Nuevamente se vio parada en la misma fila de hace un año atrás. Rosa, impulsada nuevamente por su hermana Mery volvió a “tropezar con la misma piedra”. Desde meses antes se viene preparando para este momento. Llamadas constantes e instrucciones de todo tipo forman parte de los acontecimientos principales de casi un mes en la vida de ambas. Todo listo, para una vez y por todas poder reencontrarse con su hermana querida después de 18 años.
Lo que sucede alrededor de una entrevista en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana es fácil de imaginar dadas las aglomeraciones que a diario se dejan ver en los contornos de la misma, pero vivirla en “carne propia”, es muy diferente.
Antes del día “D”, se deberá llenar la planilla digital que exige la Visa temporal, algo muy fácil para alguien que tuviera una buena conexión a internet, de la cual adolecemos la mayoría de los cubanos en nuestra Isla. El día “D” llega antes de que amanezca. La cita sobrepasa lo imaginable por cualquier persona. El día “D”, es de conocimiento primero de los familiares a quienes visitarás en EEUU. El que será “interrogado” se enterará, una vez escuche su nombre en medio de la calle a través de un alto parlante, y ante casi mil personas entre citados y familiares. Todos se miran, la impaciencia y el cansancio de permanecer de pie, comenzará a invadir sus cuerpos y por que no, sus nervios. Ah, es obligatorio decir “Aquí”, entregar tu carne de identificación y hacer la larga fila. Hoy citaron alrededor de 600 personas.
El “Aquí” de Rosa se escucha entre la multitud, que abre camino para que “la nueva victima” se coloque al final de la cola. Aun no ha amanecido y al parecer el día estará nublado. El sol se ocultará mientras Rosa permanezca en la fila. No quiere ver su rostro. La tristeza, incertidumbre e inseguridad invaden su fisonomía. La vez pasada, hace un año, el astro la acompañó por más de cuatro horas y no quiere repetirse la misma escena.
El cubano dejó su mejor ropa y zapatos para ese día. Alrededor del “Circo” los “merolicos” “hacen zafra”, venden desde meriendas hasta los sobres transparentes para poner los documentos que hay que entregar al “inquisidor”. Un señor mayor aprovecha y vende los periódicos que le quedaron del día anterior. La gente va y viene, Unos preguntan, otros pasan y miran a los de la cola con mala cara, desaprobando que “se quieran ir a visitar al enemigo del norte”. Cada persona que permanece de pie en ese lugar, ya pasó antes la prueba de la espera y la incertidumbre. Cada uno de ellos solo piensa en el “Si” o en el “No”. Se escuchan comentarios como: “Ayer solo dieron el 10 por ciento de visas” o “Están dando hasta por cinco años para que la gente no se quede”. El cubano hace buen rato que aprendió, “primero una cosa y después la otra” o “todo no se puede tener a la misma vez”.
Ya pasó la primera hora y Rosa escucha nuevamente su nombre. Esta vez un poco más cerca y de forma directa. Un agente cubano de SEPSA (unidad especializada en protección), los agrupa en otro lugar, al cual podemos llamar, el tercer escalón. Todos tienen deseo de llegar y enfrentar al que los mirará indiferente. “Doy lo que no tengo por acabar de salir de esto ya”, es el sentir de la mayoría. Como corderos cruzan la calle. Alguien detiene el tráfico para dar luz verde a los que se dirigen a la inquisición. Cruzan la calle y dejan el parque “de los lamentos” atrás. Ya están más próximos al edificio o a la jaula.
En pocos minutos, el grupo presenciará un “tin marín de dos pingüe” o rifa, que se oficializará en las distintas ventanillas de un salón bastante frío. Todo ello ocurrirá después que cada una de las victimas pague su cuota por ser ahorcado (160 dólares), el salario medio de un cubano por casi diez meses de trabajo. Del otro lado de las escotillas encontrarán hombres y mujeres de todas las edades, con o sin acento español, pero que en menos de cinco minutos, estos americanos que viven acá de forma temporal, echarán por tierra los planes de multitudes. En minutos Rosa será rechazada nuevamente. Tal vez por ser profesional, por ingeniera, por haber viajado a otros países de forma oficial, por tener vivienda, por estar casada, por tener dos hijos, por ser cubana o por ser muy bella. Sus ojos azules crecen de inmediato con la respuesta negativa. La ira se apodera de su aspecto. No hay una lágrima, solo decepción y odio.
De regreso son malas las noticias. El rostro lo dice todo. Los que esperan ya saben la respuesta. Se ve a Rosa caminando de vuelta al encuentro con los que quedaron a la espera y “rezaron” por ver una expresión distinta a su regreso.
El sol salió y castiga, pero no más que la prepotencia y el trato inhumano de los que hace minutos atrás, negaron la sonrisa nuevamente de Rosa y su hermana Mery.
135 comentarios
Los comentarios están cerrados.
Agregar comentario