Puede que este sea uno de los cambios de administración que más expectativas ha generado en la historia estadounidense. También en Cuba se espera que el nuevo gobierno favorezca más los intereses nacionales. Pero, ¿qué expectativas son reales a corto plazo y cuáles tendrán que esperar más de lo previsto para ver sus frutos?
Muchas personas en Cuba y Estados Unidos aguardan este día con la esperanza de que, al menos en algunos puntos, se regrese a la realidad del período de normalización de relaciones durante el gobierno de Obama. Es cierto que el presidente Biden podría, por Directiva Presidencial, aplicar varias medidas que reviertan las sanciones irracionales de la administración Trump.
Retomar los vuelos comerciales a varios destinos de la Isla, reestablecer el comercio de bienes agrícolas que incluya más licencias de las existentes en la actualidad, reanudar el envío de remesas a través de Western Union e incluso reiniciar y extender los intercambios «pueblo a pueblo»; todas fueron medidas probables antes de enero de 2021.
Con la inclusión este 12 de enero de Cuba en la lista de países que apoyan actividades terroristas, el regreso al período de normalización se hace más lejano y no dependerá solo de directivas presidenciales. A partir de ahora, casi todas las medidas anteriores deberán esperar a que la administración Biden actúe con el objetivo específico de retirar a Cuba de esa lista, de donde salió en 2015 por razones que continúan vigentes. Removerla una vez más incluirá argumentos similares a la vez anterior, pero sin dudas ocurriría bajo una situación de emergencia nacional y global diferente a aquella.
Esta acción también se verá retardada por la falta de personal profesional que existirá en los primeros meses de la nueva presidencia. Puestos claves dentro del Departamento de Estado como es el de subsecretario de Estado o para asuntos de América Latina, aún no han sido anunciados por el Presidente. Incluso en tiempos de normalidad política, es común que la nueva administración tarde varios meses o más en nombrar a la mayoría de sus asesores principales. También, esta nueva presidencia viene con una agenda más extensa de lo común, enfocada en revertir las acciones del mandatario saliente.
¿Qué puede hacer la administración Biden con respecto a Cuba? Primeramente, nombrar personal para su embajada y consulado en La Habana. Esto favorecería puntos de interés para la comunidad cubano-americana, como el programa de reunificación familiar o la emisión de visas a familiares, tan afectado en los últimos años. En 2019, el personal de Estados Unidos en La Habana se reducía a menos de una docena de personas. Este pequeño número es un impedimento para el trabajo diplomático y los reportes que acompañarían la petición de remover a Cuba de la lista.
El 7 de enero –un día después del asalto al Capitolio estadounidense–, a causa de una ola de renuncias de oficiales de alto rango, la Casa Blanca pidió la dimisión de más de 4000 cargos de importancia que habían sido designados en sus puestos a través de favores políticos, entre los que se incluyen secretarios de gabinete, consejeros y embajadores. La dilación en sus renuncias, algo que normalmente sucede par de semanas después de las elecciones de noviembre, será otro atraso para la administración que asumirá. Algunos de los nuevos nombramientos incluso necesitan la aprobación del Congreso.
Por otra parte, la realidad del presidente Biden respecto al Departamento de Estado tampoco es muy alentadora. El mandatario tendrá que sustituir aproximadamente al 43% del actual personal diplomático de Estados Unidos en el mundo, que fue nombrado como premio a su lealtad. En condiciones de mayor profesionalidad, esta cifra no excedería el 30%, pero queda en manos de Biden corregir el actual amateurismo del sector diplomático, algo que tomará tiempo, pues el Congreso debe aprobar cada uno de los nominados. Normalmente la mayoría de ellos no asumen su cargo hasta el verano, lo que da el margen necesario para su confirmación.
Los números indican que son muchas posiciones disponibles y puede que inmediatamente no exista personal suficiente para ocuparlas todas. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, muchos emigraron a otros sectores. Para llenar las vacantes en La Habana, un desafío es garantizar la seguridad de los nuevos diplomáticos después de los «sucesos acústicos» de 2016.
Las prioridades domésticas ocuparán la atención del presidente y su gabinete. El mandatario tiene que lidiar con varias crisis internas que representan asuntos de seguridad nacional, como la sanitaria causada por la COVID-19 y la inestabilidad producida por la creencia de un sector de la población de que las elecciones le fueron robadas al expresidente republicano.
En el caso de la crisis de la COVID-19, Biden prometió distribuir 100 millones de vacunas en sus primeros 100 días de mandato, objetivo ambicioso cuyo cumplimiento acaparará la atención del presidente por constituir una de sus más importantes promesas electorales. El empeño se vio retrasado por el fallo de la administración Trump que se aseguró vacunar a veinte millones de estadounidenses para el fin de 2020 y no alcanzó ni los cuatro millones.
¿Qué lugar ocupa Cuba en las prioridades del presidente Biden? Al menos en un futuro cercano, la Isla no estará entre las cuestiones importantes de su administración. La presencia de Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo es un impedimento inicial para el acercamiento entre ambas naciones, pero el presidente aún puede hacer avanzar esa agenda de otras maneras. Mientras tanto, los demócratas y republicanos interesados en una mejor relación con Cuba pueden retomar el lobby en la Cámara y el Senado. El debilitamiento de las sanciones e incluso el fin del embargo requerirán tiempo de antemano y todo el esfuerzo posible.
Ya existe una hoja de ruta detallada que Biden puede utilizar como referencia para un segundo momento en la normalización bilateral. El informe redactado por el Centro para la Democracia en las Américas (CDA) y la Oficina para América Latina en Washington (WOLA) provee un mapa político que retoma los puntos alcanzados cuatro años atrás. El Presidente puede tomar acción ejecutiva para revertir los daños que ocasionó Trump a través de directivas presidenciales y regulaciones, una vez resuelta la presencia de Cuba en la lista del terrorismo.
El contexto para ambos países ha cambiado, mientras que la voluntad de acercarse persiste. Sin embargo, han tomado fuerza sectores políticos en ambas orillas que tienen como objetivo sabotear el proceso. A su vez, el interés es desproporcionado, la sociedad cubana tiene muchos más incentivos que la estadounidense para buscar una distensión en la hostilidad actual. Aunque la relación con Cuba no es una prioridad para la nueva presidencia, es un imperativo moral para Estados Unidos dar el primer paso.
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