En 1948 fue elegido como Presidente de la República de Cuba, Carlos Prío Socarrás, por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). En su juventud había participado en las luchas estudiantiles y en la Revolución del 30. Cuatro años más tarde, el 10 de marzo de 1952, el antiguo sargento taquígrafo, devenido coronel, Fulgencio Batista Zaldívar, lo sacó de la presidencia mediante un golpe de Estado, que tomó como centro de operaciones al antiguo Campamento Militar de Columbia, convertido después de 1959 en la Ciudad Escolar Libertad.
A pesar del apoyo popular, especialmente de los estudiantes universitarios que incluso reclamaban armas para enfrentarse al emergente dictador, Carlos Prío no reaccionó y decidió partir al exterior, acompañado de su familia. Existe incluso una foto del presidente derrocado, diciendo adiós en el aeropuerto.
Al triunfar la Revolución Cubana, regresó. Fue de los primeros. Pero su estancia sería solo de dos años, pues partió posteriormente dada su franca oposición a la ideología marxista-leninista, proclamada en 1961.
Buena parte de la historiografía cubana ha tildado de cobarde y débil la actitud de Prío, al entregar su gobierno a Batista sin mostrar resistencia. Es la versión más extendida. Pero podría ser interesante ver otra dimensión, la psicológica y psicopatológica, que, en no pocas ocasiones, nos sirve para comprender los acontecimientos históricos.
El pueblo es quien determina la historia. El papel de las grandes personalidades es recoger las aspiraciones y necesidades de ese pueblo en un momento concreto. Pero la personalidad del líder marca significativamente la manera en que se desarrollan los hechos.
Por ejemplo, cuando Lenin, enfermo, en una carta escamoteada durante mucho tiempo, escribió sobre los rasgos negativos de Stalin y recomendó que lo pasaran a otro puesto que no fuera el de Secretario General del Partido Comunista, estaba hablando, en última instancia, de psicología y psicopatología. Sus argumentos se fundamentaban en los rasgos negativos del carácter de quien, a la larga, se convertiría, pese a la advertencia, en su sucesor. El tiempo le daría la razón.
Me contaba un amigo psiquiatra, quien a su vez había recibido la historia de otro psiquiatra, que en el momento del golpe de Estado, Carlos Prío Socarrás padecía de un Trastorno Depresivo Mayor, del cual había sufrido varios episodios anteriores. Si a esto se añade el generalizado rumor del consumo de drogas por el presidente puede ofrecernos este relato una pista para entender su conducta. Se asociarían un trastorno relacionado con el consumo de sustancias y un episodio depresivo mayor, lo que actualmente se conoce como patología dual.
No se trata de una justificación de la conducta de Prío, pero la severidad del cuadro depresivo impide al individuo no sólo tomar decisiones, sino además implica la falta de deseos para tomarlas. Prío eligió el camino más fácil: escapar. Intento comprenderlo. Una de las recomendaciones básicas que los psiquiatras hacen a sus pacientes es no tomar decisiones importantes durante la depresión porque incluso pueden ir contra ellos mismos. No se deprimió por el golpe, ya estaba deprimido y probablemente bajo tratamiento. Aquél solo agravó los síntomas ya existentes.
Cuento este hecho tal como me lo transmitieron y sólo quiero poner énfasis en la importancia de los factores psicopatológicos y psicológicos en la historia universal y de Cuba, llena de supuestos misterios y de explicaciones que no toman en cuenta las variables señaladas, dado su significativo carácter subjetivo y develador de la intimidad de las grandes personalidades, verdaderos agujeros negros del relato histórico.
El 5 de abril de 1977, el ex Presidente de la República Carlos Prío Socarrás se suicidó en su casa de Miami.
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