Querido Federico:
Me quedé preocupado por la discusión que tuvimos con Vladimir en la partida de dominó que echamos el otro día en Westfalia. Lo veo entusiasmado con lo que pasa en Cuba, con su insistencia en equiparar las condiciones objetivas y subjetivas creadas para la Revolución de Octubre y los lineamientos para la actualización económica impulsados en la pequeña isla del Caribe.
Es cierto que hay puntos de contacto entre la Rusia presoviética y la Cuba prepróspera de 2021: el poder del zar era inmenso, la policía zarista amordazaba a la oposición, y desde el punto de vista económico el inmenso país euroasiático era una nación con una agricultura extensiva, rudimentaria y estancada. Cuba es un país… de hombres de ciencia y, lamentablemente, de ineficiencias también.
La más ostensible concomitancia entre ambos procesos es la de levantar Murillos de Berlín dignos de caerse. Sería muy sano que Díaz Canel proclamara el carácter socialista de la actualización para no dejar lugar a confusiones. Quizás alguna meta económica que movilice a todo el pueblo pueda servir de acicate para conseguir la unidad en torno al líder. Hablo de algo alcanzable, menos quimérico que lo del 70, como lograr diez mil cujes de henequén o diez onzas de boniato por consumidor para luego restregarle veinte productos de la canasta básica a los demás miembros de la ONU.
Los dirigentes partidistas hablan de perfeccionarlo todo, como si ya hubiera concluido lo más sustancioso. Tanto se afanan en ello que mira la seriedad que se toman en la instauración de la dictadura del proletariado, con un poder que, más que de ordeno y mando, es de ordenamiento, mandados, inflación galopante y una comandancia de la plata.
Me deja absorto la riqueza de pensamiento en la mayor de las Antillas. Hay que seguir muy de cerca el aporte teórico que a nuestra filosofía hace ese profeta del que pocos hablan y que responde desde su nacimiento al nombre de Ulises Guilarte. Ha dicho en el Período de Sesiones refiriéndose al impacto del bloqueo: «Lo que ma podemo hacel es resitil y tlatal de atenual».
Frases como esa apuntalan el llamado del PCC a un proceso asambleario que «va a pedir opiniones después que se escriba para ver si los tonos son los tonos adecuados o si está incluida toda esa savia inicial que se hizo». Ahí está Yosuam en Palacio para confirmarlo, aunque no me quede claro qué quiso exponer con lo de «recuperar la dulzura del pueblo cubano, la dulzura de la Revolución, la dulzura del socialismo». Quizás se refiera a la cuota de azúcar que un día los cubanos le regalaron a los chilenos y nunca se les devolvió.
Hay que tener cuidado de no apretar con la verborrea. Leí en Cubadebate un artículo de un tal Fernando Buen Abad. Por muy bueno que sea en su monasterio no tiene derecho a bombardearnos con esto: «Nos urge una guerrilla semiótica de acción directa, por todos los medios, para producir los anticuerpos culturales indispensables que exterminen, en plazos cortos, las influencias tóxicas de los medios y los modos burgueses para manipular conciencias». No imagino qué pasaría en el Palacio de las Convenciones si se agrega ese fragmento a una declaración de la Asamblea Nacional y se la hacen leer al compañero Lazo. Hasta los diputados se tirarían para la calle.
Mira que he repetido veces que no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social el que determina su conciencia. Pero Canel, en vez de leerse «El capital», anda por la capital tratando de enmendar lo que según él no se ha hecho por el letargo que se vivió durante quince años, los mismos en que ellos aseguraron que se actualizaría el socialismo.
No sé cuántos días poseen los años de Miguel, pero ese sopor tiene larga data y no se resuelve con moticas de polvo y apariciones televisivas ―donde ya le gana al… Serrano de la Batalla de Hídeas―, mucho menos preguntando «¿qué más podemos hacer?» ―«¿Qué hacer?», inquirió en 1901 nuestro amigo ruso― o machacando con lo de la irrevocabilidad, que es antimarxista, como antidialéctica es la continuidad.
No recuerdo si fue en aquella crítica que le hice al programa de Gotha donde, previendo lo que se venía, dije que «el trabajador está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado». En Cuba no ha vuelto a revivirse el trabajo voluntario porque no hay papel para imprimir los bonos, aunque de vez en cuando algún organopónico se levante para todos los tiempos. Pero está latente el voluntarismo: cualquier día, para eliminar la liquidez, conminan a la población a devolver el dinero a los bancos.
«En los métodos de producción y en las formas de cambio ―esto lo dijiste tú― se han producido calladamente transformaciones con las que ya no concuerda el orden social». Después queremos taparle la boca a los que disienten, y no es ese el camino. El propio Vladimir ha dicho que «allí donde hay represión, donde hay violencia, no hay libertad ni hay democracia». Es sintomático que el mejor ejemplo de que echen mano para demostrar que se avanza sea el de la empresa del mueble, a la que seguramente le asignaron la confección de los toletes que se reparten para los 15 que se anuncian en noviembre.
Y si hablamos de comparecencia televisiva, ¿qué me dices de la del miembro del Secretariado que atiende lo ideológico? Si la ley de la palanca anunciaba que potencia multiplicada por brazo es igual a resistencia por el suyo, la Ley de Polanco vendrá a trastocarlo todo, pues mientras más el Gobierno meta el brazo, mayor será la resistencia.
Hay cubanos que exigen al Gobierno adoptar políticas económicas similares a las vietnamitas. Si hicieran un análisis somero de lo que significan la actualización, los lineamientos y el ordenamiento monetario se darían cuenta de que Cuba va ―y no es estribillo― por el mismo camino de China, solo que a la distancia de la dinastía Ming.
La clase dirigente cubana es la única en el mundo que se acerca semióticamente al principio de distribución comunista que propuse hace algunos años. Ellos cumplen con otro, un tanto más singular: «De cada cual según su incapacidad, a cada cual según su necesidad».
Vladimir habla de la Nueva Política Económica (NEP) y algunos lo apoyan alegando que para salir del capitalismo primero hay que implantarlo. Dicen que Alejandro, el magno representante del Ministerio de Economía en la Isla, va por ese camino con el invento de las tiendas en moneda libremente convertible. Soy escéptico en cuanto al sistema social por el que se aboga en Cuba, pero no abrigo la menor duda, cuando veo el entusiasmo con que los barrios vulnerables se transforman en comunidades primitivas, de que los cubanos, más temprano que tarde, sabrán salir del esclavismo.
Proletariamente tuyo:
Carlitos
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