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Desarrollo

Evaluación del bienestar y la calidad de vida de la nación para su desarrollo

Inseguridad alimentaria
Desarrollo

Inseguridad alimentaria en Cuba: los platos sobre la mesa

por Rita Karo 24 mayo 2023
escrito por Rita Karo

Nací en los años noventa, cuando en la Isla había pasado el tiempo de la abundancia. En esos años ya la pirámide se había torcido y el contrabando permitía a mi familia comprar algunos cereales importados para mi alimentación. Fuimos privilegiados, pues recibíamos apoyo de un primo de mi abuela emigrado en los años 60 y de otras amistades que extendían sus manos desde el exterior del país. Así crecí yo, en una burbuja creyendo que todo iba bien porque los amigos de mi familia eran demasiado amables.

Esa es la Cuba que conozco, donde escribimos a aquel familiar residente en el «mundo libre» cuando se nos agotan los recursos en casa, y nos saca más o menos del apuro. Con la pandemia y el llamado ordenamiento aumentaron las vías para enviar alimentos desde el exterior y cubrir parte de la dieta básica. Eso amortizaba a los que seguíamos siendo privilegiados, pero. ¿acaso será siempre así o en Cuba se podrá sostener la eficacia productiva en la industria alimentaria? ¿Cuándo el Estado garantizará los nutrientes necesarios para que el cubano tenga una dieta digna?

Hace un año, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó la norma 148/22 correspondiente a la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, la cual tuvo como antecedente el Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional. Tales disposiciones se someten a lo concebido en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, decretada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual tiene como finalidad erradicar el hambre, asegurar la alimentación, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible; y que esto, a su vez, se traduzca a una mayor sostenibilidad económica, ambiental y social.

En este sentido, la más reciente legislación señaló tres líneas principales orientadas a la producción de alimentos por parte del Estado cubano y su esfuerzo real para garantizar nutrientes, hacerlos accesibles física y económicamente a la población, así como fomentar la educación para «modificar o mejorar las prácticas alimentarias de las personas, (…) optimizar su estado nutricional, de salud y bienestar».

precios

(Foto: Alexandre Meneghini/Reuters)

Dieta Nacional 

Desde hace más de 50 años, el gobierno garantiza la canasta básica mensual que contempla 19 productos alimenticios de primera necesidad y se distribuyen de manera equitativa por grupos etarios y las zonas urbanas y rurales, desde los núcleos familiares hasta los programas de atención escolares y de salud. Con el paso de los años, los recursos normados han sufrido disminuciones en cantidad y opciones, y los mercados y tiendas están desabastecidos. Acceder a alimentos de calidad y con precios justos es una gran dificultad, principalmente para trabajadores públicos que perciben el salario mínimo o son pensionados.

De acuerdo con el más reciente informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) correspondiente al año 2022, en Cuba se depende de importaciones que tensan el presupuesto nacional para sostener las garantías estatales, que incluyen la asistencia alimentaria a personas en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, frente a la carencia de alimentos, todos los ciudadanos son vulnerables, pues el acceso sigue siendo un problema y la búsqueda de comida posiblemente sea la conversación más recurrente y estresante en las casas cubanas.

No tener garantizado un plato de comida, hacer filas por horas para obtener los alimentos, pagarlos a sobreprecios, y tener que adquirir buena parte en el mercado informal —con los riesgos que presupone en cuanto a la garantía de su calidad y seguridad—, es un problema que, si bien tiene antecedentes, desde 2019 se ha hecho sumamente preocupante.

(Foto: La Nación)

El cumplimiento de las promesas del gobierno se prolonga y cada vez son más comunes las justificaciones ante una gestión deficiente. Los cubanos no quieren más políticas con resultados invisibles, ni informes que ofrezcan cifras que no se ven traducidas en el bienestar de la población.

Esto incluso ha sido reconocido por el mandatario Miguel Díaz-Canel cuando afirmó a finales del pasado año en la Asamblea Nacional del Popular «tenemos una Ley de Soberanía Alimentaria y no hay alimentos; vamos a aprobar una Ley de Fomento Ganadero y no hay ganado, tenemos una Ley de Pesca y no hay pescado».

Hecho en Cuba

El PMA reconoce que en el país, entre 70 el 80 por ciento de las necesidades alimentarias, son suplidas a partir de la importación. En el mencionado reporte anual se señala que «la economía experimentó una ligera recuperación con un aumento del 2 por ciento después de la abrupta caída del 11 por ciento en el Producto Interno Bruto en 2020», hecho poco significativo considerando que la producción de alimentos no manifiesta avances.

El Estado dispuso que más del 70 por ciento de su presupuesto para el 2023 esté destinado al sector social con la finalidad de garantizar beneficios obtenidos luego 1959. El país tiene muchas oportunidades para fomentar la producción agrícola y expandir este sector, sin embargo, no se atienden de manera sistemática y a conciencia las potencialidades que tienen las localidades para producir sus propios alimentos. La carencia de resultados parte mucho del desinterés de los gobiernos locales para poner en práctica acciones, no se incentiva a la población ni se le ofrecen alternativas para que se desarrollen y expandan la producción de alimentos.

El presupuesto estatal destinado al sector agroalimentario, en vez de apuntar a las grandes producciones como el café y la caña —igualmente deprimidas y previstas para la exportación— debería estar destinada a crear mecanismos a nivel comunitario.

Cuba no es un país con grandes recursos y los pocos que tienen son mal explotados. La industria pesquera es un ejemplo. A finales del año 2021 publiqué un texto donde precisamente se abordaba por qué en la Isla no se venden productos del mar, y estos no son contemplados en la dieta del cubano, siendo muchas veces más saludables y ricos en nutrientes. ¿Por qué no hay industria pesquera? ¿Por qué el gobierno no regula correctamente el comercio ilegal de pescado y mariscos?

La especialista entrevistada comentaba que el Estado, en vez de considerar el mar como fuente primera de alimentación, lo explota principalmente para el turismo de sol y playa. También se dan fenómenos como la sobrepesca y la depredación. Unido a esto es inexistente una educación sistemática de la población en materia alimentaria y no se incentivan soluciones factibles como el maricultivo y la acuicultura en el sector privado y en comunidades pesqueras.

¿Qué presupuesto destina Cuba para las importaciones? De acuerdo con datos publicados en el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), en 2021, Cuba importó bienes por un total de $3,45MM de dólares; entre los productos principales se contemplan la carne de ave, el trigo, la leche concentrada, el crudo de petróleo y el arroz, siendo España, China, Estados Unidos, Canadá e Italia los emisores más importantes.

Por su parte, la última actualización de datos en la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) registra, hasta el diciembre del 2022, el volumen de inversiones por 18 clases de actividades económicas, donde se ejecutaron 71 069 millones de pesos distribuidos en su mayoría al servicio empresarial, actividades inmobiliarias y de alquiler (1), la industria manufacturada excepto la industria azucarera (2), transporte, almacenamiento y comunicaciones (3), suministro de electricidad, gas y agua (4) y explotación de minas y canteras (5).

La agricultura, ganadería, caza y silvicultura cae en el octavo puesto, seis veces menor que el sector con mayores inversiones, mientras que la pesca y la industria azucarera están entre las tres áreas menos favorecidos. Si se analiza la serie histórica de los últimos diez años, queda en evidencia que la inversión en el mencionado renglón durante el año 2022 es aproximadamente 2,4 veces menos que la de 2012, mientras lo invertido en actividades empresariales, inmobiliarias y de alquiler se multiplicó por más de 3.  

Tierra ociosa, platos vacíos

Entre exigencias más recurrentes que se le hacen desde los expertos a la actual gestión del gobierno cubano sobresale el establecimiento de políticas públicas focalizadas. Por años se vivió bajo un sistema que contemplaba «las necesidades y potencialidades de los ciudadanos cubanos» por igual. Quizá en esa homogenización de la sociedad se descartó la posibilidad de que germinaran actores sociales capaces de dar un impulso a la economía nacional, como consecuencia, vinieron la inactividad, la poca creatividad y la improductividad.

Cuando se comenzaron a «abrir» las oportunidades, se diversificaron las formas de producción y comercialización, y se liberalizaron varios precios, nos olvidamos de que había una población que no pudo ni puede acceder por igual a estas opciones protagonizadas principalmente por el sector privado. Hoy enfrenta la crisis con mucho menos garantías y protecciones, y su alimentación se ha visto sumamente afectada en los últimos años debido a la baja oferta de alimentos en los mercados estatales en moneda nacional, sumado a atrasos en la entrega de algunos productos canasta familiar normada y la desaparición o reducción de otros —principalmente los vinculados a dietas médicas. 

Como mismo muchas familias dependen de la ayuda de los parientes emigrados —y el gobierno de esa inyección de capital en moneda dura—, el Estado cubano se benefició por años de los subsidios y tratos ventajosos con el extinto bloque socialista en Europa del Este, y no desarrolló una agricultura e industria alimentaria que le permitiera suplir las necesidades de sus ciudadanos.

Uno de los principales problemas que aquejan a los cubanos hoy es la inseguridad alimentaria. Por tanto, es urgente que el presupuesto del Estado aporte más a la producción en el sector agroalimentario. Hay que fomentar la producción local, las huertas, educar a la ciudadanía, demostrar la importancia y lo necesario de incorporar nutrientes a través de otros alimentos ricos en vitaminas y proteínas, mientras se diversifica la oferta, se reducen los precios los precios, y se exploran vías expeditas para la cosecha y la distribución de productos. Ello requiere equipos de organizados e incentivos para trabajar en el sector.

Agricultura-Cuba

(Foto: Radio Bayamo)

Sin los referidos incentivos no habrá producción, sin producción habrá hambre, descontento y emigración, y los resultados a mediano plazo serán peores: una economía más deformada, una población más empobrecida, y menos personas en edad laborable que sostenga, no solo el sector agroalimentario, sino los otros que hoy son prioridad en la estrategia inversionista.

24 mayo 2023 16 comentarios
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Empobrecimiento pobres
Desarrollo

El empobrecimiento de los pobres

por Mario Valdés Navia 22 mayo 2023
escrito por Mario Valdés Navia

En la mente de los que repensamos los asuntos cubanos rondan varias preguntas de compleja respuesta: ¿Por qué si la naturaleza autoritaria del Gobierno/Partido/Estado data de inicios de los años sesenta, es ahora que ocurren la mayor cantidad de protestas callejeras?

Si la Revolución afectó a los ricos para beneficiar a los pobres, ¿por qué la mayoría de los manifestantes y encarcelados actualmente pertenecen a los sectores más pobres? ¿Es que antes no éramos tan pobres, o es que la naturaleza de la pobreza cambió?

La respuesta del Gobierno/Partido/Estado y sus medios oficiales es la esperada: Ni siquiera emplean el término pobreza y sus derivados al informar sobre Cuba, sino subterfugios tales como vulnerables, población en riesgo o en desventaja, deambulantes, siempre en vías de superar su inopia momentánea.

(Foto: Lester Chang)

No obstante, los espectros de la miseria que parecían exorcizados de nuestras calles y campos han vuelto por sus fueros con su triste cortejo de limosneros, buzos, personas famélicas y viviendas paupérrimas siempre a punto de derrumbarse. Analicemos el casi invisibilizado problema de la pobreza y por qué cada vez los cubanos y cubanas pobres parecen tornarse más obstinados y revoltosos.

-I- La pobreza estatizada

En 1958, la economía cubana era de las más productivas del mundo, por tanto, sus dificultades y contradicciones no eran por escasa producción, sino por la forma tan desigual en que se creaba y redistribuía la copiosa renta nacional. De ahí que en La Historia me absolverá (1955), Fidel enfatiza en que las grandes riquezas del país se debían distribuir con más equidad y justicia.

En aras de ese objetivo, desde enero de 1959 se inició el desmantelamiento, no solo de la anterior forma de gobernanza ─alterada por un septenio de dictadura militar y guerra civil─, sino de toda la sociedad anterior. La proclamación del nuevo estatuto constitucional de 1959, que concentraba los poderes ejecutivo y legislativo en el Consejo de Ministros, debió alertar a todos de que se venía una revolución socialista, no una vuelta al status anterior al diez de marzo.

Intelectuales (1)

 (Foto: Jung/ullstein bild via Getty Images)

En menos de un año, la rica y diversa vida política que caracterizó a la república y que luchaba por subsistir aún en el Batistato, fue sustituida por un nuevo modelo centrado en multitudinarias asambleas populares donde el líder supremo y la masa enardecida se fundían en un proceso de comunicación que discurría en un solo sentido.

La manera en que Fidel encarnó los más profundos anhelos de redención social y nacional de los sectores populares, mezclados a promesas incumplibles y sueños utópicos, y los presentara como tareas realizables en el lapsus de sus vidas, hizo que millones se sumaran al Gran Ejército de la Revolución y abandonaran las tradiciones cívicas de la república burguesa. Las mismas por las que apenas unos meses antes estaban dispuestos a dar la vida.

Con el nuevo concepto de Revolución en el Poder, esta ya no vendría desde abajo, sino «desde arriba» y las masas no la protagonizarían, sino que «se sumarían a ella», «se incorporarían», «participarían», «serían convocadas» y, para ello, tendrían que serle «fieles», «leales» y «estar dispuestas a cualquier sacrificio». Su marcha fue asumida como un mítico viaje nacional en pos del nuevo Vellocino de Oro: la sociedad comunista —reforzada con la imagen simbólica del yate Granma—, con apresuramientos, avances lentos y descansos antes de nuevas cargas.

Las familias humildes fueron beneficiadas con la garantía estatal de trabajo seguro, salario estable, precios fijos, distribución equitativa normada y acceso gratuito o asequible a educación, salud, centros recreativos e instituciones culturales, antes elitistas. A ello se sumaba un cuantioso régimen de becas en universidades cubanas y extranjeras que facilitaba la entrada de los hijos de familias pobres en el hasta entonces estrecho círculo de los estudios superiores. «Pobreza amparada» la llamaría Aurelio Alonso.

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Foto: MES

De esta forma, el Estado concentraba en sus manos casi todo el ingreso nacional y lo redistribuía centralmente, lo que acrecentaba su imagen paternalista de benefactor de la sociedad. En el imaginario social prevaleciente parecía que cualquier hombre o mujer del pueblo podía asegurar, como Luis XIV: «L´Etat c´est moi» («El Estado soy yo»). Tal era el sentido que adquirían, para las familias trabajadoras, los mencionados eventos derivados de la desaparición de la hegemonía de propiedad privada capitalista, con su corolario de desigualdades y vejámenes hacia los proletarios.

Sin embargo, pronto los enormes gastos de defensa por el conflicto con los Estados Unidos y los errores/horrores de los experimentos económico-sociales se unieron a otros factores adversos propios de las economías estatalizadas y centralizadas como las que primaban en Europa del Este —predominio de grandes monopolios estatales, pérdida de calidad por la falta de competencia, pocos incentivos para trabajar más y mejor…—. A causa de esto, el país entró en una espiral de crisis económica que duró hasta los años setenta.

En la etapa del socialismo real cubano (1971-1991), el nuevo pacto social que se impondría —especie de copia cubanizada del modelo soviético— aceptó la estimulación material de los trabajadores tanto por la vía salarial como por los premios y otros fondos colectivos a nivel de empresa. El fomento de un amplio mercado complementario (paralelo) permitía la realización sistemática de los ingresos adicionales de los trabajadores de forma más o menos amplia.

Tras la aceptación del tutelaje soviético y el ingreso al CAME (1972), se asignó a Cuba el papel de suministradora a gran escala de tres productos primarios (azúcar, cítricos y níquel), a cambio de todo un tropel de mercancías y servicios a precios subvencionados que permitieron a la Isla obtener pingües ingresos y mantener, artificialmente, un elevado nivel de consumo durante casi dos decenios de vacas gordas que muchos creyeron sostenible en el tiempo.

Por eso, la primera generación de la Revolución, nacida durante el baby boom del quinquenio 1959-1964 pudo disfrutar durante su adolescencia y juventud de un entorno asegurado estatalmente que les permitió estudiar, empezar a trabajar y formarse proyectos de vida futura que luego quedarían truncos. La existencia del Estado como benefactor y repartidor de premios por buena conducta era la base para el adoctrinamiento y la obediencia de las mayorías ante la evidente falta de libertades y democracia que se manifestaba por doquier.

-II- La pobreza por cuenta propia

La desaparición del campo socialista y la URSS y el estallido de la crisis del Período Especial dieron al traste con aquel modelo y su contrato social. Ni siquiera el espejismo transitorio de la alianza con la Venezuela Bolivariana pudo suplir el incontable apoyo de los subsidios soviéticos. La pobreza estatizada mutó y se transformó cada vez más en una pobreza por cuenta propia.

En la nueva sociedad mixta imperaría la crisis de valores, fruto de la convivencia entre diferentes actores económico-sociales: sector estatal depauperado; capitalismo de Estado (empresas mixtas, asociaciones, redes de comercio mayorista y minorista…); pequeños y medianos productores (campesinos, transportistas, cuentapropistas); economía subterránea; familias y comunidades que sobreviven en el rebusque y la miseria en entornos marginales.

Marcha

 (Foto: Hypermedia Magazine)

En este nuevo escenario, la continuidad en el poder oligárquico —caracterizado por clientelismo, prebendas, devoción al jefe protector, secretismo, soborno, burocratización, etc.—, se fue tornando cada vez más insoportable para el resto de la sociedad que sufre ante el parasitismo de este grupo social devenido en clase, y clama por mecanismos democráticos transparentes, de control popular, que le pongan coto.

Para los sectores populares en su conjunto la situación ha ido de mal a peor. Desde inicios del siglo XXI, la adopción de una política de austeridad para reducir gastos del presupuesto y pagar los compromisos de la deuda externa provocó la disminución de las personas atendidas por la seguridad social. El coeficiente Gini, indicador que mide la desigualdad, no es publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) desde 1999; en 1988 era de 0,25%, en el 2005 —acorde a lo dicho por el economista José Luis Rodríguez— ascendía a 0,45%, hoy debe bajar del 0,60.

El ineficaz empleo de la agroindustria azucarera —y desvío hacia otros fines de los fondos de amortización y acumulación— la hizo quebrar estrepitosamente, lo cual condujo a su desmantelamiento por decisión gubernamental. Fue enorme el cataclismo sociocultural provocado en cientos de bateyes, poblados y municipios por el cierre de los centrales y granjas cañeras. Esta situación marcó con el sello de la inopia y el abandono a regiones enteras del país antes florecientes.

Poco

 (Foto: Oscar Alfonso Sosa)

Para la población se hizo evidente que, si al Período Especial se había entrado como país, la salida de la crisis habría que buscarla de manera personal y/o familiar. Remesas del exterior; migración a cualquier otro lugar del mundo; conversión de más de 160 000 pobladores en «súbditos» de la corona española; posposición —a veces eternas— de los embarazos, se volvieron tendencias crecientes que no pudieron ser detenidas con anuncios de reformas salvadoras, Lineamientos, estrategias y hasta una nueva constitución para un supuesto Estado Socialista de Derecho.

La lealtad de los sectores populares se resiente en particular cuando las diferentes generaciones, en particular las más jóvenes, perciben que no podrán salir de la pobreza por mucho que aporten. Sobre todo, si se parte del enfoque desarrollado por el premio Nobel Amartya Sen, quien la define como pobreza cultural: aquella que afecta las libertades positivas de las familias y expresa la falta de capacidad del individuo para realizar a plenitud su potencial productivo.

En 2021, a los problemas en el ejercicio efectivo de la democracia y la participación política, la desestimulación al trabajo asalariado en condiciones de doble moneda y múltiples tasas de cambio, la Tarea Ordenamiento sumó una correlación lapidaria para los trabajadores: la caída del 38,2% del salario en la conformación del PIB, junto a una elevada inflación. Esto se acompañó de la disminución de todos los indicadores de la industria alimentaria nacional y la importación de alimentos. En adición, la posterior desaparición de varios medicamentos dejó su adquisición en manos del mercado informal.

Desigualdades, pobreza y posicionamientos políticos

(Foto: EFE)

Esta ecuación genera una elevación galopante de los precios de los alimentos y otros productos básicos que diluye literalmente el salario en manos de los consumidores, al punto de estimarse el salario medio real (ajustado a la inflación) de 2022 era un 39% menos que el del 2020. Salarios, pensiones y jubilaciones no alcanzan para vivir más de una semana.

Desde el punto de vista de la desigualdad social, más de tres décadas de acumulación cultural desgastante en el imaginario colectivo, y la situación particular de crisis a partir de 2019, debilitan la legitimidad del Gobierno/Partido/Estado sobre todo en aquellos sectores que han tenido menos oportunidades para aprovechar los nuevos nichos de ingresos; según la socióloga Mayra Espina: «Mujeres, negros y mestizos, los adultos mayores, y algunos territorios específicos». Una situación así, mantenida en el tiempo, sería el caldo de cultivo más propicio para un estallido social, cuyos protagonistas no serían agentes pagados por el Imperio, sino hombres y mujeres de los estratos menos favorecidos por las parciales e ineficaces reformas acometidas.  

Para superar este empobrecimiento generalizado es preciso que se asuma un proyecto de país genuinamente popular y nacional, no oligárquico y antinacional, donde los recursos de inversión pública se empleen en beneficio de las grandes mayorías. En él todas las personas serán sujetos activos y recibirían dosis cada vez mayores de empoderamiento y participación.

Urge una participación real y efectiva de la ciudadanía en los asuntos públicos, libertad para los presos políticos del 11J y otras protestas ciudadanas posteriores, y un reconocimiento de la sociedad civil independiente. Estas acciones y garantías contribuirían profundamente a la creación de una sociedad más democrática, solidaria y participativa donde los diferentes sectores sociales, principalmente los populares, recuperen las ansias de hacer y prosperar en el bien común empezando por el de sus familias, amigos y comunidades. 

22 mayo 2023 14 comentarios
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Recetario ruso
Desarrollo

El recetario ruso para Cuba: visión preliminar

por Mario Valdés Navia 10 abril 2023
escrito por Mario Valdés Navia

A poco de anunciarse la creación de un centro ruso-cubano para preparar “transformaciones económicas en Cuba basadas en el desarrollo de la empresa privada”, ya se anunciaron los elementos principales de su diagnóstico de la maltrecha economía cubana y lo esencial de las medidas que proponen para transformarla y reanimarla acorde a los objetivos de los grupos hegemónicos que conducen el proceso.

El presidente del Consejo Empresarial Rusia-Cuba, el millonario liberal de derecha Boris Titov, cercano a Putin, anunció que: “Los economistas rusos le ofrecieron  a Cuba un plan de cambios de mercado que conserva el apoyo social.” La columna vertebral del proyecto es el fomento de mpymes, pues en este archipiélago: “equivalen a las empresas privadas, ya que el Estado controla todas las áreas estratégicas”. 

Si el objetivo del programa de reformas solicitado por el Gobierno/Partido/Estado a los especialistas rusos es el desarrollo de la empresa privada, entonces “Algo no huele bien en Dinamarca”. Baste recordar que en la historia no han existido modos de producción basados en la pequeña y mediana producción mercantil. En el esclavismo, feudalismo y capitalismo esta siempre ha sido secundaria respecto a la gran propiedad. Un vistazo al mundo actual confirma este aserto.  

Aparte de la entrevista con Titov en Sputnik, no he podido encontrar el informe en extenso, por lo que aún no es posible analizarlo completo, pero sí comentar sus elementos de partida y las condiciones en que tal transformación podría ocurrir en el contexto cubano, altamente estatizado, burocratizado y militarizado y, a consecuencia de ello: empobrecido, esquilmado y carente de recursos fundamentales. Al mismo tiempo, será útil barrer mitos acendrados y subrayar realidades incómodas.

Recetario ruso

Boris Titov. (Foto:cinemaplex.ru)

-I-

Elementos económicos de partida

Entre las primeras condiciones que se precisan para garantizar la acumulación capitalista está la existencia de fuerza de trabajo capacitada para satisfacer las demandas del proceso inversionista. En este sentido es mucho lo que queda por hacer en Cuba.

En la estructura ocupacional de la envejecida población cubana, el 48% de los trabajadores pertenece al área de los servicios públicos (salud, educación, cultura, deportes) y la burocracia partidista-estatal ligada a la administración. Solo el 52% restante se ocupa de la fabricación de bienes (industria, agricultura, ganadería, pesca, construcción…) y servicios productivos (turismo, transporte, almacenamiento, comercio, banca…). Es preciso canalizar grandes volúmenes de  fuerza de trabajo del sector improductivo al productivo.

La correspondiente medida ya fue iniciada por el Gobierno desde septiembre de 2010, cuando se anunció que se eliminarían más de 500 000 empleos públicos y se autorizarían unos 250 000 pequeños negocios en un plazo de seis meses. Además, se esperaba crear otros 200 000 empleos no estatales mediante cooperativas y otras fórmulas.

Al unísono, se suavizaron las regulaciones a los pequeños empresarios: ahora podrían subcontratar mano de obra y alquilar locales, y solamente deberían pagar hasta un 40% por ciento de sus ingresos brutos en impuestos. Aunque este ritmo de transformaciones pronto fue sofrenado, el drenaje de fuerza de trabajo desde los servicios hacia la producción continuó; solo que su destino derivó, más que al TCP, hacia la economía informal y la emigración.

Al mismo tiempo, el holding GAESA seguiría absorbiendo los sectores más rentables y prometedores de la economía estatal y mixta: grupo Cubalse (2009); ETECSA (2011); Zona Especial de Desarrollo Mariel (2013). Sin rendir cuentas a ninguna institución pública, los principales paquetes de acciones de las empresas pasaban a manos de grandes accionistas privados y muchas de ellas eran registradas en el exterior, principalmente en Panamá.  

La prioridad otorgada por el supermonopolio a la inversión inmobiliaria y el comercio, tanto  exterior como interior, llevó a la ruina a los sectores tradicionalmente más productivos de la nación, agricultura y agroindustria, hasta llegar al crítico estado actual. La participación de las manufacturas de media y alta tecnología en las exportaciones de los países de LATAM 2019-2021 muestra resultados nada halagüeños para Cuba: 8%, lugar 31 de 34.

Obviando a los países más poderosos de la región, casi todos nuestros vecinos centroamericanos y caribeños están muy por encima de Cuba: Costa Rica: 60% (2.); Panamá y Trinidad Tobago: 42% (4. y 5.); media de Centroamérica: 37% (8.); R. Dominicana: 33% (9.). La media de la región llega al 59%, más de siete veces la cubana.

Algo similar ocurre con los resultados del turismo. En 2022, Cuba recibió 1,6 millones de turistas, de un plan original de 2,5. Menos del 38% del año anterior a la pandemia. Mientras, la recuperación del resto del área caribeña fue espectacular y rebasó las cotas anteriores: R. Dominicana acogió 5 veces más: 8,5 millones; y el Estado mexicano de Quintana Roo, 15 veces más (+ de 25 millones).

Si bien Titov resaltó la necesidad de que el Gobierno elimine las barreras al fomento de las mpymes, en particular las fiscales: ¿podrán las mpymes disponer de capital y fuerza de trabajo para asumir el rescate de la economía cubana? Si las mpymes siguen siendo creadas a cuentagotas por el Consejo de Ministros: ¿Cuántos años demorará crear un sector privado que pueda resolver los problemas económicos acumulados en campos y ciudades? ¿Acaso las mpymes podrán sustituir a la gran producción agroindustrial como fuente principal de la renta nacional, algo nunca visto en la historia de Cuba? Con perdón de los asesores eslavos, lo dudo mucho.

Recetario ruso

-II-

Elementos sociales de partida

Con esta situación económica los indicadores sociales no pueden ser buenos, a pesar de los éxitos acumulados en décadas anteriores. Si bien a mediados de los ochenta el nivel de pobreza se informaba en un  6.6% y el  índice de desigualdad (coeficiente de Gini) en un 0.24, la ONEI dejó de publicar esos datos desde 1999, cuando el Gini había ascendido 0.40 y la pobreza urbana abarcaba un 20% de la población.

En 2018, José Rodríguez calculaba el Gini en 0.45 y desde entonces la desigualdad se ha incrementado, sobre todo a partir del fracaso de la Tarea Ordenamiento que multiplicó las diferencias en la distribución y el consumo como nunca antes y lanzó a las clases trabajadoras a la inopia.

Por ello, comparto el criterio de que la clase obrera estatal cubana, constituye un proletariado socialista en estado de precariado, ese: “nuevo gran grupo social de gente `a quienes no les alcanza el salario` en Cuba”. La generalización del precariado entre los sectores trabajadores hizo primar en ellos la ideología del rebusque. En sus generaciones más jóvenes se expresa en el abandono de los mitos revolucionarios y el afán de irse del país.

Ante la negativa del Estado a cambiar sus obtusas políticas, la respuesta de la población no resignada es a cambiar de país de residencia. Según Havana Consulting Group, en 2022, 366 000 pobladores emigraron, más que en todas las olas migratorias anteriores desde 1965. La mayoría eran jóvenes con educación media superior o superior terminada, y emprendedores provistos de capital para costearse el costoso viaje e invertir en su nuevo hogar.

La otra cara terrible de la pobreza cubana es el deterioro de los servicios sociales y la seguridad social y ciudadana, emblemas de la nueva sociedad durante décadas. Cuando Titov habla de conservar el apoyo social en el proceso de privatización que se fragua espero que no esté pensando en la experiencia rusa, terrible para los indicadores sociales del país.

Desde el fin de la URSS, la inversión en los hospitales públicos fue relegada y su infraestructura se deterioró aceleradamente. Las ideas de los Putin`s boys  sobre la llamada Optimización del sistema de salud hicieron que entre 2000 y 2018, el número de hospitales disminuyera  de 10 700 a 4 390 ─la mayor parte en Moscú y San Petersburgo─ para una población de 146 millones. Pese a la existencia de un sector de medicina privada, cuyos precios son muy altos aún para el ciudadano medio, se estima que solo un 20% de la población rusa tiene acceso a servicios médicos de calidad.

Muchos han sido los retos enfrentados en #Cuba desde que se confirmaron los primeros casos de #COVID19.
Gracias a la labor incansable de los trabajadores de la #Salud, a nuestros hombres y mujeres de ciencia y al quehacer de todo un país 🇨🇺, hoy la cifra de contagios es mínima. pic.twitter.com/rEuN7P09vh

— Manuel Marrero Cruz (@MMarreroCruz) March 11, 2023

-III-

Privatizar con quiénes

En una primera lectura puede parecer que las propuestas de los think tanks rusos coinciden bastante con las que los economistas cubanos vienen planteando hace la friolera de treinta años y que el Gobierno/Partido/Estado ignorara olímpicamente. Pero no es tan así: lo principal no es fundar miles de mpymes, sino cómo y a quiénes se autorizará para hacerlo y qué mecanismos se emplearán para asignar los recursos financieros y materiales que se distribuirán para desarrollar este sector privado.

Hasta ahora, los nuevos capitalistas cubanos no han surgido de las mpymes, sino de los grandes bolsones de capitalismo de Estado que han proliferado a partir de la reconversión de la propiedad pública estatizada en asociaciones mixtas con capital extranjero y/o las empresas de origen militar que se fundaron mediante sociedades anónimas registradas en otros países a través de funcionarios del Estado, o sus prestanombres extranjeros. Con tales patentes de corso surgidas con el pretexto de burlar las restricciones del bloqueo estadounidense, un bribón puede izar el pabellón pirata y apropiarse de la empresa pública cubana como mero botín de guerra, o pago por sus servicios.

Lo más peligroso que parece tener esta privatización a gran escala vía mpymes es que la llevada y traída empresa estatal socialista ya ni siquiera se menciona.  Su colectivo de trabajadores ─que constituye la empresa en sí, más que sus edificios, maquinarias y herramientas─ es ignorado totalmente y solo espera a que alguien les diga cuál será su destino, como ya pasó cuando el desmantelamiento de la industria azucarera hace veinte años.

¿Por qué no se hacen cooperativas de trabajadores para operar las empresas estatales quebradas? Si la empresa se va a privatizar ¿acaso sus trabajadores no tienen derecho a un paquete de acciones por los años trabajados en ella? ¿Las empresas serán sometidas a una licitación abierta, o sus nuevos dueños serán seleccionados por un proceso de cooptación, como muchas de las actuales mpymes creadas por exfuncionarios, militares y personas confiables que nadie sabe de dónde obtuvieron capital para fundar una empresa?

En las propuestas de reformas hechas por economistas cubanos que he estudiado siempre se ha empezado por la transformación de la actual empresa estatal en modernas entidades autogestionadas, con mayor autonomía y participación obrera, o en cooperativas de trabajadores en esferas como la industria, transporte, construcción, comercio y otras donde nunca se han fomentado.

¿Por qué no probar con la cooperativa obrera y la inversión del capital extranjero de origen cubano antes de seguir privatizando a dedo en procesos de creación de mpymes que sirven para lavar el capital mal habido de burócratas cleptómanos?  Si las mpymes van a preceder y camuflar un futuro proceso masivo de privatización del sector público hacia estos nuevos burgueses ya establecidos, es preferible hacerlo desde ahora mediante licitaciones públicas abiertas, no por recetas de asesores extranjeros al servicio de los mandamases de Rusia y Cuba.

10 abril 2023 31 comentarios
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Cuento
Desarrollo

El cuento de nunca empezar

por Mario Valdés Navia 14 febrero 2023
escrito por Mario Valdés Navia

Por estos días se debate en torno a la decisión del Gobierno/Partido/Estado de crear un centro para preparar «transformaciones económicas en Cuba basadas en el desarrollo de la empresa privada». El equipo de Putin´s boys, que enseñará cómo hacerlo, incluirá expertos del Centro de investigación Estratégica, del lnstituto de Pronósticos Económicos y del influyente think tank que es el Instituto PA Stolypin de Economía del Crecimiento.

Aunque aun no se ha explicado oficialmente el alcance de este proceso privatizador y las formas que adoptará, su enunciación deja poco margen a la imaginación. El desmantelamiento del sector estatal tal y como lo hemos conocido durante seis décadas, está declarado. Sin embargo, lo cierto es que no será la primera vez que este gigantesco sistema empresarial estatizado sufra transformaciones profundas.

Lo novedoso es que ahora sea el propio Gobierno/Partido/Estado el que haga tabla rasa de sus mantras ideológicos supuestamente eternos, plasmados incluso en la reciente Constitución 2019 y abandone la idea de preservar la sacrosanta empresa estatal socialista para privatizarla al modo ruso. Si algún ciudadano  hubiera salido con un cartel pidiendo algo así hubiera sido acusado de sedición.

¿Cuántas veces en estas seis décadas se ha modificado el sistema empresarial con el  pretexto de que ahora sí vamos a construir el socialismo? ¿El desmontaje del sector socialista empezará ahora, o viene efectuándose desde tiempo atrás a la vista de todos? ¿Si el socialismo nunca se ha construido, entonces lo que hemos vivido los cubanos por cuatro generaciones es como El cuento de nunca empezar, de Joaquín Sabina?

Cuento

-I-

Desde que Lenin y los bolcheviques negaran los postulados marxistas sobre la revolución proletaria mundial y decidieran construir el socialismo en un solo país (por demás atrasado y aislado), se discutió si sería posible alcanzar esa quimera. Setenta años después, el derrumbe del sistema socialista mundial puso fin a la histórica controversia.

Por eso, soy de los que prefieren denominar a los estados que infructuosamente pretendieron abolir el capitalismo como de vocación socialista. Ninguno ha sido nunca verdaderamente socialista. El caso cubano es muestra fehaciente de ello.

Desde 1960 se intentó establecer un modo de producción no capitalista, que potenciara aun más el desarrollo de las fuerzas productivas y fomentara un nuevo tipo de relaciones sociales, más justas y equitativas. Inicialmente se intentó lograr esto último a través de la distribución; pero pronto la economía comenzó a caer en lugar de crecer.

Las carencias en la organización de la producción, la circulación y el consumo, unidas a los crecientes gastos de defensa por el conflicto Cuba-Estados Unidos, condenaron al ya proclamado socialismo en un mecanismo de redistribución y reproducción de la pobreza. Su talón de Aquiles era la falta de estímulos al productor directo y al propio aparato productivo, donde la competencia fue sustituida por un supuestamente inefable plan de producción, elaborado y controlado burocráticamente, de espaldas al mercado.

El primer gran equívoco fue considerar que la expropiación violenta y acelerada de las propiedades capitalistas y su traspaso al Estado, las convertían al instante en empresas socialistas y determinaban el triunfo del nuevo modo de producción. Cuando Fidel proclamó: «Los imperialistas no nos pueden perdonar que hayamos hecho una revolución, una revolución socialista, aquí, bajo las mismas narices de los Estados Unidos», parecía que el socialismo estaba implantado, pero sus raíces habían prendido en falso en el suelo cubano.

Rápidamente, los criterios de mercado fueron abandonados y la recién creada Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), elaboró el Plan Cuatrienal de Desarrollo 1962-1965. Su fin era superar la condición de gran exportador mundial de azúcar y lograr la industrialización acelerada y la diversificación. Ambas tareas fracasaron.

A despecho de las visiones marxistas del socialismo como unión de productores libres, se crearon poderosas empresas monopolistas que centralizarían la producción como nunca antes, sin que ello se revirtiera en un incremento productivo. Ejemplo de ello fue la conformación de la Red Nacional de Acopio –entre 1962 y 1963‒, subordinada al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA).

Las grandes empresas latifundistas del Ministerio de la Agricultura (MINAGRI), ejercieron total hegemonía sobre los demás sujetos económicos de su área de acción, tan desprotegidos ante sus desmanes que ni siquiera podían apelar a los tribunales para reclamar. El caos provocado en la producción agropecuaria por el voluntarismo y la soberbia burocrática sobre los productores, en particular los campesinos, destruyó una de las mejores agriculturas y ganaderías tropicales del mundo, cuya floreciente tradición databa de fines del siglo XVIII.

En la gestión empresarial se introdujeron elementos ideopolíticos de claro perfil idealista-voluntarista, enfocados en sustituir el papel del mercado y el interés económico de los diferentes actores por sucedáneos ineficaces: el plan, la conciencia y el trabajo voluntario. La tesis del Che de que «en tiempo relativamente corto el desarrollo de la conciencia hace más por el desarrollo de la producción que el estímulo material», pronto demostró su inoperancia y el crecimiento económico se derrumbó.

cuento

La tesis del Che de que «en tiempo relativamente corto el desarrollo de la conciencia hace más por el desarrollo de la producción que el estímulo material», pronto demostró su inoperancia. (Foto: Letras Libres)

La propuesta de solución para reanimar la producción y la productividad fue como echarle gasolina a un incendio: la Ofensiva Revolucionaria (1968). Fidel declaró: «De manera clara y terminante debemos decir que nos proponemos eliminar toda manifestación de comercio privado».

De súbito fueron expropiadas 57 600 pequeñas empresas privadas urbanas: tiendas de productos industriales, bodegas, bares, timbiriches*, servicios de consumo e industrias. Más de la mitad habían surgido después de 1961. El Estado, incapaz de sustituir la oferta de bienes y servicios de las pequeñas empresas, cerró la mitad de estas en tres meses. En lugar de solucionar, la nacionalización absoluta empeoró la escasez de bienes de consumo.

Tras integrarse en 1972 al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), se aplicó una copia tropicalizada del modelo soviético de gestión económica, que incluía espacios para el comercio privado y se abrió el Mercado Libre Campesino (1980). La adopción de un Sistema de Dirección y Planificación Económica (SDPE), basado en el cálculo económico, devolvió a la empresa cierta autonomía y se reutilizaron la planificación mercantil, contabilidad y auditoría al estilo soviético. Era la época de la «eterna amistad con la Unión Soviética» y todo lo que venía de Moscú era tenido por cosa divina e inefable.

-II-

Tres lustros después, el inicio de la Perestroika en1985 puso en alerta al grupo de poder hegemónico cubano, que comprendió el potencial destructivo de aquellas reformas para el modelo de socialismo estatizado. De ahí que Fidel arremetiera contra el SDPE por sus «fórmulas capitalistas», con el llamado Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas.

Su objetivo era «reasumir el papel protagónico de la ideología revolucionaria, relegada por el falso criterio de la eficiencia espontánea de los mecanismos económicos». La consigna fungía como un déjà vu de los sesenta: «¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!».

El sistema empresarial fue uno de los principales espacios de reformas centralizadoras que terminaron con la flexibilidad del SDPE. Los cambios principales fueron la aparición de los contingentes, como forma superior de organización del trabajo; la creación del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, paladín de la nueva empresa socialista de alta tecnología y la aplicación por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) de un Sistema de Perfeccionamiento Empresarial, basado en una  contabilidad confiable, autonomía en la administración de los recursos humanos y pago por resultados.

El desmantelamiento del SDPE y el fin de las subvenciones soviéticas (unos 6,000 millones de USD), resquebrajaron los ciclos económicos y debilitaron la economía en vísperas del inicio del Período Especial. No obstante, la crisis fue escenario propicio para que florecieran un puñado de empresas organizadas desde el Poder a la manera capitalista.

En 1993, se autorizó a la Corporación CIMEX, S.A. ‒creada por la inteligencia cubana en Panamá en 1978‒ para controlar las remesas crecientes. Con ese fin fue creada en 1984 la Financiera CIMEX, S.A. y American Internacional Services, S.A. en 1988.  Otra de sus empresas, HAVANATUR, SA, se encargaría de los viajes de  los exiliados a Cuba. A su vez, el mercado dolarizado –mayorista y minorista− también estaría controlado por sus comercializadoras.

Cuento

Un año después, para controlar todo ese naciente sector de capitalismo de Estado ligado al comercio en divisas, los servicios financieros y el turismo, fue creado  el super holding Grupo de Administración Empresarial S.A (GAESA), dirigido por el  general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, por entonces yerno de Raúl Castro.

Al cercenar al sistema empresarial socialista sus sectores más rentables, comenzó el proceso de desmantelamiento del sector estatizado y la subordinación de la economía nacional a los intereses de una supraentidad capitalista creada por la propia dirección del país. A partir de entonces las declaraciones pomposas a favor del lugar prioritario de la empresa estatal socialista sonaron como golpes de pecho.

Mientras, el leviatán GAESA se iba apoderando de más y variadas empresas importantes (CIMEX en 2006; Cubalse en 2009; ETECSA en 2011; BFI en 2016 y Habaguanex en 2017) y subordinando la política económica del Estado, en primer lugar la inversionista, a sus intereses particulares.

Desde finales de los noventas las principales medidas han estado en función de desplazar a las empresas cubanas y las asociaciones mixtas con extranjeros de los rubros económicos más rentables. La autorización para el fomento del llamado sector no estatal (TCP, cooperativas y mpymes) ha estado en función de resolver servicios perentorios de la población y servir de complemento a la actividad turística de GAESA, no de desarrollar la economía nacional en su conjunto.

La añorada eliminación de la doble moneda y la diversidad cambiaria solo se efectuó cuando corrieron peligro los ingresos de la supraentidad en las ramas comercial y turística y después de aprobarse el uso del MLC en tarjeta. Este invento, genial en su malevolencia, coloca al comprador como financista de las comercializadoras y dificulta la recepción y libre circulación de las divisas en el mercado interno, haciendo aun más difícil la gestión de los demás sujetos económicos, estatales o no.

A punto de llegar a los límites naturales de la expoliación de la economía nacional, en medio del despoblamiento del país, la reducción incesante de la oferta de bienes y servicios y tras plasmar en la Constitución 2019, la posibilidad de convertir empresas estatales en privadas, el Gobierno/Partido/Estado planea entregar el maltrecho sector estatal al capital privado, antes que a los colectivos de trabajadores o a los emprendedores nacionales.

Como se hará al estilo autoritario ruso, seguramente no habrá libres licitaciones de empresas, ni análisis pormenorizado de los orígenes de los capitales nacionales, que saldrán a la luz para comprar los restos del sector estatal y repartirlo entre la nueva oligarquía destapada.

La vocación socialista del grupo de poder hegemónico cayó en el olvido ante las aspiraciones de construir, no el socialismo, sino una sucursal del capitalismo atrasado y periférico ruso en El Caribe. Tanto nadar para venir a morir a la orilla, diría mi abuelo refranero.

***

*Esta palabra proviene del término mexicano puréhpecha tumbire, que significa racimo. Según el DRAE, en Cuba se llama timbiriche a un negocio pequeño de ventas al menudeo.

14 febrero 2023 36 comentarios
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Marcha
Desarrollo

¿Hacia dónde marcha Cuba?

por Samuel Farber 13 febrero 2023
escrito por Samuel Farber

Cuba experimenta una crisis que se acerca a la del Período Especial de los noventa y que no sabemos cómo y cuándo va a terminar. Es concebible —aunque parece poco probable dada la situación a principios de 2023—, que la economía salga de la crisis, quizás con la ayuda de una exitosa industria turística (asumiendo un descenso notable de la tasa mundial de infección del Covid-19), posiblemente suplementada por los ingresos provenientes de un alza en el precio internacional del níquel y un aumento notable de los servicios médicos provistos a varios países, así como en la comercialización de la biotecnología y los fármacos producidos en la isla.

Esto favorecería a aquellas PYMES y cuentapropistas concentrados en la manufactura y el comercio de bienes y servicios destinados al consumo interno de la población. De ser así, los cubanos acabarían presenciando la creación de una nueva burguesía compuesta principalmente por una parte del sector militar-estatal de los capitalistas de estado uniformados de GAESA concentrados principalmente en el turismo internacional, y, por otra parte, de los nuevos propietarios privados de la industria mediana de los PYMES y de aquellos cuentapropistas exitosos, como por ejemplo los propietarios de casas y apartamentos alquilados a turistas a precios lucrativos.

Obviamente, cualquier normalización de las relaciones económicas con los Estados Unidos mejoraría significativamente estas posibilidades, dada la importancia que tendrían las inversiones estadounidenses, especialmente las del capital cubanoamericano dispuesto a invertir en Cuba.

Dado lo sucedido en muchos países que fueron «socialistas», así como en otras naciones, podemos suponer que estos cambios muy posiblemente acentuarían la desigualdad entre «ganadores» y «perdedores», habida la ausencia de movimientos sociales independientes que defiendan los intereses de los «perdedores». Las políticas estatales fomentarían a los «ganadores»: el turismo y las industrias que proveen a los hoteles y restaurantes sirviendo a los turistas; asimismo, biotecnología, tabaco, e industrias extractivas como el níquel.

Los «perdedores» serían descuidados e ignorados: las numerosas empresas manufactureras que no son «competitivas», lo que queda de la industria azucarera, y la agricultura en general. El estado de inversión y seguridad social, de por sí ya muy deteriorado y con presupuestos recortados, se deterioraría aún más. Esto movilizaría a las nuevas clases sociales, como la burguesía y la clase media, que descontentos con el progresivo deterioro de los servicios estatales médicos y educacionales, demandarían o presionarían por la privatización de estos.

1/5 El perfil sectorial de inversiones del 1er semestre de 2022 sigue estando desproporcionadamente orientado hacia “servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler” (incluye inversión relativa al turismo) que concentra un tercio de la inversión total del país pic.twitter.com/8AD2CUrFDM

— Pedro Monreal (@pmmonreal) September 18, 2022

Ello conllevaría, en el caso de la medicina, a la creación de un servicio tipo Medicaid, al estilo estadounidense —un servicio público muy pobremente mantenido— para atender a la mayoría de los cubanos pobres. Como ha sucedido en los Estados Unidos, esta división del servicio médico entre los pobres y las clases media y alta va a debilitar considerablemente cualquier apoyo político para construir y mantener un servicio médico público que atienda digna y competentemente no solo a los ricos y clase media, sino a todos los cubanos en la isla.

De forma similar, va a haber una gran presión política para permitir la educación privada a todos los niveles y, una vez sea permitida, va a crecer vertiginosamente. Las órdenes religiosas católicas, y quizás en menor grado las iglesias protestantes convencionales y los evangélicos, reclutarán a los mejores maestros y edificios para educar a los hijos e hijas de los exitosos propietarios, administradores y técnicos de los sectores «ganadores» de la economía.

En este contexto, hay que aclarar que la universalidad de la educación pública obligatoria no tiene por qué interferir con la libertad religiosa, dado que todas las religiones y credos sin excepción deberían tener la libertad de ofrecer instrucción religiosa siempre y cuando la impartan en sus propios planteles durante las horas libres de aquellos alumnos de las escuelas públicas que estén interesados en recibirla.

Después de todo, una escuela pública bien financiada por el estado y controlada democráticamente por el magisterio, las escuelas de pedagogía de las universidades cubanas, y el estudiantado, serían quizás las instituciones más importantes para fomentar la igualdad e integración social, racial y de género de la sociedad cubana.

Los más afectados por estos posibles cambios serían los cubanos negros, que han carecido hasta ahora de un programa efectivo de «acción afirmativa» para incorporarlos en todos los niveles importantes de la vida social, económica y política.

En ausencia de un sistema de planificación económica nacional plenamente democrático, regiones del país con una economía de «perdedores», como la región oriental, van a continuar sufriendo de manera desproporcionada, excepto en aquellas zonas relativamente pequeñas donde existe industria del níquel y algunos lugares de interés turístico. La desigualdad regional va a aumentar aún dentro de la misma área metropolitana de La Habana, dado que las inversiones turísticas y de bienes raíces seguirán concentrándose en los barrios relativamente más prósperos cerca del litoral costero, mientras que «La Habana Interior», lejos del mar y mucho más pobre, seguirá deteriorándose.

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La desigualdad regional va a aumentar aún dentro de la misma área metropolitana de La Habana. (Foto: Hypermedia Magazine)

El papel de los Estados Unidos

Sin duda alguna, el obstáculo principal para la normalización de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba son las medidas unilaterales coercitivas que el país norteamericano ha impuesto desde hace más de sesenta años. A pesar de los argumentos del gobierno cubano, el bloqueo no es la causa principal de los problemas económicos que afectan a la isla. Ese lugar lo ocupa el sistema económico, responsable máximo de la gran ineficiencia, apatía de los trabajadores y falta de responsabilidad de jefes y administradores.

No hay duda de que el bloqueo ha causado graves daños a la economía cubana, especialmente durante los primeros años de la Revolución, cuando equipos y maquinarias de todo tipo tuvieron que ser importadas del bloque soviético para reemplazar las de manufactura estadounidense. Y sigue infligiendo perjuicios mediante las sanciones contra bancos internacionales que realizan transacciones con Cuba y la prohibición de inversiones y exportación de todo tipo de bienes y servicios desde los Estados Unidos.

Es cierto que desde hace más de veinte años se permite la exportación de alimentos y medicinas a la Isla, pero se requiere licencias especiales y el pago en efectivo por anticipado. Durante los últimos años, el gobierno estadounidense, basado en la ley Helms-Burton de 1996, ha interferido más con el comercio e inversiones europeas en Cuba, a tal grado que ha generado protestas de ese bloque regional.

Como sabemos, el 20 de julio de 2015 se restablecieron las relaciones diplomáticas de EE.UU. con Cuba. Lo que deterioró considerablemente las expectativas para una mejora de relaciones entre ambos, fue la elección de Donald Trump en 2016 y su éxito en dar marcha atrás a muchos de los cambios introducidos por Obama en su segundo período presidencial, y en cambiar el clima político en el sur de Florida, especialmente entre los cubanoamericanos.

Vale notar que tanto en las elecciones de 2012 cuando fue reelecto Obama, como en las de 2016 cuando fue derrotada Hillary Clinton, el voto cubanoamericano por los candidatos presidenciales del Partido Demócrata se incrementó considerablemente y se acercó a un empate con los republicanos. Las encuestas de la época mostraron que la inclinación por los demócratas era más pronunciada entre aquellos que habían llegado recientemente de Cuba.

Esto cambió del 2016 al 2020, cuando Trump restableció una clara hegemonía republicana entre los cubanoamericanos. Ello fue resultado de los grandes esfuerzos que hizo a través de visitas frecuentes al sur de la Florida para agitar los sentimientos «antisocialistas» de los cubanos (así como de venezolanos y nicaragüenses), mientras los demócratas hicieron muy poco para contrarrestarlo en el área.

Hay que tener en cuenta también el rol de los nuevos medios sociales y el papel de «influencers» como Alexander Otaola en «echarle leña al fuego» en apoyo a la política de Trump. Otro cambio importante ocurrió entre los recientes inmigrantes de Cuba.

Según el sociólogo cubano Guillermo Grenier, que publica el Cuba Poll (Encuesta sobre Cuba), la inmensa mayoría de los recién llegados se están registrando electoralmente como republicanos, en contraste con lo que sucedía antes. Sin embargo, hay que notar que un mínimo de seis años transcurre desde que los cubanos llegan a los Estados Unidos hasta que puedan ser ciudadanos y registrarse en un partido político. Ese intervalo es suficiente para que los nuevos cubanoamericanos se acostumbren y sean socializados por la cultura política del sur de Florida.  

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La inmensa mayoría de los recién llegados se están registrando electoralmente como republicanos. (Foto: EFE)

Algunos observadores razonan que la derrota aplastante de los demócratas en las elecciones parciales de 2022 en Florida va paradójicamente a mejorar las relaciones de Estados Unidos con Cuba, en el sentido de que los demócratas van a ser menos presionados a acomodarse a los cubanoamericanos en un estado que ya no consideran competitivo. Puede que haya algo de cierto en esto, pero creo que no es suficiente como para determinar que haya cambios importantes en suavizar o eliminar el bloqueo económico.

Esta pérdida de peso político de los demócratas en Florida, pudiera ser decisiva si se combinara con una actuación más activa de aquellos que han querido eliminar, o por lo menos modificar, el bloqueo entre varios sectores de la clase capitalista norteamericana.

Por ejemplo, ya hace bastante tiempo que la muy influyente US Chamber of Commerce (Cámara de Comercio Estadounidense) ha estado a favor de reanudar relaciones económicas con Cuba. De hecho Thomas Donahue, su presidente y ejecutivo principal desde 1997 hasta que se jubiló en 2019, visitó Cuba en varias ocasiones. Otros sectores importantes del capitalismo norteamericano, como son las grandes compañías agrícolas y la industria del transporte marítimo (tanto de carga como de turistas), han apoyado esas gestiones.

En el pasado, proyectos de leyes proponiendo un cambio en la política económica de EE.UU. hacia Cuba han obtenido muchos votos, tanto de republicanos como de demócratas en el Congreso estadounidense, y un buen número de esos congresistas ha visitado la Isla. El problema es que, para estos intereses poderosos, cambiar la política económica hacia Cuba no ha sido necesariamente una prioridad política, mientras que mantener el bloqueo sí es prioridad para la derecha cubana y sus aliados en el sur de Florida.

Mientras tanto, es muy poco probable que los Estados Unidos trate de invadir a Cuba, sea directamente o a través del uso de cubanos afines como en 1961; obviamente no por razones de principios políticos, sino porque con el fin de la Guerra Fría la importancia de Cuba para los Estados Unidos ha descendido rápidamente. Eso no quiere decir que el gobierno estadounidense vaya a cesar sus actividades hostiles contra el gobierno cubano, sea a través de órganos de propaganda como Radio y TV Martí, o a través de la continuación de las medidas unilaterales coercitivas.

Marcha   Las alternativas políticas para Cuba

Los líderes políticos de las transiciones del «socialismo» tradicional al capitalismo, incluyendo a los capitalismos de estado como China y Vietnam, no fueron autómatas que simplemente respondieron a las supuestas necesidades objetivas de dichas transiciones. Tuvieron que resolver diversos problemas, muchos de ellos críticos, pero sus percepciones de cómo hacerlo eran determinadas por ideas y concepciones políticas, fueran estas liberales, autoritarias, nacionalistas, conservadoras, o aun fascistas. Así sería también en Cuba.

Teniendo en cuenta eso, cuando se habla de transición en el contexto cubano la pregunta obvia es: ¿transición a qué? O sea, qué tipo de sistema político, social y económico reemplazaría el que existe ahora. No cabe duda de que la respuesta es diferente para la izquierda y la derecha. Al mismo tiempo, es sumamente lamentable que esos términos se hayan tornado poco claros con el surgimiento de sistemas «socialistas» y «comunistas» antidemocráticos que han reclamado el monopolio de la izquierda. Esto ha llevado a una situación muy confusa, que hace necesario redefinir lo que se considera como la izquierda.

Para propósitos de la presente discusión, propongo que «ser de izquierda» consiste, más que nada, en rechazar la concepción burocrática y capitalista que propone que la libertad es incompatible con la igualdad, y en afirmar que la democracia, tanto en los centros de trabajo como en todos los aspectos de la sociedad, lejos de ser un «extra» en el socialismo, es de hecho imprescindible y la única manera en que tal sistema debe y puede genuinamente representar la voluntad obrera y popular. Asimismo, es defender el derecho a la autodeterminación nacional tanto contra la política estadounidense en Cuba y América Latina, como contra la política de la Rusia de Vladimir Putin en Ucrania.

No cabe duda de que, si bien la izquierda crítica cubana ha crecido, por ejemplo, con varios grupos afrodescendientes y publicaciones como La Joven Cuba; es todavía débil. Esto se debe más que nada a que, hasta el momento, la clase trabajadora cubana no ha dado señales de resistencia en su condición de trabajadores, aunque seguramente muchos de ellos, especialmente los afrodescendientes, lo han hecho en su condición de cubanos pobres, cuando han participado en los actos de protesta callejera que han estado ocurriendo desde julio 11 de 2021.  

Tal parece que las opciones que los trabajadores cubanos perciben como factibles son la emigración y el trabajo por cuenta propia. Mientras tanto, muchos sobreviven con las remesas que sus familiares envían desde el extranjero —especialmente en el caso de las personas blancas—, dado el decreciente número de artículos subsidiados que pueden obtener a través de la libreta de racionamiento, o subsisten con el robo de la propiedad estatal, que debe ser considerado bajo las condiciones existentes en Cuba, como una forma o extensión de lo que el derecho romano llamó furtum famelicus (hurto famélico) basado en el proverbio latino necessitas non habit legem  (la necesidad no tiene [o reconoce] ley.)

Por otra parte, la derecha cubana es muy fuerte en el sur de la Florida, no por los numerosos grupitos políticos que abundan por esos lares, sino más bien por la hegemonía política y social lograda a través de publicaciones y periódicos como El Nuevo Herald, los programas radiales cubanoamericanos, las actividades notorias de «influencers» como Otaola, y obviamente el gran peso social logrado por el capital cubanoamericano en dicha zona.

Los tres congresistas cubanoamericanos que representan al área en Washington, así como los funcionarios estatales y municipales cubanoamericanos a todos los niveles, han sido sumamente importantes en establecer y propagar una amplia agenda ideológica y política de derecha.

Eso no quiere decir que el poder y la influencia que posee en Florida se pueda reproducir en Cuba tal cual. Es notable, por ejemplo, que durante las protestas en las calles que han tenido lugar desde el 11 de julio, casi nadie se haya hecho eco de las demandas políticas de la derecha cubana, como la propuesta del biólogo disidente cubano Ariel Ruiz Urquiola para que se realice una «intervención humanitaria» en la Isla, que todos sabemos sería en primera y última instancia una intervención guiada y realizada por fuerzas e intereses estadounidenses.   

Lo que sí ha tenido una creciente influencia cultural, y por lo tanto indirectamente política, es el mundo cubanoamericano en Cuba, ya sea transmitido por los contenidos del «paquete semanal», o por otras vías. Un ejemplo de eso es el video Patria y Vida, que constituye sin duda un gran logro artístico pero sumamente ambiguo dado su silencio total sobre sus alternativas políticas preferidas, por lo menos a grandes rasgos. Es esa ambigüedad precisamente la que permite que aun la derecha cubana más extrema del sur de Florida celebre al video y a sus protagonistas.

Esa influencia cultural, y sus consecuencias políticas, juegan un papel importante en el desarrollo del «sentido común» de muchos cubanos en el archipiélago; pero ese «sentido común» no es necesariamente un «buen sentido». Es el que llevó, por ejemplo, a la Dra. Ana María Polo, del popular programa de televisión Caso Cerrado, a proclamar más de una vez en el pasado que en realidad no existe el desempleo en los Estados Unidos, ya que «como todos sabemos y podemos ver», siempre se puede obtener trabajo si uno se esfuerza en conseguirlo, aunque sea limpiando casas o lavando automóviles.

Las estructuras y realidades económicas y sociales no existen, y todo lo que existe y cuenta es la voluntad individual. Según esta forma de razonar, no hay alternativa al individualismo y, por tanto, la competencia capitalista sería el eje principal de una nueva Cuba. Cada uno por su cuenta y «la peste el último», como decíamos en el barrio Los Quemados, del Marianao de mi niñez y adolescencia.

13 febrero 2023 18 comentarios
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Futuro de Cuba
Desarrollo

El futuro de Cuba. Alternativas

por Samuel Farber 6 febrero 2023
escrito por Samuel Farber

La situación que atraviesa Cuba es sumamente difícil, y sería atrevido, y hasta imprudente, predecir su futuro. Lo que sí se hace posible, es analizar las maneras en que puede evolucionar si nos basamos en una serie de indicios que sugieren dónde estamos parados y hacia qué rumbo posiblemente vamos, para poder desarrollar una perspectiva y acción políticas más certeras y efectivas.

En cuanto a los indicios y criterios que pueden orientarnos, tenemos la ventaja de contar con un amplio y variado registro de las maneras en que los países del mal llamado «Campo Socialista» de Europa y Asia han evolucionado. Ello ofrece una variedad, aunque no exhaustiva, de alternativas posiblemente pertinentes para Cuba.

Europa del Este

El bloque soviético cayó en su mayor parte desde arriba por varias razones. La principal fue el agotamiento del modelo económico de la URSS y la impotencia y parálisis política del unipartidismo burocrático para resolverlo. Una excepción a esta tendencia «desde arriba» fue Polonia, donde se desarrolló un masivo movimiento obrero «desde abajo» que fue significativamente llamado Solidarnosc (Solidaridad). En sus inicios, este movimiento abogó por propuestas igualitarias, como mayores aumentos de salarios para los obreros peor pagados, y debatió cambios respecto a la organización del trabajo que apuntaban hacia la posibilidad de un control obrero.

Solidarnosc fue asesorado, especialmente durante sus primeros años, por un grupo significativo de académicos e intelectuales progresistas agrupados en la organización llamada KOR (Comité de Defensa de los Trabajadores). Uno de los lideres de KOR fue Jan Josef Lipski, que en 1985 publicó un libro donde detallaba la historia del grupo y que, como senador electo después de la caída del comunismo polaco, trató de reorganizar el antiguo Partido Socialista Polaco (PPS), aunque su temprana muerte en 1991 puso fin a esos esfuerzos.   

El golpe militar encabezado por el general Jaruzelski en 1981 significó un paso atrás para Solidarnosc, organización democrática y abierta, sin preparación para la clandestinidad. Estas difíciles circunstancias propiciaron un aumento considerable de la ayuda y asistencia de la Iglesia Católica a Solidarnosc, acontecimiento irónico sino paradójico, dado que la jerarquía católica conservadora, temerosa de perder mucha de la influencia y poder adquiridos bajo el comunismo polaco, fue renuente a apoyar al movimiento sindical cuando este comenzó en 1980.

Futuro de Cuba

Lech Walesa, líder de Solidarność, en uno de los actos de la federación sindical. (Foto: DW)

Al mismo tiempo, la federación sindical estadounidense AFL-CIO, bajo el liderazgo burocrático y conservador de George Meany —un ex plomero que se ufanaba de que nunca había participado en una huelga y se opuso a cualquier medida sancionadora a los sindicatos segregados racialmente del sur de los Estados Unidos—, también incrementó su ayuda al sindicato polaco, en contubernio con Washington.

Mientras tanto, los cuadros sindicales polacos fueron golpeados duramente por Jaruzelski y muchos tuvieron que abandonar sus centros de trabajo para evitar ser encarcelados. Todo este proceso tuvo un efecto de conservadurismo sobre el movimiento Solidarnosc y reforzaría, tras la toma pacífica del poder a finales de los ochenta, una democracia liberal sin mucha conciencia social ni impulsos hacia cambios estructurales en la sociedad polaca, así como el resurgimiento del nacionalismo. 

Esta tendencia política evolucionó a un autoritarismo conservador bajo el liderazgo actual de Jaroslaw Kaczynski. Por una parte, este tipo de nacionalismo favorece al capitalismo mientras es renuente a adoptar el neoliberalismo, que pudiera afectar aspectos de la asistencia económica estatal a la Polonia rural, que constituye la principal base social de los conservadores. Por otra, como en el caso de Hungría, se sigue atacando los derechos civiles y al sistema democrático en general, y en particular al derecho al aborto, que ha sido mermado en Hungría y casi eliminado en Polonia.  

En otros países del bloque soviético hubo disidencias significativas entre los intelectuales en los setenta y ochenta, como en Hungría, Alemania Oriental y Checoslovaquia (donde a diferencia de la gran mayoría de los países de Europa del Este, hubo un Partido Comunista de masas que con el apoyo político y militar de la URSS organizó un golpe de estado exitoso en 1948 y veinte años más tarde, un esfuerzo ampliamente apoyado por el pueblo para instalar un sistema democratico en el país, fue suprimido por los tanques soviéticos). Sin embargo, en ninguno de estos casos se extendió la disidencia a la clase obrera, a pesar de que anteriormente hubo rebeliones importantes de parte de los trabajadores, en Alemania oriental en 1953 y Hungría en la revolución de 1956.

Aparte de Checoslovaquia, el caso especial de Yugoslavia, y por supuesto Rusia, en ninguno de estos países el «socialismo» llegó al poder como resultado de movimientos y revoluciones autóctonas. Tampoco se puede decir —con la excepción de Polonia—, que el sistema fuera derribado desde abajo, aunque sí hubo en los últimos días del sistema soviético grandes manifestaciones que dieron el «empujón» final a dichos regímenes en varios países del este de Europa.  

China y Vietnam

En China y Vietnam el «socialismo» fue producto de revoluciones sociales autóctonas, y hasta cierto punto los partidos comunistas no han sido derrocados por esa razón (a pesar del enorme movimiento de protesta de alcance nacional en China en 1989 que fue violentamente reprimido). Estos «socialismos» han evolucionado hacia un modelo de capitalismo de estado con fuerte orientación al mercado mundial, especialmente a través de la exportación de productos, que en el caso de China han aumentado en su grado de complejidad y sofisticación.

La apertura al capitalismo interno y al mercado mundial han sido acompañados en ambos, particularmente en China, por la supresión de los más elementales derechos civiles y democráticos. Entre estos: ausencia de libertad sindical; frecuente despojo de tierras a los campesinos para utilizar sus tierras para otros propósitos, trato despótico y cruel a las minorías étnicas que no pertenecen a la etnia mayoritaria Han, y maltrato a las grandes masas de inmigrantes internos provenientes de zonas rurales (293 millones de personas en 2021) que no poseen el permiso de residencia (Hukou) indispensable para acceder a derechos sociales y económicos.

Tanto en Vietnam como en China, la pobreza ha disminuido mientras la desigualdad ha aumentado (después de Estados Unidos, China es el país con más personas que poseen más de mil millones de dólares). Aunque han tenido éxitos económicos indiscutibles (China ocupa el segundo lugar mundial en términos de su PIB), no cabe la menor duda de que los partidos comunistas en el poder usarán la fuerza necesaria para mantener sus monopolios políticos.

Futuro de Cuba

En 2021, el presidente Xi Jinping declaró el completo éxito en la lucha contra la pobreza en China. (Foto: XINHUA)

Rusia

Por su parte, el modelo ruso tiene cierto parecido con el modelo sino-vietnamita (sistema autoritario de partido único combinado con una economía abierta al capitalismo), pero es económicamente mucho menos prometedor dada su excesiva dependencia a la exportación de hidrocarburos.

Su sistema político y económico tiene aspectos mafiosos muy notables, tanto en el origen cleptocrático de su clase capitalista como en el comportamiento frecuentemente criminal de su poderoso grupo gobernante de silovikis, compuesto por gente asociada con los cuerpos de seguridad y represivos que son capaces de asesinar a críticos y oposicionistas, tanto en Moscú como en Londres. En realidad, Rusia se ha convertido en una potencia de segundo rango.

Recientemente, a través de un acuerdo con el gobierno cubano, Rusia estableció en La Habana un «Centro para la Transformación Económica», supuestamente para asistir en el desarrollo del sector privado en la Isla, compartir tecnologías digitales, así como desarrollar el comercio exterior en cooperación con la corporación estatal cubana CIMEX. Aunque esta iniciativa ha recibido bastante cobertura en la prensa extranjera, debe ser vista con escepticismo dado lo que se ha informado hasta ahora.

No sabemos nada respecto a las estrategias de ambos países con relación a dicho centro, ni respecto a las magnitudes de las posibles inversiones rusas o de los nuevos intercambios comerciales, o sobre cualquier otra iniciativa concreta que tendría un efecto significativo en mejorar la presente situación crítica de la economía cubana. Hay que tener en cuenta que, aunque la economía rusa todavía no ha sufrido tanto por la invasión imperialista a Ucrania como se había vaticinado, no cabe la menor duda que ha sido golpeada seriamente.

El caso mexicano

Si bien México nunca perteneció al «campo socialista», es pertinente analizar su evolución en este contexto, dado que es un país de nuestra América donde ocurrió una de las revoluciones más importantes del siglo veinte, y que durante décadas muchas industrias importantes fueron propiedad del estado bajo la égida de lo que se comportó en realidad, aunque no formalmente, como un partido único bajo el nombre de Partido Revolucionario Institucional o PRI, desde 1940.

Antes de 1930, la propiedad estatal predominaba en los sectores ferrocarrileros y bancarios. Bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se extendió a la industria rural, el petróleo y la fuerza eléctrica. Hasta 1970 continúo expandiéndose a los grandes molinos de acero y plantas de fertilizantes, fábricas de equipos ferroviarios y varios bancos.

Futuro de Cuba

Esto cambió durante la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952), cuando la empresa privada comenzó a jugar un papel cada vez más importante e inició una dinámica de convivencia con lo que era todavía un poderoso capitalismo de estado, a la cabeza de un amplio sector de empresas nacionalizadas. Sin embargo, mientras a principio de los cuarenta el sector público representaba más del 50% de la formación bruta de capital, este porcentaje descendió a 30 en 1970.

No es coincidencia que para la década de los setenta comenzaran a desarrollarse grupos de tecnócratas (muchos entrenados en universidades norteamericanas, como Harvard y Yale), que proponían un curso diferente del de los viejos líderes nacionalistas del PRI que gobernaban un sistema político que distaba de ser democrático en la práctica, para acercarlo a las perspectivas e intereses del creciente sector privado.  

El programa de los tecnócratas se impuso cada vez más durante los periodos presidenciales de los priistas Miguel de la Madrid (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000), en los que se registró un gran cambio en la política económica de México, con una masiva ola de privatizaciones de empresas estatales y la introducción de uno de los neoliberalismos más drásticos del hemisferio.

Este cambio radical afectó la política social del país, por ejemplo, en el caso de la baja de salarios obreros, la creciente informalidad del mercado de trabajo, con la consecuente falta de protecciones legales, atención médica y seguridad social para los obreros y empleados informales. Al mismo tiempo, un movimiento democrático importante se desarrolló en México comenzando con el gran movimiento estudiantil de la segunda mitad de los sesenta y principios de los setenta.

Los tecnócratas, que eventualmente desempeñaron un rol crítico en la victoria del neoliberalismo mexicano, no tuvieron nada que ver con el movimiento estudiantil y democrático, de hecho trataron de contenerlo y reprimirlo mientras que aun así se vieron forzados a dar concesiones políticas, algunas importantes, cuando llegaron a la presidencia del país en los ochenta y noventa. Como uno de los resultados de estos procesos, el monopolio político del PRI desapareció hace ya varios años.

El caso de Cuba 

En Cuba el liderazgo político parece estar inclinado, pero a un grado muy limitado, a adoptar aspectos del modelo sino-vietnamita. Tanto la vieja guardia de los líderes históricos —cuyos exponentes máximos ya se encuentran en su décima década de vida—, como la nueva guardia nacida tras 1959, se han mostrado renuentes a las reformas económicas que reducirían el poder económico del estado.

Esto lo demuestran las concesiones hechas a regañadientes a cuentapropistas urbanos y usufructuarios rurales; concesiones que han sido menos generosas que las aprobadas en Vietnam y China a esos mismos sectores. Aun así —quizás debido a presiones generadas por las repetidas crisis económicas desde el colapso del bloque soviético—, el gobierno cubano adoptó en el año 2021 medidas como la legalización de pequeñas y medianas empresas privadas (PYMES), que pueden emplear hasta cien trabajadores y potencialmente abren la economía a la empresa capitalista a grados sin precedentes.

Si bien los líderes cubanos son herederos de una revolución autóctona que en gran parte les ha permitido sobrevivir en el poder por muchas décadas, su renuencia a adoptar reformas económicas refleja el temor a perder el inmenso control económico y político que poseen bajo el sistema unipartidista, notablemente policíaco y carcelario, con cientos de presos políticos, que incluye a los muchos sentenciados por las protestas del 11-12 de julio de 2021.

Al mismo tiempo el gobierno tiene razón —desde su punto de vista—, para temerle al poder político y económico del creciente número de cubanos en el sur de la Florida. En lo que constituye una importante contradicción del régimen, ese mismo gobierno ha estimulado la emigración, dado su evidente acuerdo con Nicaragua para que los cubanos puedan entrar libremente en ese país.

Futuro de Cuba

Los presidentes Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega. (Foto: PL)

A su vez, depende en grado apreciable de la emigración para reducir, por un lado, la presión que tiene encima por la crisis económica, y por otro, se beneficia por la entrada de dólares enviados por los emigrados a sus familias, usados no solamente para sostener un gran número de cubanos, sino también para renovar residencias en mal estado y aun para crear pequeñas empresas en Cuba.

Vale notar en este contexto la diferencia entre Cuba y China. En el caso del país asiático, el gobierno ha podido contar con el apoyo político y económico de sectores amplios de sus emigrados, especialmente en el sureste asiático (entre otros: Indonesia, Vietnam, Malasia y Filipinas). En los países mencionados, el gobierno chino en varias ocasiones actuó como protector de sus minorías (que incluían a comerciantes e industriales) contra las agresiones de mayorías étnicas que resentían el poder económico de personas de origen chino. Hay que señalar que muchos capitalistas emigrados chinos han invertido cuantiosas sumas en su país de origen.

Otro factor que ha afectado la política económica del régimen cubano, sobre todo bajo Raúl Castro, es el temor a que la introducción de cambios mayores en la economía provoque escisiones en la cúpula gobernante, tanto por razones ideológicas y políticas como por haberle pisado el callo a intereses creados dentro de las esferas gubernamentales.

Los líderes han tomado en serio las consecuencias de las divisiones que hundieron a los amigos del gobierno cubano, como el golpe de estado contra el argelino Ben Bella en 1965; el derrocamiento del gobierno de Granada en 1983 (con el asesinato de su principal dirigente, Maurice Bishop); lo mismo que las divisiones que dañaron a varios movimientos de guerrilla en América Latina, por ejemplo, en Guatemala.

Quizás aún más importante en términos geopolíticos fue el conflicto que tuvo lugar en Angola en 1977, entre el liderazgo oficial del MPLA y la facción disidente dentro de ese partido, encabezada por el líder Nito Alves en 1977. El gobierno cubano intervino, tanto política como militarmente, para apoyar a su aliado contra Alves, poniendo en duda su supuesto compromiso de no intervenir en los asuntos internos de Angola y del MPLA.

Futuro de Cuba

Nito Alves

Sea en el caso de Argelia, Angola, Granada, o Guatemala, el gobierno cubano ha confrontado este tipo de divisiones varias veces y seguirá haciendo todo lo posible para evitar tal peligro en Cuba, lo que incluye medidas represivas de todo tipo que refuerzan el carácter monolítico del sistema.

De hecho, las facciones que dividieron a países y movimientos cercanos al gobierno cubano reforzaron la alergia de Fidel Castro a lo que siempre consideró, aún antes de tomar el poder, faccionalismos divisionistas, lo cual constituye un obstáculo muy serio a la democratización. En su definición clásica de una situación revolucionaria, V.I. Lenin señaló que una de sus características es la división dentro de la clase gobernante; precisamente el tipo de división que se ha evitado a toda costa en Cuba.

 A la luz de estas dificultades, actuales y potenciales, no es de sorprender que, en términos generales, el gobierno prefiera abrirse al capitalismo internacional a través de GAESA, la gigante empresa de negocios originada en las fuerzas armadas, en vez de dejar paso abierto a un sector de la empresa privada no controlada directamente por el régimen. Aun así, como vimos anteriormente, las presiones creadas por las repetidas crisis han forzado al gobierno a permitir la apertura de medianas empresas capitalistas, incluidas en la categoría de PYMES.

No obstante, el hecho de que ocurra un cambio económico a favor del sector no estatal de la economía no necesariamente implica una democratización del país. Eso no quiere decir que los gobernantes cubanos no estarían dispuestos, bajo ciertas circunstancias, a simular la introducción de reformas democráticas, como ha hecho Vladimir Putin en la Federación Rusa con su desacreditada pseudodemocracia electoral.

En el caso cubano, tal pretensión pudiera ser necesaria para tratar, probablemente de manera infructuosa, que el congreso estadounidense derogue la Ley Helms-Burton, que establece la indispensabilidad de «elecciones libres» para que cese el bloqueo. Siguiendo el ejemplo de China, el Partido Comunista Cubano (PCC) mantendría su monopolio para presidir y controlar cualquier proceso de cambio desde arriba. O sea, que ni siquiera podemos esperar que dicho sistema introduzca el tan anhelado «estado de derecho en Cuba».

El hecho de que un partido único siga dictando «orientaciones» a la gran mayoría de instituciones cubanas, es incompatible con un estado de derecho. En la ausencia de una verdadera democratización, ¿sería posible lograr que el sistema judicial, la policía, las fuerzas armadas, y el mismo Ministerio del Interior estuvieran exentos de recibir «orientaciones» del partido único?  Por supuesto, la imposibilidad de dicha meta no quiere decir que no debamos seguir demandando, como mínimo, que sean las leyes democráticamente adoptadas e implementadas, más un poder judicial independiente del régimen, que rijan en el país, y no la arbitrariedad y el poder sin límites de los líderes del PCC.

6 febrero 2023 32 comentarios
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Desarrollo

Autoritarismo y capitalismo mafioso. La experiencia rusa

por Mauricio De Miranda Parrondo 31 enero 2023
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El modelo de «socialismo realmente existente» se construyó sobre el andamiaje de un sistema político autoritario y totalitario. A él se refirió sabiamente Rosa Luxemburgo en su texto «La Revolución Rusa»:

«(…) Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y de reunión, sin un debate libre, la vida muere en toda institución pública, se convierte en una mera apariencia de vida, y solo la burocracia permanece como elemento activo. La vida pública se adormece gradualmente, y el Gobierno queda en manos de unas pocas docenas de líderes de partido que poseen una energía inagotable y una experiencia ilimitada.

En realidad, no dirigen esas docenas de líderes, sino que lo hacen unos cuantos cabecillas, y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a las reuniones, para que aplaudan los discursos de los dirigentes y aprueben unánimemente las mociones propuestas. En el fondo, pues, se trata de un asunto de camarillas. Es una dictadura, pero no la dictadura del proletariado, sino la de un puñado de políticos, es decir, una dictadura en el sentido burgués, en el sentido de los jacobinos».

La historia política del socialismo real es la historia del poder de esas camarillas en detrimento de una verdadera democracia popular. Ese modelo político impuesto en la Rusia bolchevique se consolidó en la Unión Soviética bajo la égida de Stalin y posteriormente se adoptó —en esencia— por todos los países que, tras la Segunda Guerra Mundial, se auto-catalogaron socialistas, bien por la imposición de las armas del Ejército Rojo o por revoluciones propias.

La transformación económica para supuestamente alcanzar el socialismo sin haber desarrollado plenamente el capitalismo, también se llevó a cabo por la imposición de un poder incuestionado. Este decidía autoritariamente las formas expeditas a través de las cuales se lograría la socialización acelerada de los medios de producción, expropiando y confiscando la propiedad privada en el caso de la industria, el comercio y la gran propiedad de la tierra, y forzando en algunos casos, presionando ideológicamente en otros, a los pequeños campesinos a formar cooperativas agropecuarias.

Ello permitió el establecimiento de un sistema de planificación centralizada que reemplazó al mercado en la asignación de factores productivos y precisamente por ello dejó de considerar la demanda, y al someter la oferta a los planes de producción y los precios a decisiones burocráticas, terminó siendo en realidad un mecanismo de administración centralizada de la economía, más que de planificación.

La estatización y la colectivización no aseguraron una verdadera socialización de la propiedad sobre los medios de producción, debido a que los trabajadores de las empresas estatales y los cooperativistas no ejercían en verdad su condición de propietarios.

No podían fiscalizar de forma directa la gestión de su supuesta propiedad; no tenían la capacidad real de planificar, por el carácter directivo y centralizado de esta actividad; no decidían la política inversionista, ni los salarios, ni los precios; ni la política de contratación laboral y, salvo una representación formal de la dirigencia sindical que en realidad respondía a la línea del Partido, tampoco tenían influencia en las decisiones de los consejos de dirección o administración de las empresas.

En cambio, la burocracia a todos los niveles dispuso de esa propiedad como si fuera privada o de grupo, sin asumir los riesgos que asumen los empresarios cuando invierten su propio capital. Adicionalmente, ha disfrutado de forma privada de una serie de beneficios relacionados con su posición en la escala de poder y, al decir de Milovan Djilas, se convirtió en una «nueva clase» que «no llegó al poder para completar un nuevo orden económico, sino para establecer el suyo propio, y, al hacer eso, imponer su poder a la sociedad».

autoritarismo

Milovan Djilas

En consecuencia, en el «socialismo real» la propiedad social no se realizó como tal, y la supuesta democracia popular no fue otra cosa que un régimen autoritario vertical, con un centro de poder incuestionado y totalitario y un sistema de asambleas o consejos que ratificaban unánimemente, o por inmensa mayoría, lo decidido por el centro. En tal sentido, la deformación respecto al ideal se produjo desde los orígenes, aunque luego se consolidó.

Tras la necesidad de «defender al socialismo» se crearon en realidad los mecanismos para asegurar la perpetuación de la clase burocrática, convertida en «clase en sí y para sí»; la defensa de la propiedad social se trocó en defensa de su utilización por parte de la burocracia, como si fuera privada o de grupo, y cada vez más la propaganda se alejó de la realidad.

Sin embargo, en la medida que la «satisfacción creciente de las necesidades», formulada cual ley económica fundamental del socialismo, se alejaba de la cotidianidad de los ciudadanos, se deterioraba entre gran parte de la sociedad la credibilidad en el socialismo como sistema capaz de producir bienestar.

Ello, sin dudas se debe a que el sistema nació deformado, impuesto como opción política sin que existieran las condiciones económicas y sociales objetivas para asegurar una transición exitosa desde el capitalismo. A eso debe añadirse que en varios países capitalistas desarrollados se produjeron transformaciones económicas y sociales que conllevaron un mejoramiento sustancial del nivel de vida.

En tiempos de la Perestroika, la Glasnost y la democratización, en el fragor de la lucha política desatada entre las facciones reformista y conservadora dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), la última acusaba a la primera de pretender la «finlandización» de la sociedad soviética. De haber ocurrido, ello habría sido un gran avance, no solo desde el punto de vista económico, sino también político y social.

En cambio la sociedad soviética, que históricamente había vivido bajo un régimen autoritario, no fue capaz de lograr una transición hacia la democracia. Los cambios institucionales promovidos por Gorbachov no vencieron al autoritarismo porque fueron impuestos con los métodos autoritarios tradicionales. Al desaparecer la URSS, Rusia y la mayor parte de las repúblicas herederas mantuvieron el autoritarismo como mecanismo de toma de decisiones.

La transición hacia el capitalismo mafioso

Si bien es cierto que durante los años noventa, se respiraron en Rusia ciertos grados de libertad, proliferaron diversos partidos políticos y hubo elecciones relativamente libres en los diversos niveles de la administración del Estado; la debacle económica por el derrumbe del viejo sistema de administración centralizada sin que el país estuviera preparado para uno nuevo basado en un mercado transparente y con reglas claras, llevó a que muchas personas asociaran esa escasa e imperfecta democracia con el derrumbe de la economía y el empeoramiento del nivel de vida.

Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) de Rusia en 1993 fue de -8,7%, y en 1994 de -12,7%. En el período 1993-1999 se contrajo a un ritmo promedio anual de -4,0%.1 La inflación promedio anual para ese mismo período fue de 141,2%, con años críticos en 1992 (874,3%), 1993 (307,5%) y 1994 (197,3%). Se desplomó la inversión durante cuatro años consecutivos (entre 1990 y 1994) y el desempleo creció sostenidamente desde 5,2% en 1992 a 13,0% en 1999.

Bajo el gobierno de Borís Yeltsin, no se planteó en Rusia una transición desde una economía centralmente dirigida a una de mercado que conservara los beneficios sociales alcanzados por la sociedad soviética, sino una transición rápida al capitalismo que favoreció abiertamente a ciertos grupos económicos surgidos de las ruinas de la Perestroika.

En ellos participaron antiguos dirigentes del PCUS y del Estado, miembros del Comité Estatal de Seguridad (KGB), de la policía, directores de empresas estatales, y criminales que durante la etapa soviética acumularon inmensas cantidades de dinero provenientes de diversas actividades ilegales, incluso tráfico de drogas, y que en tiempos del derrumbe del sistema político contaron con el apoyo y protección, a cambio de sobornos, de la policía y la seguridad del Estado.

Estos grupos fueron los grandes beneficiarios del proceso de privatización ocurrido en los noventa del siglo pasado. El carácter mafioso de los mismos pudo acomodarse bien a las prácticas del KGB desde tiempos de Stalin, que con métodos mafiosos pretendían enfrentar la contrarrevolución, y terminaron haciéndola.

El sistema establecido por personajes como Genrij Yágoda, Nikolai Yezhov y Lavrenti Beria, permeó negativamente la práctica de las instituciones de seguridad soviéticas que, más que proteger la seguridad del país de enemigos externos, se dedicó a proteger al liderazgo estalinista y su grupo de poder de la oposición interna y de la aparición paulatina de la disidencia política. Tras el fin del estalinismo, el KGB debió someterse a las estructuras partidistas, pero también continuó actuando con cierto grado de libertad en lo que atañe a la persecución de la disidencia política.

¿Cómo ocurrió la privatización en Rusia durante los noventa?

En los últimos años de la Perestroika, varios funcionarios del Partido, del Komsomol y del Estado a diversos niveles, se apropiaron ilegalmente de empresas ante el colapso de las estructuras del Estado soviético, o se quedaron con el dinero de la venta de activos de dichas organizaciones. Así, en el momento en que se decretó la privatización generalizada de las empresas estatales, ya existía un sector de funcionarios del Estado y el Partido, junto a quienes se habían dedicado a actividades delictivas, que tenían recursos provenientes de una «acumulación originaria» con base en la corrupción y el latrocinio.

Para la privatización, decretada en 1992, se aplicó el sistema de otorgar a cada ciudadano un bono de 10.000 rublos, con el que podría adquirir acciones de las empresas privatizadas u operar en el mercado secundario de valores vendiendo dichos bonos para adquirir bienes y servicios imprescindibles. En realidad, muchos ciudadanos sencillos vendieron sus bonos para obtener dinero en efectivo con el que obtener bienes y servicios imprescindibles y los compradores fueron sociedades de inversión o nacientes capitalistas que disponían de recursos «originarios» y estaban en condiciones de conseguir el control de empresas del Estado con importancia estratégica.

A tenor con ello, empresas mineras, petroleras, metal-mecánicas, de aviación y otras, pasaron a pocas manos; sobre todo después que el viceprimer ministro y ministro de Privatización, Anatoli Chubáis, «otorgara garantías a los directores de empresas del Estado, con la anuencia de Yeltsin, para aplicar de forma flexible la legislación sobre privatizaciones, de forma que pudieran controlar el proceso y alcanzar cuotas mayores de participación y control en las empresas privatizadas».

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Anatoly Chubáis (Foto: Forbes)

Así y todo, durante la primera etapa del proceso de privatizaciones no se logró recaudar suficientes recursos. Entre tanto, se deterioraba sustancialmente el nivel de vida de buena parte de la población rusa, en especial de los pensionados.

En las elecciones de 1996 Yeltsin anunció la intención de buscar la reelección, pero esa posibilidad era amenazada por la candidatura de Guennadi Ziugánov, máximo dirigente del nuevo Partido Comunista de la Federación Rusa. Esto llevó al presidente en ejercicio a pactar con los oligarcas el apoyo económico y propagandístico a cambio de ventajas en la adquisición de bienes del Estado.

Yeltsin se impuso en la segunda vuelta a Ziugánov, y empresarios como Borís Berezovski, Vladimir Gussinsky y Mijaíl Chernoi —rivales por el control del pastel empresarial que se feriaba a precios de ganga—, se aliaron para compartir el control de la mayor parte de las empresas estatales vendidas en aquella época. En breve tiempo, los oligarcas adquirieron empresas industriales y de servicios estratégicas, bancos y medios de comunicación.

Lo anterior fue posible precisamente por la existencia de una democracia débil, permeada por la tradición de autoritarismo, que permitiera la colusión entre los nuevos grupos económicos y las estructuras del poder estatal. Esto se facilitó por las ambiciones y características personales de Yeltsin, unidas al apoyo de los círculos de poder del capitalismo mundial, dispuestos a aceptar cualquier tipo de transición al capitalismo en Rusia, no importa si reproducía relaciones mafiosas.

Las mafias empresariales intervenían sistemáticamente en política, presionaban a ministros, accedían a puestos decisivos en la administración del Estado e incluso en los órganos de seguridad, y todo ello cuando el país entraba en bancarrota económica a fines de la década, mientras los oligarcas incrementaban notablemente su patrimonio aprovechando las relaciones corruptas con el poder del Estado. En esas circunstancias, Rusia entró en cese de pagos de su deuda en 1998 y la economía entró en una nueva crisis.

El «putinismo» y la transformación del capitalismo ruso

El ascenso de Vladimir Putin al poder a partir del año 2000, ha significado una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo mafioso ruso. A diferencia de la etapa anterior, se aplicó un férreo control a la actividad de los oligarcas a cambio de fortalecer la posición política y económica del Estado, y permitir la actividad económica privada siempre que responda a los intereses del centro de poder. Algo muy parecido caracterizó la relación entre el régimen nazi y los grandes capitanes de la industria alemana en los años treinta y cuarenta del siglo XX.

Putin entró en cintura a los oligarcas de la época de Yeltsin, debido a que muchos de ellos aspiraron a acceder al poder político para utilizarlo en función de intereses personales y de grupo. Sin embargo, ha permitido la aparición de una nueva oligarquía, que se desarrolla a la sombra de su poder sin cuestionarlo.

Entre 2000 y 2021, la economía rusa creció a un ritmo promedio anual de 3,5%, que sin ser espectacular ha remontado la debacle de la última década del siglo XX. El PIB per cápita, a precios constantes de 2015, pasó de 5.331 dólares estadounidenses en 2000 a 10.217 en 2021. La inflación bajó, de dos dígitos al comienzo de la década, a solo uno en 2021; aunque volvió a alcanzar dos dígitos en 2022 (13,8%). El pasado año, debido a la agresión a Ucrania y las sanciones económicas de Estados Unidos y los países de la Unión Europa, la variación del PIB fue de -3,4%.

La guerra contra Ucrania ha demostrado las debilidades de Rusia en sus aspiraciones de recuperar una posición de gran potencia. La imposibilidad de ganar una guerra relámpago, los reveses en el campo de batalla y el impacto de las sanciones económicas, evidencian las debilidades estructurales de su economía, altamente dependiente de la exportación de materias primas, estratégicas pero materias primas al fin, y de las importaciones de tecnología.

Incluso, siendo potencia militar de primer orden, ha debido importar tecnología militar de Irán. Todo ello pone en entredicho las aspiraciones de Putin de lograr una posición como potencia geopolítica, pues carece del poderío económico para sostener tal pretensión. Con ello Rusia reproduce un escenario parecido al que definió su posición internacional en los años previos a la Primera Guerra Mundial.

El escenario de la Rusia actual es el de un país con instituciones democráticas formales, supuesta pluralidad de partidos políticos y «elecciones» regulares en las que el poder logra reproducir su dominio con mayorías parecidas a las de la época soviética, pero en el que se persigue a la oposición real al nuevo autócrata.

Los principales opositores políticos de Putin son asesinados y sus muertes jamás esclarecidas, así ocurrió con Anna Politovskaya y Borís Nemtsov; o se les intenta asesinar, como el caso de Alexey Navalny, y al no lograrlo, lo sometieron a procesos judiciales viciados y condenas excesivas, con evidente violación de sus derechos ciudadanos. Tal situación demuestra prácticas mafiosas con la connivencia de tribunales y organismos de la seguridad del Estado.

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Alexei Navalny (Foto: Yuri Kozyrev / Noor / Redux)

Desde el punto de vista económico, Rusia es un país capitalista con altos niveles de desigualdad social, que hasta el estallido de la guerra permitió el desarrollo no solo de los multimillonarios asociados al poder, sino de una pujante clase media y profesional que solía aceptar el autoritarismo y la falta de libertades políticas a cambio de un relativo bienestar económico.

¿Resulta deseable el «modelo» ruso para Cuba?

En Rusia se ha producido una transición del socialismo burocrático a un capitalismo mafioso, y de este a una especie de «capitalismo neopatrimonial», para utilizar la definición de Christopher Claphan que a su vez se basó en el término «patrimonialismo» de Max Weber y el «neopatrimonialismo» de Shmuel Eisenstadt, y que sugiere considerar el politólogo cubano Armando Chaguaceda al caracterizar el sistema político y económico ruso y la posible copia que algunos podrían intentar en el caso cubano.

Dicho sistema combina las estructuras políticas típicas del autoritarismo y la autocracia con el acceso ventajoso de los grupos económicos asociados al poder político, y gozan del apoyo de este siempre que no lo reten o pretendan acceder a él.  

Un sistema parecido caracteriza la evolución de la mayor parte de las repúblicas ex soviéticas, quizás con la excepción de las bálticas que se incorporaron a la Unión Europea y asumieron sus exigencias en materia política e institucional, además de económica.

Ello fue posible debido a un contexto internacional favorable, pues las grandes potencias capitalistas estaban más interesadas en el derrumbe del supuesto socialismo en esos países, que en asegurar su transición real a la democracia y a economías de mercado con justicia social. Para derrotar al sistema que se les oponía en la Guerra Fría, dio igual cuál sistema lo heredara, siempre que se basara en las reglas del capitalismo y la economía de mercado. Luego fue demasiado tarde.

¿Es este el modelo que debe tomar el proceso de cambios estructurales en Cuba? Para algunos la respuesta podría ser afirmativa, siempre que garantice la «tranquilidad» y un relativo bienestar económico. A fin de cuentas, sistemas parecidos existen en la actualidad en países como Nicaragua y Venezuela, aunque el bienestar allí es cuestionable y la tranquilidad es la que impone la represión.

No obstante, en Cuba se agotaron los tiempos para transitar a una reforma económica en el marco de instituciones autoritarias. A diferencia de Rusia, la Isla no ha tenido una experiencia democrática reciente a la que vincular con el desastre económico, sino que este se vincula precisamente al sistema autoritario vigente, que sigue coartando libertades, persiguiendo la disidencia y reprimiendo las voces críticas, incluso las que oponen al actual estado de cosas una opción socialista diferente. Además, resulta incapaz de producir una reforma económica que permita la recuperación del crecimiento y contribuya al mejoramiento del bienestar.

Los cambios económicos necesarios en la Isla son de un inmenso calado y naturaleza estructural, pero no tendrán los efectos positivos deseados de potenciar crecimiento y desarrollo con justicia social, si no se impulsan desde instituciones y políticas democráticas. En consecuencia, Rusia no es un modelo deseable para Cuba si el objetivo fundamental es iniciar una senda de desarrollo económico y social en condiciones de democracia política real, y no conservar el autoritarismo a toda costa.

***

1. Cálculos del autor con base a estadísticas del FMI.

31 enero 2023 21 comentarios
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Solución rusa
Desarrollo

De la ayuda soviética a la solución rusa: ¿la misma historia?

por Mario Valdés Navia 30 enero 2023
escrito por Mario Valdés Navia

Aunque en los sesenta y dos años que hoy cumplo creí haberme preparado para casi todo, confieso que nunca espere ver al primer secretario del PCC reunido con una delegación de empresarios extranjeros donde se adoptara la decisión de fundar un centro para preparar: «transformaciones económicas en Cuba basadas en el desarrollo de la empresa privada».

El proyecto incluirá, por la parte cubana, a representantes del BCC y de ministerios clave, y seguramente de GAESA aunque la fuente no lo menciona. Por la parte rusa, a expertos del Centro de investigación Estratégica, el lnstituto de Pronósticos Económicos y el influyente think tank Instituto de Economía del Crecimiento, P.A. Stolypin.

¿A qué vendrán a Cuba estos expertos en desmantelamiento de economías socialistas estatizadas y creación de economías capitalistas autoritarias de carácter periférico? ¿Si durante treinta años el Gobierno/Partido/Estado se ha mostrado reacio a transformar el obsoleto y criticado modelo de socialismo de Estado y aplicar las reformas propuestas por economistas cubanos, a que viene ahora esta decisión súbita de privatizar a lo ruso? ¿Volverán cual deja vú los tiempos de la «entrañable y eterna amistad con la URSS», representada ahora por la Rusia imperial de Putin?

Solución rusa

Piotr Arkádievich Stolypin en 1908, cuando era primer ministro y ministro del Interior del zar Nicolás II de Rusia. (Foto: Pinterest)

-I-

Cuando empecé mi vida laboral, a inicios de los ochenta del pasado siglo, los asesores soviéticos campeaban por su respeto en cuanta entidad económica y social importante existía en Cuba. Aunque no las dirigían abiertamente, sus consejos debían ser escuchados y puestos en práctica por los cuadros de los centros, que respondían ante sus jefes por ser receptivos y complacientes con los representantes del big brother.

Así fue hasta que Gorbachov dijo que aquello nunca había sido un verdadero socialismo y que eran precisas la reestructuración (perestroika) y la transparencia informativa (glásnost). Cuando los asesores soviéticos empezaron a repetir los mantras perestroikos y a inundarnos con publicaciones críticas, sus días en Cuba estuvieron contados.

El Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas (1985-1990) intentó blindar el modelo estatizado al apelar a la retórica voluntarista inicial de la Revolución. La exhortación a la conciencia y al trabajo voluntario, así como la negación de las relaciones mercantiles y de la incipiente iniciativa privada, trajeron como resultado la paralización del crecimiento y el debilitamiento del país casi en vísperas de la terrible crisis del Período Especial, que comenzaría en 1991.  

Al menos desde 1993, economistas cubanos vienen proponiendo reformas endógenas para devolver el país a los derroteros del crecimiento y el desarrollo a partir de una economía mixta, donde los diferentes sectores de propiedad compitieran y se complementaran a través del mercado y la planificación indicativa. Nunca sus opiniones han sido tomadas en serio por los decisores como proyecto integral, sino seleccionando a cuentagotas cuáles, a qué ritmo y hasta cuándo deciden aplicarlas.

Desde que la crisis de los noventa eclosionó, se efectuaron procesos de debate colectivo encaminados a que la ciudadanía ofreciera criterios sobre qué hacer para «Salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo». El análisis del «Llamamiento al IV Congreso» en 1991, la reforma del 92 a la Constitución, las medidas de reestructuración económica  de 1993, los «parlamentos obreros» de 1994 y la llegada al poder de Carlos Lage y un grupo de jóvenes dirigentes; hicieron creer que existía una voluntad de cambio en la dirección del país. No obstante, el carácter no vinculante, sino propositivo/consultivo de los procesos, dejó la toma de decisiones en manos de los históricos.

En la segunda mitad de los noventa, el agravamiento de las contradicciones con EE.UU. y la quimera de la Revolución Bolivariana retrotrajeron el país a los cauces tradicionales del centralismo y la conducción voluntarista. Ello se concretaría en la Batalla de Ideas y el Juramento de Baraguá. Desde 1999, las asociaciones mixtas y las empresas autorizadas a realizar operaciones directas de comercio exterior fueron reducidas, eliminados los negocios inmobiliarios extranjeros, y revivida la animosidad hacia el trabajo privado. El colmo de los horrores fue la decisión de  desmantelar la agroindustria azucarera, pilar de la nación.

Cuando Raúl fue nombrado presidente (2008), en su discurso inaugural se refirió a la necesidad de iniciar reformas para: «encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas». Con este fin se enviaron delegaciones a estudiar los procesos de reforma en diferentes países, sobre todo en China y Vietnam.

Sin embargo, los modelos de socialismo de mercado que hicieron prosperar a esos países debieron parecer muy liberales al Gobierno/Partido/Estado, siempre renuente a estimular otras formas de propiedad, permitir el retorno de los exiliados y debilitar su control absoluto. Una vez más, la mirada de los decisores se dirigiría hacia los grandes poderes mundiales en busca de apoyo.

Desde entonces las preferencias del grupo de poder hegemónico estaban claras. Entre las conversaciones secretas con EE.UU. para restablecer relaciones, y los nexos crecientes con la Rusia imperial de Putin, no había mucho interés en experimentar nuevos caminos, sino en salvaguardar sus fortunas y posiciones de privilegio confiados al cuidado de su fuerza de tarea de élite: los tecnócratas militares del holding GAESA.

Solución rusa

El grupo de poder en Cuba tiene nexos crecientes con la Rusia imperial de Putin. (Foto: Monarquías.com)

-II-

La crisis del modelo y la inopia, enajenación y desesperanza de la población son tan grandes actualmente, que el anuncio de estos pasos anticonstitucionales en el ámbito económico, político y social, no solo ha sido ignorado por los medios oficiales hasta nueva orden, sino que asimismo fue eludido en los núcleos del PCC, universidades, instancias intelectuales e instituciones.

Tal parece que la idea imperante en la mayoría es: si aparece una manera de echar a andar la economía y salir del marasmo actual, bienvenida sea; poco importa si es el capitalismo periférico, atrasado y autoritario de Putin, o una invasión alienígena. Ya una vez fuimos aliados de la antigua URSS y no la pasamos tan mal como estamos ahora.

Esta manera de pensar, además de la cobardía política y vergüenza intelectual que simboliza, encierra no pocos errores históricos y de concepto que valdría la pena tener en cuenta. Lo fundamental es el contexto histórico: las Cubas de 1960, 1971 y 2023 son muy diferentes.

Al empezar las transformaciones revolucionarias y agudizarse el conflicto con EE.UU. a punto de una inminente agresión militar (1959-1960), existía una superpotencia rival interesada en sostener la rebeldía cubana frente al poderío estadounidense, algo inédito en este hemisferio. Tener que adoptar a rajatabla el socialismo de Estado soviético no era exactamente algo coyuntural, motivado por el escenario de hostilidad norteamericana; desde 1959 quedaba claro que el modelo autoritario-militar implantado no venía del Kremlin sino de la Sierra Maestra.  

Diez años después, el fracaso de la Zafra de los Diez Millones fue realmente el hecho, entre todo el experimento de idealismo voluntarista, que agotó el patrimonio de la nación y condujo al grupo de poder a decidir que solo podría salir del embrollo atravesando las horcas caudinas del campo socialista y aceptando su modelo sin muchas condiciones. Desde 1971, los asesores soviéticos de marras se encargarían de supervisar que Cuba, beneficiada con los subsidios soviéticos, hiciera las modificaciones necesarias en todos los campos para ser un miembro pleno del CAME y aliado privilegiado de la URSS en su puja con EE.UU. por el dominio mundial.

Otra es la situación en 2023. Aunque a los históricos se han sumado los continuistas, por razones biológicas, el Poder continúa monopolizado por el mismo grupo militar-burocrático y sus descendientes. Sus proyectos para preservar y reestructurar la hegemonía del grupo, pasan por lograr una reanimación de la economía sin que pierdan los privilegios acumulados. Y es aquí donde entronca el debate de los modelos a aplicar y las necesarias reformas por hacer en el país.

Ni el fomento del sector no estatal, ni las experiencias de transición al capitalismo globalizado en países ex socialistas de Europa del Este, ni el socialismo de mercado chino-vietnamita garantizan la estabilidad de los privilegios de ese grupo. En países de Asia y África ha ganado difusión el denominado Modelo Birmano, donde los jerarcas militares se han distribuido las riquezas nacionales en forma de propiedades agrarias e industriales, compartiendo el poder con señores de la Guerra, oligarquías locales y capitalistas nacionales y extranjeros; pero eso tampoco parece ser aceptado por el alto mando cubano.

Durante años, sus capitales de riesgo han sido colocados a una carta ganadora: la reanudación de relaciones con EE.UU. y la afluencia masiva del turismo estadounidense. Sin embargo, esto puede demorar, porque sus enemigos acérrimos en el poderoso país parecen tener más poder que el propio Biden y los sectores demócratas y republicanos que favorecen la normalización. De ahí la opción aparentemente inusitada de una solución rusa.

No obstante, Cuba se parece poco al País de las Nieves y sus satélites ex soviéticos, y la economía insular tiene poco que ofrecer a un modelo que requiere grandes ingresos nacionales. Para privatizar hay muchos sectores y empresas, pero mientras en Rusia la poderosa mafia local asumió, junto a los inversores extranjeros, el rol de grandes emprendedores y sacaron a la luz sus capitales mal habidos para la compra de empresas y financiar a presta nombres provenientes de la alta burocracia partidista y estatal; en Cuba no creo que pueda hacerse otro tanto.

Por demás, en momentos en que la guerra de Ucrania amenaza con llevar a la ruina al régimen de Putin, paréceme muy arriesgado que Cuba se asocie con la oligarquía rusa en un proyecto a largo plazo como este. ¿Acaso se trata de un gesto de presión hacia la administración Biden, especie de remedo y recordatorio de lo que ocurrió en 1960? ¿Serán los asesores del Instituto Stolypin los nuevos compañeros de viaje solo hasta que el grupo de poder hegemónico pueda integrarse plenamente en los circuitos del capitalismo globalizado?

Lo más importante en la solución de este problema es la posible reacción del sufrido y sobre-explotado pueblo ante el paquete de medidas draconianas que acompañará irremediablemente una transformación de ese tipo. ¿Acaso no son suficientes las que se han venido tomando desde hace décadas para aligerar al Estado de sus cargas?

Si ya los miembros del grupo de poder y sus descendientes ostentan abiertamente sus fortunas mal habidas, ¿cuánto más soportará el pueblo que un puñado de familias enajene hacia su peculio la propiedad pública, supuestamente administrada por el Estado? Entre los que mueren, envejecen, no nacen, o se van, ¿quiénes van a quedar para trabajarle a la nueva clase capitalista cubana, asesorada por los flamantes especialistas rusos?

30 enero 2023 32 comentarios
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