Refiriéndose a lo que llamó la economía política vulgar, en el Postfacio a la segunda edición del primer tomo de El Capital, Marx escribió: «Ya no se trataba de si tal o cual teorema era o no verdadero, sino de si resultaba beneficioso o perjudicial, cómodo o molesto, de si infringía o no las ordenanzas de la policía. Los investigadores desinteresados fueron sustituidos por espadachines a sueldo y los estudios científicos imparciales dejaron el puesto a la conciencia turbia y a las perversas intenciones de la apologética».
Los marxistas vulgares de hoy, al servicio de una burocracia convertida en clase social, en una sociedad que denominan socialista pero que en realidad no lo es, apelan a la apologética para abordar los problemas de la economía y de la sociedad. Con ello traicionan la esencia misma del marxismo, además de ser incapaces de ofrecer soluciones reales a dichos problemas porque desconocen las contradicciones fundamentales que los generan.
No obstante, aunque el debate teórico puede resultar muy importante desde el punto de vista académico, la sociedad cubana requiere soluciones prácticas que reclaman no solo del conocimiento de las leyes objetivas de la economía, sino de una voluntad política para abordar las decisiones necesarias que permitan sacar al país de la profunda crisis actual. Si algo ha demostrado la experiencia histórica, es que la economía no cree en consignas, para ella solo cuentan las realidades.
Las realidades actuales y la multidimensionalidad de la crisis
Como he afirmado en otras ocasiones, la crisis económica en Cuba ha permeado a todas las esferas de la sociedad y adquirido carácter multidimensional. Existe una profunda crisis social debido a que, a pesar del discurso oficial de que «nadie quedará desamparado», hay claras evidencias de desigualdades, marginación e incremento notable en los niveles de pobreza que la apologética no permite reconocer. En parte creciente de la población se manifiesta una crisis de confianza en la capacidad del liderazgo cubano y del Partido Comunista para adoptar las políticas necesarias para sacar al país de la crisis.
Concurre asimismo una crisis institucional, determinada por el carácter no democrático de las mismas y la inexistencia real de balances y contrapesos, lo que asegura un sistema político totalitario, que funciona verticalmente desde el núcleo central de poder hacia el resto de la sociedad. Todo esto se traduce en una crisis política que ya se ha expresado en protestas —hasta ahora acalladas por la represión—, y más recientemente en la estampida migratoria que parece incontenible.
En el plano económico la magnitud de la crisis es inmensa y también multidimensional. Discrepo del ministro de Economía y Planificación cuando afirma que el principal problema es la escasez de divisas. El principal problema de la economía cubana es su incapacidad para salir del estancamiento productivo. Y esto tiene que ver con las deformaciones estructurales que han resultado de varias décadas de políticas económicas erradas, que han contribuido a profundizar el subdesarrollo del país, entendido como incapacidad para el desarrollo.
La industria azucarera ha sido destruida; la manufacturera se mantiene en una parálisis de más de treinta años; la agricultura no garantiza las necesidades de consumo de la población; la ganadería vacuna ha sido devastada desde la época en que se adoptaron —como política—, decisiones genéticas erradas; también existe una notable escasez de leche, carne porcina, pollo, e incluso de huevos; y a pesar de ser una isla tampoco tenemos pescado.
El propio presidente Díaz-Canel reconoció estos problemas ante la Asamblea Nacional a propósito del debate reciente de leyes (que aún no se han hecho públicas), para fomentar la ganadería y la pesca. Sin embargo, las leyes no son garantía de solución.
Obviamente, la destrucción de la industria azucarera, el colapso de la pesquera —que en los años setenta y ochenta era un sector exportador—, así como el estancamiento de la minería y la industria tabacalera, se traducen en una pavorosa contracción de los ingresos de divisas provenientes de las exportaciones de bienes.
El país ha experimentado un cambio en la estructura de su patrón de inserción internacional que lo ha convertido en exportador de servicios (turismo y servicios profesionales), pero en lugar de añadir esas actividades a las antiguas capacidades exportadoras de bienes, se ha desarrollado a costa de ellas; sobre todo debido a equivocadas políticas inversionistas y de desarrollo, por las que nadie ha rendido cuentas a la ciudadanía. Así las cosas, la escasez de divisas tiene causas profundas en la deformación estructural de la economía, motivadas —principalmente— por errores de política económica.
(Gráfico: Pedro Monreal)
Tal situación se está reflejando en las bajas tasas de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), que no es un problema coyuntural sino una tendencia desde hace varias décadas.
Si asumimos que, como afirmó Alejandro Gil ante la Asamblea Nacional, la economía crezca un 2,0% en 2022, tendríamos un crecimiento promedio anual de solo 0,9% en el período 2010-2022, lo cual es indicativo de estancamiento económico en un plazo suficientemente largo. Para el período 2017-2022, la variación promedio anual del principal indicador global de la economía es de -0,7%. Dicho de otra forma, es como si cada uno de esos años la economía hubiera retrocedido en esa magnitud.
En los últimos tres años, el desempeño económico de Cuba ha estado por debajo del promedio de América Latina y el Caribe. En 2020 la economía regional se contrajo en 6,9%, se recuperó en esa misma magnitud en 2021 y en 2022 crecería en 3,5%, de acuerdo con estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). La economía cubana, en cambio, se contrajo en 10,9%, creció en 1,3% en 2021 y para 2022 la estimación oficial es del 2,0%, la mitad del valor planificado.
Por otra parte, se han agudizado graves desequilibrios macroeconómicos. El déficit fiscal en 2020 representó el 17,7% del PIB, y en 2021 el 11,7%. Ambas son proporciones muy altas para los estándares internacionales. En 2020 esto se explica por el impacto de la pandemia, pero en 2021 se acometió la desastrosa «Tarea Ordenamiento», que requirió un inmenso esfuerzo fiscal que tuvo el doble efecto negativo de inyectar dinero en la circulación sin contrapartida en la oferta de bienes y servicios, desatando una alta inflación, cuya medición, por demás, está subvalorada al no tener en cuenta el impacto de la devaluación real en los mercados informales en los precios de los bienes que se comercializan en estos mercados.
Alta inflación y elevado déficit fiscal son usualmente combinaciones explosivas que afectan seriamente la estabilidad macroeconómica y cuyo combate en condiciones de estancamiento productivo suele golpear a los sectores de menores ingresos.
Ciertamente la economía cubana está en un círculo vicioso, y aunque el presidente ha hecho un llamado a convertirlo en «virtuoso», no es por sus deseos o su llamado que se va a lograr. Para eso se requieren políticas económicas adecuadas y coherentes.
La salida del círculo vicioso
El presidente cubano reconoció en la Asamblea Nacional el contrasentido de adoptar «una ley de soberanía alimentaria cuando no se producen suficientes alimentos, una ley de fomento de la ganadería, cuando no hay ganado, y una ley de pesca cuando no hay pescado». Lleva razón, sin embargo, la pregunta sería: ¿en qué medida estas leyes cumplirán sus objetivos? Aún no las conocemos, por tanto, no me quiero adelantar.
Varias de las recientes medidas anunciadas para «avanzar en la disciplina presupuestaria» tienen evidente carácter extractivo, en lugar de utilizar las exenciones tributarias como estímulo al desarrollo de los negocios, que es lo que conduciría al incremento de la oferta de bienes y servicios imprescindible para una recuperación económica.
Al definir valores mínimos de ingresos para el cálculo de los tributos, se gravará en mayor proporción a quienes menos ingresos obtengan por su actividad económica, lo que podría hacerlas insostenibles y convertirá a este en un impuesto regresivo. Suspender la exoneración en el pago de impuestos a los negocios de nueva creación, desestimulará la fundación de nuevas «mipymes», lo que se contradice con las exenciones que se mantienen para las inversiones foráneas.
El reconocimiento de la «tasa de cambio de mercado» para las operaciones de importación, pero no para las de exportación es, además de absurdo, contraproducente con el objetivo de fomentar exportaciones. Y lo grave y tremendamente preocupante es que ningún diputado haya cuestionado estas medidas en la Asamblea Nacional.
Las últimas decisiones adoptadas por el gobierno que preside Miguel Díaz-Canel han sido erróneamente concebidas, mal diseñadas y peor implementadas. Y eso es responsabilidad de la dirección del Partido, del Gobierno y de la Asamblea Nacional en pleno.
Muchos especialistas en Economía y otras áreas del conocimiento, así como ciudadanos que sufren cotidianamente el impacto de la grave situación del país, hemos expresado nuestras ideas y opiniones. Sin embargo, las autoridades políticas y gubernamentales reaccionan de forma justificativa a todas las críticas, han visto intenciones perversas en ellas y no el interés real de profundizar en las contradicciones para superarlas, y además, han sido incapaces de reconocer sus errores, al insistir sistemáticamente en el impacto negativo de las sanciones económicas del gobierno estadounidense como causa principal de la crisis económica. No comprenden que dicha insistencia deteriora su credibilidad ante una parte creciente de la sociedad.
Siempre he afirmado que las sanciones económicas de Estados Unidos afectan a la sociedad cubana y efectivamente dificultan el acceso a fuentes de financiamiento externo; pero Cuba está afrontando dificultades de pagos con bancos e instituciones financieras que no se rigen por las leyes estadounidenses, y ello limita seriamente su acceso a recursos frescos, debido a una falta de confianza del mercado internacional de capitales en la capacidad de la economía insular para remontar la crisis y, en consecuencia, pagar sus obligaciones. Valdría la pena recordar que los cuatro bancos más grandes del mundo por el total de sus activos son chinos.
No obstante, en mi opinión, la principal razón por la cual la economía cubana no sale del círculo vicioso radica en una cuestión eminentemente política. El sistema político otorga poderes incuestionables a la máxima dirección del país, no es democrático en su interior, no reconoce la existencia de una oposición y además, la persigue y reprime. Cualquier disenso o crítica es tildada de «contrarrevolucionaria» o «mercenaria», y los medios públicos de comunicación del país son puestos al servicio de esa narrativa, que difícilmente conducirá a la construcción de consensos.
La dirigencia cubana insiste en que Cuba es un país «socialista», pero el socialismo al que apelan no es otro que la versión burocrática, petrificada y dogmática que ha sido construida en las diversas experiencias históricas.
La propiedad no es social, sino estatal, en un sistema político no democrático en el que la ciudadanía carece de mecanismos reales para controlar la gestión de su supuesta propiedad. En consecuencia, esto significa que las estructuras burocráticas usufructúan a su antojo la propiedad de la sociedad, pero trasladan a esta los costes del fracaso de su gestión. Pareciera ser un problema de naturaleza teórica, pero en realidad tiene una connotación práctica primordial y es que, al no realizarse como tal la propiedad social, el sistema económico dista mucho de ser socialista.
De acuerdo con la constitución, la soberanía radica en el pueblo, pero este carece de los mecanismos para revocar decisiones gubernamentales, o incluso a los dirigentes, a quienes ni siquiera elige de forma directa.
El sistema político está diseñado de modo que a los órganos donde en teoría reside el poder, no accedan personas que cuestionen la gestión de la dirigencia. Todo debe estar «atado y bien atado», como expresó el dictador español Francisco Franco en su discurso de navidad de 1969 al referirse a la decisión de designar a Juan Carlos de Borbón como sucesor, a título de rey. Todos sabemos cómo quedó el atado al final.
Se cuenta que Mao Zedong, en el umbral de su muerte, le dijo a Hua Guofeng que con él al frente de los asuntos «se sentía tranquilo». Hua no habría sido capaz de asumir la ingente tarea de remover a China desde sus cimientos y lograr el inmenso progreso económico que hoy exhibe, aun cuando no haya avanzado en la democratización de la sociedad. Para ello fue necesario que Deng Xiaoping regresara al poder y constituyera un equipo capaz de «emancipar sus mentes».
Hua Guofeng
La historia del socialismo «realmente existente» está repleta de dogmas que no tienen nada que ver con su esencia, pero sí con la aplicación práctica de patrones heredados del leninismo y el estalinismo. El más grave de ellos para el desarrollo del sistema ha sido el desconocimiento de un aspecto teórico que tiene inmensa validez práctica, y es que el socialismo debió ser un resultado lógico del desarrollo del capitalismo, porque solo en el capitalismo desarrollado habría sido posible alcanzar los niveles de socialización de la producción para reclamar la socialización de la propiedad.
La realidad, sin embargo, es terca, y el capitalismo, como todos sabemos, ha tenido gran capacidad de transformación. En parte por las luchas y reivindicaciones de los movimientos sociales, y en parte por el avance económico y de bienestar social que en los países avanzados ha permitido un indudable mejoramiento del nivel de vida y una profundización de la democracia.
El socialismo burocrático fue impuesto en la Rusia bolchevique, en los países de Europa Oriental, en China y otras naciones asiáticas y también en Cuba. En ninguno de ellos existían, ni existen, las condiciones económicas o sociales para la construcción del sistema. La fórmula del «período de transición» ha perdido validez cuando este se ha vuelto eterno. Mientras tanto, las resoluciones de los congresos de los partidos comunistas en los países que se autodefinieron como «socialistas desarrollados», solo mostraron el nivel de vulgarización del marxismo al que apelaron sus líderes, habida cuenta del derrumbe ocurrido a fines del siglo XX.
En el orden práctico, considero que para empezar a salir del círculo vicioso se requiere eliminar todas las restricciones que limitan el emprendimiento privado y cooperativo; crear un marco legal que proteja la propiedad y fomente la inversión privada de cubanos y extranjeros, estimulando particularmente aquellas que generen exportaciones; instituir una legislación laboral que devuelva derechos conculcados a los trabajadores y asegure prestaciones sociales; y convertir al peso cubano en la única moneda con curso legal y obligatorio y fuerza liberatoria ilimitada, así como dotarlo de convertibilidad real basada en las condiciones de un mercado legal y trasparente.
Por otra parte, la salida pacífica del círculo vicioso requiere de un liderazgo comprometido con la solución de los problemas del país, que ataque sus verdaderas y más profundas causas. Las particularidades de la sociedad cubana, el nivel de polarización política que afecta a la nación en su conjunto, y el deterioro de la credibilidad de la dirigencia actual, no dejan lugar a dudas de que los problemas de la economía requieren de una solución política y esta pasa necesariamente por la democratización de la sociedad.
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