las universidades, allí se expulsaron a los profesores y estudiantes “sospechosos”, no importó la calidad docente de estos o sus valores personales, en el Quinquenio Gris, al igual que en el Macarthismo, la sospecha era suficiente.

En el año 1963 un intelectual cubano impartía conferencias en universidades explicando que: “es posible que, integrando al trabajo productivo a una gran parte de estos «enfermos», logremos reeducarlos. Muchos son útiles. Son sensibles, inteligentes. El hecho de que comprendamos las causas de su enfermedad no debe conducirnos a la tolerancia”.

Este era a grandes rasgos el pensamiento oficial de la época al respecto, esto se pronunciaba a solo cuatro años del triunfo revolucionario y en una década que mostraba los mayores logros de la Revolución tanto en lo social como en la cultura, todavía existían reductos de tolerancia para los “enfermitos”, pero los setenta serían mucho peor para ellos.

En el año 1965 la UJC en un comunicado nacional se transformaba la lucha contra estos en una tarea a cumplir, tan importante como la lucha contra el imperialismo, convertía en consigna la lucha: “¡Fuera los contrarrevolucionarios y los homosexuales de nuestros planteles!”, y para tal efecto lo publicaba en su órgano oficial, la revista Mella. Pero fue Alma Mater la que aclaró toda duda al respecto, decía que:

“Algunos pretenden, en su afán de frenar el proceso de Depuración por lo que les toca de cerca, el dividirlo en dos procesos distintos: el de los contrarrevolucionarios y el de los homosexuales. Nosotros decimos que la Depuración es una sola, que tan nociva es la influencia y la actividad de unos como de otros”.

Sin duda alguna el momento de ruptura fue el Congreso de Educación y Cultura en abril de 1971, allí se llegó a afirmar: “no es permisible que por medio de la «calidad artística» reconocidos homosexuales ganen influencia que incida en la formación de nuestra juventud (…) evitar que ostenten una representación artística de nuestro país en el extranjero personas cuya moral no responda al prestigio de nuestra Revolución”, cualquier comentario que pudiera hacer al respecto sería redundante, estas palabras lo dicen todo.

El período de Quinquenio Gris coincidió con tiempos de oscurantismo política, extrema dependencia al campo comunista soviético y máxima priorización de las libertades colectivas por encima de las individuales.

Como en todo período oscuro, se trató incluso de legalizar los prejuicios, en marzo de 1975 se aprobó la Ley 1267, que ilegalizaba al “homosexualismo ostensible y otras conductas socialmente reprobables que proyectándose públicamente, incidan nocivamente en la educación, conciencia y sentimientos públicos”.

Por suerte, al año siguiente el Tribunal Supremo eliminaba todos los “parámetros” que se habían establecido en el terreno cultural, dando pie a la creación ese mismo año 1976 del Ministerio de Cultura, con Armando Hart al frente, esto se dio a conocer públicamente en la clausura de la Asamblea Nacional el 30 de noviembre de 1976, un momento de extrema tensión en el que se definió la política cultural del país, pero esto ya es otra historia.

(Puede interesarle: Radiografiando Prado y Malecón y Los culpables)

Otros textos de este autor: Harold Cardenas Lema

8 febrero 2012 291 comentarios 983 vistas
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