—Me resultó curioso que en la última reunión de chequeo de la dinámica demográfica no se mencionara la palabra emigración.
—Me lo comentó mi hijo, tres excolegas de la universidad y un profesor nuestro que fue primer secretario del Partido en un municipio de La Habana. Lo hicieron en un chat colectivo desde Miami.
—Se insistió en la «disminución de los nacidos vivos» y del «número de defunciones».
—La gente como que prefiere morirse.
—También hay un decrecimiento de la población económicamente activa, y de la población en edad laboral.
—Los jóvenes no desean llegar a los 18. Apelan al suicidio y se tiran al mar.
—A pesar de que «decrece la población urbana», «aumenta el promedio de personas por hogar».
—Fruto del llamado a la unidad.
—Poseemos una «dinámica demográfica similar a la de los países desarrollados».
—Todavía hay quienes nos mencionan como nación del tercer mundo.
—Se dijo que debe establecerse «una política para aquellos jóvenes que sí quieren estar en Cuba».
—La política para aquellos que no, que espere.
—Leí también que «dentro de las principales acciones previstas se encuentran recursos para prótesis estomatológicas». Me dejaron lelo.
—Cómo explicarte. La situación de los comestibles nada tiene que ver con el eufemismo «ciertas escaseces» («falta de jama» en la jerga popular), ni con que la contienda por la soberanía alimentaria ya la tienen ganada los que llaman a hacerla. El problema es que la gente no cuida sus dientes.
—Hay fórmulas para estimular la natalidad y revertir el hecho de que hace más de treinta años no se rebasa la cifra de dos chamas. El Gobierno entrega viviendas a aquellas mujeres que paran tres o más hijos.
—Di mejor aquellas que «no paran». Los baños de esas casas se entregan con «taza de reemplazo generacional».
—Marrero declara que «tenemos que darles un golpe a todos estos asuntos de la dinámica demográfica».
—Con tal de que el golpe no sea contra las prótesis estomatológicas…
—Yo creo que el punto de inflexión para que un día alcancemos de nuevo los once millones (de habitantes) está en la aprobación de la Ley de Comunicación Social.
—Se queda un tanto ensimismado tu interlocutor.
—Porque estás «en-semen-mado», pensando en las mujeres que estimulen tu fecundidad, revitalicen tu autoestima y te resuelvan el problema de la vivienda. La causa mayor de que los muchachos no «contiemplen» a la Isla en sus proyectos de vida es que no saben la clase de país en que viven.
—En qué clase de país vivimos, sí.
—No lo saben porque no salen de las redes sociales, no conocen que «en Cuba se hace buen periodismo, profundo, reflexivo, marcado por una ética profesional y revolucionaria». El tema está en «crear en los estudiantes capacidad de pensamiento y sentido crítico».
—Que los lleve a regresar a las redes sociales.
—«¿Cómo crear entonces contenidos que, siendo socialistas, no sean aburridos, si los modos en los que nos representamos la diversión han sido en su gran mayoría producidos por la industria del entretenimiento capitalista, colonizadora?».
—Muy fácil: televisando los encuentros con los precandidatos.
—Las nuevas generaciones ignoran que a sus padres no les alcanza el dinero porque el enemigo, «mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales», ha logrado su «objetivo declarado»: «afectar los salarios».
—Entiendo: el imperialismo nos impone su moneda, y el Estado multiplica por diez el valor de los productos para que esos desgraciados no equiparen su plusvalía con el plustrabajo socialista.
—Lo entiendes tú, pero no nuestros hijos. No calibran que hemos rescatado la democracia, «echando a los politiqueros de la política». «Cuba es candidata y Cuba elige. Manda Cuba».
—¡Manda… Cuba!
—Sin embargo, «el mundo capitalista sufre una alarmante crisis de confianza en sus instituciones políticas».
—Acá solo sufrimos una alarmante crisis.
—Pero «podemos mostrar un parlamento ecuménico y unitario, del que saldrán las más importantes decisiones, incluyendo la que pone nombre al presidente y vicepresidente de la República».
—Pensé que nos tocaba elegirlos.
—¿Para qué? En una de las reuniones de los candidatos a diputados con sus ratificadores se paró uno y expresó que «tenemos que ser nosotros los que resolvamos nuestros problemas, no podemos pretender que sean los diputados y el presidente quienes lo hagan».
—Mañana mismo voy al Consejo de Estado. Se me ocurren algunas ideas.
—Yo tú marco temprano.
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