Algunos creen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte. No estoy de acuerdo. El fútbol es mucho, mucho más que eso
Bill Shankly
El balón rueda. No importa si ocurre en las áreas o canchas de la Ciudad Deportiva, el Saborit en Playa, los terrenos de Punta Brava, Zulueta o cualquier otro rincón de la geografía cubana. En cambio, la pelota blanca con costuras rojas se ha adormecido, y es que desde hace buen tiempo en Cuba, el gol le ha ganado el pulso al jonrón.
Cuando se comparan ambas disciplinas a nivel global, cabe reconocer que el béisbol no compite con el bien llamado más universal de los deportes. Por ejemplo la FIFA, entidad rectora del fútbol, cuenta con 211 países asociados de manera oficial; en tanto la Confederación Mundial que agrupa al Béisbol y el Softbol cuenta con 190 naciones en las cuales se practica alguna de las dos modalidades.
(Foto: Irene Pérez)
Pero vayamos al terreno, que es donde los tacos rechinan, el césped se levanta, se protagoniza la danza de las gambetas y el son de bate y redonda. En esa puja intentemos dilucidar las causas que han incidido en que esa serpiente de diez cabezas llamada balompié haya engullido a un fenómeno de identidad nacional como la pelota, sobre todo en lo que a nivel de gusto y práctica se refiere entre las nuevas generaciones, entiéndase los menores de 40 años.
Primer asalto de un combate desigual
A mi juicio, la primera variable se asocia con la calidad desde la perspectiva del rendimiento de nuestras selecciones. Cuando digo calidad, no me refiero solo a la de los practicantes de cada uno de esos deportes en Cuba, donde la pelota continúa por encima del fútbol desde las categorías infantiles, amén de que más allá del avance a semifinales en el V Clásico Mundial de Béisbol, nuestras novenas desde hace buen tiempo no nos regalan notorias alegrías.
Pongamos ejemplos puntuales: solo asistimos, por invitación, a la Copa Mundial de la FIFA de 1938, aunque en las eliminatorias de CONCACAF para las ediciones de 1978 y 2006 se rindieron buenos performances con otros destellos generacionales, como aquel once antillano que casi le ganó a México en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, y que ya había lucido la camiseta en un Mundial Sub-20 del más universal.
A ello se suma que el fútbol tampoco ha escapado al fenómeno de la emigración y los mejores galones de la Tricolor, durante generaciones, han decidido probarse a otro nivel y romper su vínculo con la Asociación Cubana de Fútbol.
(Foto: Hola News)
Otro indicador de la calidad se asocia a las actuales transmisiones de ambos deportes en el canal Tele Rebelde. En los inicios del boom futbolero, se destinaban espacios como Gol 360, Gol Latino, los principales certámenes ligueros europeos, además de la Champions y la Europa League, que ofrecían partidos, documentales y otros materiales con elevada calidad.
En una pelea desigual se encontraban la pelota juvenil, Sub-23, las Series Nacionales y cualquier otro torneo beisbolero con participación cubana. Similar suerte corrían los circuitos ligueros profesionales del Caribe o Asia, y los partidos de la Major League Baseball no eran televisados.
Aunque se logró derribar ese muro levantado sobre pilotes políticos más que deportivos después del III Clásico Mundial en 2013, cuando el béisbol salió del programa oficial de las citas olímpicas de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, se excluyeron por no poco tiempo desafíos de franquicias en las que militasen o tuviesen protagonismo jugadores formados en Cuba.
Bajo marcados fenómenos de globalización en el deporte y ante el avance de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, era previsible que ese andamiaje en torno al fútbol irrumpiese en la Isla, con la idolatría de los niños a la imagen de Messi, Cristiano Ronaldo, Mbappé, Benzema, Haaland y otros, por encima de Luis Robert Moirán, Yordan Álvarez, Randy Arrozarena, Jorge Soler, Yuliesky Gourriel, o hasta Shohei Ohtani o Mike Trout, además de la apropiación de la mayor tajada del pastel comunicacional, mediático, de redes sociales y merchandising del fútbol, sin descuidar el fenómeno de los videojuegos e incluso, la cinematografía.
(Foto: Irene Pérez)
En este contexto, podría hacerse una encuesta entre los niños para determinar quiénes se decantan por el FIFA 2023 sobre el MLB 2023, y la balanza se inclinaría indiscutiblemente a favor del primero.
Si se agrega que como fenómeno social en muchos países, el fútbol se convierte en una especie de religión capaz de paralizar incluso las actividades cotidianas, la brecha se acrecienta pese a que hubo momentos en los que algún partido de béisbol, ya fuere de play-off en clásicos domésticos o en la arena internacional, causaba un efecto similar en millones de cubanos.
Corría la versión mundialista de México 1986 cuando comenzaron a transmitirse partidos en Cuba. Paradójicamente, sería Estados Unidos 1994 la primera edición de la Copa Mundial de la FIFA que tendríamos el privilegio de degustar completamente.
Entonces la pelota gozaba de efervescencia, encarnadas las pasiones en Linares, Kindelán, Pacheco, Germán y Víctor Mesa, Arrojo, el Duque, Ajete, Osvaldo Fernández y compañía. A esto se suman los topes de Millington con los Senadores de San Juan o los Sultanes de Monterrey como vitrinas de calidad.
Aquella era la época dorada de un béisbol que, si bien no confrontaba a nivel de selecciones con los mejores exponentes profesionales de las restantes potencias, campeaba por su respeto en cuanto escenario se presentase. Sin embargo, esa hegemonía beisbolera cubana yace adormecida desde los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007, último torneo de rigor del cual emergimos campeones.
Para sellar este round recalemos en los ejemplos más recientes y connotados de ambas disciplinas: la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022 y el V Clásico Mundial de Béisbol. Según la FIFA, la final del Mundial de Catar entre Argentina y Francia fue vista en todo el mundo por 1.500 millones de personas, un 35 % más que la de Rusia 2018; en tanto, el desafío definitorio entre Japón y Estados Unidos registró 6.5 millones de televidentes solo en territorio estadounidense durante la transmisión combinada entre FS1 y Fox Deportes. Aunque representó un aumento de audiencia de un 69 % respecto a la final precedente, la diferencia respecto al fútbol es abismal.
Round dos: El demonio de la precariedad
Hay una cuestión que también incide y está ligada a la infraestructura: resulta mucho más sencillo montar un partido de fútbol que uno de pelota. Para lo primero basta con dos equipos de niños, un balón y en el peor de los casos dos vallas, palos o piedras que delimiten las porterías.
En el béisbol, además del bate y la pelota, se necesitan guantes y por las características, otro tipo de uniforme o dotación. En medio de la profunda crisis económica que vive Cuba en el deporte, el béisbol no escapa de ese agujero negro.
Nuestra industria deportiva es incapaz de producir implementos para satisfacer las necesidades de quienes practican pelota o cualquier otra disciplina en las diferentes categorías; y además, sustenta sus escasas producciones en materias primas mayormente importadas.
(Foto: AFP)
Si de cara a la Liga Élite y la Serie Nacional ha habido desabastecimiento con uniformes, bates y pelotas incluso con la firma Teammate, encargada de cubrir las necesidades de dichos certámenes, ¿qué pudiéramos esperar para otros similares de menor envergadura?
Es cierto que como país atravesamos por uno de los momentos más difíciles, pero una posible válvula de escape de cara al futuro pudiera ser el patrocinio de los equipos provinciales de pelota a los diferentes niveles, por parte de los principales actores económicos territoriales.
Podría pensarse además en descentralizar la gestión de los estadios de las autoridades deportivas provinciales y ponerlos en manos de modelos de gestión no estatal, buscando hacer del consumo beisbolero un verdadero espectáculo y así rescatar el sentido de pertenencia casi desaparecido.
A ello podría agregarse la creación de pequeños clubes que tributen a academias de talentos, capaces de abarcar todo o buena parte del proceso de formación de un pelotero hasta su edad juvenil.
La Federación Cubana de Béisbol, como organismo rector de la pelota, no desarrolla acciones a nivel estratégico en función de rescatar nuestro pasatiempo nacional. Limitaciones aparte, padece un ostracismo similar al de buena parte de las instituciones que mueven los hilos del país, independientemente de que la lid de Pequeñas Ligas pudiera considerarse una suerte de OASIS dentro de esa inercia.
Aún así, la serpiente de diez cabezas nombrada fútbol continúa ganando adeptos en Cuba y engullendo al béisbol como fenómeno sociocultural de la nación. De la llama que prendió el V Clásico Mundial de Béisbol y el rendimiento del Team Asere entre la población cubana, apenas se sostiene un halo de luz. La pelota no escapa al fenómeno de desprendimiento social o desentendimiento que manifiestan las nuevas generaciones respecto a elementos de identidad, halados con fuerza por la globalización de la industria del balompié.
Me gustaría pensar que en un futuro no lejano esa realidad podrá revertirse, y se verá en cualquier rincón de Cuba a niños armando pitenes de pelota, en lugar de correr tras una esférica blanquinegra. Pero a veces peco de ser muy optimista.
4 comentarios
Los comentarios están cerrados.
Agregar comentario