Después de largos años de hacer oídos sordos a los que abogamos por la reunificación monetaria y cambiaria, o posponer una y otra vez la decisión de hacerla, parece que ahora es inminente el Día Cero. Para la economía cubana se trata de lo que los ecologistas llaman un «momento bisagra» en el devenir, tanto del planeta todo, como de países, familias, o personas. Ese en que la línea de desarrollo que se venía siguiendo –para bien o mal− tuerce el rumbo y queda abocada a escenarios radicalmente distintos.
Como bien se ha señalado por altos funcionarios y expertos, la apuesta fundamental es a que, tras ese momento, no se desate una espiral inflacionaria descontrolada que desarticule el aparato productivo y comercial del país y dificulte aún más el consumo social y familiar. La mayor amenaza es que se combinen cuatro jinetes del Apocalipsis –palabra griega que significa develamiento, no destrucción ni extinción, como se suele interpretar– capaces de sumir a Cuba en una verdadera tormenta perfecta: devaluación del peso, incapacidad del sector productivo para abastecer la demanda interna, disminución de los ingresos en MLC y mengua de las importaciones.
La devaluación del peso ha sido declarada como el objetivo de la reunificación, sin precisar si se trata solo del estatal, que se cambia 1×1 con el CUC, o también incluye el de las personas naturales que lo hace a 25×1. La tasa que se apruebe el día cero debe estar entre esas dos, pero aún no se conoce. Luego habría que ver a cuanto llegará a colocarse el peso respecto al USD, pues de ahí dependerán los precios del mercado libre y del negro –ignorado oficialmente y poco estudiado–.
La entrada de USD con el reinicio de remesas, vuelos y turismo es necesaria para compensar tal desequilibrio, de lo contrario podríamos rebasar los topes de 150-180 pesos por dólar de los años 1993-1994.
Los déficits en la producción para el mercado interno constituyen la variable dependiente sobre la que más se puede influir a partir del día cero. El problema es que las medidas previas que podrían blindarnos ante esta amenaza latente no se acaban de tomar. Mejor dicho, de aplicar, porque casi todas están previstas en los documentos aprobados por el gobierno/Partido/Estado, las publicaciones de los especialistas y la opinión popular, expresada en múltiples asambleas desde hace más de una década, como mínimo.
Entre ellas sobresale la aprobación de una Ley de empresas, que incluya una mayor autonomía y poder de decisión para los colectivos obreros, ampliación del TCP y la creación de las mpymes, tantas veces reconocida de palabra y nunca aceptada −ni de hecho ni de derecho–. Solo poniendo a competir en el mercado a los diferentes sectores económicos en igualdad de condiciones, podrá funcionar una economía mixta nacional.
En eso nadie puede influir desde fuera, pero los intereses egoístas creados dentro han ganado hasta ahora la apuesta por prohibirlo.
La disminución de los ingresos en MLC y, con ello, de la capacidad importadora del país es más difícil de resolver. Cuando era niño, a inicios de los 70, recuerdo que el tropel de mercancías de todo tipo que fluyó del campo socialista llenó súbitamente almacenes, mostradores y vidrieras que llevaban años en la inopia. Esto contribuyó decisivamente a equilibrar la oferta-demanda y pronto los precios bajaron a niveles asequibles a la mayoría y se estabilizaron. Ahora, sin países que otorguen créditos blandos y precios preferenciales, es un escenario inconcebible.
No obstante, al menos dos cosas se podrían hacer de inmediato: conceder patentes de importación a las guerrillas comerciales que han demostrado su eficacia para abastecer el mercado interno. No prohibir, sino legalizar a los buhoneros cubanos —que por algo recibieron hasta una licencia del presidente de Panamá para viajar libremente a hacer sus compras en la Zona Libre del Canal–.
Lo otro sería otorgar franquicias para operar en el mercado interno cubano a firmas comerciales de países que son grandes mercaderes mundiales, como China, Rusia, Irán, España, etc.
Crear tiendas en MLC como solución al déficit de ingresos frescos del Estado ha sido una burla a la prometida reunificación monetaria y a la mayoría de los consumidores, que solo reciben ingresos en pesos. La divisa cubana es una sola, y la búsqueda y obtención de las internacionales debe hacerse en el sector externo, o con la exportación en fronteras. Hacerlo en el mercado interno es seguir opacando nuestra moneda y violando los derechos económicos más elementales de los trabajadores cubanos.
Con la contracción de la exportación de servicios médicos y turismo, y la consiguiente falta de liquidez del país en MLC, se deben emplear otros métodos. Si no se aplicaron las reformas necesarias durante el auge de los gobiernos populares en América Latina –la llamada Década Ganada−, ni durante el deshielo del gobierno de Obama, ahora hay que buscar y encontrar nuevos derroteros para salir adelante en la postnormalidad.
Lo otro sería hacer más de lo mismo y rezar para que la administración Biden nos quiera bien y decida ampliar el comercio y las visitas a cambio de nada. Como no creo en ninguna de las dos opciones, sostengo que hay que aprovechar el actual momento bisagra y el día cero para enderezar el rumbo sobre bases propias, aunque se lastimen los intereses de los que consideran que así todo marcha a pedir de boca y que es preferible continuar esperando por las calendas griegas.
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