Por Eduardo
He leído con atención el post de mi amigo Guiteras acerca de la reaparición del cineasta y crítico de cine Enrique Colina en la programación de la televisión nacional y los comentarios de todos relacionados con su post, y tengo que confesar que aunque comparto la alegría del retorno de 24 x segundo, aunque sea solo como una sección de 15 minutos del programa Arte 7, y aunque conozco de sobra las intenciones de mi compañero a la hora de publicar la carta, donde primó su deseo de motivar el debate en La Joven Cuba, no comparto algunos aspectos de la visión de Colina acerca del papel que han jugado algunas producciones del ICAIC en nuestro devenir artístico, y sobre todo revolucionario.
Y que conste que si alguien no se perdía, se pierde, o se perderá, un programa de Colina soy yo. Si el pueblo cubano es profundamente conocedor del arte cinematográfico, tal y como refieren actores, directores y críticos que acuden a los principales festivales cinematográficos realizados en nuestro país cada año, se debe entre otras cosas a la labor que han realizado durante muchos años una pléyade de pedagogos de la cinematografía como José Antonio González, Mario Rodríguez Alemán, Tony Mazón Robau, Frank Padrón, Rufo Caballero, Rolando Pérez Betancourt, Martha Araújo, el propio Enrique Colina, y muchos otros, quiénes desde nuestros medios de comunicación nos han transmitido las claves para desentrañar los misterios del arte de las imágenes en movimiento.
Tampoco dejo de reconocer que en mi modesta opinión de aficionado al cine, los mejores documentales realizados en los años 80 del siglo XX, sobre todo aquellos donde mezclaba la crítica social con su evidente humor criollo, como “Jau”, o “Hay Vecino”, se deben a la firma de Enrique Colina. Ojalá los siguiera haciendo, porque en Cuba existen muchos aspectos de nuestra realidad que debieran ser abordados de manera constructivamente crítica, y que a través del sello muy particular y cubano del cineasta que hoy reaparece en nuestros hogares, pudieran propiciar el debate para a través de él llegar a avizorar las posibles soluciones del los mismos, en función de eliminarlos para siempre de la vida nacional.
Por estos días he escuchado de varios dirigentes nuestros la idea de que en cuestiones de crítica y autocrítica, ya es hora de pasar a la ofensiva, abordando nuestros problemas con mesura y valentía, y sobre todo desde la óptica de quienes defienden a la Revolución, así como buscar mediante el empleo de las actuales tecnologías de las comunicaciones y la informática, la vía de que nuestro mensaje llegue a la mayor cantidad de personas en nuestro planeta. Recuerdo entre ellas las de Luis Morlote, presidente de la Asociación Hermanos Saíz, en el Congreso de la UJC, y la entrevista de Alfredo Guevara en la Mesa Redonda. Ambos plantearon en esencia que en el mundo hay centenares de personas que escriben sobre nuestros problemas, ponen en Internet y los poderosos medios de difusión del imperio sus matrices de opinión, las cuales son repetidas hasta la saciedad con el objetivo de distorsionar la realidad cubana, favoreciendo las políticas genocidas del imperialismo yanqui, y que estas matrices de opinión nunca poseen en el momento de su aparición una contrapartida cubana, y sobre todo revolucionaria. Según Luis Morlote, y coincido con él, las últimas campañas mediáticas del imperio, como decimos en buen cubano, nos han cogido fuera de base. No nos ha quedado más remedio que después que han aparecido ponernos a contrarrestarlas. Es hora de cambiar la correlación de fuerzas, las cuales todavía nos desfavorecen, pero lucharemos como siempre por triunfar también en este campo de la batalla ideológica.
Colina siempre ha estado en el bando de los que aman y construyen, y a pesar de que a algunos de los que habitualmente acuden al blog, con una visión de confrontación con los principios de la Revolución, tratan de darle a sus palabras un cariz de enfrentamiento contrarrevolucionario, la realidad de sus intenciones se manifiestan al final de la carta, cuando sustenta la idea de que el debate que propone, se debe realizar en aras de la consolidación de nuestro proyecto social.
Ahora bien, al comienzo de mi artículo comenté que no estaba de acuerdo con algunos planteamientos de Colina, y es hora de referirme a ello. No voy a entrar en los aspectos de política de exhibición de los filmes cubanos por la televisión, cuestión ella que no me corresponde, y para la cual no poseo todos los elementos de juicios, sino exclusivamente en el aspecto ideológico de alguno de los filmes relacionados en la carta del crítico. Aunque como bien aclaraba Guiteras, existe en estos momentos un programa de horario estelar, en el canal educativo 2, denominado “De cierta manera”, en homenaje a todo el cine cubano realizado desde principios del Siglo XX, hasta la fecha. Todas las películas de la lista de marras se han exhibido, hasta en dos ocasiones, como “Un día de noviembre”, de Humberto Solás”.
En “De cierta manera” han exhibido además antiguallas de Pototo y Filomeno, filmes de Chan Li Po, películas dirigidas por Ramón Peón, películas protagonizadas por Rita Montaner, como “Romance del Palmar” y “La Única”. El conductor no es otro que el destacado profesor Luciano Castillo, quien se encarga de realizar una labor encomiable desde el punto de vista del rescate de nuestra historia fílmica. Hace alrededor de tres semanas se exhibió, “Tejado de Vidrio”, en su momento una de las películas cubanas que se quedaron en las latas sin llegarse a exhibir siquiera en las salas de cine.
En mi opinión, la película Guantanamera era abiertamente francotiradora, que es la manera más decente de expresar que era abiertamente contrarrevolucionaria, con el perdón de sus defensores. El personaje negativo, como casi siempre en esos años era interpretado por Carlos Cruz que no era otro que un burócrata (es casi una regla que estos personajes son miembros del PCC), que ideaba una especie de carrera de relevo donde se trasladaba un cadáver desde Guantánamo a la Habana. El personaje tenía todas las malas cualidades que podía tener un hombre, hasta le daba golpes a las mujeres.
El empleo del lenguaje subliminar y el doble sentido atacando a la Revolución, a veces era tan descarnado, que muchos de nosotros en el cine no concebíamos alguna de las cosas que estábamos viendo, como aquella imagen en la cual al salir el carro fúnebre en medio de un apagón de la funeraria de Guantánamo alumbra con sus faros la frase “Socialismo o Muerte”, y la niñita que representa a la muerte está paradita justo delante de la palabra Socialismo. Cuando era un niño, en el mismo programa de Colina aprendí esos códigos a través de las películas de Saura en el Franquismo, donde con las imágenes decía lo que no se mencionaba en palabras. Esa película estrenada en un momento en que en el país no existía ni madera para construir ataúdes a mi me resultó muy chocante. En mi opinión muchos de los que hicieron el Cine Cubano adoptaron en esos años una posición francamente oportunista.
Cuando se estrenó su película “Los sobrevivientes”, años antes de filmar Guantanamera, Colina invitó a Tomás Gutiérrez Alea a su programa. Yo que presumo de tener memoria de elefante, recuerdo el análisis de la escena final, en que quedando solo cuatro miembros de la familia burguesa que decide enclaustrase en su mansión esperando la caída de la Revolución, la pareja joven conformada por dos primos (interpretados por Patricio Wood y Lily Rentería) tratan de escapar de aquella mansión a lo Buñuel (la película es un homenaje al gran cineasta español), y el primo que siempre había estado enamorado de la muchacha (Jorge Alí), sin poder conquistarla, los asesina a ambos. Colina le preguntó a Titón el porqué de aquellas muertes, y a continuación inquirió que ¿Por qué si esos muchachos eran los únicos personajes positivos de la familia debían morir? ¿Por qué no permitirles escapar de aquel infierno e incorporarse a la Revolución? La respuesta de Gutiérrez Alea fue: – No debían sobrevivir, de ninguna manera, porque la burguesía debe desaparecer como clase social.
Yo durante muchos años pensé que el filme realizado en sus últimos días, debía su óptica muy hipercrítica a la visión de Juan Carlos Tabío su codirector (siempre se ha caracterizado su obra en tal sentido), sin embargo hace pocos días en el programa de Amaury Pérez, “Con dos que se quieran”, la actriz Mirtha Ibarra, viuda de Tomás Gutiérrez Alea, aclaró que el cineasta paradójicamente, quizás por aquello de que el acto de la creación revive, los últimos días en los cuales no se resintió de salud, fueron en aquellos en que filmaba Guantanamera, y que existía una comunión de ideas y propósitos entre los dos directores tan grandes, que ella en su calidad de actriz nunca distinguió diferencia entre uno y otro. Vuelvo y repito, es mi opinión que en sus últimos días, el gran Titón comenzaba a renegar de las ideas que defendió casi toda su vida, y su filme Guntanamera, fue en aquellos años en los que desayunábamos cocimientos de hojas de cualquier cosa, un golpe inoportuno y un llamado al desarme ideológico de aquellos que defendíamos a la Patria.
El giro a la derecha más espectacular de los cineastas cubanos lo dio Jesús Díaz. Para que se tenga una idea, en los años 80, el Departamento de Marxismo de la Universidad de Matanzas, orientaba a los estudiantes entre los cuales me encontraba la lectura de la novela “Las iniciales de la tierra”, del mencionado cineasta, para consolidar el tema del papel del individuo en la historia. En otro programa de Colina, en el cual el invitado era Jesús Díaz, el crítico le interrogó acerca de la secuencia en la que los obreros penetran por la reja de entrada de la compañía niquelífera al sentir la sirena que anuncia que a pesar de la desbandada de los técnicos e ingenieros formados por los yanquis, los obreros del níquel habían logrado poner a funcionar la planta. Aclaro para aquellos que no han disfrutado del filme, la citada secuencia es un remake de la entrada de la Guardia Roja en el Palacio de Invierno de los Zares, durante la Revolución de Octubre, en el filme “Octubre” del genio de la cinematografía mundial Serguei Einsenstein (hasta Brian de Palma lo copió en “The untochables”). El patriota que todavía era Jesús Díaz, respondió que era su modesto homenaje, no solamente a Einsenstein, sino a todos los revolucionarios y comunistas caídos por la redención de la clase obrera. Ese mismo hombre mis amigos, es hoy en día uno de los más talentosos alabarderos de la contrarrevolución cubana (creo que en este caso aunque oportunista y traidor nadie le puede cuestionar su calidad como escritor y cineasta).
El Período Especial tuvo además otra consecuencia funesta para nuestra cinematografía, la realización de coproducciones. Al caer la economía cubana en picada profunda en los años 90, el financiamiento estatal a nuestro cine también sufrió enormemente, y con ello la industria del cine cubano se vio en la alternativa de recurrir a fuentes de financiamiento externo, o detener la producción de filmes de producción nacional.
En ese período gris no se produjo casi ninguna obra donde la nacionalidad cubana no fuese seriamente menoscabada y los valores más sagrados del pueblo cubano no fuesen cuestionados. Por aquello del que paga manda, los productores extranjeros, en la mayoría de los casos españoles, impusieron a nuestros cineastas, o en el mejor de los casos, estos se dejaron imponer una visión eurocentrista de nuestro país, nuestra historia y de nosotros mismos, que resulta en mi opinión indignante. Dentro de las constantes de ese cine se encuentran:
- En Cuba, todas las cubanas son jineteras, y casi todos los cubanos chulos, delincuentes, violadores, y lumpens. Vivimos en función de perseguir a los turistas por los hoteles, y nadie en nuestro país es capaz de otra cosa que vivir del negocio.
- Ninguno de estos filmes roza ni con el pétalo de una rosa la esencia del bloqueo, y la política de agresiones yanquis a Cuba. Según los postulados de estas películas, la situación económica de Cuba es porque somos un pueblo de estafadores, ladrones, donde el 100% del pueblo cubano vive sin trabajar.
- Todas las cubanas se enamoran de los extranjeros protagonistas de los referidos filmes, que se convierten en sus príncipes azules que las salvan de las miserias sin límites del desastre de país que es la Cuba actual.
- La palabra Revolución y todos sus derivados es excomulgada de estas producciones. Si aparece un personaje revolucionario siempre es recalcitrantemente dogmático, bruto, extremista, tiene a la familia pasando miserias sin nombre, y es al decir de los cineastas, miembro de la casta de desclasados que mantienen a Cuba en el subdesarrollo. Este ser ha sido denominado por la crítica “el Combatiente”, y casi siempre es interpretado por el mismo actor, Enrique Molina (“Video de Familia”, “Hacerse el sueco”, “Lisanka”, “El cuerno de la abundancia”).
- Los mambises cubanos eran cobardes y se la pasaban corriendo delante de las tropas españolas (“Mambí”), o eran amiguitos de los españoles en los tiempos de la guerra hispano cubano americana (el tercer largometraje de “Elpidio Valdés”).
Del total de la producción nacional de esos años solo escapan, por su cubanía, grandeza, e identificación con los mejores valores de nuestro pueblo las obras de los maestros Humberto Solás (“Barrio Cuba”, “Miel para Ochún”), Fernando Pérez (“Suite Habana”), y Juan Carlos Cremata (“Viva Cuba”). En estas películas, los cineastas presentan nuestra realidad sin falsos afeites. Aparecemos representados como realmente somos, en nuestra imperfecta humanidad, con montones de defectos, pero con las innumerables virtudes, que han permitido que nuestro proyecto social haya sido capaz de mantenerse por más de 50 años, a pesar de las agresiones del imperio más poderoso que haya existido jamás sobre la tierra.
Hoy el cine cubano está retomando nuevos aires renovadores, y comienza a recuperar géneros que dejaron de producirse durante el Período Especial como el histórico (“Kangamba”, “Ciudad en Rojo”, “José Martí, el ojo del canario”), tan necesario al rescate de nuestros valores patrióticos, porque si algo desean nuestros enemigos, es que olvidemos las gloriosas tradiciones de lucha de nuestro pueblo, y de nuestra historia. Creo asimismo que nuestra realidad actual, nuestras tradiciones culturales y nuestra historia tienen una riqueza tal, que millones de argumentos podríamos abordar, sin tener que acudir a mitologías, y acontecimientos foráneos para realizar un cine de elevada factura.
Podría hacer este artículo mucho más extenso, porque como en casi todos los casos, cuando se aborda un aspecto de nuestra vida nacional, siempre queda tela por donde cortar, pero ya he alcanzado la longitud de texto, que habitualmente considero la idónea para abordar un tema con profundidad, sin provocar aburrimiento en mis lectores. Espero que el debate alrededor del mismo sea enriquecedor y constructivo. Un saludo a todos los que se animen a debatir, tanto a favor, como en contra.
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