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Identidad

Propuestas de políticas de inclusión social que reconocen la diversidad y favorecen los derechos de todas las personas sin distinción de género, orientación sexual, identidad de género o expresión de género

Béisbol

Clásico mundial de béisbol: entre la FCB  y el sueño

por Fabio M. Quintero 12 enero 2023
escrito por Fabio M. Quintero

«Al parecer, la palabra irrealizable es enemiga del tiempo». Eso escribí hace cuatro años en las páginas del semanario Trabajadores a propósito del acuerdo histórico entre la Federación Cubana de Béisbol (FCB) y la Mayor League Baseball (MLB). «Con más o menos tardanza sucesos que vemos muy distantes de nuestro contexto pueden llegar a materializarse», decía ingenuo pocos meses antes de que el pacto se rompiera.

Los fanáticos de la pelota tuvieron que sentarse en el dugout de la paciencia —quizá para esperar otro gobierno demócrata de Estados Unidos—, a ver si volvían a un Terreno de los sueños, que en vez de estrellas muertas (como en la clásica película) trajera a las que se habían mudado (escapado si les gusta) de nuestro estrecho firmamento. La intención de acercamiento, y su casi concreción en 2019, parecía indicar que las barreras mentales estaban superadas. Quedaba entonces esperar más voluntad y paciencia para derribar trabas objetivas.

La actuación del equipo Cuba en eventos internacionales lleva tiempo rozando lo lamentable. Con el talento que decidió no irse por su cuenta resultaba casi imposible hacer una nómina competitiva para el V Clásico Mundial de Béisbol. Entonces hubo conversaciones secretas, conversaciones de alto nivel entre gobiernos, conversaciones entre federativos cubanos y abogados extranjeros, entre peloteros que juegan en Cuba y que se desempeñan en otra región del mundo. Algunos atletas (incluso de MLB) comenzaron a decir que sí jugarían por la Isla en caso de que la Federación los llamase.

Meses antes se había creado la Asociación Cubana de Béisbol Independiente, que pretendía representar a Cuba en este evento deportivo en detrimento de la Federación Cubana. Los líderes de la Asociación, en sus primeras intervenciones, se permitieron la utopía (desde Miami): alegaban que su intención era contar con cualquier pelotero cubano (incluso los que actuaban en Serie Nacional) para conformar el mejor equipo posible.

Entre jugadores que estuvieron de acuerdo y otros en contra, con la oposición de la Federación Internacional de Béisbol y Softbol, y sin el respaldo que creían tener de MLB, la utopía se fue convirtiendo en distopía; luego en Etiopía, aunque más bien en Abisinia, un país que ya no existe, para volver al juego de palabras de Cabrera Infante. Sus intervenciones públicas fueron tan nefastas como las que a veces hace la propia FCB que tanto criticaban.

Si todo esto también condicionó un accionar más rápido de los directivos de las instituciones cubanas, no lo sé. Lo cierto es que, lejos aún del acuerdo, el 14 de noviembre pasado se informó a través de Jit, que Andy Ibáñez, Yoán López (MLB) y Elián Leyva (Liga mexicana) estaban en la preselección del equipo Cuba. Luego se sumaron otros nombres, entre declaraciones personales u oficiales.

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Andy Ibáñez (Foto: New York Sports Hub)

Se caía el discurso que por años repitió la institucionalidad cubana, de que a los jugadores de MLB no se les permitía jugar por la Isla. Hasta que el gobierno de Estados respondió y prohibió —validando el discurso de ese gobierno que odia— primeramente otorgar permisos a estos atletas, decisión que revocaría a finales de diciembre con una licencia especial.

Así llegamos a la conferencia de prensa de este 6 de enero, convocada por Juan Reynaldo Pérez Pardo, presidente de la FCB. Se volvió a confirmar (como mismo en el acuerdo truncado) que no hay olvido de lo pasado. Utilizo este término y pienso en los acuerdos de paz que proponían los españoles a los mambises y llevaron al Pacto del Zanjón de la Guerra de los Diez Años, ya que el gobierno cubano extrapola a lo deportivo el tono bélico-militar.

A los jugadores que abandonaron delegaciones en eventos internacionales (hecho cuestionable también) los llama desertores, traidores, y les prohíbe regresar en ocho años al país. A estos atletas también les fue prohibido nuevamente formar parte de la preselección al clásico: los hermanos Gurriel, Odrisamer Despaigne, entre muchos otros que, ni pasados ocho años pudieran jugar de nuevo por su nación. ¿Cuándo podremos ser todos cubanos por igual y que no existan algunos más cubanos que otros?

¿Qué quiere la FCB, qué devuelvan el dinero que costó su pasaje, qué paguen una multa por los daños?, pues ¿qué otra justificación tiene esto ante una afición que, en su mayoría, desea conformar el mejor equipo posible con todos los cubanos que se desarrollen en cualquier país y bajo cualquier signo político? Después, cuando se dicen un ente independiente del gobierno cubano (para engañar no sé a quién), todos se burlan. El objetivo de la Federación deportiva de un país es armar el mejor equipo a toda costa. Aquí no ocurre así.

Y las justificaciones llegan al cinismo atroz, como las del manager del equipo Cuba, Armando Johnson, al ser inquirido en la ronda de preguntas de la conferencia de prensa —que la televisión nacional prefirió no transmitir en vivo, ni  de ninguna forma, en una decisión que es otra metáfora de lo que se vive con la FCB: sí pero no— por la ausencia de Yasmany Tomás, líder de los bateadores de la liga Mexicana del Pacífico y jugador que puede desempeñarse en el cuadro y los jardines.

Su respuesta fue que Tomás se eliminó con Luis Robert (Chicago White Sox), el mejor pelotero que ha logrado aceptar los términos de la Federación y que tendremos en el clásico. ¿Cómo es posible que en una preselección de cincuenta hombres, el mejor jugador se elimine con otro de los mejores? En la prenomina de cincuenta peloteros finalmente fueron seleccionados doce jugadores cuyos contratos son independientes de la FCB.

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Luis Robert (Foto: Jamie Schwaberow/Getty Images)

Además, volvieron a repetir que a la hora de conformar el equipo hay que respetar el esfuerzo de los jugadores de la Serie Nacional y la Liga elite, de esos que castiga el sol todas las tardes. Hay que premiarlos. Esta es una de las grandes metáforas que han marcado el subdesarrollo de Cuba en todas las áreas: se premia el esfuerzo y no el resultado, se premia el esfuerzo y no el resultado. Y así, infinitamente.

Pero hay una contradicción en estas declaraciones. El propio Pérez Pardo dijo a TeleRebelde que, por tema de calendario y negociaciones, no se podrá contar con peloteros de otras ligas (incluso los contratados bajo el auspicio de la Federación) en los juegos Centroamericanos y del Caribe y los Panamericanos que tendrán lugar este año. ¿No son esos los escenarios ideales para premiar el esfuerzo de los sacrificados? ¿Por qué sacrificar resultados? Como decía un amigo, ¿alguien quiso ahorcar al Chiqui Tapia (presidente de la AFA) porque llevó al Mundial de Qatar a un solo futbolista que participa en la liga profesional argentina?

Si bien existe un gran avance, y evidentemente llevaremos un equipo competitivo al Clásico Mundial, aún prevalecen la arbitrariedad y las exclusiones en el béisbol cubano. Falta tiempo para saber si estamos más cerca que nunca de retomar el acuerdo entre FCB y MLB. Ganará la pelota cubana el día que solo importe la pelota cubana por encima de cualquier otra cosa. Algo que parece lejano, irrealizable.

12 enero 2023 8 comentarios 1,K vistas
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Fundamentalismo y conservadurismo

Fundamentalismo y conservadurismo religioso en Cuba

por Maximiliano Trujillo Lemes 22 septiembre 2022
escrito por Maximiliano Trujillo Lemes

El triunfo de la Revolución cubana propició un proceso en el orden social, político y económico de carácter inédito, no solo en la Isla, sino en América Latina. Ninguno de los proyectos populistas o revolucionarios en el continente había generado las transformaciones profundas que provocó aquí el terremoto revolucionario.

La movilidad social se convirtió en un hecho constatable y masivo. Los campesinos, obreros, negros, mestizos, mujeres, incluso no pocos desclasados, ingresaron en escuelas primarias, secundarias, preuniversitarias, técnicas, universidades, puestos de dirección en la economía o en el ámbito político. Un ciclón social se hizo común en la nación; cambiaron costumbres, se abolieron tradiciones, que tan solo a partir de los noventa han comenzado a reemerger; pero la batalla se hizo más difícil en el orden moral, marcado por más de cuatro siglos de tradición judeocristiana.

No pocos dirigentes del nuevo proceso habían sido formados en colegios religiosos, católicos o protestantes. Otros, de extracción más humilde, arrastraban consigo la educación española protocatólica, que enseñó por siglos quiénes debían ser incluidos en procesos de dirección social o política y quiénes no, teniendo no pocas veces en cuenta como única cualidad indeseada, por ejemplo, una orientación sexual fuera de la heteronormatividad. Casi todo lo demás, salvo la poca confiabilidad ideopolítica, era admisible; por tanto, el conservadurismo moral del viejo régimen permanecía a flor de piel.  

Muchas prácticas discriminatorias contra minorías sexuales o las mujeres quedaron intactas, y en algunos casos se ideologizaron, lo que complejizó aún más el proceso de comprensión y aceptación futura de esas realidades. Eventos disímiles lo corroboran, por ejemplo, se mantiene como una herida social no enjuiciada aún con profundidad, el escarnio que constituyeron las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP).

En el caso de las féminas, y regularizado por leyes o decretos, estas se fueron incorporando al torbellino social como nunca antes. Según datos del censo de 1958, las mujeres eran menos del 30 % de la fuerza laboral activa. La mayoría se dedicaba en lo fundamental a la docencia, algunas a trabajos profesionales, tanto técnicos como universitarios donde eran minoría, y casi todas las que accedían a estos puestos procedían de la clase media o alta. Por el contrario, la parte en funciones de servicio doméstico era a dónde iban a parar las de origen muy humilde, sobre todo negras y mestizas.

Algunas se visibilizaban en el mundo del espectáculo y el entretenimiento, y otras  en el oficio más antiguo del mundo, muy común en Cuba dado su rol en el sistema de relaciones económicas regionales e internacionales, con crecientes servicios de turismo y placer para ricos nativos o visitantes extranjeros.

El desafuero era visible, pero pocas veces los impugnadores de «conductas morales dudosas» condenaban su dudosa moralidad en referencia al placer en cualquiera de sus manifestaciones, siempre que se preservara intachable la «hombría», uno de los valores más defendidos por nuestra ancestral cultura machista.

Al triunfar la Revolución, no alteró en lo fundamental esas normas, aunque hizo ingentes esfuerzos para eliminar la prostitución, como también una gran campaña contra el juego y la droga. Las mujeres se irían sumando a todos los oficios y profesiones que demandaba el nuevo modelo social, pero con gran resistencia de sus compañeros.

Se inició una nueva etapa para educar a la sociedad en esa perspectiva, aliviando el machismo pero sin superarlo en lo fundamental. En muchos casos los educadores necesitaban también ser educados sin distinción de rango, y ello no se ha conseguido totalmente, lo que evidencia que el conservadurismo moral nunca fue derrotado. A pesar de avances, de Retrato de Teresa, Hasta cierto punto y Fresa y Chocolate. ¡Se puede ser revolucionario en ciertas actitudes y profundamente retrógrado y conservador en otras! Nuestra historia pasada y reciente está colmada de ejemplos.

Fundamentalismo y conservadurismo

Fresa y chocolate​, largometraje cubano de 1993 codirigido por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.

Males como la violencia de género, los feminicidios y el bulling contra las minorías sexuales, siguen a la orden del día, generan debates y encontronazos a nivel social pero no se solucionan en lo fundamental porque son actitudes no derrotadas en las mentalidades de decisores y subordinados, ¡y en no pocos órdenes hay silenciosa complicidad entre todos!

Ese espectro histórico estaba vivo cuando se discutió el proyecto constitucional en 2018. Recordemos que para aprobarse como Constitución de la República, el 24 de febrero del 2019, las fuerzas conservadoras y fundamentalistas —religiosas o no—, consiguieron suprimir de la propuesta el artículo que pretendía la aceptación del «matrimonio igualitario» y otros derechos para la comunidad LGBTIQ.

Por tanto, esas posturas son aquí ideológicas más que teológicas, y tienen combustible suficiente para no ser derrotadas. La compleja relación entre fe y política no es asunto de importancia menor para entender la evolución del fundamentalismo y el conservadurismo religioso en Cuba.

Fe y política

Hablar de esta relación hace inexorable que nos remontemos a la historia. Durante cuatrocientos años —desde el inicio hasta el fin de la colonización—, el Estado Español que operó en la Isla fue confesional, por tanto, tuvo una religión oficial: la católica. Los españoles la consideraban garantía de unicidad del espíritu hispano, y por eso los acompañó hasta su entrada en la modernidad como ente espiritual que calzaba las estructuras políticas de la monarquía. Esto, con altibajos, se entronizo en el sistema político colonial cubano.

Luego llegó la ocupación norteamericana. Durante esos años, el Estado que se instituyó en Cuba fue por primera vez de carácter laico, es decir, separaba la religión del Estado, como era en la nación norteña. Con ellos se sistematizó un proceso interesante de evangelización protestante de la nación, sobre todo con misioneros norteamericanos.

Concibieron que la aceptación del protestantismo por los cubanos pudiera fomentar la influencia estadounidense. Ese proceso tuvo éxitos y contravenciones, pues hubo sectores dentro de la sociedad, sobre todo políticos, que descubrieron el peligro que la expansión protestante podría tener en la Isla.

La llegada de la República en 1902, con la Constitución de 1901, volvió a declarar el carácter laico del Estado. Tanto en esa Constitución como en la de 1940 la religión se consideró formalmente un ente separado del Estado, pero ambos modelos constitucionales exigían a la ciudadanía el cumplimiento de la moral cristiana como presupuesto de su comportamiento cívico.

Ahí hubo cierta subordinación de la actitud cívica — y por tanto, hasta cierto punto de la actitud política—, a determinadas normas de la tradición católica presentes en el país, lo que generó inquietudes en otros sectores del mundo religioso insular. Esto evidenció que aunque el Estado iba a operar de manera independiente a la religión en la toma de decisiones, no iba a desentenderse de la influencia que esta podía tener en el control del comportamiento de los ciudadanos.

Tras la Revolución, sobre todo a partir de la década del sesenta, la cohabitación religión-Estado fue denostada tremendamente, en especial luego del conflicto del nuevo poder con la Iglesia católica, vinculado a disímiles causas que no son objetivo del presente texto. Se empezó a operar entonces un proceso atípico en la historia de las construcciones políticas en Cuba. Y es que dentro de las cimentaciones de identidad política y filiación política al nuevo gobierno, se exigía casi como condición la ruptura o negación de toda fe religiosa.

Fundamentalismo y conservadurismo

Dentro de las cimentaciones de identidad política y filiación política al nuevo gobierno, se exigía casi como condición la ruptura o negación de toda fe religiosa.

Por tanto, la religión empezó a operar no como estructura que acompaña al Estado, sino como estructura que es negada por el Estado. Tal actitud se hizo política a partir de 1975, con el Primer Congreso del PCC, y en 1976 con la nueva Constitución, considerada la primera de carácter socialista de nuestra historia. Su lectura descubre una raigambre profundamente atea.

No obstante, en el alma de la nación seguían casi intactos los valores morales que la catolicidad primero y la tradición protestante después, fueron acunando en la identidad de lo que somos. Y ello resulta una paradoja, pues la Revolución dijo apostar por formar un hombre nuevo. Y sí, se delinearon políticas para ir constituyendo ese prototipo de hombre, por cierto, a la usanza de la época, cuando se definía hombre y dicho término incluía a las mujeres y excluía a todos los demás

El difusor de esa idea en nuestro ámbito fue Ernesto Che Guevara, quien aseguraba que para formar el hombre nuevo era imprescindible crear la sociedad nueva. Sin embargo, en el caso cubano el modelo económico siempre tuvo altas y bajas que conspiraron contra el proyecto inicial, mucho peor que en Europa Oriental y en la extinta URSS, que ya fue bastante.

Aunque se consiguieron muchas realizaciones, no pudo evitarse todo tipo de carencias materiales, que han enrarecido la satisfacción de las necesidades humanas, una meta definida pero jamás cumplida en las proyecciones de lo que se ha dado en llamar nuestro socialismo.

El hipotético hombre nuevo, más que preocuparse por su nueva altura ética, ha tenido que crear estrategias para sobrevivir en circunstancias económicas complejas; mientras, en el orden moral, ese proyecto de hombre nunca superó la tradición.

A partir de los setenta, cuando fue cediendo la euforia de los primeros años, la sociedad cubana, en su ámbito político, económico e ideológico, se fue integrando al canon de socialismo real del bloque soviético. Actuamos igual que allí, donde las diferencias de género nunca fueron superadas y —con la tímida excepción de la RDA—, poco se hablaba de variantes de la sexualidad humana, o se hacía con denostación.

Por ende, el paradigma de realización del socialismo incluía, además de la tradición mantenida, el deber ser del nuevo modelo de sociedad, que era profundamente homofóbico. Ello se vinculaba al conservadurismo que las religiones seculares de esas sociedades habían instrumentado en las mentalidades de sus poblaciones durante siglos de dominación simbólica —fuese la Iglesia Ortodoxa, la Católica o el Islamismo—; y que los Partidos Comunistas, con sus variantes y diferencias de nombre, tuvieron a bien mantener, a pesar de las políticas ateístas que aplicaron inexorablemente.

De ello no escapó nadie, ni siquiera la católica Polonia, un error que allí se pagó muy caro, quizás más que en otras de las naciones donde se intentó mal construir el socialismo.

Todo ello ha sido caldo de cultivo para que el conservadurismo religioso tenga no poco éxito en estas sociedades, antes y tras la caída del llamado socialismo real.

Fundamentalismo y conservadurismo

El líder polaco Lech Walesa y el Papa Juan Pablo II. (Foto: Mike Person / Getty Images)

Fundamentalismo y conservadurismo religioso en Cuba

El fundamentalismo religioso en Cuba ha crecido o por lo menos se ha visibilizado significativamente a partir de 2018, tras la discusión del proyecto constitucional aprobado al año siguiente como Constitución de la República. Es una actitud que reúne los rasgos esenciales que esta tendencia manifiesta en casi cualquier lugar del mundo.

El fundamentalismo se genera básicamente en aquellos sistemas religiosos que cuentan con un libro sagrado del cual suelen hacerse lecturas literales. Las manifestaciones de fundamentalismo más comunes en Cuba se presentan en ciertas iglesias evangélicas y protestantes, en las que son usuales lecturas literales de la Biblia que pretenden que el mundo se constituya, se explique, se manifieste, exista y además se gobierne y estructure, según esos principios.

 En Cuba el leit motiv básico, aunque no único, de manifestación del fundamentalismo, está vinculado a asuntos de orden moral. Es un fundamentalismo que se expresa, por el momento, contra aquellas prácticas y actitudes que procuran defender maneras de amarse de grupos humanos que no encuadran dentro del canon heteronormativo de la moral religiosa cristiana, presuntamente vindicada por los textos sagrados.

El fundamentalismo religioso tiene diversas formas de expresarse: dentro de las estructuras estatales, de forma semi estatal, o extra estatal. Esta última se consuma donde los poderes fácticos de esas iglesias pueden tener cierta influencia sobre las instituciones y la funcionalidad del Estado, aunque no formen parte de él. También puede expresarse a nivel comunitario.

Si bien en Cuba la primera de las formas mencionadas no es evidente, sí hay sujetos que comienzan a sentir que pueden tener alguna influencia en la toma de decisiones en determinados diseños de políticas del Estado. Esa idea lo empieza a develar como un actor político aún cauto, tenue, pero con alguna atribución en ciertas disposiciones de políticas públicas, sobre todo en asuntos relativos a los derechos civiles de las minorías sexuales. Y pueden pretender más.

Lo más común en nuestro medio es que el fundamentalismo se exprese esencialmente en el ámbito comunitario. De hecho, ahí está teniendo un éxito significativo pues existen muchas denominaciones inscritas en estas posturas que han creado verdaderas redes de ordenamiento de la vida social en sus comunidades, con frecuencia caracterizadas por ser vulnerables en el acceso a bienes y mostrar síntomas de pobreza. El éxito de su gestión lo han conseguido sobre todo porque asisten a esos grupos humanos no solo con ayuda material, sino también con asistencia espiritual. Eso es importante tenerlo en cuenta.

En consecuencia, muchas de esas iglesias y denominaciones insisten en cambiar las dinámicas de aprehensión de lo religioso en sus comunidades, y tienden a dirigir su denostación hacia formas tradicionales identitarias nacionales de religiosidad, que juzgan enajenantes o demoníacas. De este modo, y poco a poco, van creando quinta-columnas que pueden tender a la intolerancia, e incluso a la violencia, contra aquellos grupos y estructuras sociales que dentro de la nación no corresponden con sus credos y posturas éticas, filosóficas, teologales, e incluso estéticas.

Los ataques de estos fundamentalistas, en tanto parte del cuadro religioso cubano, están direccionados básicamente a las religiones de origen africano, a las que demonizan en sus discursos; lo que está teniendo incidencia en ciertos sectores sociales. Además, los fundamentalistas están aspirando a participar en la educación espiritual y real de los ciudadanos. Lo hacen ahora en las estructuras de acompañamiento comunitario que han creado, pero desean más, pueden aspirar a entrar en los sistemas educativos formales y ahí transmitir su palabra. Es importante no perder esto de vista.

Existen investigadores que hablan de la posible conformación futura de verdaderos barrios evangélicos, donde con la movilidad de ciertos recursos y la existencia de liderazgos carismáticos en algunas de estas iglesias, estos grupos puedan fortalecer su poder de convocatoria en las comunidades, a nivel barrial e incluso más allá. Se constata que están teniendo éxito en eso, para refutar las posturas de otros o procurar demostrar que las suyas son las válidas.

Estamos frente a un fundamentalismo que, por el momento, ha tenido notoriedad en el ámbito comunitario; primero en las zonas rurales y en el oriente del país, donde eclosionó en la década de los noventa, para extenderse hoy a toda la nación, especialmente en barrios y zonas desfavorecidas. Sin alarmismos, pero con preocupación, puede considerarse —y lo es—,  un actor social, espiritual y hasta político, a tener en cuenta.

Fundamentalismo y conservadurismo

(Foto: Iglesia Metodista de Cuba-Facebook)

Fundamentalismo no religiosos

Además del fundamentalismo religioso, existen otras expresiones de fundamentalismo, el económico, el político, e incluso el estético. Existen ahí donde un grupo humano, o ciertos líderes, procuren demostrarle a los demás que sus verdades o sus códigos son los únicos adecuados, los únicos correctos y los únicos que todos deberían seguir o respetar.

Vivimos en un mundo donde esta tendencia tiene éxito en ámbitos no solo religiosos, lo cual es peligroso porque cuando entran a la esfera de la política y empiezan a tener múltiples seguidores, crean actitudes de intolerancia a otras posturas o actitudes políticas. Esto puede condicionar una desregularización de la democracia, donde la haya, o fortalecer posturas autoritarias o dictatoriales donde existan regímenes con ese carácter, que casi siempre se basan en presupuestos políticos fundamentalistas.

Es decir, si en la religión el fundamentalismo lo puede representar un pastor, un ayatolá, un rabino, un obispo o un sacerdote; en la economía puede ser un líder de opinión, un investigador de temas económicos que se haya convertido en adalid, y en la política lo puede ser un líder carismático. Hay disímiles tipos de fundamentalismos y todos ellos son peligrosos porque son intolerantes, porque exigen una lectura literal de ciertos textos que consideran sagrados o casi sagrados, y que habría que respetar a todas luces y sin objeciones para cumplir con su presupuesto de verdad.

¿Fundamentalismo es sinónimo de conservadurismo, o son cuestiones distintas?

No se debe confundir conservadurismo religioso con fundamentalismo religioso. Sin embargo, hay una línea delgadísima que los separa. No son necesariamente iguales, aunque en algunos órdenes pueden coincidir y se confunden. El conservadurismo permite interpretaciones contextuales de sus textos sagrados, en ciertos órdenes de la reflexión teológica.

Es decir, hay posturas conservadoras en la religión que pueden tener interpretaciones bien estructuradas sobre un asunto tan complicado desde el punto de vista teológico y conceptual, como puede ser el problema de la trinidad. Estas no hacen necesariamente una lectura literal de la Biblia para entender la trinidad, sino que le procuran una explicación, una interpretación, en relación a su tradición teologal o denominacional.

Puede manifestarse también en torno a la presunta santidad de María, la madre de Jesús (en el mundo cristianismo, y católico en particular, ahí donde María tiene seguidores). Son tradicionales lecturas diversas sobre la naturaleza sagrada de la Madre de Jesús, en ese orden permiten interpretaciones de textos o tradiciones orales u escritas. Pero cuando se trata de principios de la fe, o de postulados de orden moral, por ejemplo, pueden ser muy conservadoras, muy defensoras de la llamada tradición.

Para ese tipo de presupuestos, no necesariamente de carácter teológico sino de representación funcional de su «orden» dentro de la comunidad religiosa, e incluso, con la pretensión de que se asuman fuera de ellas; son defensores de las actitudes que presuntamente vindican los textos sagrados, o por el contrario, en el caso del catolicismo —donde es muy común el conservadurismo, no así el fundamentalismo (aunque tiene presencia)—, el respeto a la palabra de las figuras más significativas de esta Iglesia, como pueden ser el Papa, los obispos etc.

El conservadurismo se evidencia cuando se procura conservar ciertas normas o tradiciones que la institución religiosa considera que no son cuestionables. Esto se dirige en lo fundamental al mantenimiento de conductas morales, a la conservación de ciertas estructuras sociales o políticas con las que estas instituciones religiosas conservadoras se pueden sentir identificadas, o a la preservación de principios que consideren inviolables.

Las posturas del conservadurismo siempre están en el fundamentalismo, de una manera u otra. Lo que distingue al fundamentalismo es que, además, no permite ninguna interpretación de los textos sagrados. Exige siempre una lectura literal de esos textos como ya se explicó, y demanda que la comunidad religiosa deba actuar y operar desde esa lectura.  

Todo esto demuestra que frente a «desafíos» como las posibles transformaciones legales en la forma que se entienden la familia, sus funciones y responsabilidades dentro de la sociedad —cambios que inevitablemente alteran el viejo deber ser de la «tradición»—;  u otras movilidades en el orden social o político que «trastornen» lo establecido por estas instituciones, y no necesariamente hayan asumido las subjetividades de la totalidad de sus miembros, sus líderes se lanzarán a «controlar el rebaño». 

Procurarán que se asuman tales cambios como agravios, no solo en el orden de la fe, sino presentándolos como dislocación absoluta de lo que hemos sido como pueblo. Actitud vista por la historia de la humanidad una y otra vez, como si fuese ley el eterno retorno. 

22 septiembre 2022 21 comentarios 1,1K vistas
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Virgen de la Caridad

La Virgen de la Caridad del Cobre y la identidad cubana

por Maximiliano Trujillo Lemes 8 septiembre 2021
escrito por Maximiliano Trujillo Lemes

Dicen no pocos estudiosos de la teoría de la cultura que los pueblos se dividen en dos grandes grupos, histórica y antropológicamente hablando: las agrupaciones humanas con culturas antiguas y los grupos humanos de culturas jóvenes.

Los primeros suelen ser detentadores de múltiples tradiciones, mitos y leyendas, y explican, desde esos relatos cuasi fantásticos, de dónde vienen y quiénes han sido y son; presupuestos que defienden con el orgullo de las corazas. Sin embargo, a los pueblos jóvenes les correspondería mutar, cambiar con más celeridad en hábitos, costumbres e identidades porque carecen de una sólida memoria histórico-cultural, son más dados a la permeabilidad, a la aceptación de lo otro, y muchas veces a su inclusión como síntesis en el cuerpo de lo que van siendo.

Los cubanos somos un pueblo joven, a duras penas tenemos 230 años de historia como nacionalidad en formación o ya formada; y mucho menos, no más de 119, como nación constituida, con no pocas volteretas en su devenir. Aunque existen historiadores que aseguran la existencia de la nación desde que se proclamara la primera constitución de la llamada República en Armas, en abril de 1869; es decir, argumentan que éramos nación antes de tener territorio propio, en tanto el nuestro perteneció formalmente a España hasta el 31 de diciembre de 1898.

Ello no significa que Cuba, como pueblo joven, no tenga en su haber múltiples mitos, leyendas o tradiciones. Estos se han venido formando y han contribuido no solo a la construcción de nuestra identidad, diferente a la de los troncos culturales que nos dieron origen, sino que además tributan a la unidad de valores, presupuestos religiosos, éticos, morales o de otra índole, que tipifican nuestra nacionalidad.

Virgen de la Caridad (1)

Entre esos mitos ocupa un lugar significativo el de la llamada Patrona de Cuba: la Virgen María de la Caridad del Cobre, tradición y símbolo de cohesión para muchos cubanos en cualquier lugar donde vivan o estén. No olvidemos que este país, según la UNESCO, es uno de los que tiene más del 20 % de sus nacionales viviendo en otros territorios.

El mito de la Virgen de la Caridad es una de las muchas advocaciones de la Virgen María en todas partes donde el catolicismo fue o es religión dominante, aunque de acuerdo al Dr. Enrique Sosa Rodríguez en su estudio comparado entre La Caridad y La Guadalupe, estas son las advocaciones marianas más significativas de la tradición latinoamericana; aserto que resulta paradójico, porque Cuba es quizás el país con catolicidad más extravía de todo el subcontinente.[1]

Por su parte, la acuciosa investigación de la Dra. Olga Portuondo Zúñiga, publicada en 1996 bajo el título: La Virgen de la Caridad del Cobre: símbolo de cubanía, demuestra encomiásticamente que la Patrona de Cuba es la devoción cristiana más extendida en la isla y, al mismo tiempo, el mejor y más evidente emblema de cubanía. Al respecto señala: «Cada vez que se quiere dar la imagen de lo cubano se expresa con la Virgen del Cobre y los tres Juanes. No por casualidad, ese notable ensayista cubano, José Juan Arrom, dejó dicho que los que iban en la barca representaban al pueblo de Cuba».[2] 

Breve historia del mito

«Ocurrió en los albores de siglo XVII […] En una pequeña canoa, tres obreros en busca de sal […] surcaban las aguas de la oriental y norteña Bahía de Nipe […] cuando vieron flotar, entre la espuma de las suaves olas, un pequeño bulto blanquecino que se les antojó ser un ave; el día comenzaba a clarear y remaron a su encuentro. Sus vestiduras estaban secas a pesar de navegar sobre una débil tablilla, en la cual unas grandes letras decían: YO SOY LA VIRGEN DE LA CARIDAD».[3]

Según documento localizado por el eminente intelectual cubano Leví Marrero —preservado en el Archivo de Indias (España) y registrado como de la Audiencia de Sto. Domingo, Legajo 363— este fue el testimonio de Juan Moreno, el niño negro que, junto con Juan y Rodrigo de Hoyos, encontró la imagen de la Virgen de la Caridad en la Bahía de Nipe:

En el lugar de las minas de Santiago del Prado, en primero día del mes de abril de mil seiscientos ochenta y siete años, el Señor Beneficiado Juan Ortiz Montejo de la Cámara, Cura Rector de la Parroquial de este dicho lugar, Juez comisario, por el señor Licenciado Don Roque de Castro Machado, Juez Oficial Provisor, y Vicario general de la Ciudad de Cuba y su Distrito, por su Señoría muy Venerables Señores Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de dicha Ciudad, a cuyo cargo está el gobierno temporal y espiritual de este Obispado, sede vacante (signo ilegible) para que conste de la aparición y milagros de la Santísima Virgen María Madre de Dios y Señora Nuestra de la Caridad y Remedios, hizo parecer al Capitán Juan Moreno, del cual fue recibido juramento por Dios y una cruz, que hizo según forma de derecho, prometió decir la verdad de lo que supiere y le fuere preguntado.

Se le preguntó lo siguiente: Fuére preguntado cómo se llama, de dónde es natural, qué edad, estado y oficio tiene. Dijo: que se llama Juan Moreno, negro esclavo, natural de este dicho lugar, y que fue capitán de este dicho lugar, y que es de edad de ochenta y cinco años y casado. Y esto responde.

Preguntado declare lo que sabe en razón de la aparición de Nuestra Señora de la Caridad y Remedios. Dijo que sabe este declarante que siendo de diez años de edad fue por ranchero a la Bahía de Nipe, que es en la banda del norte de esta Isla de Cuba, en compañía de Rodrigo de Hoyos y Juan de Hoyos, que los dos eran hermanos y indios naturales, los cuales iban a coger sal y habiendo ranchado en Cayo Francés que está en medio de dicha Bahía de Nipe para con buen tiempo ir a la salina, estando una mañana la mar en calma salieron de dicho Cayo Francés antes de salir el sol los dichos, Juan y Rodrigo de Hoyos, y este declarante.

Embarcados en una canoa para la dicha salina y apartados de dicho Cayo Francés, vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua que no distinguieron lo que podía ser, y acercándose más les pareció pájaro y ramos secos. Dijeron dichos indios, parece una Niña, y en estos discursos, llegados, reconocieron y vieron la imagen de Nuestra Señora la Virgen Santísima, con un Niño Jesús en los brazos, sobre una tablilla pequeña, y en dicha tablilla unas letras grandes las cuales leyó dicho Rodrigo de Hoyos y decían: “YO SOY LA VIRGEN DE LA CARIDAD” y siendo sus vestiduras de ropaje se admiraron que no estaban mojadas.

Y en esto llenos de gozo y alegría, cogiendo solo tres tercios de sal, se vinieron para el Hato de Barajagua donde estaba Miguel Galán, Mayoral de dicho Hato y le dijeron lo que pasaba, de haber hallado a Nuestra Señora de la Caridad. Y el dicho Mayoral muy contento y sin dilación envió luego a Antonio Angola con la noticia de dicha Señora al Capitán Don Francisco Sánchez de Moya, que administraba las minas de dicho lugar, para que dispusiese lo que había de hacer, y mientras llegaba la noticia pusieron en la casa de vivienda de dicho Hato un altar de tablas, y en él a la Virgen Santísima, con luz encendida, y con la referida noticia, el dicho Capitán, Don Francisco Sánchez de Moya, envió orden al dicho Mayoral Miguel Galán que viese una casa en dicho Hato, y que allí pusiese la imagen de Nuestra

Señora de la Caridad y que siempre la tuviese con luz.[4]

Virgen de la Caridad (2)

Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre.

Quizás por el color tendiente a lo mestizo de la imagen, y porque quienes presuntamente la encontraron eran antropológicamente personas con identidades típicas del criollo de la época; la efigie de la Virgen se fue convirtiendo paulatinamente, de un símbolo religioso del Oriente del archipiélago en el símbolo nacional. El mismo fue sustituyendo, desplazando o compartiéndose con las patronas regionales que los criollos habían asumido de España; casi todas advocaciones marianas marineras que eran, por razones obvias, las más populares entre los asentados en la isla.

Lo cierto es que la Caridad terminó por disponer de un Santuario Nacional, posiblemente la construcción religiosa más devocionada de Cuba y con una historia peculiar.    

El Santuario del Cobre

El santuario a la imagen de la Virgen terminó por erigirse en El Cobre, municipio de la oriental provincia actual de Santiago de Cuba, en el promontorio de Santiago del Prado. Su construcción soportó diversas vicisitudes: alrededor de 1637 se erige el primero, que fue destruido en 1776 a consecuencia de un terremoto. Entonces fue construido otro, de tres altares, que en 1906 se desplomó producto a otro terremoto y a explosiones y excavaciones en las minas.

La inauguración del santuario actual tuvo lugar el 8 de septiembre de 1927. El altar es de plata maciza y tiene otros objetos ornamentales de gran valor. Debajo del Camarín de la Virgen se encuentra la denominada Capilla de los Milagros, un pequeño recinto donde los creyentes depositan disímiles ofrendas: joyas de oro y piedras preciosas, muletas, entre otras. Unas quinientas personas acuden al lugar cada día. Los peregrinos se llevan consigo diminutas piedras de la mina, donde brillan las partículas de cobre.

Es importante destacar que en 1915 los veteranos de las Guerras de Independencia escribieron al papa Benedicto XV con la solicitud de que proclamara a la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, a lo que el Sumo Pontífice accedió el 10 de mayo de 1916. Dos décadas más tarde, el papa Pío XI autorizó la coronación canónica de la imagen, acto consumado el 20 de diciembre de 1936 por Monseñor Valentín Zubizarreta, entonces obispo de Santiago de Cuba.

Virgen de la Caridad (3)

Papa Benedicto XV

El santuario del Cobre se proclamó como basílica el 22 de diciembre de 1977, por mediación del papa Pablo VI.

Por su parte, la tradición religiosa cubana de origen africano sincretizó a la Virgen con Oshún, «(…) porque esta orisha es la dueña del cobre y tiene fama de caritativa y misericordiosa. La Iglesia católica utilizó la imagen en cintas de raso para proteger a las parturientas en los embarazos. Oshún es también protectora de las parturientas».[5]

Desde fines del siglo XIX el símbolo de la Caridad ha acompañado al pueblo de Cuba en epopeyas políticas, militares y culturales; además de ser un ícono de «protección y fe» para no pocas familias. Disímiles historiadores aseguran que fue estandarte de los mambises en las guerras de liberación contra España, tanto en 1868 como en 1895, a pesar de la cruzada de la Iglesia católica que oficiaba en la Isla contra estas contiendas cubanas. Debe recordarse que dicha Iglesia se proclamó aquí, en medio de las disputas bélicas, como iglesia de la hispanidad.

Fue la Caridad a su vez, uno de los íconos que preservó la base católica de la religiosidad popular de los cubanos ante la embestida del protestantismo, que se estimuló tras la intervención y la ocupación estadounidense, entre 1898 y 1902. También estuvo entre los revolucionarios de los años treinta, y bajó de las montañas en el pecho de muchos combatientes de la guerra insurreccional contra la dictadura de Batista en 1959.

La Virgen de la Caridad ha acompañado, silenciosa o visiblemente, a no pocos cubanos en las últimas décadas, para enfrentar vicisitudes y celebrar victorias. No la pudieron derrotar ni el ateísmo oficial que señoreó la vida de la Isla entre los años setenta y los ochenta del siglo pasado, ni otros dogmas que pretendían alumbrar caminos. Ella sigue ahí, impertérrita, incitando a los habitantes del país, cuando incluso pareciera que se cierran todos los caminos, a no perder la fe en el futuro. ¡Quizás por ello cada 8 de septiembre es también una silenciosa fecha patria!

***

[1] Cuba, considerada por su historia espiritual un país católico, no lo es en la dimensión exacta de este concepto; sobre todo si se analiza comparativamente con sus vecinos geográficos y culturales. Es cierto que ha repetido la dialéctica de la confluencia de cada uno de los elementos constitutivos del fenómeno, pero manifestándose en relación con las especificidades de su evolución histórica en la isla.

[2] Olga Portuondo: La Virgen de la Caridad del Cobre: símbolo de cubanía, Prefacio, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2014, p 6.

[3] Historia de la Virgen de la Caridad del Cobre

[4] Ídem.

[5] Ídem.

8 septiembre 2021 6 comentarios 2,5K vistas
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creer

Jugando a creer

por Consejo Editorial 18 septiembre 2020
escrito por Consejo Editorial

Me llamo Elianys de la Caridad. Esa mención a la Virgen fue el punto de entendimiento entre mi madre católica y mi padre dirigente: “si no la vamos a bautizar, por lo menos que lleve ese nombre”- acordaron.

Ambos eran militantes del Partido, y para que nadie se atreviera a señalar algún “desvío ideológico” en ellos, llegaron a una especie de pacto que implicaba reservar la religión para puertas adentro de casa. Es así como crecí alejada de la Iglesia, pero no de la Fe, combinando discursos de Fidel con oraciones a San Luis Beltrán que mi madre leía al pie de mi cama cada vez que me enfermaba.

Con el tiempo, mis padres han admitido que la causa de esa decisión no fue una prohibición, sino el miedo.

Ya en 1995 -cuando nací- apenas se hablaba de gente expulsada del trabajo debido a sus creencias, y no existían ya los campamentos de las UMAP, donde décadas antes llevaban -entre otros grupos- a los religiosos para ser “reeducados”. Sin embargo, todavía en el último quinquenio del siglo XX, se percibía el tufillo de esa discriminación; el temor a aquella avalancha que se precipitó sobre los creyentes en los 60, cuando un crucifijo en el pecho, podía representar una pesada cruz a cuestas.

No hablaré de esos años. Creo que de ellos ya hemos tenido bastantes testimonios y no es mi intención ahondar en esa herida. Prefiero celebrar que esas tensiones se hayan relajado hace mucho y que cada día se ejerza con mayor libertad la religión en Cuba, donde coexisten con bastante respeto los protestantes, católicos,  yorubas, abakuás y minorías como los judíos, budistas y musulmanes.

Sin embargo, el perdón no significa olvido.

Aunque se haya llegado a la comprensión de que un toque de santos o un culto evangélico no tienen por qué estar divorciados de la fiesta del CDR, me rehuso a aceptar las crecientes incoherencias de quienes aún no han pedido disculpas por daños cometidos, y hoy se presentan como hijos devotos de “las once mil vírgenes” en el intento de reescribir una historia que aún duele.

Felicitar a los fieles en el día de sus santos, apoyar y elogiar las festividades, o resaltar a la Virgen de la Caridad como patrona de Cuba, e incluso mostrarse como sus seguidores, es un acto generoso, y políticamente inteligente. Pero simular que de repente el chip fue reseteado, y creerse con la facultad de enunciar de quién aceptará ofrendas o no una santa, no es solo bastante risible: es la segunda parte de una mala película que tiende a rozar el ridículo.

Que el Estado busque en la religión una tribuna para su discurso, muestra que no está tan alejado de esos a los que llama enemigos.

La diferencia radica más bien en el tacto detrás de la comunicación política: mientras unos convocan a colgarse un girasol en la solapa, los otros, con su sutileza de corral, intentan excluir a “mercenarios” y “vendepatrias” de una Fe que admite a todos. Lejos de interesarse por quiénes son aceptados en cada dogma, el gobierno cubano debería resolver asuntos pendientes para asegurar que el ya alcanzado ejercicio abierto de la religión, no interfiera con los derechos de la ciudadanía en general, ya sean creyentes o no.

Pudiéramos comenzar por exigir que nuestras avenidas y espacios públicos no se conviertan en repositorios de ofrendas y sacrificios animales, y que se reserven estas actividades para lugares apartados; o por garantizar que los protestantes construyan sus templos en sitios despejados, donde puedan cantar y alabar con su alegría de costumbre, sin que el ruido o la aglomeración diaria de personas, moleste a la comunidad.

Un Estado que garantice derechos de todo tipo.

Sería coherente con los principios de un Estado laico, el evitar que la presión religiosa respecto a algunos asuntos, medie en las decisiones tomadas por país, y hasta ahora hemos mostrado algunos puntos flacos en este sentido, como la propuesta de llevar a plebiscito el matrimonio igualitario, a sabiendas de que algunos grupos, por sus creencias, podrían tronchar a otros este derecho.

Creo que si en algo coincide una gran parte del pueblo, ateos o creyentes, es en la necesidad de tener dirigentes comprometidos con los derechos de todos y todas, que unan y no separen, que dejen de interpretar papeles absurdos, y asuman posturas lúcidas e inteligentes para favorecer al país. El tiempo pasa… para qué perderlo jugando a creer cuando aún hay tanto por arreglar.

18 septiembre 2020 33 comentarios 753 vistas
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danay suarez

A lawsuit for Danay Suárez

por Consejo Editorial 28 junio 2020
escrito por Consejo Editorial

In the same way that George Floyd’s death was the catalyst for protests against racism in the United States, the homophobic comments of singer Danay Suárez in Cuba were the spark that reignited debate about the rights of the LGBT+ community. This dissatisfaction didn’t begin with the constitutional debate in late 2018, but much earlier. Some believe that the Danay Suárez phenomenon is the beginning of a series of actions by the Evangelical churches, intended to sabotage the right to same-sex marriage, one year before debate of the new Family Code begins.

In Cuba, it’s positive that the President himself has expressed his support for same-sex marriage. But this is not enough when the decision is up to a society which proves to be more conservative than one may think, and with a government which devotes more airtime to the eradication of the giant African snail than to raising awareness of the rights of the LGBT+ community.

Of almost 30 countries that recognize same-sex marriage in the world, only Ireland carried out a plebiscite about that right, and there’s a reason for that. There’s a nearly generalized consensus that this is a right that must be legislated and not voted on. It’s strange that, in an island where law decrees are the norm, the government should decide to stay out of this debate.

It’s paradoxical that even a religious state such as Israel should recognize same-sex marriages and a secular socialist state in the Caribbean should deny them. There are no civil weddings in Israel, and same-sex marriage is not accepted on a religious level. But if you get married abroad, both marriage and adoption are recognized when you return. The same precept does not apply in Cuba, although a few days ago the blog Q de Cuir announced encouraging news. After one year of waiting for a decision, the Ministry of Foreign Relations and the Ministry of Justice agreed to issue a birth certificate which named two female parents, rather than a different-sex couple. The baby, who was born to a Cuban mother and was registered in the United States, was recognized as having two mothers before Cuban law. However, the legal marriage of the two women is not recognized in the island. It’s undoubtedly only a partial decision.

Sectors of Cuban civil society try to advance a progressive legality.

On June 15, 2020, the United States Supreme Court interpreted that discrimination on the basis of sex should also be understood to mean sexual orientation or gender identity. The Civil Rights Act of 1964 will now protect workers from arbitrary dismissals due to discrimination.

One day later, on June 16, the 11M Cuba Movement began to gather signatures on the change.org online platform with the purpose of informing public opinion, reflecting and multiplying solidarity with the LGBTQ+ community in Cuba. The petition is addressed to the National Assembly of People’s Power, the body which, in the absence of a Constitutional Court, shall interpret and draw up the country’s laws. Until now, about 2000 people have signed it, a not inconsiderable amount if we keep in mind that the online platform is blocked for Cuba and that Cubans must use a VPN to subscribe to the petition.

Since there’s no Constitutional Court in Cuba, the decisions concerning basic rights must wait for a legislative schedule in which there are other priorities, so one idea that the 11M Cuba Movement highlights in its petition is that the rights should not go to a referendum and that the adoption of same-sex marriage or civil unions should be a decision in the hands of the National Assembly.

The text Danay shared on her Facebook profile is not only implicitly homophobic but also the scorn of the feminist movement and of people who are pro-choice regarding abortions. Perhaps because of what will be at stake in about a year, the popular reaction has focused its repudiation on the homophobia, and not so much on the attempt to unify pedophilia with feminism and abortion rights.

I’m not sure that the post shared by Danay Suárez is an attempt by some religious denominations in Cuba to manipulate public opinion, and ultimately the results of the 2021 plebiscite with respect to the Family Code. In case this theory is verified, and the goal should be to have an influence on a legal process such as the plebiscite, inquiries should be made regarding the legality of that action. The Cuban State should also make a pronouncement about that.

On June 19, the doctor and activist for LGBTIQ+ rights Alberto Roque Guerra published on his Facebook profile the lawsuit or legal action he started against rapper Danay Suárez for defamation.

There are many diverging opinions. Some argue that the plaintiff is an extremist, in the same way Danay was when she related pedophilia, or the MAP movement (Minor-Attracted Persons) with the LGBT+ community. One might even consider that the lawsuit violates the singer’s freedom of expression. It is also not kept in mind that Danay shared a post she didn’t create, and if we follow the policy adopted by many Twitter users that sharing is not the same as endorsing (RT ≄ endorsement), there’s no legal way to connect Danay with the views laid out in the post.

This said, we must reanalyze the consequences of adopting homophobic stances in a socialist society, in which, above all, equality among human beings is sought. Danay uses her public position to advance agendas that limit the rights of social minorities, and she justifies her stance with the Christian faith that cannot be predominant or authoritative in a secular society.

I believe celebrities have the right to defend certain values and policies, but this cannot be translated into limiting other people’s rights. It’s incorrect to allow, out of respect for the freedom of expression of others, comments that damage the integrity and reputation of movements accumulating decades of struggle for the obtainment of rights many of us take for granted.

Danay Suárez’s behavior was, at the very least, VERY irresponsible.

And although she offered a public apology and tried to clarify her point against pedophilia, libel is a criminal offense. In this case, some legal instruments could be applied, although all of them would ultimately depend on the interpretation of a judge. Article 295 of the Penal Code, in force since 1987, imposes sanctions of six months to two years’ imprisonment to anyone who discriminates or incites discrimination, but it does not specify whether this applies to discrimination on the basis of sexual orientation or gender.

Danay’s stance also violates Article 42 of the Constitution of the Republic of Cuba, which refers to equal treatment of all persons by the Law. This Article does recognize discrimination on the basis of sexual orientation or gender identity as an offense.

If we continue down the logical path of the Constitution, the Cuban State should take on the responsibility of guaranteeing the equality of its citizens, in this case by legislating in favor of same-sex marriage. Article 44 of the Constitution says that: ‘The State puts into effect the right to equality with the implementation of public policies and laws to promote social inclusion and the safeguarding of the rights of the people whose conditions so require’. This Article should be used by the LGBT+ community in Cuba to demand legislation without having to wait for a Family Code and a subsequent plebiscite.

For Roque Guerra, Danay Suárez also violates Article 45, which refers to the limitation of rights (in this case to expression and creed) when they infringe upon the rights of other people with a sexual orientation other than heterosexual. Roque uses the legal framework provided in Article 99 of the current Constitution, which establishes the right to demand in court the restitution of rights and the consequent moral reparations.

On the other hand, Decree 370 of 2018, in its Article 68, item i), establishes as an offense: ‘to disseminate, through the public data transmission networks, information contrary to the social interest, morals, decency and the integrity of persons’. However, it doesn’t mention violations associated with discrimination or incitement to hate, as the laws which regulate freedom of expression usually specify.

Having said this, it’s not prudent either to yield to the temptation of applying Decree 370. Danay made a mistake and then tried to rectify and offer apologies. This must also be taken into account. This lawsuit may alienate people of Evangelical faith, instead of making them relate to the struggle of the LGBT+ community. An internal war could break out between Evangelicals and the rest of society, which doesn’t favor the climate for a future Family Code. If we don’t estrange or further radicalize social groups within a society, it will be easier to attain the common good.

This is a complex phenomenon, and it is necessary to mention all of its elements. The girl, who is also a public personality, made a mistake and apologized. We’re approaching a debate about the Family Code which won’t be simple or unanimous. Ambiguity and a discretionary use of Law Decree 370 threaten fundamental rights such as freedom of expression. Are we going to justify its application now because there’s damage to the reputation of a legitimate movement such as the one in favor of rights for the LGBT+ community in Cuba? And then what? Will we also justify its application against stances that are critical of the Cuban government?

Regulating social media is a debate that’s ongoing in many countries. Facebook and other social networks must be regulated in order to avoid the dissemination of hate messages and other forms of violence and discrimination. We already know how social media can be used to construct enemies which later attract real violence. I believe Cuba must keep an eye on what is regulated in this regard. The most important thing is to control in time a problem that’s rapidly growing worldwide.

Danay’s case has to serve as a wake-up call for the Cuban government. When religious fundamentalism takes over and dominates debate in a society which identifies as secular, the State must come into play and put a stop to it. The Cuban State, so sensitive to the negative propaganda the US government spreads about religious liberties in Cuba, should pronounce on this heated topic in the national public agenda, and which concerns the freedoms of its citizens, all the more so on the eve of a legislative debate on the subject. On this occasion, and no matter how complicated it may be, it should step in and show its revolutionary nature.

* Correction: the lawsuit is not related to defamation but insult.

28 junio 2020 3 comentarios 516 vistas
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lenguaje inclusivo

El lenguaje inclusivo y el lado bueno

por Egor Hockyms 7 agosto 2019
escrito por Egor Hockyms

Pensemos por un momento en el grupo de filólogos que discute sobre lenguaje inclusivo. O mejor, en un grupo de ingenieros diseñando una maravilla tecnológica, o científicos a punto de hacer un gran descubrimiento. Cuando recreamos estas imágenes en nuestra mente, todas tienen un rasgo común: en ninguna hay mujeres.

“Ingenieros” es un plural genérico o inclusivo en nuestra lengua, donde cabe con igual propiedad tanto Gustave Eiffel como Elizabeth MacGill, pero al escuchar la palabra, nuestra psiquis insiste cada vez en recrear solo hombres. No es que nos remita a la estadística de la experiencia; pasa igual si el grupo es de doctores, de abogados, o incluso de maestros o de cocineros.

Este ejemplo motiva comentarios de todo tipo, incluyendo por supuesto, la opinión recurrente sobre la poca importancia que tendrían esas representaciones involuntarias. Y es un buen punto. Al fin y al cabo, el masculino genérico es una convención de la lengua que todo el mundo conoce bien, y su carácter inclusivo, aunque no sea inmediatamente obvio para nuestra psiquis, está garantizado por la Real Academia.

Por demás, a muchos nos molesta esa manera irreverente de subvertir el idioma redefiniendo con liviandad lo que hemos siempre considerado bello y adecuado. El ímpetu con que alguien se hace prosélito de “médicos y médicas”, compañeres o amigxs, levanta las alarmas contra quien nos parece que, en una agitación de rebeldía progresista, no ha valorado suficientemente el sentido del ridículo.

Así, en el mejor de los casos, como tolera el homófobo los desfiles del orgullo gay, toleramos nosotros estas desfachateces lexicales desde la preservación de un credo estético personal que consideramos culto, correcto y, a la larga, el bueno.

Pero si culto y correcto parecen fuera de duda, básicamente porque la Real Academia dejó claro que no hay compañeres que valgan, lo de bueno es todavía un poco confuso. La autoridad que fija el lado bueno no es sencillamente la ley; de ser así la ley Helms-Burton sería indiscutiblemente buena, y malo sería desde vivir en La Habana hasta tener una página en Wordpress.

La brújula moral de lo bueno, que es una construcción personal y casi nunca se puede codificar por completo en palabras, o en un lenguaje inclusivo, tiene sin embargo para muchos de nosotros un eje común. Es buena la educación, la salud, la justicia social, la transparencia, la igualdad, el reparto de la riqueza y, de forma general, es bueno apoyar al desfavorecido.

En cierto modo, la consciencia de estar al lado del desfavorecido es en nuestro pensamiento lo más cercano a una brújula moral. Es por momentos lo único que nos salva de perdernos en las complejidades terminológicas y conceptuales de cualquier razonamiento, lo que sirve como punto de referencia para fijar, si no una postura, al menos los términos de un análisis.

Para analizar el lenguaje inclusivo, tomemos por ejemplo la discusión sobre el matrimonio igualitario. Identificar al desfavorecido no nos fuerza necesariamente a apoyar la iniciativa, pero sí nos obliga a considerar los argumentos de oposición fuera de un marco aislado, contrapesándolos continuamente con su alternativa. De modo que votar en contra será inevitablemente concluir que la fuerza de esos argumentos es tal que vale la pena sacrificar la felicidad de miles de personas.

Ese es el valor de la brújula, y esa es la base de la mayoría de nuestras discusiones aún cuando a veces no sea evidente.

Desde el debate sobre la viabilidad del modelo socialista hasta el reclamo de bajar los precios de Internet, nuestra brújula va o debería ir siempre sobre la búsqueda del desfavorecido para intentar al menos hablar en sus términos. No ayuda mucho a veces, porque el desfavorecido no siempre es el mismo para todos o porque diferimos en la manera de entender el modo de ponerse de su lado, pero siempre es una guía imprescindible.

Así, por ejemplo, al enrolarnos en una discusión como la de socialismo vs capitalismo, siempre vamos sobre la mejor conveniencia de uno u otro sistema para los más humildes y no sobre una superioridad esotérica o anclada en tecnicismos. Cuando no nos centramos en el desfavorecido y la mejor manera de ayudarlo, el diálogo es de sordos. Eso incluye un tema como el lenguaje inclusivo.

En #BajenLosPreciosDeInternet sin embargo, en cierto modo las dos posiciones fundamentales tienen visiones distintas del desfavorecido. Para unos es el ciudadano desconectado que podrá conectarse si los precios bajan; para otros es un ciudadano también desconectado pero que igual no podrá conectarse, y aún comerá peor o tendrá menos medicinas como resultado indirecto de la recaudación de Etecsa.

Aquí de nuevo la brújula que nos sirve para construir la plataforma de análisis no define una posición. Esta dependerá finalmente de nuestra estimación personal de las variantes, que involucra un gran número de juicios de valor, desde la importancia que le damos a la informatización hasta cuánta confianza nos inspiran los mecanismos financieros en Cuba.

Repasemos ahora desde esta perspectiva, como debemos hacer sistemáticamente con todo, nuestra visión sobre el lenguaje inclusivo.  Lo primero será identificar al desfavorecido, que en este caso son las mujeres y las niñas, esas que no aparecen en las imágenes mentales de ingenieros y doctores. Lo segundo es reconocer que a la hora de evaluar las importancias hay que tomar un poco de distancia.

Los hombres debemos entender que nuestra comprensión de esa realidad es cuando menos limitada. Un poco como la del rico que habla de pobreza o la del blanco que habla de racismo, se trata de vivencias que somos incapaces de experimentar y muy a menudo incluso de ver. Tendremos siempre cosas que aportar, pero debemos hacerlo con especial humildad.

Por otra parte, todos, incluyendo las mujeres que estén contra el lenguaje inclusivo, debemos observar el respeto que merecen las diferentes sensibilidades. Si un grupo de mujeres que es cada vez mayor se siente discriminado por un lenguaje centrado en el hombre, si les parece que haber crecido oyendo hablar de científicos, de presidentes y de los logros del hombre moderno las (y nos) ha inconscientemente deformado.

Si les parece que vale la pena intentar revertir en algo ese efecto con un método nuevo, que puede ser radical en lo estético pero que no daña más que una convención lingüística, deberíamos, antes que reaccionar (ahora nosotros) con ligereza, volver sobre el problema en perspectiva, tratando como mínimo de pisar sobre el camino que marca la brújula.

Más allá del uso o no del masculino genérico, o del lenguaje inclusivo, hoy casi nadie es ajeno a la realidad de la discriminación de género. La inmensa presión social, económica y sexual a la que las mujeres están sometidas desde pequeñas, en forma de acoso, de inseguridad, de desigualdad y de falta de oportunidades, resulta para muchos uno de los lastres más insoportables de la modernidad.

Sus raíces afincadas en la tradición machista se desarrollan a lo largo de la vida en forma de sesgos y condicionamientos casi imperceptibles que están hondamente instalados en nuestras sociedades. Es en este contexto que decir “ingenieros” por “ingenieros e ingenieras” contribuye a reforzar la primacía masculina por vía de la estandarización de un modelo que en última instancia no deja de ser cínico; un poco como usar “ricos” para llamar a ricos y pobres o “blancos” para referirse a blancos y negros.

Como en tantos temas de importancia, la cuestión teórica y académica debe ayudarnos y no distraernos de la imperativa necesidad social. En un mundo donde el feminismo está aún en formación, donde los consensos sobre categorías y métodos son todavía débiles, intentemos al menos mantener un escepticismo solidario, siempre dispuesto a confabularse al lado del desfavorecido. En esto como en todo, desconfiemos constantemente de las ortodoxias, e intentemos que la única fuerza que nos movilice provenga exclusivamente de un profundo sentido de justicia social.

7 agosto 2019 7 comentarios 912 vistas
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inclusivo

Lenguaje inclusivo a debate

por Yasvily Méndez Paz 16 julio 2019
escrito por Yasvily Méndez Paz

El lenguaje ha sido un componente fundamental para el desarrollo de la humanidad. El uso de palabras, símbolos, imágenes, gestos, expresiones y conceptos es reflejo de nuestro pensamiento, moldeado por la realidad social que nos embarga. Lenguaje, poder y saber están estrechamente vinculados, y constituyen expresión de la ideología. Como plantea la Dra. C. Rosa Cobo Bedia: «El lenguaje no es una realidad neutra y ajena a las relaciones que existen en cada sociedad […]». De ahí que la polémica actual sobre el lenguaje inclusivo de género haya fomentado posiciones divergentes en varios espacios de discusión.

¿Qué se entiende por lenguaje inclusivo de género? Benvenides, estimades lectores. No es broma, los que defienden el lenguaje inclusivo de género –también denominado lenguaje no sexista— proponen nuevos estilos de comunicación que sustituyan el masculino genérico y el binarismo de género. Todo comenzó con los movimientos feministas de la segunda mitad del siglo XX, y las denuncias a las «marcas masculinas» de la lengua hispana.

A medida que se ha tomado conciencia sobre este tema, el debate ha ido intensificándose a nivel internacional. En varios países de habla hispana los jóvenes comienzan a repetir estos «modismos» en el lenguaje, y la comunidad académica no puede estar ajena a esta realidad.

Lingüistas, politólogos, feministas y cientistas sociales han centrado su atención, grosso modo, en dos direcciones: lo puramente gramatical, y la significación política del asunto en cuestión. No pocos especialistas se han mostrado escépticos e incluso, han realizado críticas a los manuales donde se promueve el uso de prácticas comunicológicas y lingüísticas inclusivas.

Buscando la inclusión, las propuestas han ido variando. Primero se reemplazaba el masculino genérico por las formas femenina y masculina –conocido como desdoblamiento de género— (ej. todos y todas), pero ello no permitía incluir otras identidades de género. De manera que se han realizado otras proposiciones –como el uso de la x, @, e— que han provocado conmociones en la comunidad hispanohablante. Estas propuestas han coexistido en paralelo y sus usos dependen de efectos discursivos para quienes apuestan por su incorporación en las prácticas comunicológicas.

Lenguaje inclusivo

¿Reproduce esquemas machistas el lenguaje? (Ilustración: El Gato y la Caja)

Los adeptos de estos nuevos estilos consideran que el lenguaje convencional –cuyas reglas son aprobadas por la Real Academia Española (RAE)— es machista y como tal debe ser ajustado a la nueva realidad social. Aunque reconocen que el masculino genérico se impuso por el carácter patriarcal de la sociedad –algo que ha sido denominado «patriarcado ancestral de la especie»— asumen que ya es hora de generar transformaciones en este sentido.

Los detractores han esgrimido varias razones para censurar dichas prácticas. Algunos se oponen a la utilización de las formas femenina y masculina porque consideran que desvirtúa el principio de la «economía de palabras» en la Lengua de Cervantes; otros no creen correcto que el lenguaje inclusivo se permita en los colegios e, incluso, se ha llegado al extremo de despedir a profesores por enseñarlo a sus educandos.

El debate actual sobre el lenguaje inclusivo ha sobrepasado las fronteras de lo meramente gramatical y lingüístico.

No seamos ingenuos, el tema se ha convertido en el hándicap de sectores conservadores. Mario Vargas Llosa, afamado escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, reconoció públicamente en una entrevista dedicada exclusivamente al tema que «el llamado lenguaje inclusivo era una especie de aberración dentro del lenguaje». ¿Casualidad?, no lo creo. No pocos lingüistas y especialistas de otras ramas del saber han reconocido el trasfondo ideopolítico de la temática. Santiago Kalinowski, lingüista y lexicógrafo de la Academia Argentina de Letras, considera que el lenguaje inclusivo obedece más a un fenómeno político que lingüístico.

A su juicio es una intervención, una manera de impactar a nivel de la conciencia social sobre la injusticia de una sociedad donde persiste el patriarcado, incluso, a nivel del lenguaje. El neutro se propone para intervenir y demostrar esta idea, y precisamente estos «modismos» se utilizan fuera de las reglas aceptadas socialmente para generar un efecto de protesta con carácter político en el auditorio. Ha sido una manera de intervenir para crear un consenso, a lo que el experimentado académico denomina la «configuración discursiva de una lucha política».

¿Cuál será la posición acertada? O mejor, ¿existirá una posición acertada? El tiempo y la generalización de estas nuevas prácticas lingüísticas y comunicológicas en el lenguaje, nos dirá. No podemos obviar que la RAE tiene el deber de aprobar los cambios cuando se han afianzado en la lengua, y que se haya dedicado tanto debate a esta temática significa que la realidad ha cambiado. Mientras tanto, podemos mostrarnos escépticos o confiar en la idea quijotesca de luchar contra los molinos de viento. Escojamos el camino que nos parezca más adecuado.

16 julio 2019 4 comentarios 1,K vistas
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cuerpos

Cuerpos revolucionados

por Gabriela Mejías Gispert 14 julio 2019
escrito por Gabriela Mejías Gispert

Muchas veces escuché la frase acuñada socialmente que una mujer perfecta es aquella que en el ámbito social se comporta como “señorita” y en la casa sabe complacer al hombre con toda la picardía que ello amerita. Aun no deja de sorprenderme la dicotomía de la frase.

Simone de Beauvoir decía “no se nace mujer, se llega a serlo”. Esta frase, muchas veces malinterpretada, no adhiere a que necesitemos más maquillaje, tacones, pelo alisado, un pintalabios rojo. Apunta a que ser mujer es una construcción social que nos moldea.

Nuestras diferencias biológicas parecieran ser razón suficiente para comenzar a llenar una mochila de cualidades y conductas prescritas, tanto para hombres como para mujeres.  Los cuerpos, sexualizados se convierten al nacer en un depositario de prerrogativas y obligaciones. Todo aquello que salga de lo preestablecido debe quedar confinado a lo privado, censurado.

Un cuerpo de mujer es privado, no debe mostrar, insinuar, es propiedad de quien la posee en la intimidad. Un cuerpo travestido es privado, un cuerpo transformado es privado, un cuerpo de mujer no deseable es privado, un cuerpo amanerado es privado…

Los cuerpos femeninos tienen solo dos opciones posibles desde la lógica patriarcal y ambas son “cosificadoras”. Objeto de pertenencia de su pareja u objeto de deseo sexual.

¿Cómo se explica, que incluso entre amigos, le pidan permiso al hombre si quieren sacar a bailar a su compañera?

En muchos videos clips se muestra el cuerpo en más ocasiones que la cara de la modelo. Así se define la identificación de una mujer anclada al cuerpo, donde el espacio corporal es la única variable que precisa que se es mujer.

El control que se tiene por el cuerpo, genera subidentidades dependiendo del uso que la mujer le de al suyo: si aún no ha desarrollado, es niña; si tiene hijos, es madre; si no tuvo relaciones con un hombre, es virgen; si comercia su cuerpo por dinero; es prostituta.

 Las discotecas tienen la política de que hasta cierta hora o en determinados días las mujeres entran gratis.

¿Es una medida de “caballerosidad” a la antigua?

No, las mujeres entramos gratis porque somos objeto de consumo, que atrae público masculino. Forma parte de un sinnúmero de discriminaciones positivas que vivimos diariamente.

La autonomía de la mujer pasa por su cuerpo; es por eso que el deseo femenino molesta: cuando no necesitan una aprobación para decidir qué ropa usar, tiene relaciones con varios hombres, cuando dice no rotundamente; ante una invitación masculina.

Vivimos en una sociedad donde lo que no entra dentro de la binaridad heteropatriarcal es sancionado: o eres femenina o eres un bombero; habla fuerte o pareces “mariquita”. La ostentación del deseo al ámbito público también molesta; basta con revisar la oleada de reacciones ante la posibilidad del matrimonio gay y los descabellados argumentos de quienes se oponen.

Las cubanas somos progresistas en esta cuestión de liberar el cuerpo; producto la escasez de ropa de una época y del calor; no tenemos tapujos en mostrar todo el esplendor de nuestras masas por fuera de las blusas. Pero no escapamos dichas subidentidades. Sentirnos cómodas, dispuestas, proactivas, independientes, son cualidades de nuestra sexualidad que siempre fueron delegadas a lo privado o condicionadas a ser “mal vistas”, antagónicas con ser profesionales, tomadas en serio en una conversación, obtener responsabilidades o ser madre.

Siempre al borde de las posibilidades las sociedades machistas ponen en jaque lo natural, más notablemente con la globalización de la moda: adelgaza, quítate el bigote, delinéate las cejas, plánchate el pelo…

No se trata de ser transgresoras por el solo hecho de ir contramandato, sino de poder abrazar aquello que nos hace plenas, identificar lo que concebimos por seguir la corriente y disfrutar nuestras “cuerpas” tal como las sintamos.

La revolución de los cuerpos también forma parte de nuestra revolución.

14 julio 2019 11 comentarios 401 vistas
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