“Con otro más de esos lleno el congelador de carne”, me decía entre risas hace poco un vecino, mientras comentábamos un reportaje emitido la noche anterior en el NTV, en el que aparecían decenas de cerdos rozagantes y felices, como si ahora mismo no estuviéramos atravesando una de las crisis alimentarias más agudas desde el periodo especial, en la que el cubano ha visto drásticamente reducido su concepto de plato fuerte a los tres paladines de estos tiempos: huevo, croqueta y picadillo (pollo cuando se puede).
Y aunque el objetivo de este artículo no es la producción de alimentos ni su distribución, pongo este ejemplo porque ilustra fielmente lo que ha sido para los cubanos durante mucho tiempo el espacio estelar de noticias de la televisión cubana, la máxima expresión de los programas informativos en Cuba: Su Majestad el Noticiero.
Este escrito no tiene la intención de cargar contra sus realizadores, sus presentadores ni su equipo de periodistas, más bien se trata de una breve reflexión. Es bien sabido que el nivel de audiencia del estelar informativo de nuestra televisión es alto. Prueba de ello es cuando en la emisión de las ocho transmiten alguna noticia o reportaje sobre algún tema sensible: al otro día en la calle no se habla de otra cosa.
Cuando era niño, allá en los lejanos ochenta, el NTV era prácticamente la máxima referencia de los cubanos en cuanto a programas informativos se refiere. Si bien los cubanos siempre han seguido la prensa radial y escrita, el noticiero era en aquellos momentos algo así como el Sumo Sacerdote de las noticias. El contexto de aquellos años lo propiciaba, y como no conocíamos otra cosa, el espacio estelar de noticias gozaba de alta credibilidad.
Sin embargo llegaron los noventa y la burbuja explotó. Recuerdo aquellos exuberantes reportajes sobre el Plan Alimentario, donde decenas de quintales de viandas desfilaban alegremente delante de las cámaras mientras que la realidad distaba mucho de coloridos desfiles (muchos recordarán el famoso chiste del camión de plátanos que va para el noticiero).
En las últimas décadas hemos tenido tiempo de notar la diferencia entre la Cuba que a diario nos muestra el estelar informativo, y la que vivimos en el día a día, en medio de una cotidianidad muy ajena a sobrecumplimientos y triunfalismos
Naturalmente el noticiero, como toda nuestra prensa, responde a un esquema bien diseñado, donde solo tienen cabida reuniones, actos, celebraciones, visitas… todo ello enmarcado en lo políticamente correcto, dirigido a un público que se pretende homogéneo y que hace rato dejó de serlo. Ello responde a los intereses de la clase social en el poder, que dicho sea de paso, ocurre así en cualquier parte del mundo. La diferencia está en la falta de pluralismo y diversidad que aquejan a nuestros medios informativos.
¿Cuántas veces no hemos echado de menos en nuestro querido noticiero un punto de vista que confronte al oficial, que refleje más de cerca las inquietudes del cubano de a pie? ¿Por qué, por ejemplo, en los reportajes sobre el combate a la corrupción que a diario se transmiten en el estelar, y que en estos días han sido el punto fuerte de sus emisiones, no se emplaza públicamente a los máximos funcionarios de las instituciones y empresas implicadas, a que den explicaciones ante las cámaras sobre lo ocurrido? ¿Por qué no se dice que una de las causas principales de los delitos reflejados son las absurdas y obsoletas prohibiciones, que tienen como base mecanismos económicos más absurdos y obsoletos todavía?
Es solo un ejemplo, pudiera citar otros, como los rimbombantes anuncios de sobrecumplimientos en un rubro tan sensible como el de los alimentos, y que el cubano no ve reflejado en su plato. O esos maravillosos planes de producción que luego no se cumplen, y que ese mismo periodista que lo reporta al estelar en palabras e imágenes no le da el seguimiento, porque por supuesto, no es del interés del enfoque oficial. O los avatares y obstáculos que ese mismo periodista tiene que enfrentar para entrar a una tienda en divisas y hacer su trabajo, aunque forme parte del equipo periodístico del NTV.
Es cierto que en los últimos años ha habido cierta flexibilización en mostrar nuestras manchas en el programa informativo más popular entre los cubanos; sin embargo apenas se araña la superficie y muchas preguntas quedan sin responder, dejando al público receptor insatisfecho y lleno de dudas, lo cual propicia un vacío informativo que da lugar a rumores y bolas, tan dañinos como el silencio que sabemos gira en torno a ciertos temas de nuestra realidad.
Respeto mucho a nuestros periodistas, son trabajadores muy sacrificados, muchos han tenido que lidiar con incomprensiones, y sus enfoques noticiosos están atados por un aparato político que no les permite ir más allá de sus narices. Y el estelar informativo es el mejor reflejo de ello.
Está claro. Si en verdad existen los mundos paralelos el noticiero es uno de ellos. Allí todo es perfecto, todo va bien, y estoy seguro de que más de un cubano suspicaz ha pensado en lo genial que sería vivir allí. En estos tiempos se libra una batalla silenciosa en la que nuestros medios informativos, y el NTV como su máxima expresión, van perdiendo la partida. Ojalá se recapacite a tiempo, y nuestro espacio estelar de noticias se convierta en el mejor vocero de nuestros intereses y necesidades. Y que deje de ser la quimera noticiosa que cada día y noche nos deja a los cubanos con más reproches que satisfacciones.
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