Tergiversar la Historia de Cuba es un ejercicio de la guerra no convencional. También es una práctica de quienes necesitan retorcer los acontecimientos, pasados o recientes, para acomodarlos a sus estrecheces. El enemigo manipula el ayer para distorsionar el presente.
En el siglo I, Juan el Evangelista pone en boca de Jesús de Nazaret: “la verdad os hará libres.” Por verdad, entiéndase el conocimiento, esclarecer qué es y que no. En Cuba, discutir y analizar la historia nacional es casi tan importante como hablar del ahora y es aún más importante, después de que Obama nos pidió que la dejáramos atrás.
Abolir la escala de grises y ponerlo todo en blanco y negro es otro recurso para simplificar y engañar. En la Universidad de La Habana, la Historia de Cuba me la enseñaron a todo color, a pecho abierto y sin pelos en la lengua. Imaginen mi asombro cuando una veterana profesora nos habló de un acto político en que Blas Roca, Lázaro Peña y Fulgencio Batista daban discursos muy similares (acerca del entendimiento de los comunistas y el Partido Socialista Popular con el último dictador de Cuba durante los años 40, es suficiente leer lo que explicó Carlos Rafael Rodríguez en su ¿Por qué “ministro de Batista”?).
Qué haría quién en qué circunstancia es una manipulación más, y una de poca monta. En 1965, Fidel dijo: “Por el camino se han juntado todos los hombres dignos de esta tierra, en la larga lucha han muerto muchos hombres dignos de esta tierra. Los primeros no eran marxista-leninistas. Carlos Manuel de Céspedes no lo era, Martí no lo era, porque en la época en que vivió y en las condiciones históricas en que se desenvolvió su magnífica lucha no podía serIo. ¡Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros! Porque lo que determinó en cada época fue el espíritu revolucionario de nuestro pueblo, la tarea en cada momento de nuestro pueblo.”
Al momento que vive Cuba se le pueden buscar paralelismos históricos, con argumentos o a la fuerza. Lo más sano es tener “sentido del momento histórico”, esa virtud ausente entre, por ejemplo, los conservadores que tristemente compararon la normalización entre Cuba y Estados Unidos con el Pacto del Zanjón.
Si en lugar de diarios de campaña, los próceres de la independencia hubiesen tenido blogs, qué hubiesen pensado los lectores de un post donde Martí escribiera “Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, –y una Secretaría General: la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como secretaría del ejército.”
Las extrapolaciones extremas, como la anterior, le vienen como anillo al dedo a los estafadores, los oportunistas y los rencorosos. Ver la Historia en toda su profundidad es un ejercicio incómodo para quienes la prostituyen a su antojo.
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