Tras amplias campañas propagandísticas y expectativas en torno a los comicios de este domingo —los más importantes en Cuba—, ya han trascendido los resultados oficiales, que ameritan un análisis profundo y complejo, por cuánto pueden revelar sobre la actualidad política cubana. En primer lugar, el 75.9% de las personas con derecho al voto, lo ejerció este domingo en las Elecciones Nacionales para escoger los Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, de acuerdo con lo informado esta mañana por Alina Balseiro Gutiérrez, presidenta del Consejo Electoral Nacional (CEN).
Asimismo, se contabilizaron un 90.28% de boletas válidas, un 6.2% en blanco y un 3.5% por ciento anuladas. Aunque el escrutinio de las boletas en las urnas es público, no se permiten observadores internacionales o independientes del Estado en el resto del proceso de votación y registro de las cifras, lo cual es el argumento comúnmente utilizado para cuestionar la transparencia del proceso.
La cantidad neta de votantes (6 164 876) aumentó en 436 656 con respecto a las pasadas elecciones de delegados, mientras que el padrón electoral se redujo en unas 284 621 personas, tendencia que viene ocurriendo en los últimos años — principalmente a partir de 2019— y que pudiera deberse al éxodo migratorio que enfrenta la Isla.
Los números oficiales de participación superan a los dos sufragios anteriores —el referendo para aprobar el Código de las Familias y las Elecciones Municipales del Poder Popular—, así como la media latinoamericana en países donde no es obligatorio votar. En el análisis de las cifras históricas cubanas, se puede constatar que las votaciones de diputados por lo general tienen una participación mayor que las de delegados; pues a diferencia de estas últimas, se le permite a todos los ciudadanos ejercer este derecho en cualquier colegio del país, aunque no sea el de su lugar de residencia oficial.
En cuanto al comportamiento del padrón electoral, se muestra que aproximadamente un 68.54% de las personas con capacidad de votar hizo un voto válido (8 puntos porcentuales por encima de las elecciones de delegados pasadas), un 2.66% anuló la boleta, 4.71% la dejó en blanco y un 24.1% no asistió. Solo un 49.42% de ese padrón hizo un voto por toda la lista de candidatos, y un 19.12% votó de manera selectiva, lo cual es menor que en las votaciones parlamentarias del año 2018.
A pesar del aumento de la participación en el recién culminado proceso con respecto al anterior, se sigue evidenciando en la última década una inclinación abstencionista en la ciudadanía cubana, que no es particular solo de estas votaciones. Desde 1976 hasta el año 2010, todos los sufragios en Cuba tuvieron un porcentaje de participación entre el el 97% y el 99,6%. A partir de ese año, comienza una paulatina reducción de la cantidad de personas que acudieron a las urnas. En 2022 este comportamiento se hace más evidente en el proceso del Código de las Familias y las posteriores elecciones de delegados.
La crisis económica que vive el país luego de 2019 puede que tenga un impacto en el aumento de la abstención. No obstante, los sufragios celebrados en los años 1992 y 1993, durante el llamado «periodo especial», presentaron un 97,2% y 99,6% respectivo de asistencia; de hecho, las votaciones parlamentarias de 1993 fueron las que mayor presencialidad han tenido en Cuba.
Dicho análisis indica que existen otras variables sociopolíticas que están incidiendo en la ciudadanía y han mediado en la actual situación de apatía. Se pudieran mencionar entonces la inconformidad con el sistema electoral y la realidad nacional —con problemáticas que trascienden lo meramente económico—, la interacción a través de vías digitales con el criterio de otros ciudadanos residentes o no en el país, sumado a fuentes de información y propaganda política, más allá del Estado cubano, como medios, organizaciones y activistas opositores, además de la prensa internacional y nacional no estatal.
En cuanto a la composición del nuevo parlamento, aunque se reduce en 130 diputados, su representatividad sociodemográfica no varía significativamente. Solo es notable un leve incremento en la cantidad de jóvenes menores de 35 años y de personas negras y mestizas. Cabe destacar que mantiene una fuerte presencia femenina en comparación con la media mundial.
Las votaciones en Cuba a menudo son utilizadas como termómetro de la legitimidad del Estado para con la ciudadanía. La ausencia de encuestas públicas de opinión popular en la Isla con muestras representativas hace imposible explicar con certeza las causas del comportamiento de los votantes.
No obstante, luego de la anterior experiencia —con la menor participación en la historia del sufragio cubano luego de 1959— y la campaña de la oposición por el «no voto», es muy probable que haya incidido la intensificación de la propaganda gubernamental que tuvo lugar en los medios. También pueden haber surtido efecto convocatorias personales directas a quienes avanzado el día no habían concurrido a las urnas. Durante años han sido comunes prácticas llevadas a cabo por funcionarios y directivos locales para ejercer presión sobre la ciudadanía y que esta acuda a votar.
El sistema electoral sigue siendo uno de los elementos más polémicos del modelo político asumido en la Isla y que provoca respuestas polarizantes. Por un lado el Estado evita reconocer sus fallas en cuanto a la efectividad del ejercicio del control popular, y por otro, buena parte de la oposición organizada asume como única alternativa la instauración de un sistema multipartidista. Sobre este y otros temas referentes al proceso electoral, La Joven Cuba continuará abordando en próximas publicaciones.
70 comentarios
Los comentarios están cerrados.
Agregar comentario