Podría tener su propio juicio en Nuremberg y su estrella en el paseo de la fama de Hollywood. Podría tener su propio programa televisado, quién sabe, un show amarillista con toques de humor negro. En su personalidad se combinan la irreverencia de un artista adolescente y la dureza de un militar.
Posee la capacidad de combatir a los supervillanos, también de crearlos, y en general de mantener el mundo a salvo; el mundo para él es ese espacio que abarca la vista cuando se para en lo alto de su torre, por eso además se parece a los caballeros medievales. Es único, mediático y racialmente correcto, es lo que todos esperaban, ahora y aquí, en carne y valiosos huesos, su candidato, el revolucionario Donald Trump.
Pero para que haya una revolución tienen que haber oprimidos y opresores. Según él los hay, opresores como el partido demócrata, títere secreto del comunismo. Los oprimidos son esa gran mayoría silenciosa, según sus mismas palabras. Esta “mayoría silenciosa”, según The Hoover Institution es más vieja, menos educada y menos rica que el promedio de la población estadounidense. Sólo el 19% son universitarios y más de un tercio gana menos de 50000 al año.
Son pesimistas en cuanto al futuro del país y están resentidos con el expresidente Obama. Y tiene lógica que esta “gran mayoría” apoye al candidato del partido republicano, su realidad se ajusta al discurso de justicia y cambio que ofrece. Pero si sus seguidores fueran sólo los blancos de pocos ingresos y bajo nivel escolar, el candidato no pudiera merecer esa estrella de la fama en Hollywood, lo sorprendente es que entre los latinos y afroamericanos, Trump tiene bastantes seguidores.
¿Por qué hay miembros de minorías apoyando al magnate?
Desde el Black Lives M. A. G. A (make america great again), un movimiento de afroamericanos que apoyan a Trump, hasta personalidades y activistas afroamericanos como Alveda King, sobrina de Martin Luther King y la escritora Carol M. Swain, existe la creencia de que Trump rompió con el orden de Washington, porque dice la verdad, porque no es políticamente correcto como los demócratas blancos que intentan “decirnos quienes somos”, además, Trump soporta la embestida de los medios.
Por otra parte, según Morning Consult, el 28% de los latinos confiarían a Trump el manejo de la economía al país. Pero para que ya sea un hecho la impresión de las huellas del candidato republicano en el paseo de Hollywood está el hecho de que dentro de la comunidad latina, miles de cubanos encabezan el apoyo al presidente.
¿Será la longeva y casi extinta generación del exilio y sus herederos? Pues sí, porque tras el acercamiento de la era Obama vieron sus sueños y subvenciones en real peligro de desaparecer, y ahora sienten en Trump la mano dura que por fin podría derribar el muro de La Habana –cosa rara teniendo en cuenta que al hombre le gusta construirlos-, en cualquier caso esto sí pondría su nombre en el paseo de la fama, al lado del de Reagan, que fue el otro que tumbó muros y puso sus huellas en cemento mojado.
Pero a pesar de que la comunidad cubanoamericana hoy en día está compuesta en su gran parte por emigrantes que trascienden la política, y miran por sus familiares en la isla, y tienen una postura crítica con las medidas que afectan el envío de remesas y la emigración, hay cubanos de nueva generación que también apoyan al candidato republicano como si en eso les fuera la vida.
Algunos de estos cubanoamericanos comparten características con los votantes clásicos de Trump: bajos ingresos y bajo nivel escolar, racialmente, por supuesto, no comparten nada, pero al magnate les sirve igual, sobre todo teniendo en cuenta que Florida es un Estado decisivo para ganar las elecciones, y dentro de Florida, Miami es trascendental, por supuesto.
Lo curioso es que esta parte de la comunidad cubanoamericana también tiene sus familias en la isla, por tanto las políticas del presidente hacia la isla los afecta de igual manera, es una especie de síndrome de Estocolmo que implica tanto a ciudadanos de a pie, como a personajes populares de origen cubano.
Sin ir más lejos, la conocida actriz Susana Pérez dijo que se sentía feliz de poder contribuir a la campaña del candidato, y hace un par de semanas, en el Central Park de Doral, hubo la llamada madre de todas las caravanas, en la que miles de cubanos participaron en un mitin pro Trump, esta demostración fue organizada por el grupo Cubans4Trump que se puede encontrar junto a otros de su clase, en las redes sociales.
Existe un activismo pro Trump por parte de muchos cubanos en Miami.
Este fenómeno no es para nada ilógico, los esfuerzos que hacen los gestores e campaña del magnate por ganarse Miami no son pocos, una encuesta de Bendixen & Amandi International y Miami Herald, arrojó que Biden tiene 17 puntos por delante de Trump en Miami, pero esto no garantiza la victoria porque Trump tiene el apoyo de la mayoría de los hispanos; increíble. Por su parte NBC hizo pública otra encuesta en la que ambos candidatos están muy igualados en Florida, donde Biden cuenta con mayor apoyo entre los afroamericanos e independientes y Trump entre los hispanos, tratándose de Florida, un gran número serán cubanos.
Pero ¿por qué el magnate se ha ganado a este y otras minorías a pesar de que muchas de sus políticas los afecta directamente? En este sentido hay que hablar de narrativa. Trump es populista –rasgo muy criticado por Estados Unidos en los líderes de izquierda latinoamericanos-. En su discurso logra que sus electores comprendan el mundo según las propias experiencias de estos, y lo hace forma simple. Las estadísticas y el criterio de especialistas que puedan criticar a Trump no convence a sus electores –hay que tener en cuenta las características escolares y culturales de sus votantes-.
No propone medidas para que los afectados económicamente se adapten y sobrevivan en la realidad del país, sino que ofrece cambiar el mundo para que este se adapte a lo que los electores entienden por “el mundo”, para colmo esto lo logra a través de una narrativa explosiva, con soluciones sencillas y cortantes, donde el ciudadano puede sentir el poderío político y económico yendo a su rescate, o al rescate de “la realidad que debe ser”. Para lograr esto el magnate secuestra palabras, cualquier parecido con la obra “1984” ¿es pura coincidencia?; socialismo, socialdemocracia, socialización, todas son sinónimo de comunismo o llevan al comunismo.
Trump vincula a sus rivales políticos con este término prohibido.
El presidente tuiteó que “Biden lleva 47 años en la política y ha sido terrible con los hispanos, por eso ahora se apoya en el adorador de Castro Bernie Sanders”. Logra poner a sus propios rivales y a los rivales de todo el sistema en la misma semántica y logra un silogismo casi perfecto: Malestar igual a comunismo, comunismo igual a Castro, Castro igual a Sanders, Sanders igual a Biden, Trump distinto de Biden, ergo, Trump igual a bienestar.
Estas estrategias de campaña han tenido un resultado increíble entre los cubanos de Miami, a pesar de que gran parte de esta comunidad entiende que el candidato republicano no es la opción que quieren para los Estados Unidos, ni les hace gracia alguna consecuencias que puede tener esto en sus familiares de la isla.
Pero no sólo muchos cubanos de Miami, testigos de otra realidad y de otras relaciones económico-sociales, han creído en la narrativa del magnate, incluso en la isla hay quien defiende los criterios del candidato. En los grupos de las redes sociales que hacen campaña por el empresario neoyorquino, sobran los miembros que viven permanentemente en la isla, y no se trata de activistas pagados desde Estados Unidos, al menos no solamente.
Más preocupante todavía, son ciudadanos cuyo nivel de conocimiento político, quizás de historia, de economía seguro, son casi nulos, e incluso desde aquí, creen que en realidad “Make America Great Again” se aplica también a ellos. Quizás ignoran que como caballero medieval, para Trump América es ese espacio que abarca la vista cuando se para en lo alto de su torre, desde donde no se ve La Habana, y sólo si hay un día despejado y es período electoral, se ve Miami.
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