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Cultura

Estudio de fenómenos culturales, su simbología e impacto social

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La cara oculta del ICRT

por Giordan Rodríguez Milanés 2 marzo 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Ya vemos la cara oculta del ICRT. El pasado sábado, en el programa Pensando en 3D de la televisión cubana, se mutiló la escena final de la película Love, Simon donde dos hombres jóvenes se dan un beso de amor. Los activistas LGTBI se indignaron con razón. Denunciaron la censura en las redes sociales y convocaron a una besada frente a la sede de ese organismo en La Habana. En la mañana del domingo, la página web del ICRT emitió una nota de disculpa por “el error”, prometiendo retransmitir la película sin mutilarla y avisando que se harán los análisis pertinentes. ¿Se sacrificará un chivo expiatorio o nos enseñará honradamente la cara oculta del ICRT?

En un comentario en su blog Segunda Cita, Silvio Rodríguez recordó que otro beso, en aquella ocasión entre heterosexuales, motivó hace 50 años la censura al programa De otra manera. Alguien debió creer, como ahora, que el trasiego de saliva y gérmenes entre dos seres humanos es un serio atentado contra la moral socialista. Entonces no hubo disculpa, ni rectificación inmediata, ni una nota. Tampoco las otras tantas veces que el ICRT ha censurado, omitido y excluido a lo largo de su historia. La película La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, incluso fue anunciada en Cubavisión una noche a fines de los noventa, pero nunca llegó a exhibirse.

Que no siempre el televidente avezado se percate del corte correctivo y sólo se hable de este tema cuando se arme algún escándalo no significa, en lo más mínimo, que quienes hemos trabajado en el ICRT no sepamos que el corte correctivo es una práctica habitual en todas las televisoras del país.

Como el denominado fenómeno El Grito, en la CNC TV de Bayamo, cuando un material que “no debería haberse transmitido” burló el mecanismo censor y entonces los directivos del canal sancionaron a  dos miembros de la UNEAC –entre ellos al actual presidente de Granma-, aunque en aquella ocasión ellos echaron pelea. Tampoco olvidemos aquella disolvencia a negro contra el beso entre las dos chicas que acompañaban a Descemer Bueno, Israel y Yoel durante el paseo en barco de Ser de Sol.

Si aplicamos en sentido estricto lo reglamentado por el ICRT –que sólo se aplica cuando es en contra de un realizador “problemático”-, los responsables de lo que la nota llama “un error” son el director y la asesora del programa Pensando en 3D. Sucede que conozco personalmente a mi coterráneo Ernesto Bosch, director del programa. Puede decirse que asistí a su nacimiento como realizador en la radio.

Es muy posible que yo haya sido el editor del primer documental para la Televisión que  él editara en su vida. Sé que no es homofóbico, excluyente, ni de mentalidad estrecha o prejuiciada. Pero ahora la dirección del ICRT necesita un chivo expiatorio y apuntarán sus cañones contra el Equipo Básico de Trabajo o, si se permiten ir un poquito más arriba, contra el jefe de redacción.

Pero el televidente y el radioyente no saben –no pueden saber-, los dramas que se desarrollan tras las cámaras o micrófonos entre realizadores audiovisuales, jefes de redacción, jefes de programación, directivos de canales y, el personaje principal de esta historia: el funcionario del Departamento Ideológico o miembro del buró del PCC desde donde “se atiende” la televisora.  Quienes nos formamos como artistas en el ICRT sabemos dos cosas:

  1. Si jamás vas en contra del funcionario político-ideológico que atiende la emisora y/o aprendes a adivinar el alcance semiótico que éste espera de nuestro mensaje, tendrás mayores opciones de éxito que cualquier otro.
  2. Si no te arriesgas a reflejar temas escabrosos en tus programas o, cuando te obliga el plan temático (que estoy casi seguro ha sido el caso), te remites inexorablemente al postulado anterior, tendrás mayores opciones de éxito que otros en el medio.

¿Y quién no quiere ser exitoso en un medio tan competitivo?

En los enunciados actuales de las políticas de programación de radio y televisión en Cuba, probablemente usted no encuentre una sola oración homofóbica o discriminatoria. Tampoco hay en la actualidad listas oficiales de músicos prohibidos, ni películas prohibidas, ni otra prohibición de ninguna índole. Quienes, como Ernesto Bosch, nos formamos en una emisora de radio que en 1992, expulsó de su colectivo por homosexual al poeta, ensayista y realizador radial Julio Sánchez Chang, sabemos –o pretendemos saber- cuál ha sido históricamente la postura del ICRT al respecto.

Quienes, como seguramente el jefe de esa redacción, nos hemos formado en un organismo que “dejó correr la bola” de que las películas cubanas, -las del ICAIC, no las de La Muestra Joven, las de Titón, Fernando Pérez, Rebeca Chávez, Nicolasito Guillén, Daniel Diaz, etc.- estaban prohibidas en las televisoras territoriales, según le confesó un directivo del telecentro de Caibarién hace unos años a los participantes en el Festival de Invierno de Cine Clubes de Santa Clara, no necesitamos que nadie nos dé una orden expresa de mutilar la escena de una película que se considere incorrecta para la “moral socialista”.

Lo interesante del ICRT es que, después de la guerrita de los emails sobre el Quinquenio Gris, nunca, jamás, un directivo o el funcionario político-ideológico ha vuelto a hacer públicas sus órdenes de censura o exclusiones por homofobia o intolerancia. Ni siquiera el jefe del grupo metodológico de la radio en Granma, en 2009, supo explicarle a su esposa bautista que apareciera un travesti en una serie aprobada por él.

Como bien dice la nota, a lo mejor ninguno de los directivos actuales del ICRT es homofóbico, en este caso. Pero tampoco ningún directivo del ICRT se ha ocupado de organizar debates y talleres de actualización, entre sus realizadores y funcionarios a todos los niveles, en los que se deje explícitamente claro que mutilar la obra artística de otros, avalada y reconocida estéticamente, es en todos los casos irresponsable, irrespetuoso e indigno. Que no nos hace mejores revolucionarios ni contribuye a la política cultural de la Revolución, sino lo contrario.

De tal modo, sugiero a la presidencia del Instituto Cubano de la Radio y la Televisión que, en vez de buscar el “culpable” de un “error”, aprovechen este asunto para mirarse por dentro, con esa dignidad que mencionan, y hagan pública esa mirada desde el reconocimiento de sus disfuncionalidades históricas y estructurales como organismo.

 Entonces sí merecerían mi más profundo respeto.

2 marzo 2020 33 comentarios 529 vistas
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silence

Those silences brought these noises

por Giordan Rodríguez Milanés 23 febrero 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

‘Join us in this song which we may consider Cuba’s second national anthem’, singer-songwriter Adrían Berazaín asks the audience. Right at the chord where the string harmony flourishes, he intones with Mauricio Figueiral: ‘No te acuerdas, gentil Bayamesa / que tú fuiste mi sol refulgente…’ It’s the morning of April 10, 2019 at the Altar of the Motherland… ‘Y risueño, en tu lánguida frente, / blando beso imprimí con ardor…’ As part of a tour by Project Lucas, the singers look deeply moved, flanked by the bell and the fig tree, and with the Cuban flags majestically flapping in the wind: ‘Let’s all sing together…’ Those silences brought these noises.

It’s La Demajagua, the place where the liberating Revolution began: ‘No recuerdas que un tiempo dichoso / me extasié con tu pura belleza…’ And the ‘Lucas’ people did very well to choose this place to start their national tour.

Perhaps César Martín, the affable historian of the site, only mutters the lyrics because his modesty won’t allow him to sing out loud: ‘Ven y asoma a tu reja sonriendo, / ven y escucha amorosa mi canto…’ Pablo Nogueras, the director of the Julio Antonio Mella high school in Manzanillo, timidly joins in: ‘Ven no duermas, acude a mi llanto / Pon alivio a mi negro dolor…’

The rest of the audience stays silent. Students from the high schools, the polytechnics, the medical school and the Manzanillo music school cannot sing along. Political and government officials can’t either. They obviously don’t know the lyrics. They most likely will answer promptly if you ask them about the latest hit by El Chacal or Maluma featuring Marc Anthony. Each one of them has recognized Cimafunk’s declaration of ‘Me voooooy, pa mi casa’, but they can’t sing what Adrián Berazaín wisely considers ‘our second national anthem’.

When the singers conclude their performance, one of the students whispers: ‘That’s the song from the movie Inocencia’, and it’s true. Caro, my daughter, comes home with her friends. She tells me the story. I ask for details: ‘I didn’t know the lyrics either, dad’, she says looking ashamed. I acknowledge my own shortcoming as a parent while I look on Facebook at flyer announcing a reggaeton singer’s concert, in combination with another singer, where the name of our city, Manzanillo, is spelled with an ‘S’. It seems obvious that our generation has been unable to captivate them with the significance that one of the song’s authors is Carlos Manuel de Céspedes, the Father of the Nation; that the lyrics were written by poet José Fornaris and that, in time, in the middle of the redeeming wilderness, those verses would become a symbol of Cuban defiance.

And there you have Atilio Borón and Ignacio Ramonet in the Mesa Redonda program. They warn us about Google, Facebook and social media. They say that they appropriate our private information, that they study our cultural preferences. They say that the imperialists have a huge database which classifies our ideological and political stances. They say that they interfere in our intimacy. That’s all true; Gerhard Maletzke, Yuri Lotman, Teodoro Adorno and Noam Chomsky had already anticipated that. In any case, long before Google existed, the surveillance person in my CDR (the Cuban revolutionary neighborhood watch) was already reporting what time I got home, what books I read sitting in my balcony, how many shirts my mother hang out to dry in the sun, or the looks of any girlfriend or friend who came to visit me.

The problem of the former watchers is that, with the new technologies, they can’t help themselves being watched, and studied. Similarly, for those of us who used to decide which music young people could listen to and which they couldn’t, the dilemma is that we didn’t anticipate the day in which every young person would walk around with their own musical platform in the form of portable speakers or headphones, and with a smartphone to download what they wanted, according to their mood and their references, with nothing or nobody being able to help it. And since we didn’t educate them in diversity, now they’re easy prey for the algorithms Borón and Ramonet mention. While our media continued to try to impose the music they considered ‘correct’ or ‘harmless’ in terms of political criticism —thus the proliferation of reggaeton in Cuba right after political chants like ‘if you don’t jump you’re Yankee’—, social and media communication scholars, social psychologists and mathematicians paid by the Empire were creating algorithms to understand cultural preferences, classify them, customize them and subtly and effectively manipulate them. And so we remained immovable in Ortega y Gasset’s concept of the mass; inert in our desire to censor or standardize non-criticism. And so they learned to explore and know our individuality to use it in their favor; allowing anyone, from Calle 13 to Bad Bunny to say what they like. They’d figure out how to take advantage of that to inoculate their lifestyle.

And now it turns out our ‘mass’ can only clumsily connect, as if culturally colonized, with the most authentic values of Cuban music. They don’t know that without the son there’d be no salsa; that without rumba there’d be no reggaeton. They don’t know that the new folk song, in fact, was —is— rebellious and non-conformist. When they hear ‘Contigo en la distancia’ sung by Christina Aguilera, they mistakenly believe it’s a Mexican song.

That’s why, on April 10, 2019, when I learned that my daughter didn’t know the lyrics or the symbolic significance of ‘La Bayamesa’, I rushed out to the Etecsa connection point to download folk songs I consider emblematic and that were once even banned by revolutionary broadcasting. I begin with ‘Resumen de noticias’ by Silvio, and end up with ‘El loco del tranvía’ by William Vivanco, ‘Lucha tu yuca, taíno’ by Ray Fernández and ‘Extremistas nobles’ by Buena Fe and Frank Delgado, which were never officially forbidden, but every time I broadcast them I had to go to a small board meeting at Radio Granma to explain why I included them in my musical production. I remember the fateful afternoon in which, because of a debate on the web between Silvio and Pablo, the director of Radio Granma informed me about a certain mysterious communication, which banned the songs by Pablo Milanés! That was followed by my ‘You’ll have to fire me’ and his ‘Well, then I’ll fire you’. Fortunately, a ‘rectification’ arrived later in an email sent by UNEAC, which clarified that Pablo Milanés had not been banned. I could swear that the director scowled at me, I remember as I say to myself: ‘It’s never too late to begin’, and I hum: ‘y doblemos los dos la cabeza / moribundos de dicha y amor’.

(Translated from the original)

23 febrero 2020 0 comentario 260 vistas
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books

Speaking of Books

por Yassel Padrón Kunakbaeva 16 febrero 2020
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Now that we’re in the days of the books fair, and that it’s become a trend to speak about China and the coronavirus, I would like to recommend a science-fiction work which I believe to be among the most valuable that has appeared lately. I refer to The Three-Body Problem, by mainland Chinese writer Liu Cixin. Of course, as the reader might imagine, it’s not only about science-fiction: the work offers a very interesting approach to the contemporary history of China, its role in the world and what it may represent in the future of civilization.

The trilogy of novels that begins with The Three-Body Problem has been a total success, both in China and in the West. It won some of the most relevant awards, such as the Galawry Award and the prestigious Hugo Award. It impressed me because of the brilliant way in which it interweaves fiction with elements of reality, but above all because of the hints it shows about the Chinese cultural worldview. To make this point, I will have to comment on some parts of the novel, so: spoiler alert!

The fictional part, which gives the work its title, tells the story of a civilization in a distant planet with the terrible circumstance of being in a three-sun system. Because of a physical paradox, the trajectory and movement of the three solar bodies is impossible to predict, which makes the climate of the planet completely unpredictable and extreme on occasion. This extraterrestrial civilization, in order to survive, has had to adopt a completely authoritarian and totalitarian organization. Their greatest dream is to discover another planet in the universe which is inhabitable, and which doesn’t have the three-sun problem.

However, one doesn’t know this until the end of the first volume. The story begins in a completely different way to what we’re used to seeing in the genre: in the middle of the Chinese Cultural Revolution. The historical novel component in the work is very well-rendered. Liu Cixin tells us about the travels of Ye Wenjie, a young astrophysicist trapped in the hell of political convulsion.

Ye Wenjie, after seeing the worst side of the Chinese political system, ends up in a secret military base thanks to her knowledge and skill. With the Cold War in full swing, the Chinese are worried that the Americans, or worse, the Soviets, may become the first to contact extraterrestrials. That’s why the Red Coast base keeps sending interstellar solidarity messages from the People’s Republic of China. Years later, the base would be closed, considered a delusion by the very people who built it. Nobody knows the truth: that Ye Wenjie contacted the Trisolarians and invited them to colonize Earth to stop the inherent madness of the human civilization.

I found several things striking in this novel. One of them was the representation of the Cultural Revolution. As a researcher into the history of Marxism, socialism and communism, I continue to view Maoism as something unusual. It’s hard, because at the time it was presented as the alternative, and it proposed to bring to practice some ideas I share, such as the cultural struggle against capitalism and the need for the cultural subject to remain mobilized and have active participation. In Mao’s China, there was even an acknowledgement of the existence of contradictions between the people and the bureaucracy. However, all those good ideas can also be corrupted and manipulated.

The novel shows in all its harshness the cruel madness of the Cultural Revolution: the bands of red guards deployed in the cities, armed young people who had the authority to create their own courts, judge and execute ‘the bourgeois’. It displays the spectacle of fratricidal struggles between those militias, once sectarian hatred surpassed the desire to hunt down a non-existent bourgeoisie, all that within a context of incessant references to the Great Helmsman. I was surprised by the fact that Liu Cixin was able to publish his book in China, given the totalitarian image of that country that we’re sold.

Something else you find striking when you read The Three-Body Problem: the Chinese historical conscience. All of a sudden, you find yourself in the certainty that that people has a history larger than your own, with many layers. For us, history has a path, the primitive community, Classic Antiquity, the Middle Ages, Modernity and Contemporaneity. China has lived through many more stages. They have different ones. Putting myself in their shoes, I felt as if they lived in a planet and civilization different from mine.

I gained a better understanding of why the Chinese perceive they are the center of the world. That’s why they called themselves the Middle Kingdom. For them, the period of colonial dependency on the West is the Century of Humiliation, a bitter period happily overcome thanks to Mao, which would be followed by a straight path to greatness.

Something invaluable for me was gaining access to a Chinese story about Deng Xiaoping’s reforms. We are much more familiar with Perestroika, but know little about the Chinese reforms. The Three-Body Problem shows some snapshots, all the more interesting because they portray how things were like inside that process from the point of view of everyday life.

In the book, it is shown how the arrival of Deng’s time felt like a return to normality. A Faustian time, filled with unprecedented plans and mobilizations, seasoned with political violence and totalitarianism, was followed by a time when the usual commercial flow returned, as well as family life and the tedium of the struggle for economic progress. It was relatively easy, almost like watching the sun rise.

China was a huge peasant country. Despite the incipient industrialization of the Maoist period, which Mao himself partly undermined, that nation gathered all the conditions to reestablish the farmers’ market. They didn’t undergo the phenomenon that, for different reasons, took place in the USSR and Cuba: an oversized urban population, a weak countryside, the need for a price-controlling state. In China, the state kept on controlling, but in a different manner; the commercial life was relatively easy to reconstruct. Additionally, it’s a country with millennia of cultural sedimentation. With a simple snap of the fingers, Chinese society and culture were rebalanced.

It was also interesting to see the treatment Liu Cixin gives to what we might call the dark side of the reform. The events of the Great Leap Forward and later the Cultural Revolution were so traumatic that, once the sense of normality was restored in Deng’s time, Chinese society tried to forget as much as it could. In the book, some characters ask themselves whether some things really happened, and they must answer themselves that they did, because there are traces left: a missing arm, the photo of a dead relative or a friend nobody ever heard of again.

The scene in which Ye Wenjie, now in Deng’s time, meets three former red guards is heartbreaking. There was nothing left of the time in which they were three merciless and fanatical teenagers. They were living ghosts. The reform in China was ruthless, it meant a terrible purge on all levels of the State and the Party, which entailed that former red guards, valuable during the Cultural Revolution, be taken to reeducation camps and forgotten in the middle of nowhere. When she sees them, Ye Wenjie is reasserted in her hatred for the human race.

Here I would like to give a small wink to those who defend swift reforms in Cuba. One of the reasons why the paradigm shift in the island moves so slowly is because it’s been attempted with the same people. In China they didn’t make that mistake. But have we thought of the human cost of doing here what the Chinese did? How many people who have devoted a lifetime of work to the Revolution would be left in total anomie?

The Three-Body Problem offers interesting points of view and insights about China. Above all it shows something we should have realized by now: that nation has civilizing project with its eye on the future, supported by its age-old history. Now that we’re amazed that China built a fully-equipped hospital to fight the coronavirus in ten days, or that they may maintain a 35-million-people quarantine, it would be good to have a look at the message of the book.

The Chinese Communist Party has a plan, not meant for tomorrow, but for one-hundred years or more: to turn China into a center for the accumulation of capital, to reinforce the shifting of global value chains towards the East, preferably towards themselves, to build an international financial architecture to match that of the West, and ultimately to supplant the West as the center of capitalism. All that to reinforce the central role of the Chinese civilization. They haven’t stated as much, but it’s what one can gather from their plans and actions.

That’s a challenge for everyone. Until now, China has been a source of balance in the world, in opposition to the excesses of American imperialism. But it’s worth asking what shapes a Chinese imperialism could assume. On the other hand, for Cuba the Chinese reform is a point of reference which proves the possibility of reconciling the plan and the market, although it’s an example that’s impossible to fully imitate, given the immense initial differences. Also, on a more pragmatic note, Cuba can make good use of the opportunities offered by having good relations with that power.

Well, I believe I ended up talking more about China than about Liu Cixin’s book. But I’m not going to tell you the whole story, right? I recommend finding the eBook. After all, digital reading is the new motto of our Book Fair.

(Translated from the original)

16 febrero 2020 0 comentario 286 vistas
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tres cuerpos

El problema de los tres cuerpos: a propósito de libros

por Yassel Padrón Kunakbaeva 12 febrero 2020
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Hablemos de El problema de los tres cuerpos. Ahora que estamos en Feria del Libro, y que además se ha puesto de moda hablar de China y del coronavirus, quiero aprovechar para recomendar una obra de ciencia ficción que me parece de lo más valioso que ha aparecido en los últimos tiempos. Se trata de El problema de los tres cuerpos, del escritor de la China continental Liu Cixin. Por supuesto, como el lector se puede imaginar, no se trata solo de ciencia ficción: la obra ofrece un acercamiento muy interesante a la historia contemporánea de China, su papel en el mundo y lo que puede representar en el futuro de la civilización.

La trilogía de novelas que comienza con El problema de los Tres Cuerpos ha sido todo un éxito, tanto en China como en Occidente. Ganó algunos de los premios más importantes, tales como el Galawy Award y el prestigioso premio Hugo. A mí me impresionó por la brillante manera en que imbrica la ficción con elementos de la realidad, pero sobre todo por las pinceladas que muestra sobre la cosmovisión cultural china. Para explicarme, tendré que comentar algunas partes así que ya saben: ¡Spoiler Alert!

La parte ficticia, que le da nombre a la obra, cuenta la historia de una civilización en un planeta lejano, el cual sufre la terrible circunstancia de estar dentro de un sistema de tres soles. Debido a una paradoja física, resulta imposible predecir la trayectoria y movimiento de los tres cuerpos solares, lo cual hace que el clima en el planeta sea completamente impredecible y en ocasiones extremo. Dicha civilización extraterrestre, para sobrevivir, ha tenido que adoptar una organización completamente autoritaria y totalitaria. Su mayor sueño es descubrir otro planeta en el universo que sea habitable, y que no tenga el problema de los tres soles.

No obstante, uno no sabe nada de eso hasta el final del primer tomo. La historia comienza de un modo completamente distinto a lo que acostumbramos a ver en el género: en medio de la Revolución Cultural China. El componente de novela histórica que tiene la obra está muy bien logrado. Liu Cixin nos cuenta las travesías de Ye Wenjie, una joven astrofísica atrapada en el infierno de la convulsión política.

Ye Wenjie, luego de conocer el peor rostro del sistema político chino, termina gracias a sus conocimientos en una base militar secreta. Plena guerra fría, los chinos están preocupados porque los americanos, o peor, los soviéticos, contacten primero que ellos a los extraterrestres. Por eso la base Costa Roja lanza una y otra vez al espacio mensajes de solidaridad interespacial de la República Popular China. Años después, la base sería cerrada, considerada un delirio por los mismos que la construyeron. Nadie sabe la verdad, que Ye Wenjie contactó con los trisolarianos, y los invitó a colonizar la tierra para detener la locura inherente de la civilización humana.

Varias cosas me impactaron en esta novela. Una de ellas fue la representación de la Revolución Cultural. Como estudioso de la historia del marxismo, el socialismo y el comunismo, el maoísmo me sigue pareciendo algo insólito. Es duro, porque se presentó en su momento como la alternativa, y planteó llevar a la práctica algunas ideas con las que yo comulgo, como la lucha cultural contra el capitalismo, la necesidad de que el sujeto popular se mantenga movilizado y tenga una participación activa. En la China de Mao se llegó a aceptar la existencia de contradicciones entre pueblo y burocracia. Sin embargo, todas esas buenas ideas son también susceptibles de corrupción y manipulación.

La novela muestra en toda su crudeza la locura sanguinaria de la Revolución Cultural: las bandas de guardias rojos, desplegados por las ciudades, jóvenes armados que tenían facultad para crear sus propios tribunales, juzgar y ajusticiar “burgueses”. Aparece el espectáculo de las luchas fratricidas entre esas milicias, una vez que el odio sectario sobrepasó al interés por cazar una inexistente burguesía. Todo ello sin que dejaran de estar presentes las incesantes referencias al Gran Timonel. Me llamó la atención que Liu Cixin haya podido publicar El problema de los tres cuerpos en China, dada la imagen de totalitarismo que nos venden de ese país.

Otra cosa que te golpea cuando lees El problema de los tres cuerpos: la conciencia histórica china. De pronto, te encuentras con la certeza de que ese pueblo tiene una historia más grande que la tuya, con muchas capas. Para nosotros la historia tiene un camino, la comunidad primitiva, la Antigüedad Clásica, el Medioevo, la Modernidad y la Contemporaneidad. China ha vivido muchas más etapas que eso. Sus etapas son otras. Poniéndome dentro de sus zapatos, sentí como si vivieran en un planeta y en una civilización diferente a la mía.

Pude entender mejor la conciencia que tienen los chinos de ser el centro del mundo. Por eso se llamaban el Imperio Medio. Para ellos, el periodo de dependencia colonial con respecto a Occidente es el Siglo de la Humillación. Un amargo periodo felizmente superado gracias a Mao, que será seguido por un camino recto hacia la grandeza.

Algo inapreciable para mí fue tener acceso a un relato chino sobre las reformas de Deng Xiao Ping. Conocemos mucho mejor la Perestroika, pero poco sobre las reformas chinas. En El problema de los tres cuerpos se muestran algunas pinceladas, las cuales lo más interesante que tienen es que muestran cómo se vivió ese proceso desde el punto de vista de la cotidianidad.

En el libro, se muestra cómo la llegada de la época de Deng se sintió como un retorno a la normalidad. A una época fáustica, de planes y movilizaciones sin precedentes, condimentados con violencia política y totalitarismo, le siguió una época donde retornaba el discurrir mercantil de siempre, la vida familiar y el tedio de la lucha por el progreso económico. Fue relativamente fácil, como si saliera el sol.

China era un inmenso país campesino. A pesar de la industrialización incipiente del periodo maoísta, que el propio Mao se encargó de dinamitar en parte, en esa nación estaban todas las condiciones para restablecer el mercado campesino. No se daba el fenómeno que por causas diferentes se dio en la URSS y Cuba: una población urbana sobredimensionada, un campo débil, la necesidad de un estado controlador de los precios. En China el estado siguió controlando, pero de otro modo; la vida mercantil fue relativamente fácil de reconstruir. Además, se trata de un país con una sedimentación cultural milenaria. Con solo un chasquido de dedos la sociedad y cultura chinas se reequilibraron.

También me llamó la atención el tratamiento que le da Liu Cixin a lo que podríamos llamar el lado oscuro de la reforma. Los acontecimientos del Gran Salto Adelante y luego de la Revolución Cultural, fueron tan traumáticos, que una vez regresada la sensación de normalidad de la época de Deng, la sociedad china intentó olvidar todo lo que pudo. En el libro, algunos personajes se preguntan si ciertas cosas realmente sucedieron, y tienen que responderse que sí porque quedan algunas huellas, un brazo perdido, la foto de un familiar muerto o un amigo que nunca se supo más de él.

Parte el corazón una escena en la que Ye Wenjie, ya en época de Deng, se encuentra con tres antiguas guardias rojas. No quedaba nada de la época en que eran tres despiadadas y fanáticas adolescentes. Eran fantasmas en vida. La reforma en China fue despiadada, implicó una terrible purga en todos los niveles del Estado y del Partido, que incluyó que los antiguos guardias rojos, valiosos durante la Revolución Cultural, fueran llevados a campos de reeducación y olvidados en medio de la nada. Ye Wenjie se reafirma, al verlas, en su odio hacia la raza humana.

Aquí quisiera hacer un pequeño guiño a los que defienden unas rápidas reformas en Cuba. Una de las razones por las que camina tan lento el cambio de paradigma en la Isla es porque se ha intentado hacer con las mismas personas. En China no cometieron ese error. ¿Pero acaso se ha pensado en el costo humano de hacer aquí lo mismo que hicieron los chinos? ¿Cuántas personas que le han dedicado una vida de trabajo a la Revolución se quedarían en la total anomia?

El problema de los tres cuerpos ofrece interesantes puntos de vista y reflexiones sobre China. Sobre todo muestra algo de lo que ya nos deberíamos haber dado cuenta: esa nación tiene un proyecto civilizatorio con visión de futuro, sustentado en su milenaria historia. Ahora que nos asombramos de que China haya construido un hospital con todos los hierros, para combatir al coronavirus, en diez días, o de que puedan sustentar una cuarentena de 35 millones de personas, nos vendría bien echar un vistazo al mensaje del libro.

El Partido Comunista Chino tiene un plan, que no es para mañana sino para cien años o más: convertir a China en un centro de acumulación de capital, reforzar el corrimiento de las cadenas globales de valor hacia Oriente, preferentemente hacia ellos mismos, construir una arquitectura financiera internacional paralela a la occidental, y en última instancia suplantar a Occidente como centro del capitalismo. Eso para reforzar el papel central de la civilización china. No lo han dicho de esa forma, pero es lo que se desprende de sus planes y acciones.

Eso es un reto para todos. Hasta ahora, China es un factor de equilibrio en el mundo, frente a los desmanes del imperialismo yanqui. Pero es válido preguntarnos por cuáles formas podría tomar un imperialismo chino. Por otra parte, para Cuba la reforma china es un referente que demuestra la posibilidad de armonizar el plan y el mercado, aunque es un ejemplo imposible de imitar al pie de la letra, dadas las inmensas diferencias de partida. También, en un orden más pragmático, Cuba puede aprovechar las oportunidades que le brinda tener buenas relaciones con esa potencia.

Bueno, creo que terminé hablando más de China que del libro de Liu Cixin. Pero tampoco se los voy a contar completo, ¿verdad? Recomiendo buscar el ebook de El problema de los tres cuerpos. Después de todo, la lectura digital es el nuevo lema de nuestra Feria del Libro.

12 febrero 2020 18 comentarios 455 vistas
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facundo

The downfall of Facundo

por Giordan Rodríguez Milanés 12 enero 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

The downfall of Facundo happened slowly. It all began when the character Claro, from the ‘Dale Taller’ segment in the show Deja que yo te cuente, disappeared even before it was created.

The trial began when that controversy between Alfredo Guevara and Blas Roca was left unfinished in the pages of Hoy newspaper. The argumentation for the sentence is surgically picked out from Fidel Castro’s ‘Words to the Intellectuals’, turned into anathema by the usual extremists and reductionists: ‘Within the Revolution, everything; against the Revolution, no rights’.

Was Andy Vázquez setting Facundo against the Revolution when he made the video about the events at Cuatro Caminos? Or were those who poorly organized that whole business of the inauguration of the famous market the ones who put the Revolution at risk, or those whose purpose was it to keep the enemy –they mentioned the enemy– from ruining the much anticipated inauguration?

Those are the questions we Cubans of 2020 have to ask ourselves in order to understand not only what happened to Andy Vázquez, but also to Yasel Porto a few months ago, and to the character Claro a few years ago, and to Enrique Arredondo with that ad lib in Alegrías de Sobremesa that punished a child to watching only Russian cartoons for a week.

Georgina Mendoza Cedeño was a radio broadcaster from Manzanillo with more than forty years of experience. In that time she had trained generations of producers with her radio host workshop for children; she received multiple awards in national radio festivals; she was a founder of the Hermanos Saíz Brigade and of the Cuban National Union of Writers and Artists (UNEAC); she directed and hosted first-rate radio programs; she had been head of programming and director of Radio Granma, with excellent results.

Right when her program Para ti, mujer had the highest radio ratings in the province of Granma, Georgina received in her home the visit of her daughter’s husband, who lived in Chicago, and another Cuban residing in the US, who she fell in love with. It was more than the municipal Party office could take, and they pressured Pedro Espronceda Figueredo –Georgina’s lifelong comrade and colleague– so he would not only take away from her the direction of that popular program, but also ‘force’ her to retire.

Georgina spent several months at home with no salary; they wouldn’t even let her set foot in the studios of the station to which she had practically dedicated her life, until she got her pension checkbook.

The Cuban Institute of Radio and Television (ICRT) never gave UNEAC an answer. All they did was honor her, two years later, at the gala for the 80th anniversary of the radio in Manzanillo, which yours truly had the privilege of writing and directing.

What legal basis was there for Georgina Mendoza’s forced retirement?

None.

What legal basis is there for the ‘break’ given to the character of Facundo Correcto, in the very own words of the director of Cubavisión?

None.

However, for the guys at the Ideological Department of Central Committee of the PCC, who are the ones running the radio and television in Cuba after all, both cases, and all the other ones before, have a political and ideological basis they cannot allow themselves to question beyond certain limits: i. e., the myth of the infallible cadre educated by the Revolution. With time and the determinant weight of the course of history, they’ve had to accept that a cadre or leader can be wrong, be corrupted even, or be treasonous, but only as an individual.

Facundo’s problem is that, more than a generalizing relation with reality, he made it specific about the events in Cuatro Caminos. Andy Vázquez’s problem is the same as Georgina Mendoza’s: understanding that we’re all Cuban no matter where we live, and that he can perform for –or, like Georgina, fall in love with– the ‘Cubans in Miami (…) and also go to old people’s homes in Cuba (…) to Canada, and also to elementary schools in Cuba where children go wild with joy. (…)

To Punta Cana, and to hospitals on Doctors’ Day’, as Luis Silva has said on Facebook, which is extensive to Andy Vázquez and Facundo. That inherent free will of the human condition and the arts is something the guys at the Ideological Department and the administrators of ICRT cannot understand and much less accept.

That’s why Enrique Ubieta, for example, replied to Luis Toledo Sande in a Facebook comment, according to Arturo Chang: ‘actually, his contract was rescinded, he wasn’t given a sanction (it’s not the same), nor was he expelled from TV and not for his most recent Miami video, which for some time he has produced using a character and even the show name of Vivir del Cuento, all of it without the authorization of the Cuban TV’.

Beyond the fact that Ubieta’s comment contradicts that of the director of Cubavisión, who says the character of Facundo ‘has only been given a break’, that is, he doesn’t mention the contract being rescinded, it is a fact that Cuban Television has no exclusive rights on Vivir del Cuento, and there doesn’t seem to be an exclusive rights clause for any of its characters in favor of the Cuban Television.

Therefore, there’s no legal basis for rescinding or ‘giving a break’. It’s not the case either that, as we’ve seen, legal basis is something of any interest for those who punished Enrique Arredondo, disappeared Claro or forced Georgina Mendoza to retire. You know who said it: ‘Within the Revolution, everything; against the Revolution, no rights’. And for the censors, an artist’s will is obviously against the Revolution.

(Translated from the original)

12 enero 2020 0 comentario 386 vistas
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liga

La Liga cubana de pelota

por Mario Valdés Navia 3 diciembre 2019
escrito por Mario Valdés Navia

El pueblo aficionado al béisbol está convocado oficialmente a emitir sus criterios para sacar al querido pasatiempo nacional del pantano de arenas movedizas en que está hundido. Aprovecho para adelantar el mío: hacer lo que hacen los amantes del béisbol en el resto del planeta Tierra, crear una liga. Los cubanos decimos pelota a este deporte, por tanto, propongo llamarla Liga Cubana de Pelota (LCP).

Creo que al béisbol cubano lo primero que le falta es lo que Napoleón pidió al senado francés para vencer a los ingleses: “dinero, dinero y más dinero”. Este es uno de los deportes más caros y complicados del mundo. Cuba tuvo un alto desarrollo en él gracias a Su Majestad el Azúcar que daba tantos dividendos que hasta una poderosa Liga Azucarera tuvimos, de la que salieron muchos estelares del profesionalismo y de las series nacionales.

El primer escollo para la LCP ya desapareció. Para ir a la Serie del Caribe y poder alquilar peloteros cubanos en ligas extranjeras –ojos puestos en la Gran Carpa− se declaró a los nuestros como profesionales y se les asignó un salario. De un plumazo, borrón y cuenta nueva: adiós a todo aquello de: “la pelota esclava”, “los hombres mercancía” y “la mafia del béisbol rentado”. La ideología fue expulsada del análisis por la propia dirección de este deporte.

Ahora salta a colación que Cuba no quiso eliminar el profesionalismo, sino que fueron las autoridades de los Estados Unidos las que nos cerraron las puertas. En 1959, Fidel declaró que Cuba tenía interés en mantener a los Cuban Sugar Kings −el famoso equipo cubano que jugaba en las Ligas Menores− en el torneo vecino. Fueron ellos los que prohibieron a los cubanos alistarse en su liga sin renunciar a su ciudadanía, por tanto, nosotros no renunciamos al profesionalismo, sino que fuimos expulsados de él.

Claro que esto ya es un poco más duro de aceptar si se recuerda que Cuba lo prohibió en todos los deportes, no solo en el béisbol, por razones ideológicas. En el extinto campo socialista, el deporte solo podía ser amateur y no se cobraba  por practicarlo a ningún nivel, solo el salario que cada uno percibía en su centro de trabajo. Por tanto, los atletas de alto rendimiento vivían en permanente licencia deportiva: una versión socialista de la antigua botella.

El otro escollo actual es mucho más complicado: ¿de dónde saldrá el dinero para hacerlo? Vuelvo a mirar al resto del mundo, añado las peculiaridades cubanas y hallo cuatro fuentes principales: la taquilla de los estadios, la venta de bisutería deportiva, el presupuesto nacional y los aportes de los patrocinadores. Analicemos cada uno con más detalle.

Estadio de Las Tunas, liga cubana de béisbol. Foto: Ramón Barreras Valdés (Vanguardia)

Estadio de Las Tunas, liga cubana de béisbol. Foto: Ramón Barreras Valdés (Vanguardia)

Lo de la taquilla ya existe. Si antes era gratis, hace años que se paga un peso por ver los juegos. Por cierto, nunca nadie da cuentas de esos ingresos. Incluso los narradores no saben decir cuántas personas entraron al estadio. ¿Será que es información clasificada para no dar datos al enemigo? ¿Alguien pudiera informarme sobre lo ingresado en esta serie? Aunque sea en CUP, miles de pesos son una cifra respetable, creo yo.

De todos modos, bien que podría elevarse el precio de entrada siempre que los estadios invirtieran en asientos y servicios de calidad. Por dejar de sentarme en el suelo –en la antigua Grecia y Roma, los estadios tenían almohadones−, estaría dispuesto a pagar cinco pesos, y hasta veinte si tuviera un palco pegado al terreno, algo que nuestros “precavidos” estadios no poseen por razones que ignoro totalmente.

Lo de la venta de bisutería con imágenes e informaciones sobre equipos, deportistas y estadios es algo que se pide a gritos por la afición desde hace años. Que se pueda comercializar la imagen del Che y no la de Omar Linares me parece increíble. Muchos chicos andan con pullovers de Messi, pero no encuentran ninguno de Huelga, Kindelán, o Cepeda.

El presupuesto nacional podría cubrir una parte de los gastos de manera equitativa entre todos los equipos. Los de las provincias y municipios también podrían poner lo suyo. De todas formas, el esquema estrictamente territorial lo considero obsoleto y contraproducente hace rato. La propia práctica lo ha superado y hoy es solo un consuelo para la burocracia vividora del béisbol, pues los deportistas juegan donde los contratan. Pregúntenle a Industriales y Matanzas que son los principales importadores a nivel nacional.

Los sponsors sobrarían: cubanos y extranjeros. Empresas de todo tipo, cooperativas, trabajadores por cuenta propia, instituciones, individuos… todos podrían contribuir si existieran sistemas de control de los aportes transparentes y confiables. Precedentes sobran. Ahí va uno de mi experiencia personal: en 2014, la Dirección Provincial de Cultura de Matanzas pagó unos cien mil pesos a la conga del estadio Victoria de Girón por amenizar los partidos. El jolgorio también cuesta.

La estructura que propongo:

—Seis equipos en dos niveles: A y B. Doce en total. Cada uno con su propia junta directiva

—Dicha junta es escogida mediante elecciones entre peloteros y fans.

—Escuela de béisbol, sucursal femenina y equipos de contratación, especialistas deportivos, economía, salud y comunicación.

—Contratos individuales de los peloteros, según oferta y demanda, en moneda nacional y con los compromisos fiscales al uso.

—Calendario similar al de sus homólogas del área.

He dicho y salvado mi alma. ¡¡Play ball¡¡

3 diciembre 2019 10 comentarios 333 vistas
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amores

Amores y solo amores

por Giordan Rodríguez Milanés 29 noviembre 2019
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Amores, y solo amores en Cuba. Mientras el odio arrecia, los trovadores convierten “al grito  y al llanto en arte”. Los “agoreros de las falacias” no perdonan la coherencia de vivir y soñar “de atreverse con la vida” y “aceptarle el puñetazo”.  El cantautor intenta “tratar de comprender lo que pasó”, consciente de que “la impostura en un suicidio a pleno sol”.

El emperador lo dejó muy claro desde sus primeros berreos: desmontaría todo acercamiento y búsqueda de la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Obviamente, en el mundo actual, los impactos psicosociales de cualquier política hay que potenciarlos y se verifican en las plataformas comunicativas: los medios ya tradicionales, la blogosfera  y las redes sociales. Si antes un emperador sin bufones era aburrido, en la actualidad es ineficiente sin una vanguardia que se encargue de  tronchar el vuelo de la libélula.

Cuando el dinero corre, sobran los aspirantes a bufón imperial. Fluyen las babas del  descrédito y demonización por las comisuras de los pretorianos del rencor. Eventualmente felices los rabiosos de una orilla. Eventualmente tranquilos  los cobardes y acomodaticios que, desde  la cota propia, habían  dejado de dormir  desde que el emperador anterior, fresco y jovial, se ganara la simpatía de una buena parte del mismo pueblo que nunca dejó de intentar atenazar.

Pero así somos los comunes: solemos creer más en un discurso, una sonrisa y la aparición en una comedia, que en las persistentes multas del Departamento del Tesoro a quienes comerciaran  con la isla maldita o, en oposición, tampoco creer en el desarrollo de las fuerzas productivas desde la iniciativa individual y la participación ciudadana sin el padrinazgo del Estado.

Persistentes, como el infante herido que se niega a dejar de mirar el ocaso, tal vez el último ocaso, los artistas continúan viviendo  la prisión y la libertad de la fe como remedo  contra  “ser otro eslabón del cinismo”. Hacen uso de la capacidad de retoño. Si una verdad se sostiene, aún bajo tierra, en algún momento tendrá que germinar… y germina.

Escuché Carnal, el disco de Buena Fe “antes que solo fuera himno y vítores”, en medio de ese  preludio aún espeso y desafinado,  que todo parto trae consigo. Música, solo música. Ni cartas a la novia, ni tesis doctorales, sino “provocaciones al viento”, sinceridad para acariciar con amor a quienes se arriesgan a romper el odio. El más violento y contundente golpe en modo belleza  para devolver el rencor y la rabia a los aspirantes a bufones imperiales y los viejos jinetes del horror.

Canciones, solo canciones. Sin estribillos pegajosos ni construcciones melódicas utilitarias de fácil repetición. Un reto para quienes –sobradas de simpatías—, aún se ven a sí mismas sobre los hombros del compañero de la universidad, o aquellos que veinte años después se aferran a la entrepierna de la amiga prohibida y  pegada a su cervical mientras el coro proclama que no nacimos ángeles.

Claro que no nacimos ángeles, ni lo somos los diletantes, ni menos los trovadores. Los ángeles no crecen ni maduran como mis hermanos de la buena fe. Los ángeles no dudan, no son atacados en las redes sociales, no  tienen que escoger entre la dignidad y una gira escamoteada. Los artistas honrados, coherentes, patriotas, sí tienen que hacerlo. Y, sin son cubanos, mucho más. ¡Hasta los quieren obligar a que se pronuncien acerca de lo que no desean hacer!

Es por eso que, aún si haber escuchado el producto final, cuando  Israel me compartió fragmentos de aquella conversación con un médico cubano que le sirvió como una de sus fuentes inspiradoras para la canción “Valientes”, supe que Carnal, además de solo música y canciones, sería un disco que connotaría ese potencial de decencia y comprensión mutua que todo Ser Humano, incluso los de peor calaña, llevamos dentro.

Cuando vi cantar a los estudiantes norteamericanos de Carlos Lazo, en el Teatro Karl Marx, confirmo ese afán de querernos los humanos –y los cubanos— de todos lares y de todos los credos, por más que los ideólogos de la aversión nos acosen a cada instante, y nos quieran hacer creer que las diferencias y los disensos pesan más que los determinantes familiares y los valores humanos.

En definitiva se resume en amores, y solo amores.  En la certeza de que “somos la misma humanidad, todos ante un mismo acertijo”. No tenemos derecho a pedirles más sin dar, por lo menos, la natural decencia y comprensión mutuas a cambio, y la buena fe.

*Todos los entrecomillados son versos de Israel Rojas Fiel.

29 noviembre 2019 13 comentarios 237 vistas
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abandono

Antídoto para el abandono

por Alina Bárbara López Hernández 21 noviembre 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Esto es un antídoto para el abandono. Yo, que no soy poeta, espantada de todo quise refugiarme, por un día al menos, en la poesía. Confié en que, quizá, algunos de los premiados en el concurso Milanés, convocado anualmente en noviembre por la filial matancera de la UNEAC, seguirían los pasos del jovencito Juan Marinello, que a inicios de los años veinte del siglo pasado, todavía con ecos modernistas, ensimismado y ascético, proclamaba: Oh grata soledad dulce y querida/ que en el retiro amable y escondido/ das nuevos sueños a la triste vida.

Pretendía olvidar por unas horas la realidad. Sustraerme de guerras, golpes de Estado y errores políticos. Evadir los ojos vaciados de los estudiantes chilenos. Olvidar que una mascota, cuando muere, puede romperte el corazón. Insensibilizarme ante los animales maltratados. Omitir los hoteles de lujo que nunca visitaré o las tiendas atestadas que solo puedo mirar. No pensar en continuidades vacías y consignas huecas.

Dar la espalda a los que consideran progresismo o guanajera al pensar diferente, al sopesar opiniones, al no aceptarlo todo sin  ningún tipo de cuestionamiento.

Vana intención. La poesía me recibió armada para el combate. Belicosa y provocadora. “Yo no soy almohada para descansar” —me dijo—, “a esta altura del juego ya no es posible estar fuera del juego”. Y se mostró, en forma de poemario, de la mano del holguinero Moisés Mayán.

Mentalidad de enjambre es su título, publicado bajo el sello de Ediciones Matanzas. Una prosa poética que me devolvió la energía, el atrevimiento y la osadía. Aquí comparto una muestra con los lectores de LJC.

Gigantografía

Asistimos a la marcha vestidos de blanco. Vestidos de rojo. Vestidos de azul. Las mujeres, con flores en el cabello (mariposa/margarita/marpacífico). Los hombres, esparciendo consignas a la geométrica sombra de las pancartas. Los niños, con sus banderitas de papel donde no falta el blanco, el rojo, y el azul. Desde la gigantografía, la insondable mirada del Héroe Nacional. Vestido de negro. De luto, dicen, por la Patria.

La Gran Colmena

Tu país puede ser la Gran Colmena. Tu familia puede ser la Gran Colmena. La fábrica, la escuela, el edificio pueden ser la Gran Colmena. Pero es posible que la Gran Colmena esté donde debió estar tu cerebro. Por eso el abejeo en los oídos cada mañana. Ese gusto dulzón en la rugosa superficie de la lengua. Los enjambres prefieren espacios abovedados. Espacios vacíos. Tu cráneo es el sitio perfecto.

El zángano y el caimán

Soy el zángano de la colmena. Pienso que puedo vivir de la poesía. Voto por el reconocimiento del oficio de poeta. El más productivo de los oficios. En el ápice de la pirámide laboral. Mi trabajo consiste en golpear teclas como si activara puntos de presión en la espalda del país. Duele mi espalda, me ha dicho el país cuando despierta. ¿Cuándo despierta? Creo que hoy tampoco iré a trabajar, repite el país y vuelve a enfundarse en el saco de su historia.

Los estadistas hablan de un letargo en la economía nacional, del estancamiento del producto interno bruto. Parece un caimán dormido. Dormido es el adjetivo exacto. Soy el zángano de la colmena, y sé que no es saludable contradecir al país.

Los nombres y los hijos

Quería que nuestro primer hijo se llamara País, pero los registradores se negaron a inscribirlo. “No tenemos País en la relación de nombres admitidos”, explicaban en tono burocrático. Quería que nuestra primera hija se llamara Patria, pero los registradores aullaron: “¿En qué país se ha visto una niña llamada Patria?”.

Entonces bauticé a mis hijos con nombres comunes. Jorge o Luis. Ana o María. Jorge Luis y Ana María. Como otros jóvenes de su generación, terminaron marchándose del país. Jorge Luis regresa cada Navidad. Ana María no quiere saber más de su patria.

Crítica de arte

Toda obra de arte demanda su censura. Alguna nota prohibitiva. La coerción de los círculos de poder. De los cenáculos religiosos. Los comentarios tóxicos de ciertos camaradas, La obra de arte que no padece ningún tipo de censura pasa inobjetablemente al olvido. Sin penas ni glorias. Con más penas que glorias. Por esa razón algunos políticos planifican la censura. Es decir, planifican la trascendencia. La formación del canon. Restricciones que avivan la curiosidad del Gran Público. La censura, lo sabemos, es solo crítica de arte.

Termina el encuentro. Visitamos a José Jacinto Milanés. Su estatua se yergue a un lado de la catedral de Matanzas. Rosas rojas para él. Dicen que estaba loco, pero transcendió. Leemos algunos de sus poemas. Uno de ellos provoca aplausos atronadores.

Se trata de las estrofas finales de la composición con que respondió al vate mexicano Ignacio Rodríguez Galván, que le invitara en versos a marcharse de la Isla en busca de una atmósfera más libre y propicia:

Hijo de Cuba soy: a ella me liga

un destino potente, incontrastable:

con ella voy: forzoso es que la siga

por una senda horrible o agradable.

 

Con ella voy sin rémora ni traba,

ya muerda el yugo o la venganza vibre.

Con ella iré mientras la llore esclava,

con ella iré cuando la cante libre.

 

Buscando el puerto en noche procelosa,

puedo morir en la difícil vía;

mas siempre voy contigo ¡oh Cuba hermosa!

Y apoyado al timón espero el día.

(22 de julio de 1842)

La gente que pasa mira asombrada. Algunos se detienen. Escuchan. También aplauden.

21 noviembre 2019 9 comentarios 560 vistas
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