La noticia llegó desde Managua el jueves 3 de febrero. Era desalentadora. La legendaria heroína de la revolución sandinista, Dora María Téllez, fue condenada a quince años de cárcel. Su supuesto delito fue «conspiración y menoscabo a la integridad nacional».
En verdad el juicio era una farsa y un montaje —un ejemplo más de la brutalidad de la pareja presidencial de Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo. Dora María es una de los tantos nicaragüenses que no aceptan su dictadura. Y la solución de Ortega ha sido enterrarlos vivos en una cárcel managüense: el Cipote.
El juicio fue llevado a cabo dentro del mismo recinto, sin presencia de sus familiares, amigos ni observadores. Muy probablemente porque no querían permitir que el mundo viese el deterioro de su estado de salud.
Las «pruebas» fueron, entre otras, las capturas de pantalla de su página de Facebook. Es muy fácil verificar, es una página abierta: allí Dora María denunciaba los presos políticos, y las encarcelaciones arbitrarias que ocurren en Nicaragua. El último comentario fue hecho el 13 de junio —en él revelaba la existencia de una cantidad de presos políticos que, según su cálculo, eran en aquel momento 130. Un par de días después el número era 131: Dora María Téllez fue conducida también al Cipote.
Lleva detenida ya más de siete meses. Según las filtraciones desde la prisión, ha sido torturada y mantenida en una celda sin luz las 24 horas del día.
La condena de Téllez es un episodio en la cadena de juicios políticos contra cuarenta y siete opositores nicaragüenses que Ortega encarceló en junio para acabar con toda competencia en las elecciones presidenciales de noviembre de 2021.
Otro condenado el mismo día que Téllez fue el líder estudiantil Lesther Alemán. Su condena es pura venganza de Ortega. En 2018, en los intentos de diálogo entre estudiantes y la pareja presidencial, Lesther Alemán acusó al presidente de los 350 asesinatos en las manifestaciones de 2018. El diálogo —y las acusaciones— fueron transmitidas en tv nicaragüense. Ortega, y sobre todo su esposa, se sintieron molestos. Y ahora vino la venganza: quince años por «conspiración».
El autor (izq.) y Dora María Téllez (Foto: Kimmo Lehtonen)
Yo he tenido el honor de hablar con Dora María Téllez en varias ocasiones por mi trabajo periodístico. La primera vez fue en 2007, cuando Ortega volvió al palacio presidencial, después de haber hecho un pacto con el notorio criminal y anterior presidente nicaragüense Arnoldo Alemán. Con esa alianza, Ortega, cuya base electoral nunca había superado el 35% de los votos, garantizaba conseguir la presidencia.
Dora María me dijo que sentía una vergüenza tremenda al ver a su antiguo compañero sandinista haciendo un pacto con el presidente más corrupto de Nicaragua. Según los cálculos independientes, Alemán robó unos 140 millones de dólares de dinero del estado, incluso de ayuda internacional que vino al país después del huracán Mitch en 1998. Para Dora María eso demostraba que Ortega no tenía ningún problema o pudor en pactar con los más corruptos.
En vísperas de las elecciones del 2006, la constitución nicaragüense prohibió la reelección. Pero Ortega ya había maniobrado para quitar la traba legal. Colocó sus fieles jueces en el Tribunal Constitucional y esa instancia declaró que la prohibición de reelección va contra los derechos de un ciudadano, porque impide su propia voluntad para presentarse como candidato. En la conversación con Dora María Téllez, ella ironizó al decir que hasta allí se había llegado: el propio tribunal declara que la constitución es inconstitucional.
Cabe mencionar que luego Ortega se convirtió en todavía mucho más corrupto que Alemán. Recibió miles de millones de dólares de «ayuda fraternal» del presidente Hugo Chávez, y de estos flujos de dinero nunca se ha presentado ninguna auditoría, la transparencia ha sido nula. Lo único que se conoce es que Ortega se ha convertido en el dueño del país, en tanto sus hijos son propietarios de prácticamente todos los canales televisivos de Nicaragua.
Los encuentros con Dora María fueron siempre muy agradables. Ella es una persona muy sensata, nunca tenía prisa, ni frente a la cámara ni en las charlas informales antes o, sobre todo, después de las entrevistas.
No se daba importancia especial por su pasado, a pesar de ser la famosa «comandante 2», que junto a Edén Pastora y Hugo Torres dirigió la toma del Palacio Nacional de Managua en 1978. Luego dirigió sola la conquista de la ciudad de León, primera en caer en manos de las tropas sandinistas durante la ofensiva final contra la dictadura de Anastasio Somoza. Fue vicepresidenta del Consejo de Estado, ministra de Salud. Luego se distanció de Daniel Ortega y fue una de las fundadoras del Movimiento de la Renovación Sandinista.
El gran factor en el distanciamiento fue su observación de que bajo el mando de Ortega, el frente se estaba convirtiendo cada vez más en orteguista, ya no tanto en sandinista. Era Ortega, y todo el resto sumiso a su voluntad.
En 2011 estuve otra vez charlando con Dora María. Faltaban tres días para las elecciones, a las que Ortega se presentó una vez más. Ella dijo que la única cosa que se sabía por seguro era que Daniel Ortega no iba a perder. De cualquier manera, con fraude si hacía falta. Y no solo que vencería, también estaba convencida de que lo haría con una mayoría absoluta para poder cambiar la constitución a su medida.
Y —sorpresa— todo ocurrió justamente como Dora María pronosticó.
(Foto: Kimmo Lehtonen)
Asimismo, fue muy clara en afirmar que nada de eso hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de Hugo Chávez. En los años de la bonanza petrolera, Chávez regaló unos 500 millones de dólares anuales a la pareja presidencial de Nicaragua. El dinero fue utilizado para comprar votos, regalar cerdos y zinc a los campesinos. También para que los hijos del presidente adquirieran los canales televisivos y otras propiedades. Ahora la familia Ortega es dueña del 40% del producto interno bruto del país. Y el efecto colateral fue una corrupción espectacular.
Dora María Téllez escribió una carta a Chávez en la que le decía que su dinero estaba causando una corrupción escalofriante en Nicaragua. Chávez nunca respondió.
En 2011, después de la victoria anunciada por Dora María, Ortega dio su —hasta ahora—última conferencia de prensa. Yo logré preguntarle por qué ya se hablaba de su próxima reelección, apenas tres días después las elecciones. ¿Así que ya propusieron militantes sandinistas fieles a Ortega?
Ortega se cabreó por la pregunta. Su mujer, Rosario, más. Me quitaron el micro y la conferencia de prensa terminó. Nunca más han vuelto a hablar a la prensa internacional en conferencia.
Fui otra vez a conversar con Dora María. Ella dijo, lacónicamente, que la única cosa segura era que Daniel Ortega quería ser reelegido una y otra vez, sin límite.
Han pasado diez años de esta respuesta. Ortega ha sido reelegido ya dos veces después del 2011. En las últimas elecciones toda la oposición estaba silenciada, decenas en la cárcel. La toma de posesión fue una ceremonia penosa. Solo participaron los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Cuba, Miguel Díaz Canel, y el presidente saliente de Honduras. El resto de América Latina boicoteaba y no ha reconocido las elecciones. EE.UU. y Europa impusieron nuevas sanciones.
Y el icono de la revolución sandinista, Dora María Téllez, se está pudriendo en una cárcel, siendo torturada y privada de la posibilidad de ver a sus familiares y amigos.
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