―El país avanza, la filosofía también.
―De lo primero ya sabía, pero ¿podrías argumentar lo segundo?
―Que Marx, Engels y Lenin ya nos van quedando chiquitos. El socialismo cubano sigue dando que hablar.
―Por hablar no hay quién nos gane. El blablablá se ha convertido en alma y sustento de la nación.
―Olvidas que el tránsito hacia una sociedad más justa es un proceso traumático en el que es necesario despojarse de muchos lastres.
―Hay que ver una libreta de abastecimiento de los años setenta para constatar la cantidad de lastres que ya no llegan a la bodega. Vaya, que el que dio en el clavo con la Cuba que vendría después fue Lenin con aquello de «Un paso adelante, dos pasos atrás».
―El principio de distribución socialista ha sido superado.
―Más bien fuimos superados por él. A nadie se le paga según su trabajo, no hay condiciones para que pueda rendirse según la capacidad. «Más das, más te quito», parece decir la filosofía criolla. Aumentaron los salarios, a una pila de gente comenzaron a pagarle a destajo, pero aumentaron los precios y de inmediato el dinero se redujo de un tajo.
―Ni el marxismo, ni el sistema presupuestado de los sesenta, ni el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, ni la actualización económica son nada cuando se les compara con las ideas que leí recientemente. Un mesías, no puedo sino llamarle así, ha dicho que «nuestra perenne preocupación por la repartición de lo que se tiene, que ya sabemos no es óptima, y muchas veces ni siquiera es buena, deja fuera en la mayoría de las ocasiones el paso previo: el de la creación de esa riqueza».
―¿Qué riqueza?
―Se refiere etimológicamente a cosa suntuosa o de gran valor, no importa si desaparecida. Escucha lo que sigue: «Podríamos hasta parafrasear ese principio, para recrear otro tan o más necesario: a cada cual, su trabajo». Lo bautiza como «principio de producción socialista».
―Es como decir «a cada cual la vida», para después encontrarnos con que esto no es vida ni nada que se le parezca.
―Tu blasfemia la responde alegando que «en no pocas oportunidades es más fácil exigir lo que deseamos de las instituciones o del resto de las personas, que ubicarnos en lo que a cada quien le toca hacer».
―Es al revés: a las instituciones y a quienes las dirigen les es más fácil exigirnos cada vez más que abrir oportunidades para que a cada cual le toque lo que debía tocarle.
―«Pensemos en qué mejor de los mundos viviríamos, cuánto beneficio recibiríamos si cada individuo hiciera lo que le corresponde en función de los demás», continúa.
―Muy lindo. Marx se hubiera partido de la risa. Meterse años escribiendo tomos y más tomos de pura teoría revolucionaria para que venga otro a decir que si me das la mano y danzamos se acaban los conflictos de clase. Otro que quizás no fue a la clase.
―Dice también que «Ello no quita que hay responsabilidades administrativas y políticas en las personas y estructuras que deben propiciar condiciones favorables para que todas y todos podamos cumplir con nuestras tareas. Pero ya sabemos que repartir culpas y reiterar lamentos no produce prácticamente nada, salvo irritación y descontento».
―Eso es hablar de allá para acá y no a la inversa. No somos precisamente nosotros los que nos la pasamos repartiendo culpas, creando irritación y descontento. Desde arriba indican que «hay que producir azúcar, es lo que el país necesita», «buscar cada día cómo enfrentar los problemas con pasión revolucionaria, pensando y actuando con creatividad e ingenio», como si los trabajadores fueran responsables de que los centrales casi desaparecieran cuando Trump preparaba su reality show El Aprendiz hace ya dos décadas.
Pareciera que Fernando Buen Abad cita a los verdaderos culpables cuando señala en Cubadebate que «en muchas obras la ignorancia se vuelve procaz y hace de las suyas para convencer a los autores de que el público es igual, o peor, de ignorante, y que cualquier cosa puede deslizarse como obra cumbre del genio o del ingenio bajado de los cielos por obra de las musas o del iluminismo extraterrestre».
―Eso: ¿no te parece iluminista desafiar a Marx?
―Carlitos expresó que «el valor de la fuerza de trabajo se determina por el valor de los artículos de primera necesidad imprescindibles para producir, desarrollar, mantener y perpetuar la fuerza de trabajo».
―Difamas de quienes son fieles a la filosofía de avanzar sobre cualquier dificultad, con firmeza ideológica, en la búsqueda de ideas compartidas con el pueblo, para hacer posible que el país alcance sus metas en todos los frentes.
―No creo estés hablando de Francisco, el de Roma. En una de sus homilías ha expresado que «dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las manos de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando los miedos de la sociedad y prometiéndonos ser el “salvador” que resolverá los problemas, mientras en realidad lo que quiere es que su aceptación y su poder aumenten, su imagen, su capacidad de tener las cosas bajo control». Dios, agrega, «no instrumentaliza nuestras necesidades, no usa nunca nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo, no quiere seducirnos con el engaño, no quiere distribuir alegrías baratas ni le interesan las mareas humanas».
―Me refiero a Francisco, sí, pero el del periódico Trabajadores.
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