El 10 por ciento de mi decimoquinto aniversario

Ilustración: Brady

Hace quince años empecé a escribir narrativa. No voy a decir que me acuerdo del día y la hora en la que comencé porque sería exagerar, pero por esas particulares relaciones internas entre sucesos pasados de nuestras vidas que todos manejamos, tengo claro que fue en septiembre.

Me interesaba producir textos que, sin dejar de ser narrativa, se pudieran leer en un ambiente apropiado y funcionaran desde lo humorístico. Debían ser cortos y tener la capacidad de sorprender a un auditorio que al menos escuchara (no para un cabaret a media luz, ni para los carnavales, desde luego). Por aquella época, llevaba ya varios años escribiendo y actuando mis propios monólogos de tipo stand up en peñas universitarias y algún que otro teatro, y en algún momento descubrí espacios en donde acudía gente con hambre de escuchar literatura. Y de reír.  Entonces, en aquel mes ocho, me senté a escribir y salieron cinco minicuentos. Aquí les dejo dos. Ojalá se los pudiera leer, como me gusta a mí.    

 

Diecinueve de noviembre

Antes de empezar déjame decirte algo. Esto que vamos a hacer, el acto sexual, para mí tiene una gran importancia. Claro que te quiero. Si no te quisiera, no te hubiese escogido para esto, para hacer el amor, quiero decir. Tú eres la mujer indicada. Supiste esperar hasta hoy, sin preguntas. Te debo una explicación. Hazme el favor, cállate y déjame terminar, que esto es una cosa muy seria. Hoy, diecinueve de noviembre, es un día muy especial. Un día como hoy, hace cinco años, me dieron el carné de la juventud, y hace veintisiete, mi papá y mi mamá se casaron en un trabajo voluntario. Un día como este nació Capablanca, y nació en Cuba. No me interrumpas, que tú ni sabes jugar ajedrez. Un día como hoy saqué mi primer cinco en la universidad, sin fraude, con la conciencia tranquila, con la satisfacción del deber cumplido, razonando, sin aprender de memoria, porque aprender de memoria es el mayor de los absurdos, porque si falla la memoria, falla todo lo estudiado, como bien dijo José María Heredia. ¿Qué tú dices? ¿Qué fue Félix Varela? Da lo mismo, ninguno de los dos era anexionista. Además, no me contradigas delante de mí. Me quita seguridad. ¿A ti no te enseñaron a escuchar? Hay que escuchar, es lo básico. ¿Por dónde me quedé? Se me fue la idea por culpa tuya… Ya recuerdo. Te hablaba de la trascendencia de este día. Por eso lo escogí para perder la virginidad, y te elegí a ti como instrumento desvirgador. Pero no quería proceder y ya: me era vital explicarte, como corresponde a un hombre romántico, a un proletario de corazón, que conoce las consecuencias de sus actos. Por eso te pedí que te pusieras ese pulóver del Primero de Mayo. Tú eres muy malagradecida. Te tildo de instrumento en el mejor sentido de la palabra, que, por otra parte, no sé por qué te suena fría. A mí, por el contrario, me transmite sensación de calor. Vienen a mi mente serruchos, tenazas… Deberías sentirte orgullosa de que te dé la categoría de instrumento: sin ir más lejos, la hoz y el martillo lo son. Mira, eres un instrumento y punto. Es por tu bien. Vas a recordar toda tu vida este diecinueve de noviembre. ¿Pero de nuevo interrumpiendo? ¿Cómo? ¿Que hemos estado hablando un buen rato y ya es veinte de noviembre? Coño, es verdad. Me cago en diez, es la segunda vez que me pasa… ¿Cómo que qué hacemos ahora? ¿Dónde está tu espíritu de lucha? Nos vemos aquí, dentro de un año.

 

Diez por ciento

El alcalde se dirigió al pueblo para dar importantes noticias. Según dijo, a pesar de que la ciudad estaba mucho mejor que el resto del mundo en todos los aspectos, era necesario tomar una medida decisiva, encaminada a garantizar que la urbe mantuviera su posición preponderante.

La medida consistía en que cada ciudadano debía sobrecumplir en el diez por ciento toda actividad que le diera el sustento. Para dar el ejemplo, una vez terminada su alocución calculó que había hablado por setenta minutos, apeló a la regla de tres, y a continuación habló por siete minutos más, de temas intrascendentes. Este hecho se consideró heroico. El pueblo aplaudió durante diez minutos y después, por orientación de funcionarios debidamente colocados entre la muchedumbre, un minuto más.

En los días ulteriores la medida se aplicó en todas las esferas de la vida. Una brigada que excavaba buscando petróleo encontró crudo de buena calidad a cien metros de profundidad y continuó cavando hasta los ciento diez metros. El campeón nacional de apnea rompió el récord mundial de tiempo sin respirar y murió en pleno cumplimiento de la orientación. Le fue otorgada la categoría de héroe y de cumplidor al ciento diez por ciento. En el velorio se guardó un minuto y seis segundos de silencio.

Este escrito termina en la línea anterior. Esta que lee y la siguiente constituyen el heroico diez por ciento adicional.

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1 comentario

haha75 23 septiembre 2023 - 6:37 AM
El humor ayuda a afrontar los altibajos de la vida 😉

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