América Latina se encuentra atravesando un proceso complejo de lo que algunos especialistas denominan su ciclo político. Parecer ser que la derecha domina los espacios de poder y a la izquierda le van quedando pocos frentes que no es necesario mencionar. En medio de este clima, el enfrentamiento entre tendencias políticas se intensifica.
Una de las formas de manifestarse este enfrentamiento es el incesante debate político, la constante discusión que a veces no sale de los marcos de los insultos. Esto hace necesario que nos preguntemos, ¿vale la pena el debate político?, ¿lo estamos haciendo sobre las temáticas correctas?
Estas son cuestiones que no son absolutos, pero sí se necesita reflexionar con seriedad para obtener algunas líneas claves. Evidentemente no existe el manual sobre el debate político, o al menos pienso que no existe ese manual que pueda determinar por regla ‘’lo correcto’’. Sin embargo, para juzgar nuestros debates, podemos compararlos con los de otras regiones del mundo o simplemente ver sobre qué tratan o que utilidad pueden tener sobre la sociedad.
Empezaría mirando a Europa. Pienso que es un buen modelo porque esa es la región que sin discusión tiene los niveles de vida más altos del mundo y quizá donde más se puede ver representada algo de democracia. Los enfrentamientos entre partidos suelen ser con propuestas, con modelos de proyectos. Muchas veces discuten si este o tal cual acuerdo o tratado generará tanto o menos empleo. Deja de ser si los líderes políticos son más o menos buenas personas, para centrarse en razones administrativas, en la gestión real del poder.
No se defiende la idea de que los europeos sean superiores, solo que están siendo más directos. Lo que le interesa a la mayoría de la gente es quien paga más, donde comprar más barato, es decir, como vivir mejor. Las personas no eligen por una simpatía, sino a quien representa mejor sus intereses. Si yo fuera el dueño de una fábrica, me afiliaría al partido que me permitiera tener mayor control sobre salarios y beneficios de mis trabajadores y no votaría al que me intente imponer lo contrario. Un claro ejemplo es Cataluña, que intenta desprenderse de España para soltarse de la carga impositiva europea y no sostener el déficit español. En torno a esto gira el debate político en esa región, cómo también fue el criterio que hizo que regiones como Irlanda se mantuvieran formando parte de la Gran Bretaña.
¿Qué hacemos en América Latina, y por qué no, que hacemos en Cuba? Insisto en que no estoy siendo absoluto, pero mucho del debate político en la región adquiere dimensiones que llegan a ser infantiles. La lucha puede ser por desmoralizar a los lideres, por hacer acusaciones que repiten sin parar las palabras ‘’traición a la patria’’ y si tiene tanto o menos dinero. Se convierte en decir al contrario algo así como ‘’eres malo’’ o ‘’eres bueno’’.
El debate político es necesario, y como respuesta a la necesidad que representa, debe apuntar a los problemas reales. Incluso en este blog, muchas veces discutimos cuestionamientos puramente morales y podemos dejar de lado las verdaderas soluciones a los verdaderos problemas. No podemos centrarnos en denunciar y desmoralizar lo que hace este o aquel, eso es dejar que los problemas esenciales, de estructura, de sistema, crezcan, los deja desapercibidos a los ojos de muchos.
Para que tenga algo de sentido ponerse etiquetas y dividirse en grupos que se enfrentan por adjudicarse ser representantes de los intereses de la mayoría, hay que cambiar un poco. Deben discutirse propuestas concretas, sin sueños ni utopías, (con cientificidad), a la pobreza, la educación, la salud, la vivienda, la industria, la precariedad del empleo y la agricultura. Porque eso es lo que se necesita.
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