La Joven Cuba
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Desarrollo

Evaluación del bienestar y la calidad de vida de la nación para su desarrollo

Dimensión digital

La dimensión digital

por Alejandro Muñoz Mustelier 27 marzo 2021
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

El ser humano ha tenido que concebir realidades a través de los tiempos. A estas las llamó dimensiones y son infinitas. Le permiten moverse por nuevos entornos, desde las físicas con las que comenzó a existir, hasta las de su propio pensamiento. Pero quizás la más actual y la que cambiará su realidad para siempre es la dimensión virtual.

Todo parece indicar que esta le gusta de manera particular porque ha mudado allí todo su universo y ha adaptado su dimensión física –la de siempre– a una nueva forma de concebir sus relaciones, semiótica, felicidad e, incluso, el modo en que tramita sus sociedades.

El mundo se ha volcado a vivir a través de sus terminales electrónicas: allí comercia, tiene éxito, fracasa y hace sus guerras. Pero lo más interesante no es la invención de esta dimensión virtual, sino que ella ha devenido gestora de la existencia: quien se abstenga de participar en ella, sencillamente, existe menos o no existe.

Con este afán, Cuba se ha dado –aunque tarde– al universo virtual que trasciende los perfiles en Facebook, las fotos en Instagram y los comentarios en Twitter, y llega a la forma en que el Estado y los propios ciudadanos se relacionan o en como la economía se mueve, crece o decrece.

La velocidad del mundo ha aumentado tanto gracias a la dimensión virtual, que ninguna nación que prescinda de ella puede ser competitiva ni eficiente. El establecimiento de una sociedad digitalizada y de un gobierno electrónico es, por tanto, prioridad actual, y en los últimos cinco años se han visto más avances en ese sentido que en décadas completas. Las ventajas de una sociedad digitalizada son abrumadoras.

Breve diccionario del lenguaje inclusivo

La primera es la simplificación de los mecanismos de administración pública, algo que en Cuba tiene un significado especial dada la complejidad y el surrealismo burocrático que los rodea. La máxima expresión de esta digitalización sería la extinción del papeleo, la minimización de las colas –y quizás, de los episodios cardiovasculares. Además, permitiría la inmediatez de la información, la autogestión de la economía e ingentes cantidades de tiempo devueltas al ciudadano, acostumbrado a dejar horas de su vida en el histórico entramado burocrático del país.

La dimensión digital es la nueva realidad

Por si fuera poco, facilitaría el control interno, además de abaratar los costos de muchos sectores. La salud pública puede ser una de las principales beneficiarias –y lo está siendo de hecho– si se usa la inmediatez e interactividad de la información para crear modelos epidemiológicos, páginas con información actualizada y plataformas de autodiagnóstico que son ya comunes en las aplicaciones por defecto de muchos teléfonos inteligentes.

Evidentemente la completa implementación de esta utopía de digitalización es un proceso largo, recorrido con apuro por las autoridades cubanas dado su atraso y la amenaza de la no existencia en el mundo actual. En este proceso pueden observarse cuatro etapas: presencia, interacción, transacción y transformación. Actualmente Cuba se encuentra en algún punto entre la segunda y la tercera etapa, la que puede describirse como esa donde la mayor parte de los trámites asociados a la vida cotidiana se completan en línea –transacciones como pago de impuestos o multas, y todos los servicios de la administración pública.

Llevar la sociedad a la digitalización es una apuesta, más que acertada, obligatoria. Depende, es evidente, de grandes inversiones aunque a nivel tecnológico existen alternativas para su ejecución: adoptar productos existentes como algoritmos, aplicaciones e interfaces –esta opción tiene una velocidad de implementación y actualización muy alta, y bajos costos ya que crearlas desde cero implica gran complejidad monetaria y temporal–, o bien desarrollar tecnología a la medida, hecha en casa –con velocidades de implementación y actualización muy bajas y costos altos. Realmente por las condiciones económicas y tecnológicas de la Isla es mucho mejor la adaptación de soluciones preexistentes.

Pero no es sólo el presupuesto y la tecnología quienes pueden demorar el proceso. La concepción de que el mundo digital ya no es una opción, a veces no está presente en quienes dirigen. Décadas de ausencia en el mundo digital y la costumbre a esa dimensión física de siempre logran que las estrategias gubernamentales y empresariales muchas veces omitan el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación como principal plataforma de gestión.

Blanco y negro no

Por ello, los ciudadanos encuentran páginas web sin actualizar, botones sin hipervínculo, hipervínculos que conducen a ninguna parte y servicios esenciales que no se ofrecen en línea. No basta con crear una plataforma por mandato estatal, esta debe ser actualizada y puesta a la altura de las necesidades de la ciudadanía.

Incluso los cajeros automáticos –pioneros de la digitalización en Cuba– después de casi dos décadas de funcionamiento son una muestra de mala gestión de las tecnologías por escasos, desabastecidos, fuera de línea, o por regirse por horarios laborales –quizás tengan su propio sindicato–.

En la Era Covid –tiempos de las larguísimas colas y el confinamiento– la digitalización ha demostrado ser una ventaja. El comercio electrónico, si bien comenzó modestamente antes de la pandemia, fue durante esta que tomó protagonismo dado el desabastecimiento y la inconveniencia del roce humano. Las numerosas aplicaciones y páginas encargadas de gestionar las transacciones han demostrado su buen funcionamiento. Es una tecnología que no ha requerido grandes innovaciones, puesto que ya tiene décadas de existencia en el mundo aunque en Cuba sea nueva.

El problema aquí radica en esa dimensión que trasciende una interfaz y se realiza en el mundo objetivo, material, donde la existencia o inexistencia de un producto, y sobre todo, la logística de la entrega, hasta ahora no han podido emular con la rapidez y eficiencia de los softwares. Tendrían que hacerse los pedidos por cartas –a la usanza decimonónica– para que esas dos dimensiones, la virtual y la física, estuvieran emparejadas.

Eso es lo que los usuarios identifican como fallos del sistema en línea, caídas y defectos de las páginas no son más que ralentizaciones deliberadas por parte de sus gestores para poner el sistema electrónico, ese que se mueve a la velocidad de la luz –literalmente, gracias a la fibra óptica–, a la par del modesto sistema de reparto y distribución que no puede actualizarse escribiendo un código HTML, ni moverse a 4G por las calles del país.

dimensiçon

Plataformas como Transfermóvil gozan de una eficiencia que, si bien no es perfecta, ha cumplido con creces sus expectativas.

No obstante, plataformas como Transfermóvil, que prescinden de la dimensión física y trabajan estrictamente con datos electrónicos, gozan de una eficiencia que, si bien no es perfecta, ha cumplido con creces sus expectativas con más de 68 000 usuarios y cerca de 11 millones de operaciones mensuales.

El problema con estas y otras plataformas que no dependen de productos o flete es distinto y otra vez impuesto por la dimensión física. Las terminales para lograr acceder a cualquiera de ellas –a saber, teléfonos móviles– actualmente se encuentran en una tercera dimensión, desconocida para la mayoría de los cubanos: la dimensión MLC.

Si bien siempre ha sido difícil obtener uno de estos aparatos, era posible con esfuerzos, ahorro, inventos, regalos. En cambio no se puede intentar digitalizar una nación e implementar algo como el gobierno electrónico si cuando la existencia se muda a la dimensión digital, lo digital se muda a la dimensión MLC, de la que la mayoría de los cubanos no puede llegar.

Entonces la revolución digital, los pagos y los trámites administrativos pueden andar todo lo en línea que quieran, que si los ciudadanos tienen vedada esa dimensión en la que se venden las terminales móviles, no hay una verdadero avance. Hay que tener en cuenta que lo que se propone es que un teléfono móvil sea parte de la vida de la gente: sea sus colas, su dinero, su abogado, su constitución, su escuela, su periódico, un poco su médico, su policía, su ambulancia, esa dimensión virtual que gestiona la existencia. Si los ciudadanos no pueden comulgar en ella, sencillamente existen menos o no existen.

27 marzo 2021 11 comentarios 2.559 vistas
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bloqueo

La maldita circunstancia del bloqueo

por Joany Rojas Rodríguez 15 octubre 2020
escrito por Joany Rojas Rodríguez

En estos días de miserias y escaseces, agudizadas por las circunstancias que todos sabemos, más de una vez me he remitido a los días felices de mi infancia. El imprescindible bistec de res, el congrí y los tostones de la comida vespertina de los domingos; aquellas sopas, carne de res incluida, que mis padres me obligaban a tomar porque no me gustaban; los potecitos de yogurt a diez centavos, las barras de mantequilla…

También el jurel que mi padre compraba en la pescadería más cercana y que luego comíamos frito o en arroz; los desayunos de fin de semana a base de huevo frito, chicharritas, café con leche y pan; el carro del helado, que aparecía con cierta frecuencia, y que los chiquillos del barrio recibíamos llenos de felicidad; los cumpleaños con piñatas, dulces, refrescos; aquellas empanadillas rellenas con carne que tanto me gustaban y que mi padre me compraba, además de otras chucherías que no recuerdo, cada vez que íbamos al estadio o al zoológico… en fin, era la década del ochenta.

Eran años hoy añorados por muchos, abundantes en materia de alimentos, y en otras materias también. En aquella época los cubanos vivíamos ajenos al bloqueo y sabíamos muy poco o nada al respecto. Los generosos subsidios soviéticos, y los mecanismos comerciales con el CAME, beneficiosos para Cuba, levantaron una cortina de humo en torno al tema. Solo sabíamos que los yanquis eran (son) malísimos, que el capitalismo es mucho peor, y que vivíamos en el mejor de los lugares, en un país socialista lleno de sueños y utopías, cuyo único camino posible era el de la victoria.

Luego vino el mazazo, fue como caer de nalgas en la dura y áspera roca de la realidad. Apareció la retórica de la resistencia, apareció el bloqueo en el discurso oficial. Ya no importaban las promesas de una sociedad nueva, del austero y revolucionario Hombre Nuevo. Aguantar, resistir y vencer, eran los infinitivos a la orden del día. Y por supuesto, acá todo estaba bien, el problema eran (son) los yanquis, que personifican lo peor.

Y así pasaron décadas, años enteros en que, mientras sufríamos privaciones de todo tipo, el gobierno ignoraba su parte podrida en el festín de gusanos que es la política, y culpaba de todos nuestros males al bloqueo imperialista, como un salvoconducto que lo mismo servía para la escasez de combustible, que para la falta de plátano burro en las placitas.

En todos estos años se ha creado una cultura de la resistencia, pero resistir no es vencer.

Hemos aguantado, hemos resistido, ¿pero a qué costo? Es increíble cómo el gobierno ha mantenido durante tantos años políticas económicas que, lejos de combatir el bloqueo, lo ayudan y lo fortalecen. Es más increíble todavía que se insista en mantener un modelo de gestión económica en la agricultura cubana probadamente fracasado en el modelo soviético.

Diríase que este estado de cosas le conviene y favorece a la más alta élite política de nuestro gobierno, o más bien obedece a caprichos que hace rato echaron canas y por desidia, inmovilismo, falta de voluntad, senilidad mental o vaya usted a saber qué cosa, no quieren correr riesgos, y prefieren dejar las cosas como están. Quién sabe si mañana ocurre un milagro y baja un ángel del cielo a quitarnos el bloqueo…

Igual de terca es la insistencia de los sucesivos gobiernos norteamericanos en mantener una política de asedio anacrónica y hasta ridícula. Porque, vamos a ver, si tienen relaciones normales con Viet Nam, país donde murieron decenas de miles de soldados de EU en una larga y cruenta guerra, donde gobierna un partido comunista, entonces, ¿cuál es la inquina con nosotros? Razones geopolíticas podrían explicar el asunto, pero la verdad, a estas alturas, es como buscarle la quinta pata al gato. No obstante, me atrevería a afirmar que la política de bloqueo y asedio de EU no ha fracasado del todo.

El hecho de que hoy tengamos un gran conglomerado empresarial militar, que surgió como necesidad de autosustento de las FAR, debido a la amenaza enemiga, y que ha alcanzado proporciones gigantescas en detrimento de sectores tan sensibles como la agricultura y la vivienda, por ejemplo, es una pequeña gran victoria de nuestros enemigos, y ellos lo saben.

Otra lo sería esa política de economía de guerra que rige nuestro día a día, y que lleva, por ejemplo, a almacenes llenos de productos deficitarios, o a políticas de distribución que privilegian “lo poquito” por encima de lo suficiente. O la visión extendida y aceptada de la inviabilidad económica en el socialismo.  Estos aspectos victoriosos del bloqueo, nos llevarían a suponer que la asfixia económica de todo un país, y la rebelión de su gente contra el gobierno, no son los únicos objetivos que el susodicho bloqueo pretende.

El bloqueo ha tenido bastante éxito en algunos renglones.

Entre los objetivos que ha logrado el acoso podemos mencionar la unidad a ultranza, la intolerancia y persecución a quienes opinan diferente, son aspectos de nuestra realidad que han ido trabajando lentamente en el subconsciente colectivo y que han creado un efecto de desgaste que ya empieza a notarse en la población cubana.

Como dijo una vez un reconocido periodista español y experto en temas internacionales, amigo de la Revolución, “en Cuba se aplica el principio de San Ignacio de Loyola: en una fortaleza asediada toda disidencia es traición”. Y esa, amigos míos, es la  gran victoria del omnipresente bloqueo, el bloqueo que nos impone la mayor potencia de la historia y que todos creen un fiasco total.

El día que cese esta política, su fantasma seguirá presente por largo tiempo. Me imagino el discurso: “las difíciles circunstancias actuales, debidas en gran parte a las secuelas de un bloqueo que duró más de sesenta años…”

Recientemente, debido al SARS-CoV-2 y la administración Trump, hemos vuelto a darnos otro mazazo con el mundo real. Ojalá seamos capaces de construir una realidad en la que el bloqueo deje de ser un pretexto, una realidad en la que saquemos el máximo de lo que podemos hacer aquí sin mirar tanto hacia afuera, como esperando un milagro. Una realidad en la que el discurso diga: “gracias al emprendimiento individual y colectivo avanzamos hacia el bienestar”. Una realidad en la que el bloqueo deje de estar en todas partes.

15 octubre 2020 20 comentarios 451 vistas
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necesario

Un análisis necesario

por Héctor Núñez Mantilla 31 agosto 2020
escrito por Héctor Núñez Mantilla

Desde la llegada de la pandemia a nuestro país, una imagen se ha hecho habitual y es ver cómo el Primer Secretario del PCC de cada provincia dirige el análisis de la situación actual desde el punto de vista epidemiológico, económico y social. Es designado como Presidente del Consejo de Defensa, sin embargo, la persona que se supone fue elegida por la población, me refiero al Gobernador, ocupa el cargo de subordinado.

El artículo 3 de la constitución vigente dice:

ARTÍCULO  3. En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado. El pueblo la ejerce directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado que de ellas se derivan, en la forma y según las normas fijadas por la Constitución y las leyes.

Es evidente de que la manera en la que se está actuando va en contra de lo establecido por el orden constitucional. Durante la discusión de la que hoy es la nueva constitución, hice un análisis sobre cuál debe ser el papel del partido en nuestro país. Para no dejar dudas, quiero aclarar que soy de los que considera que nosotros no debemos cambiar el sistema, sino perfeccionarlo.

Uno de los elementos más utilizados hoy en día para definir si existe o no democracia, es lo que ocurre en los países capitalistas, donde varios partidos se alternan el poder pero olvidan señalar que ninguno de estos partidos realizan cambios a la manera aceptada de actuar desde el gobierno, solo lo matizan.

Aquellos que tildan de ineficiente al sistema socialista, hacen énfasis en los errores cometidos y los tildan de ser inherentes al sistema, pero pasan por alto las condiciones en las que los países que han optado por esa vía de desarrollo han tenido que enfrentar, me refiero a guerras, bloqueos y todo tipo de presiones, nada de lo que caracteriza el medio en el que se desempeñan los países capitalistas.

Un elemento que se debe entender para hacer un análisis correcto, es el ideológico.

Si como señalé antes, en los países capitalistas se pueden alternar en el gobierno varios partidos “diferentes”, es porque todos tienen la misma base ideológica, no la crean, ni la modifican, la acatan. Y cuando lo hacen, son sacados del gobierno por cualquier vía. Los que se encargan de definir las pautas ideológicas no acostumbran a aparecer en público como ideólogos, pero son el verdadero poder y dueños de los medios de difusión masiva, lo que les permite adoctrinar a las grandes masas, haciéndoles imaginar que son los que pueden decidir sobre sus vidas.

En la época anterior a la desaparición del bloque socialista, la URSS era la que dictaba las pautas en la esfera ideológica a los países socialistas, es evidente que no hizo bien su papel, de ahí la desaparición del campo socialista, pero es innegable que ningún otro país dedicó esfuerzos en esa lucha de ideologías.

Hoy cuando Cuba hace todo lo posible para mantener el rumbo socialista de desarrollo, pues es el más humano de los conocidos hasta el momento, -quien lo ponga en duda, solo necesita ver la manera diferente en la que han enfrentado los gobiernos la pandemia causada por el virus COVID-19, e incluso cómo nuestros médicos han ayudado y continúan ayudando a personas contagiadas en muchos países- necesita enfrentar de manera eficaz la guerra ideológica, algo que no se puede hacer desde un ministerio.

Se necesita en primer lugar de personas que asuman por convicción la ideología del socialismo, importante también es el vínculo directo y estrecho con la población para conocer sus inquietudes, pero tienen que encontrar medios y métodos para educar y contrarrestar los efectos de la ideología capitalista. También necesitan la aplicación de la ciencia e investigación, tener capacidad de convocatoria de todos aquellos dispuestos a estudiar y realizar aportes a la teoría filosófica y en las demás ramas de la ciencia afines.

Si escribo este artículo, es porque considero que ese papel es inherente solamente al partido unitario como bien lo define la constitución, pero no lo está cumpliendo, casi que por costumbre pues así fue aceptado en silencio por el pueblo, se aferra al poder y pasa por alto que, al no cumplir con su deber de guía ideológica, nos destina a una depauperación económica y moral, que solo puede terminar en un tránsito hacia un capitalismo salvaje.

Varios de los que defienden la necesidad de que el partido ejerza el poder, lo sustentan en el hecho de que de otra manera pueden aparecer en las esferas del gobierno personas que intenten y/o logren un desvío en el camino hacia el socialismo.

No hay dudas de que lo importante es la ideología.

Para demostrar que hay mejores alternativas a la actual, tomo como referencia un país conocido; Irán. La República de Irán ejerce por la mayor parte de su ciudadanía la religión Islámica, es lo mismo decir la ideología Islámica, pues las religiones no son sino ideologías. En ese país se alternan diferentes personas en el gobierno, pero todos tienen como ideología el islamismo, por qué, pues porque todos aquellos que quieren presentarse al cargo de Presidente, necesitan la aceptación por la máxima figura del islamismo.

Si como definió Fidel en el concepto de Revolución: “…Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado” y necesitamos maneras nuevas para enfrentar viejos problemas, miremos el mundo, busquemos ahí enseñanzas para encontrar el verdadero camino hacia ese futuro próspero y sostenible.

31 agosto 2020 29 comentarios 347 vistas
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proyecto

Repensar el proyecto de país

por Ivette García González 25 agosto 2020
escrito por Ivette García González

“Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un idiota, quien no se atreve a pensar es un cobarde”.

Sr. Francis Bacon (1561-1626)

Los cubanos solemos convivir siempre con una nación real y otra soñada. Somos seres racionales pero también pasionales e inconformes. Por eso, y para bien, cada cierto tiempo se vive una coyuntura especial donde el foco se sitúa en repensar el proyecto de país para superarlo.

Estamos en uno de esos momentos críticos. El debate desde diversas corrientes de pensamiento acerca de variados tópicos de la vida en Cuba y el proyecto de la Revolución se ha incrementado. El acceso a internet, a pesar de su elevado costo, ha permitido más socialización de ideas y participación cívica.

La avidez por la información, muy limitada en los medios de comunicación oficiales, que fueron los únicos hasta hace poco, favoreció descubrir sucesos y asuntos silenciados, controversiales e incluso historias inéditas en redes sociales y fuentes alternativas. De ahí a emitir criterios no iba nada. Se trata de una población instruida, afectada por crisis económicas recurrentes, cuyo escenario es de desgaste institucional  y erosión del consenso en torno al liderazgo político.

Pero como diría Albert Einsten (1879-1955) “Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. Y en nuestro caso está la ventaja, por primera vez, de que coinciden ahora tres grupos generacionales con experiencias diferentes y muy ricas dentro de la Revolución.

Tres generaciones con capacidad de pensar, debatir y aportar a un nuevo proyecto.

Los últimos 20 años han sido de marchas y contramarchas, empantanamiento e inmovilismo. Sin embargo, los trazos generales del modelo (económico) y los cambios fueron acuerdos de los congresos VI (2011) y VII (2016) del Partido Comunista (PC), plasmados en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución (2011), la Conceptualización del Modelo Económico y Social (2016) y el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social al 2030 (2016). En consecuencia, el país ha retornado al estado de crisis más agudo luego de los 90, una crisis estructural del modelo, agotado hace más de 10 años.

Ahora, en medio del escenario más complejo –crisis económica + Covid19  + endurecimiento del bloqueo estadounidense-, el gobierno ha lanzado un paquete de medidas que estratégicamente responde a aquellos pendientes. Sin embargo, las primeras implementadas y no previstas han generado, por su impopularidad, una mayor tensión social.

A pesar de todas las limitaciones, la sociedad civil se ha diversificado y ampliado durante estos años. Las voces del debate que emana de ella, encuentran receptividad y acompañamiento de la gente, desde diversos orígenes (de dentro y fuera de la Isla, también por primera vez), edades y posiciones socioclasistas. Cuadro que invita a promover algo más, un ciclo de debates y talleres temáticos, o foros acerca del país que queremos, por ejemplo. A través de fórmulas participativas, de debate abierto, respetuoso y constructivo, de lo cual es ejemplo La Joven Cuba, se podrían ir construyendo consensos que contribuyan a la transformación que demanda la nación.

Muchos son los tópicos que se han puesto sobre la mesa. Convendría ir sistematizándolos en campos de reflexión y análisis, develando sus dicotomías  y su relación con él, o los, proyectos de país que piensan los cubanos hoy.

1.- Transformaciones económicas.

La apertura económica no está en discusión, pero sí el qué, cómo y hasta dónde. Algunas cuestiones básicas de consenso en la sociedad civil son: el respeto, estímulo, ampliación y reconocimiento jurídico de las diversas formas de propiedad y gestión de las micro, pequeñas y medianas empresas. La prioridad del sector agropecuario y pesquero, el plan alimentario y su convergencia estratégica con la soberanía alimentaria.

Sigue siendo legítimo y urgente la ley general de empresas, el redimensionamiento del sector estatal y la autonomía de sus empresas, la descentralización del comercio exterior sin que para los actores no estatales tenga que mediar el Estado, y una mayor apertura del sector externo a todas las formas de gestión. También la reforma del sistema fiscal que estimule a productores y empresarios, y la complementariedad de las diversas formas de gestión estatal y no estatal (privadas y cooperativas). Asimismo, la unificación monetaria y cambiaria, ahora más complicada con las recientes medidas. Una vez más se prioriza la succión de la ahorros ciudadanos, lo recaudatorio, que genera más tensión y no decide la salida de la crisis al no tocar la esfera productiva.

Junto con lo anterior tendrán que encararse distorsiones del modelo que afectan la naturaleza del sistema y frenan las mejores intenciones de los cambios: la estatalización por la socialización, que se arrastra desde 1960 y que en la Constitución vigente se reitera expresando que la propiedad socialista es la estatal en representación del pueblo, cuando en realidad debería ser la cooperativa; la primacía de los mecanismos administrativos y burocráticos en lugar de los económicos y financieros en los procesos de ese carácter; la competencia desleal entre actores económicos en base al ejercicio del poder político y no a la eficiencia; la sangría financiera que representa la hiperbolización del aparato del Estado y el PC y, la persistencia en seguir apostando por una fórmula de socialismo vulgar donde la redistribución es el eje que define al sistema.

2.- Quiérase o no, el ámbito de lo político es parte de lo que debe ser cambiado.

A pesar de que en lo económico nos va la vida, es el político un ámbito más conflictivo y definitorio en el mediano y largo plazo. Se necesita voluntad política para implementar los cambios económicos,  y para que no se puedan paralizar una vez más cuando salgamos de la emergencia. Además, el modelo político también necesita actualizarse al tiempo que vivimos. No es un debate nuevo, los procesos de reforma en otros países socialistas ofrecen lecciones respecto a esta resistencia que vemos en Cuba.

La importancia de aligerar el aparato del Estado y el Partido también tiene repercusión política. La burocracia que han producido es cada vez más perjudicial al avance de las reformas y pone en peligro la preservación del sistema. Por otro lado, urge debatir sobre temas que afloran con frecuencia y que hasta ahora no han tenido cambios si no para más atrincheramiento del pensamiento conservador en los sectores de poder y para más control social. Entre ellos la función del PC en la sociedad, la legitimidad de los derechos y libertades de expresión, prensa, asociación incluyendo lo político, reunión y manifestación, el reconocimiento explícito a la no discriminación por preferencias políticas, la pena de muerte, la necesidad de un tribunal constitucional, la democracia, el sistema electoral y la pertinencia de incorporar fórmulas de democracia directa que puedan hacerse efectivas.

El Socialismo, en tanto sistema que sucede y se alterna con el capitalismo desde el siglo pasado, y que es la expresión más sólida, radical y actual de la izquierda internacional, debe ser próspero y sostenible, pero también democrático. Hace unos meses decía López-Levy “Para la izquierda no hay mejor política que el apego a la democracia como principio”. Y como diría el colega Víctor Rolando Bellido: “(…) las estructuras verticalistas no sirven para crear la nueva sociedad. Son pura opresión (…) aunque enmascarada con cosméticos muy eficientes y eficaces. El camino es la red, la construcción horizontal de las interacciones, de los vínculos democráticos desde las bases, con transparencia, cercanía, honestidad y rendiciones de cuenta continuas y constantes.”

3.- La Habana y las provincias: la problemática regional y la unidad de los cubanos.

Solo con el proyecto de justicia social de la Revolución a partir de 1959 se priorizó resolver los desequilibrios regionales. Sin embargo, es fenómeno de matriz colonial que no se soluciona en plazos cortos. Hoy es un problema que requiere atención por sus diversas implicaciones, incluida la del incremento de una cierta animadversión entre capitalinos y compatriotas de otras provincias. De este tipo de discriminación no se habla, o se habla muy poco en Cuba. Sin embargo, es muy lacerante para quienes la sufren y perjudica sobremanera la unidad nacional.

Las recurrentes graves crisis y fenómenos sociales conexos comienzan y terminan en las provincias. Y a eso se suman las consecuencias de la verticalización del sistema, la centralización y el inmovilismo conveniente a algunos sectores de poder, que no favorecen una vida más autónoma y próspera a los municipios. Los procesos de descentralización local, con mayor o menor acierto, diversos ritmos e impactos, se vienen implementando en el resto de América Latina y forman parte del debate en Cuba hace años. Ojalá se abra paso pronto la “Política para impulsar el desarrollo territorial”, aprobada recientemente en el Consejo de Ministros.

En las regiones fuera de La Habana, sin embargo, impresionan el talento, la limpieza y hospitalidad. La falta de oportunidades que empuja a emigrar en busca de mejores condiciones de vida en una capital deteriorada, y la implementación de determinadas políticas de efectos negativos para unos y otros, son elementos de base lamentables. La inmigración inducida por el Estado para emplear fuerza de trabajo procedente de las provincias orientales sobre todo, en labores de muy baja calificación y en los cuerpos represivos, caso de la PNR, es una de ellas. La implementación del Decreto Ley 217 (1997), que violenta el derecho de cualquier ciudadano a la libertad de movimiento y  a establecerse en cualquier parte de su país, es la otra, a pesar de las mínimas adecuaciones que se hicieron luego en el 293 de 29 de octubre del 2011.

4.- La cuestión migratoria: cubanos somos todos.

Este ha sido un tema que ha provocado una dolorosa ruptura en la familia y la sociedad cubanas, tanto de la que vive fuera de la Isla  -1.654.684 emigrantes (14,59%)- como de la que está dentro, 11,338.138 habitantes. La debida sanación de heridas no se ha producido, aunque se han dado pasos importantes. Es fenómeno que roza lo político en todos los tiempos, a pesar del empeño en decir que es una emigración económica. Su incremento sucesivo tiene implicaciones muy serias en lo demográfico y económico para el país. Y también alcanza lo sociocultural, la psicología individual y colectiva de los que quedan viviendo en la isla y los que viven en otros países.

El asunto requiere un profundo debate. Que los intereses de los emigrados no sean solo cuestión de ellos, que los diálogos gubernamentales con esa emigración no estén condicionados a su posición política respecto al modelo de socialismo que rige en la isla. Se trata de derechos, de que esos emigrados son tan cubanos como los que estamos dentro. En realidad, el hecho de que muchos cubanos busquen su realización profesional y personal en otros países, pone en tela de juicio la legitimidad del proyecto y del modelo socioeconómico y político implementado, aun con el bloqueo estadounidense.

Reformas al modelo vs naturaleza del sistema socialista… sin tapujos.

En el fondo de todos los debates está la disyuntiva de hasta dónde las reformas cuestionan el socialismo como sistema. Ignorar o subestimar los derechos individuales por los colectivos, sustituir la explotación del hombre por el hombre por la explotación del hombre por el Estado y apelar a la infinita gratitud del pueblo por los derechos que conquistó y que ante él se les muestran como concedidos, no son prácticas consustanciales del sistema, sino distorsiones del modelo.

Con esas prácticas se le niega al soberano, el pueblo, su capacidad y legítima autoridad para el discernimiento, elección y escrutinio de todo lo público. Al mismo tiempo, se vulgariza al socialismo, que como sistema muy joven necesita inevitablemente de la retroalimentación constante y el pensamiento crítico.

No sería ocioso el debate sobre los modelos de socialismo que se han implementado  desde 1917. En Cuba increíblemente no es un conocimiento extendido. Incluso se habla siempre del modelo “económico” y no del “social”, que contempla todas las demás dimensiones, política y social incluyendo lo cultural e ideológico. Si se quiere transformar el modelo social preservando el socialismo, hay que ir al fondo sin tapujos ni esquemas teóricos preconcebidos.

Y también se precisa repensar el socialismo. Tiene que ser próspero, sostenible y democrático, pero el discurso oficial omite, de la frase, precisamente esta última cualidad. Se ha dicho incluso que es una redundancia porque si es socialismo tiene que ser democrático. ¡Pero resulta que no es así! La experiencia de la mayoría de los modelos de socialismo que han existido evidencia lo contrario. Pareciera que esa falla es un problema consustancial o una regularidad. Por tanto, con más razón requiere con urgencia un análisis a fondo y con la mayor transparencia.

El debate de nuestro tiempo en torno al proyecto de país tiene que ser verdaderamente revolucionario. Requiere una mirada holística, crítica y propositiva que asegure preservar indiscutibles conquistas y transformar todo lo que sea necesario. Para eso son fundamentales: el contexto actual con las ventajas consustanciales de las crisis, el nivel de debate existente y la energía incomparable de  la sociedad civil, alejados de todo esquematismo mental y preconceptos caducos. No olvidemos que, como expresó Octavio Paz (1914-1998) “La ceguera biológica impide ver, la ceguera ideológica impide pensar”.

25 agosto 2020 45 comentarios 893 vistas
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subdesarrollo

Comunismo y subdesarrollo

por Rainer Ricardo 23 agosto 2020
escrito por Rainer Ricardo

Comunismo suena a subdesarrollo y por eso todo el mundo lo desprecia. Es comprensible. Pero, ¿es correcto hacer tales asimilaciones? No a mi humilde parecer. Hagamos un ejercicio de reflexión objetiva antes de tirarnos las cazuelas en una bronca intelectual/emocional. Tenga en cuenta que no soy comunista.

Comencemos por la ortodoxia de la teoría y reconozcamos que Marx nunca pensó en una sociedad comunista subdesarrollada. Al contrario, Marx consideraba la sociedad comunista como una evolución superior en la historia de la humanidad. Así que el comunismo, tal como lo pensaba Marx, no puede sino emerger en una sociedad post-capitalista. La sociedad comunista adviene cuando la sociedad en su conjunto ha desarrollado altos índices de desarrollo y sus ciudadanos existe empatía colectiva suficiente como para socializar los medios de producción y poner fin a la enajenación como consecuencia de un trabajo sin sentido para el asalariado.

Ya sé que se le han erizado los pelos con esta afirmación, pero ¿conoce usted el origen del verbo “trabajar”? Si no lo sabe, déjeme darle un empujoncito. El verbo trabajar tiene su origen etimológico en el término tripalliare – del latín -, cuyo significado tiene más que ver con el “tormento” y la “tortura” que con el culto que se le hace hoy día en las sociedades industrializadas. Cabría entonces preguntarse si los seres humanos están realmente hechos para “trabajar”. Y esta no es una pregunta retórica, ya que quizás le hayamos cambiado el sentido al término sin darnos cuenta. Así que, desde un punto ético y evolutivo, el comunismo no es sinónimo de subdesarrollo. Al contrario.

En el plano de lo empírico, las cosas son más difíciles de evaluar. Al parecer, casi todas las Repúblicas que se han declarado “socialistas” y han sido gobernadas por un partido único y “comunista” han vivido con altos índices de subdesarrollo económico, político y social. El caso de la URSS es interesante ya que esta última fue considerada como una potencia mundial capaz de rivalizar con una superpotencia capitalista. Pero todos sabemos que eso fue una fachada y que aquello se desmoronó dejando ver las fisuras del edificio socialista. En el caso de Cuba, la economía del país no ha elevado sus índices de producción para salir, por sí sola, del subdesarrollo, sobre todo después de la declaración socialista de 1961. En China, sobre todo en la época de Mao y antes de la capitalización de la economía en la República asiática, también había signos fuertes de subdesarrollo. La Revolución cultural de Mao no se tradujo, por así decir, en desarrollo económico – utilice usted los indicadores que desee para medirlo. A esos casos hay que añadir otros más, como Corea del Norte, Vietnam y Venezuela. Todos han tenido altos índices de subdesarrollo en algunas de las fases de desarrollo socialista. Así que es fácil estimar a través de estos casos que “comunismo” y “subdesarrollo” van de la mano.

Ahora, ¿es acertado afirmar que el comunismo genera subdesarrollo? No. Lo primero a tener en cuenta es que todas las Repúblicas que se declararon socialistas eran de antemano sociedades agrícolas con una estructura feudal: subdesarrolladas comparativamente a las sociedades industrializadas. La Revolución de octubre de 1917 se hizo sobre la base de una sociedad feudal que no mostraba hasta aquel entonces los índices de industrialización de la Inglaterra del siglo 19, la cual fue el caso de estudio de Marx. La Revolución cultural de Mao y la Revolución cubana también se consolidaron sobre la base de una sociedad eminentemente agraria y feudal con altos índices de subdesarrollo, de pobreza y de analfabetismo. Además de eso, muchas Repúblicas declaradas socialistas y con partido único han sido objeto de sanciones económicas que han ejercido una gran presión sobre la economía de esos Estados. Cuba, Vietnam, Corea del Norte y Venezuela, por no citar que ejemplos socialistas, han buscado justamente desarrollar la economía nacional bajo el peso de sanciones económicas que no buscan sino crear descontento y apatía en la población, así como un cambio de régimen provocado por sublevación popular. En la periferia del sistema internacional no llueve café sino sanciones.

Me dirá usted que es justo sancionar a esos Estados ya que son dictaduras y violan sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos. Y le doy razón en que las dictaduras son alérgicas a los derechos humanos y que los últimos debieran predominar sobre lo primero en toda sociedad. Pero la situación es más compleja de lo que parece y el pensamiento mágico no resuelve necesariamente las injusticias en el mundo. Mire usted. El campeón de las sanciones internacionales, los Estados Unidos, ha apoyado a dictaduras que violan sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos. ¿Ejemplos? Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, Brasil, Argentina, Uruguay, Egipto, Arabia Saudita, Yemen, Indonesia, Vietnam del Sur, Nicaragua, Perú, Venezuela, República Dominicana, Haití, Irán, Irak, Romania, Filipinas, Omán, Bahréin, Túnez, etc.

Queda claro que esos Estados, aún sin ser comunistas y recibiendo apoyo de las democracias occidentales, mantienen altos índices de subdesarrollo, de corrupción y de violaciones a los derechos humanos. Entonces, ¿cómo se explica el subdesarrollo cuando la variable “comunismo” está ausente? La pregunta parece tonta, pero no lo es. Ya que, si la explicación al subdesarrollo reside en la naturaleza o la lógica del sistema de producción, deberíamos entonces observar un alto índice de desarrollo en todas las Repúblicas cuyo sistema de producción es eminentemente capitalista. Pero este no es el caso. Si tenemos en cuenta que hoy día existen no menos de 193 Estados soberanos y que solo un pequeño porcentaje se ha declarado socialista, me parece evidente concluir que la mayoría de los Estados caen en el bando del capitalismo. Ahora, la mayoría de esos Estados no son considerados por sus semejantes -otros Estados- como “países desarrollados”.

Al contrario, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) reúne a solo 37 Estados del planeta. Esto significa que el resto de las repúblicas capitalistas, a la excepción de Costa Rica, miembro en devenir de la organización -el número 38-, no ha alcanzado los índices de desarrollo necesarios para ser parte de este selecto club de países desarrollados. Si a esto le suma usted el hecho de que en el fondo de la plataforma se encuentran países que no se consideran socialistas, se puede llegar a la conclusión de que el subdesarrollo económico, político y social, no es producto directo del comunismo.

Esto me lleva a la pregunta incómoda: si el subdesarrollo en Cuba no se puede justificar con el comunismo, ¿de dónde viene entonces? Y recuerde, antes de responderme o comentar, que no soy comunista.

Tomado de El Patio Americano

23 agosto 2020 59 comentarios 649 vistas
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unviability

Unviability

por Alina Bárbara López Hernández 2 agosto 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Reforming the national economy has been a sort of Holy Grail for the country’s leadership. In spite of that, the term reform is not commonly used in the official discourse. According to the sociologist and political expert Juan Valdés Paz: ‘In the history of real socialism, the scarce reforms or reform policies have responded to economic crisis or to changes in the strategies of the “socialist transition”, as has happened in the Cuban experience.’

Without it being called a reform, the ‘Process of rectification of errors and negative trends’ was announced thirty-four years ago, with Fidel at the helm. Thirteen years ago, this time with Raúl in charge, the ‘Process of updating of the Cuban economy’ was declared. Having seen the fate of those endeavors, it’s about time we think that something’s being done wrong. The question to be clarified is: what has failed?

The economic measures announced by the president are far from being new.

Several generations of compatriots saw similar measures in the tough 1990s. In any case, the main change is in the environment, with another set of added complications. Beyond the cards for purchases in dollars —a sort of financial corralito, whose dangerous social impact is already being felt—, I remember that after the fall of European socialism, the changes here were applied more quickly. The slogan ‘Without haste, but without pause’ had not been declared yet, which has proven to be a do-nothing policy wearing make-up.

Economist Juan Triana Cordoví in his article: ‘Marches and countermarches: the comings and goings of economic policy. If we all agree, why what should happen isn’t happening?’ keenly analyzes the source of the contradictions between the professed wish to advance and the regressions:

‘With the existence of political and ideological cultures that resist “updating”, with even personal behaviors marked by previous learning, with prejudices, with legislations that are often obsolete, yet still in force, with gray areas that enable “personal interpretations” and that condition, obstruct and delay the best intentions a country may have and make it extraordinarily difficult to reach the desired coherence and with established personal interests that are hard to give up.’

Several countries of the former European socialist bloc attempted reform processes that were ultimately unable to avoid the collapse of the system. That must have left us some experience. I’ve long been haunted by this question: Can one reform the economy of a socialist country without also proposing political reforms? When the Cuban-Dutch journalist Sergio Acosta asked me to contribute a question for the conversation he would have with economist Janos Kornai [1], that’s the one I gave him.

Kornai answered: ‘You sure can, but it wouldn’t be successful […] If you ask about whether it could work, I can tell you that we had the same debate in Hungary at one time. It depends on what you mean when you say “functionality”.

Sergio Acosta: Viability?

Kornai: Exactly, viability. It can work, but it doesn’t work well […]’

My concern grew. The New Economic Policy (NEP), a process of reforms applied in the USSR between 1921 and 1927, had unquestionable successes in liberalizing domestic trade, accepting the creation of small private enterprises and the collaboration with foreign capital through joint forms of property, applying the system of company self-management to fight against bureaucratism and the authoritarian tendencies of the administration, and recognizing the personal interest in labor results. Despite its positive effects, the gradual strengthening of Stalin against the Party after Lenin’s death would have a decisive influence on the end of these reforms.

In 1928, during a meeting, the Secretary General of the Party said: ‘Let’s chuck the NEP the hell away’, something that, in fact, the CPSU had decided to do a few months earlier in its 15th Congress (December 1927), by passing the guidelines of the First Five-Year Plan. Thus began the so-called Stalinist economic model, which was strictly centralizing.

Six years of reforms collapsed under the will of one person.

It so happens that the NEP itself carried the seed of its own destruction. An interesting debate supplied me with other elements for judging it. It occurred between professor, historian, and researcher Samuel Farber, born in Cuba and residing from a very young age in the US, and John Marot, professor at the History department of Riverside University in California. [2]

Farber holds that the NEP should have been protected by a political opening that would have allowed the independent organization of workers and farmers to oppose Stalinism: ‘[…] the adoption of the NEP should have been accompanied by what I called a New Political Policy (NPP). Essentially, by the freedom of peaceful political organization for all those groups willing to respect the original form of Soviet democracy that came to power in October 1917.’

Lenin, in the same measure he had advocated for the economic concessions of the NEP, defended the restriction of political freedoms: total elimination of parties and opposition groups, control of workers’ and farmers’ unions within the limits established by the Party and a monopoly on the media.

As a consequence, the Party turned into an increasingly bureaucratized and anti-democratic organization, while the rest of society became an obedient collectivity, unable to organize and press for changes. The same happened in all the countries that applied the model of bureaucratized socialism. It would be like that until the implosion of socialism, which nobody defended because they hadn’t been called to do it.

As Kornai says, an exclusively economic process of reform ‘doesn’t work well’. I believe that one of the reasons for its unviability is the risk that, even as it develops successfully in appearance, it can be dismantled thanks to an authoritative government decision.

When the citizens aren’t actively involved as controllers of the direction, results, and pace of the economic transformations, these run the risk of being dismantled, as it happened in the USSR. But not just there, in Cuba, we also ‘chucked the hell away’ a reform process that started in the 1990s and that —though it didn’t have a proper name or an official baptism— was the government’s response to the scene after the crumbling of European socialism.

Especially in the second half of that decade, an improvement was felt thanks to the relative decentralization of the economy, a greater weight of the market, the permission granted for private initiative, and the diversification of trade partners. However, after the approach to Chávez’s Venezuela, certain flexibility policies in the economy were abandoned.

The approach to Venezuela made Cuba go back to its old centralizing ways.

The private initiative would be slowed down, though it didn’t disappear. Cuba quickly moved away from the relative pragmatism that shortly emerged in the last five years of the 20th century and which would generate incipient indexes of economic reactivation and confidence in finding our own way out.

One great unresolved conflict wherever bureaucratic socialism is enthroned is one of turning state property into truly social property. This aspiration has been a utopia due to the lack of democratization, the mistakes of citizen participation in economic decisions, and the fact that unions cease to be organizations that defend the interests of workers.

Cuba hasn’t been an exception. The bureaucracy among us has become a ‘class for itself’ and it hinders changes and reforms which, though accepted in the discourse, it slows down in practice to the detriment of the majority. The economic reforms devised twelve years ago have not proven their effectiveness, since most of what was wanted hasn’t even been implemented. And this signals an uncertain future for a process of changes that rested on the idea of an economy open to the influx of foreign capital. This capital, which was reluctant since before the pandemic, will now be even more so.

Alicia Bárcena, executive secretary of ECLAC, pointed out that the effects of the pandemic ‘will generate the greatest recession in the region since 1930 (the Great Depression) and since 1914, with the First World War’. The ECLAC also considers that the way out of the crisis will depend on the economic strength of each country, its set-up productive capacity, its access to financing from international bodies (IMF, World Bank) and the forcefulness of its economic response, in which fiscal policy will play a fundamental role.

For Cuba, a -8% decrease in GDP is announced, which is very drastic in terms of an already depressed small economy. There will be no other choice but to set in motion the reforms once and for all if we don’t want to subject Cubans to a period of hardship in the style of the one suffered in the 1990s, or much worse.

The Cuban Constitution of 2019 is much more flexible in economic matters and forms of property than its predecessor, but much more rigid politically. The Party is not only declared the leading force, as it already was, but it’s now also described as superior with respect to society and the State.

This arrogant attitude by the Party belonged to a political model that failed.

In February 1989, the Soviet magazine Sputnik devoted an issue to the stagnation that characterized the period under Leonid Brezhnev’s leadership. In it they asked these questions: ‘Should the Party leadership become a special body of power, sitting above the other bodies? If the Central Committee is a special body of power, how can it be controlled? Can its decisions be challenged for being unconstitutional? Who answers in case a decreed measure fails? If this superior body actually runs the country, shouldn’t the entire people be able to elect its members?’

In this political model the Party is selective, ‘a vanguard’, and not a popular party open to everyone. Then, if it declares itself a force superior to society, it also sets itself above the people. For that not to be the case, the people should be able to elect the Party leadership, and that doesn’t happen. If it sits above all, and it’s not ‘an electoral party’, it’s beyond popular control.

In the Constitution of 2019, the number of appointed positions grew, and the bureaucracy was shielded from the citizens by deeming any contents pertaining to the political system monolithic or immutable. That, together with a relative opening regarding the forms of property, and the possibility that some forms may turn into others, grants a dangerous status to political leaders, whether they belong to the so-called historical generation or not. Thus, they have strengthened a political class which conditions changes to the possibility of seeing their own privileges affected.

Faced with the disruption that the visibility of citizens’ opinions in digital media means for this model and for the political class established by it —something that weakens its monopoly of the media—, the response has been repressive (Decree 370), though unsuccessful. Now we can have an influence on political decisions and become a significant factor in the progress of reforms.

A process of reforms is not a goal without an expiry date.

Those who lead the reforms must show competence and effectiveness to carry out what has been agreed upon. Time limits must be established to reach the goals and, above all, it must be possible to remove those who do not show real commitment to the transformations from their positions. But none of that is possible in a political model like the one we have.

They have tried to convince us for a long time that giving up this political model means opening up the door to capitalism. It’s about time we become aware that what this model has actually achieved is closing the door to socialism by keeping the system from reforming itself and becoming truly participatory and prosperous.

Contact the author: alinabarbara65@gmail.com

[1] Relevant 93-year-old Hungarian economist. Emeritus professor at Corvinus University in Budapest and at Harvard University, where he taught for nearly fifteen years. He is the author of texts such as Economics of Shortage (1988) and The Socialist System: The Political Economy of Communism (1988). In the latter, he argues that the control economy of a communist party leads to the predominance of a bureaucratic administration of state-owned companies, with centralized planning and the fixing of prices to eliminate the effects of the market, which brings about the economics of shortage. He was the main expert consulted by China for its reforms in the 1980s.

Translated from the original

2 agosto 2020 1 comentario 494 vistas
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maleza

Despejar la maleza

por Yassel Padrón Kunakbaeva 20 julio 2020
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

El discurso ofrecido por el Presidente Miguel Díaz-Canel ante el Consejo de Ministros el 16 de julio de 2020, parcialmente reproducido en la televisión nacional, y seguido de una Mesa Redonda en la que estuvo presente el Ministro de Economía Alejandro Gil, marca sin dudas un cambio en la manera en la que se plantea la estrategia económica cubana. Uno se siente tentado a decir que se trató de un discurso histórico, pero no se debe pecar de apresurado, es mejor dejar que sea la posteridad la que se encargue de emitir su juicio. De momento, es posible afirmar que las medidas anunciadas van más allá del enfrentamiento a los problemas generados por el COVID-19, pues tienen el potencial para cambiar la fisonomía de toda la sociedad.

Entre dichas medidas, se pueden destacar el fin del monopolio estatal sobre la comercialización agrícola, el aumento de la autonomía de la empresa estatal, la constitución con personalidad jurídica de micro, pequeñas y medianas empresas tanto de capital estatal como de capital privado y mixto, la puesta en marcha del proceso de creación de nuevas cooperativas no agropecuarias, la ampliación del trabajo por cuenta propia y el otorgamiento a todos los modos de gestión de la capacidad para importar y exportar a través de empresas del Estado. Al mismo tiempo, se anunciaron otras decisiones de carácter inmediato que pretenden encarar la acuciante crisis mediante una dolarización parcial de la economía: la creación de tiendas en moneda libremente convertible (MLC) para productos “gama media y alta” y el fin del gravamen del 10% al dólar.

De llegarse a implementar a cabalidad el grupo de medidas que se anuncian para la fase 2 de recuperación post-Covid, es realmente difícil sobreestimar la importancia que ello tendría para la economía cubana así como para el proyecto político de la Revolución, tanto por la audacia en la adopción de transformaciones necesarias como por los nuevos retos que plantea.

En primer lugar, es necesario decir que con este plan económico se le estaría dando un cumplimiento al consenso social plasmado en los Lineamientos, la Conceptualización del Modelo y la Constitución de 2019. Esos documentos abrieron el marco político necesario para transformar de modo significativo el modo en que se entiende en nuestro país la planificación socialista de la economía. Porque de eso se trata: de un nuevo modelo de planificación, que es casi como decir de un nuevo modelo de transición socialista: Alejandro Gil lo reconoce, cuando afirma que el reciente paquete de medidas tiene la premisa de sustituir la planificación basada en métodos administrativos por otra en la que prevalezcan métodos económicos indirectos.

¿Por qué no se hizo antes, si los Lineamientos abrían el marco para avanzar por ese camino?

Pueden esgrimirse muchos motivos, tanto internos como externos. Pero hay algo que es difícil negar: se necesitaba de voluntad política. El propio Díaz-Canel reconoció que muchas de esas medidas habían sido postergadas. Habría que hacer un análisis pormenorizado de todos los factores que hicieron que el escenario favorable a los cambios que primó desde 2011 a 2016 fuera seguido de una época en la que ha primado un espíritu conservador, y no se trata solo de la presidencia de Trump. Al final, resulta que la crisis ineludible que representa el Covid-19 (según pronósticos de la CEPAL el PIB cubano puede caer en un 8% en 2020) puede ser el acicate necesario para que aparezca la voluntad política necesaria.

El salto cualitativo en el modo de entender la planificación es la clave que puede salvar el proyecto político del socialismo cubano, a la vez que le plantea nuevos y desafiantes retos. Algunas personas de pensamiento conservador y prejuiciado verán el camino tomado, que por supuesto traerá una mayor desigualdad social, como una renuncia a los principios socialistas. Pero frente a ese argumento es importante sentar una verdad como un templo: la primera tarea de cualquier proyecto de izquierda en Cuba es superar un modelo de planificación centralizada vulgar e ineficazmente antimercantilista que ha demostrado su fracaso histórico. Frente al peso muerto de ese zombi, es un avance cualquier modelo que ponga en el centro el libre desarrollo de los actores económicos.

Uno de los aspectos más polémicos hacia el futuro será inevitablemente el del papel de la empresa privada, y del empresario, en la sociedad cubana. Por supuesto que eso representa un reto social, cultural y político. Sin embargo, el marxismo crítico, a diferencia del viejo dogma, enseña que el mercado ha existido desde sociedades primitivas anteriores al capitalismo, y que puede existir después del capitalismo. Además, lo que se debe evitar no es en sí la propiedad privada, sino la propiedad privada y privativa del capitalismo, es decir, aquella que deja a la mayor parte de los seres humanos en una sociedad despojados de los medios de producción. Es por eso que el mayor valladar contra una evolución capitalista es el fortalecimiento del sector de cooperativas y de empresas de propiedad socializada en las que los trabajadores puedan sentirse dueños de los medios de producción.

Es importante que se deje atrás una concepción del socialismo que ve con malos ojos la producción de riqueza, cuando esta no se hace dentro de los cánones del viejo igualitarismo. El nuevo paradigma debe ser uno que se proyecte en positivo, hacia la producción de una riqueza cada vez mayor, aunque el objetivo a largo plazo sea que esta se produzca del modo más socializado posible. Es cierto que los partidarios del capitalismo intentarán mostrar cada avance en esa dirección como un desmoronamiento o concesión del bloque socialista, capitalizando así a su favor el proceso de desarrollo social. Pero eso es parte del inmenso reto político y cultural que se avecina.

Como afirmó Díaz-Canel, el mayor costo estaría en no hacer nada.

Aún es demasiado pronto para saber si estas medidas se llevarán a efecto y en qué profundidad lo harían: depende de muchos factores circunstanciales y de que haya una voluntad política sostenida. Pero el solo hecho de que se haya anunciado finalmente el camino hacia la implementación es una victoria.

También es importante que el anuncio haya sido hecho ahora, sin esperar al Congreso del Partido ni a los resultados de las elecciones en EEUU. Eso habla de la fortaleza política de la presidencia, que seguramente está relacionada con la buena gestión frente al Covid-19. Además, es una muestra de voluntad política autóctona, que nadie puede relacionar con una negociación o concesión al gobierno de los EEUU.

Abre una luz de esperanza que el gobierno hable frente al pueblo de medidas tan importantes y largamente postergadas, las cuales han sido defendidas durante décadas por muchos economistas e intelectuales, aun exponiéndose a campañas de desacreditación en su contra por parte de los sectores conservadores. Sin embargo, no se trata tampoco de que el camino a partir de ahora esté cubierto de pétalos de rosa. Por el contrario, todas estas medidas conllevarán un costo social, un aumento de la desigualdad, por lo que el Estado tendrá que hacer un particular esfuerzo para no dejar a nadie desamparado. Esto nos lleva a hablar también de las medidas más inmediatas.

La dolarización de una parte segmentada del mercado, en el que ahora circularán tres monedas, puede tener impactos positivos en la recepción de divisas, pero no puede ser vista como una solución a largo plazo. Porque es incompatible con la justicia social que una parte de la oferta se le haga a la población en una moneda en la cual no es la que se le paga. Estoy de acuerdo con lo planteado por varios economistas en el sentido de que la dolarización parcial debería estar acompañada de un plan de desdolarización encaminado también hacia la unificación monetaria y cambiaria.

El camino que se vislumbra no será sencillo, y queda sin duda mucha maleza por despejar. Deja un gusto amargo en el paladar pensar en el costo social de no haber implementado estas medidas hace mucho tiempo. Sin embargo, creo que es también posible sentirse optimista, pensar que es mejor tarde que nunca, y que el pueblo cubano encontrará una vía hacia la prosperidad con justicia social que tanto se ha soñado.

20 julio 2020 42 comentarios 475 vistas
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discurso

Nota sobre ciencia social y discurso hegemónico

por Juan Valdés Paz 23 junio 2020
escrito por Juan Valdés Paz

El Presidente Díaz-Canel ha convocado e incorporado actores del sector científico técnico, al necesario diagnóstico y solución de los diversos problemas y desafíos que enfrenta la revolución cubana. Este reclamo, reiterado a lo largo de décadas, ha mostrado la insuficiencia de nuestros mecanismos institucionales para extender los conocimientos científicos y las buenas prácticas en las diversas esferas sociales. La integración de instituciones y profesionales bajo un nuevo esquema de gestión para enfrentar con éxito la  pandemia de la COVID-19, y la correspondiente prioridad política, sirven de prueba al canto.

Esta es también la situación, con mayor desventaja aún, de las ciencias sociales, las cuales -independientemente de la versión optimista o pesimista sobre el nivel de desarrollo alcanzado en la Isla- muestran una muy baja incidencia en los procesos sociales. Este es el caso de la más atrasada de todas ellas, las ciencias políticas, de tan limitada influencia en las agendas de gobierno y en la toma de decisiones. Todo lo anterior contrasta con el supuesto de los clásicos del marxismo de que la transición socialista sería una conducción conciente de los procesos sociales, basada en el conocimiento y la técnica social.

No obstante, el desarrollo relativo alcanzado por las ciencias sociales y humanísticas cubanas ha sido el suficiente para conocer e interpretar la evolución de la sociedad cubana en las últimas siete décadas, así como para caracterizar muchos de los cambios ocuridos en ella. De hecho, tras los procesos de simplificación de la estructura social ocurridos como efecto de las tranformaciones implementadas por el nuevo poder revolucionario en los primeros años de los sesenta, la sociedad cubana inició desde los años setenta su evolución hacia una sociedad socialista caracterizada por una mayor complejidad de sus estructuras sociales –demográfica, generacional, socioclasista, ocupacional, de ingreso, de status, etc.-  tal como se nos muestra en la sociedad cubana actual, más diferenciada y diversa que todas las anteriores.

Sin este saber y estimación de sus condicionamientos, la conducción social tenderá a subjetivizarse con un imaginario alejado de la realidad, basada en opiniones poco fundamentadas y expuesta a los prejuicios de los actores. Este desfase afectará en particular al discurso hegemónico con el cual los intelectuales orgánicos que decía Gramsci –políticos, funcionarios, militares, científicos y ténicos, artistas y escritores, gente del común y otros- han asegurado el consentimiento de la población al régimen surgido del poder revolucionario y a sus proyectos de nación y de sociedad. Pero obviamente, este discurso no puede tender a la simplificación frente a una sociedad que se complejiza; y a la vez, tendría que poder dialogar con la multiplicidad de actores, de ideas y propuestas, que contribuyen o contribuirían a dicha hegemonía.

Durante más de una década, el Primer Secretario del PCC y Presidente, Raúl Castro, reclamó en numerosas alocuciones un cambio de mentalidad, la superación de estereotipos políticos y la apertura al diálogo, el debate y la consulta pública. Mi compilación de estas orientaciones, en lo que denominé “El Código Raúl” me mostró, tanto su calado crítico y autocrítico, como su escasa resonancia entre los dirigentes y funcionarios, así como la solapada resistencia burocrática a las transformaciones requeridas.

Vale decir que el comportamiento político que se distancie o estorbe tales cambios en la mentalidad, la organización y el funcionamiento de nuestra sociedad, erosionará el discurso hegemónico de la Revolución y cederá más espacio a otros discursos contrahegemónicos.

23 junio 2020 16 comentarios 346 vistas
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