Hasta sus últimos segundos como líder, Erich Honecker no supo aquilatar el grado de descontento de su nación. Tenía el servicio de contrainteligencia más eficiente del campo socialista. Su partido controlaba la intelectualidad. Cuando miles de alemanes, proletarios, gritaron “Gorby sálvanos”, él y su esposa creyeron que con la propaganda partidista, la policía y los tanques soviéticos podrían vencer la rebeldía acumulada del pueblo alemán y la efectividad de la propaganda pro-capitalista occidental. Obviamente, se equivocó. Y secuestró el poder de tal modo que cuando los comunistas de verdad, críticos, pero convencidos de sus ideales, quisieron reaccionar con reformas, descubrieron que los trabajadores ya no les seguían.
Hace unos días leí en Cubadebate la respuesta que la delegación de la agricultura de Pinar del Río dio a la encargada de negocios de la embajada de Estados Unidos en Cuba, a propósito de una visita de la diplomática al ciudadano Ariel Ruiz Urquiola. Sobre la proyección política del compatriota Urquiola –para mi será un compatriota hasta que se demuestre en un tribunal, en debido proceso, que es traidor a la Patria—, no voy a opinar porque no soy su seguidor, ni creo en ninguna de las versiones que los medios cuentan de él.
Traigo aquí este ejemplo porque llama la atención que la encargada de negocios de la embajada de los Estados Unidos, que comete un acto injerencista, sí obtiene respuesta mientras el periodista José Alejandro Rodríguez expone, en su sección Acuse de Recibo de Juventud Rebelde, que han disminuido las respuestas de los organismos a las cartas remitidas a ese órgano, dirigido por comunistas, con quejas acerca de presumibles malos tratos, errores de procedimiento, desidia. Está de más decir que, en cada una de esas instituciones o estructuras sobre las cuales se emiten quejas, críticas e insatisfacciones, suele haber un núcleo o comité del PCC, y están en un municipio y una provincia donde hay una estructura similar superior.
¿Cómo entender la lógica de un partido según la cual los enemigos obtienen respuestas y muchos de sus simpatizantes tienen que pedirlas a un periódico y, a veces, ni así obtienen respuestas? ¿Cómo entender la lógica partidista según la cual el doctor René Fidel González García no merece una solución pública y documentada, luego de que mostrara las actas, cartas y reclamos que negaban las falacias de un pronunciamiento en su contra del Consejo de Dirección de la Universidad de Oriente? ¿Cómo entender que no obtenga ninguna respuesta, hasta ahora, del MES, ni de la Presidencia de la República adonde se remitió?
¿Cómo entender la lógica según la cual el director de la emisora Radio Granma de Manzanillo, enterado del robo de dos bafles, incumple con el deber de denunciarlo inmediatamente a la policía, y las autoridades políticas del municipio le aceptan además que tres semanas después inculpe, primero, a ese mismo trabajador, después le retire la acusación, y luego le aplique una sanción por pérdida de responsabilidad material cuando todo el colectivo sabe que se trató de un robo que no fue denunciado a tiempo? ¿Cómo entender la lógica partidista según la cual nos enteramos, solo porque el gobierno imperialista realiza una campaña difamatoria contra nuestro gobierno, de que Cuba invertía 200 millones de dólares del pueblo en ayuda médica a Bolivia?
Si a mí, a Giordan Rodríguez Milanés, me pidieran votar si estaría de acuerdo o no en gastarnos esa cifra anual en ayudar a los más pobres de América Latina, casi seguro votaría que sí, aún cuando, padeciendo una enfermedad incurable de base, la última vez que necesité penicilina fuera una odisea para conseguirlas. Pero uno no entiende la lógica partidista según la cual, a este pueblo solidario y altruista forjado por la Revolución sin lugar a dudas, no se le consultan ese tipo de decisiones, ni siquiera con la esperanza de que nos sintamos verdaderamente orgullosos y comprometidos al reconocer que se nos tiene en cuenta como algo más que una masa potencialmente aprobatoria.
Tal reactividad política según la cual lo que piense o diga o haga el enemigo sea más importante –o por lo menos más atendible— que las quejas, reclamos o críticas de un segmento del pueblo que se dice representar, me pone a pensar en si, después de todo, el PCC es tan fuerte como parece. O en si sus ideólogos manejan como deberían los argumentos a favor de la Revolución más allá del énfasis en la descalificación de cualquier expresión del pensamiento que les parezca contraria. O en si quizás unos cuantos oportunistas y sectarios le tienen secuestrada su proyección ideológica al Partido y, para demostrar sus razones o proclamar una pírrica victoria, tienen que aspirar a que el actor de un personaje popular se quede a trabajar en Miami sin detenerse a analizar que se trata, en definitiva, de otro cubano más decepcionado.
A no ser que el Partido demuestre ser mucho más que su élite burocrática. A no ser que demuestre ser mucho más que el apego sentimental –casi nostálgico— que la parte más humilde y en desventaja social de su militancia le tiene honradamente a la dirección histórica de la Revolución. A no ser que demuestre ser en verdad una vanguardia dialogante, dialéctica, inclusiva, compatriota, hermana con esa hermandad crítica y proactiva que toda buena familia practica. A no ser que sea eso o llegue a serlo, y yo quede profundamente equivocado…. Un Partido cuyos argumentos se sustentan más en las agresiones de sus enemigos –de los reales y los que se inventa– que en logros ideopolíticos propios, es una estructura débil y vulnerable aun cuando esté respaldado por un artículo de la Constitución, y cuente con aparatos ideológicos del Estado y órganos represivos a su favor. Erich Honecker debió darse cuenta en los últimos instantes de su vida. Demasiado tarde.
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