Hace unos meses, durante una reunión de amigos en casa, estuvimos conversando acerca del racismo y los prejuicios raciales en nuestro país. Uno de ellos —de piel blanca— en forma genuina preguntaba: «¿Existe racismo en Cuba?», y se respondía a sí mismo: «No caballero, aquí no hay eso».
Al escuchar esta expresión quedé sorprendida, fue difícil asimilar que alguien esté convencido de que en Cuba no existen barreras raciales, siendo un problema que me afecta a diario, como joven negra. Pero como mi amigo también piensan muchos otros cubanos.
Aquellas personas que no pertenecen a la raza negra, difícilmente entiendan la experiencia de vida de los afrodescendientes. Incluso en la sociedad contemporánea, donde ya no se condonan la esclavitud y la trata de personas, ser negro aún resulta complicado. Actitudes como las que sufren los negros que huyen del conflicto armado en Ucrania, desplazados por autoridades que dan preferencia a ciudadanos de piel blanca, demuestran que el racismo todavía corre por las venas de nuestra sociedad.
Los prejuicios están latentes y afectan la vida de negras y negros en todo el mundo, quienes vivimos cada relación social a través de un lente racial cargado de prejuicios y estereotipos; sin embargo, tal fenómeno puede resultar aún más problemático en un contexto en que la cuestión racial se considera superada y se llega a invisibilizar.
La Revolución cubana desde sus inicios tuvo un carácter humanista, enfocada en resolver las desigualdades y dificultades sociales existentes, y así fue con el problema racial. No obstante, a diferencia de otros fenómenos —como el rol de la mujer en la sociedad—, el tratamiento del racismo quedó rezagado y, de forma progresiva, se convirtió en un tema tabú y en apariencia solucionado. En consecuencia, aún la discriminación racial y la situación económica y social del negro permanecen insuficientemente abordadas.
A pesar de sentirme libre y segura en mi país, a lo largo de mis veintitrés años he tenido continuas experiencias discriminatorias que me permiten afirmar la persistencia de prejuicios raciales en nuestra sociedad. Y aunque los afrodescendientes en Cuba generalmente no somos víctimas de macroagresiones, o actos y expresiones racistas explícitas y violentas; las mismas han sido remplazadas por microagresiones, es decir, ofensas breves y cotidianas, manifestadas de forma verbal, conductual o ambiental; sean voluntarias o involuntarias, y expresadas a través de humillaciones e insultos raciales negativos.
Cuando muchos piensan la cuestión racial en Cuba, tienen como punto de referencia el racismo sistémico, la encarcelación masiva, la brutalidad policial y los crímenes de odio en otras latitudes geográficas; circunstancias que juiciosamente los medios internacionales y nacionales han condenado durante años. Es cierto que la brutalidad policial, así como los crímenes de odio, raramente se ven en nuestra sociedad, en la medida en que ocurren, por ejemplo, en Estados Unidos. Sin embargo, ¿es esto señal de que los negros y negras vivimos en un país que no distingue la raza? Rotundamente, no.
La brutalidad policial, así como los crímenes de odio, raramente se ven en nuestra sociedad, en la medida en que ocurren, por ejemplo, en Estados Unidos. (Foto: Getty Images)
Afirmar que en Cuba se ha llegado a una época posracial, invalida las experiencias de aquellos que son marginados. He escuchado en numerosas ocasiones a personas que anulan mis vivencias como joven negra cuando aseguran que los blancos no tienen privilegios, y que al menos en nuestro país no existen manifestaciones racistas.
En Cuba coexisten discriminación racial, racismo estructural, y prejuicios raciales, arrastrados durante años sin ser apropiadamente tratados y solucionados. Los blancos continúan siendo el referente y ostentan las más altas posiciones económicas y de poder en un país donde los afrodescendientes nunca dejaron de estar en segundo plano.
Desde pequeña me percaté de que era diferente. Ser una niña de primaria y escuchar como otros jóvenes, al salir de la escuela, me gritaban «Negra», como ofensa, hizo que cuestionara mi color de piel y me marcó por el resto de la vida.
El bullying es un fenómeno horrible que lamentablemente muchos niños, niñas y jóvenes experimentan en su vida. Sin embargo, sufrirlo a costa de tu color, con tan poca edad, te revela que tu piel no pasará desapercibida, sino que tendrá un rol protagónico en tu vida.
Alguien muy cercano me comentó hace poco, cómo a causa de las burlas en su secundaria y en la calle dejó de mirarse al espejo durante largo tiempo. Esta anécdota me alertó sobre cuán impactante resulta que utilicen tu color de piel para ofenderte; demuestra que la sociedad actual aún considera que ser negro es una «desgracia», o se iguala a ser feo o bruto, en fin, a ser inferior al blanco.
Desde la infancia, los niños y adolescentes adoptan pensamientos y conductas aprendidas en su entorno familiar. Te das cuenta cuando escuchas las burlas hacia el pelo afro de las niñas negras, o como aún lo llaman: «las pasas»; cuando las llaman «feas» porque no tienen un color de piel claro y su pelo no es lacio, o cuando muchos no las encuentran atractivas porque en ocasiones en sus casas se les dice: «Aquí no me traigas una novia negra».
Los niños no nacen racistas, ni con prejuicios instalados en sus mentes de forma automática. Dichas expresiones y conductas se escuchan y se aprenden en la familia, el barrio, la escuela, los medios de comunicación y las redes sociales.
También, como alguna vez debí soportar, muchas niñas y hasta niños negros sufren los daños del llamado desriz de potasa u otro producto químico para lacear el cabello. Y es que, de seguro ha escuchado o ha sido partícipe de la categorización del «pelo bueno» de los blancos y el «pelo malo» de los negros. Hasta a mí a veces se me va, aunque trato siempre de corregirme. Claramente, no hay pelos buenos ni malos, sino de diferentes texturas y cuidados.
No hay pelos buenos ni malos, sino de diferentes texturas y cuidados. (Foto: Negolution)
Siempre hago esta analogía: la piel blanca es conocida por ser muy sensible a los rayos solares y requiere muchos más cuidados, mientras que la piel negra es más resistente al sol; sin embargo, nadie se refiere a la piel blanca como mala, ni a la negra como buena, simplemente son diferentes.
Que aún se intente denigrar los rasgos afrodescendientes, resulta vergonzoso. Estas denominaciones, —surgidas en época de la esclavitud, cuando los blancos colonizadores se designaron como la raza superior— continúan transmitiendo estereotipos y frases racistas de una generación a otra.
Desrizar el pelo es consecuencia de la denigración hecha al pelo afro y rizado durante años. A pesar de que actualmente vemos a más niñas, adolescentes y jóvenes aceptando su cabello natural, muchas aún buscan sentirse valoradas por una sociedad que las considera no deseadas por tener el pelo afro, la nariz ancha, los labios gruesos y la piel oscura. El laceo del pelo es resultado de prejuicios enraizados en nuestra comunidad, y fue una forma que los afrodescendientes encontraron para encajar y acercarse a los estándares de belleza del blanco.
Crecer con estos estándares crea en personas negras complejos hacia su raza, que las alejan de la belleza y fuerza que tiene nuestro color. Pasamos cada día escuchando frases, chistes y presenciando comportamientos negativos que progresivamente afectan la psiquis, autoestima y dignidad de los afrodescendientes; y en efecto, logran que nos creamos inferiores. Es importante que hagamos saber a nuestros niños y niñas, que ser negro es bello; debemos hacerlos sentir valorados y enseñarlos a aceptarse sin importar lo que sugieran los estándares sociales.
Desde pequeños, muchos afrodescendientes se convencen de que su color de piel es una desventaja, y a la vez aprehenden los prejuicios y estereotipos hacia su propia raza. Es de esta manera que vemos negros con prejuicios hacia otros negros, pues han internalizado el racismo presente en la sociedad.
Casi de manera absoluta puedo afirmar que un niño blanco nunca recibirá ofensas relacionadas a su color de piel, al contrario, se le atribuirán de inmediato todas las cualidades que aún se asocian como inherentes a las personas blancas. Los blancos ya tienen ganadas las cualidades buenas, los negros nos las tenemos que ganar, pues somos juzgados instantáneamente en base al color de piel.
Existe otra microagresión con la que los afrodescendientes debemos lidiar. Ya es normal para muchos negros el saber que tenemos que trabajar y estudiar el doble, pues son diversos los estereotipos a romper en el ámbito escolar y profesional. A lo largo de mis estudios, siempre estuve entre los mejores alumnos, no obstante, sentía que al ser negra tenía que estudiar un poco más y ser más disciplinada.
Primeramente, numerosos profesores tienen prejuicios y asocian con frecuencia la inteligencia y el buen comportamiento a los estudiantes blancos; mientras, los estudiantes negros están sujetos a expectativas y prejuicios que deben romper. En ocasiones, sentía mucha presión, pues si no alcanzaba buenas notas sabía que algunos profesores no me verían a mi, sino a mi raza. Por estas situaciones pasan no pocos afrodescendientes, que detentando cargos y responsabilidades sienten que deben representar a la raza y saben que de no cumplir con las expectativas, el resto dirá: «¡Tenía que ser negro!»; y eso es lo que no queremos que digan.
Cuando un negro comete un error o tiene un mal comportamiento, muchos no lo toman como una acción individual, sino que se lo atribuyen a la raza. Esto es lo que cargamos a nuestras espaladas; los estereotipos que durante años se han construido. Si no eres una persona de color, seguramente no has lidiado con esta experiencia, tu raza no habla más de ti que tu persona.
El racismo y los prejuicios raciales en Cuba subsisten en determinadas frases que oímos a diario. Seas hombre o mujer, si tienes una pareja blanca, seguro has escuchado: «Oye, tú si ganaste», «Vaya, le hiciste un favor a tus hijos», «Tú si adelantaste la raza», «Fuiste inteligente» o «Qué suerte la tuya».
Asimismo, si te destacas en el ámbito escolar o profesional, desde luego has escuchado: «Oye, tú debes ser blanco por dentro», «Tú si eres un negro de verdad» o, como me dijo mi director en el preuniversitario: «No, pero tú por dentro eres rubia de ojos azules», haciendo alusión a mi disciplina y buenos resultados académicos.
Si te destacas en el ámbito escolar o profesional, desde luego has escuchado: «Oye, tú debes ser blanco por dentro». (Foto: Kaloian Santos)
O si eres negro con facciones y rasgos de blanco, te han halagado diciéndote: «Es un negrito de salir» o «Eres linda para ser negra», como en diversas ocasiones me han comentado.
En conclusión, te halagan si tu pareja es blanca, si tus hijos no salieron negros como tú, e incluso, si te acercas a sus estándares de belleza. ¿Pero es esto realmente un halago? No creo que deba agradecer a nadie que me diga que adelanté la raza, ni que soy una «negrita de salir» porque tengo «facciones finas o de blancos». Al contrario, me siento indignada, irrespetada, por comentarios y frases que continúan poniendo a la raza blanca en lo alto de la pirámide social, mientras que el negro queda en segundo plano.
Los negros no tenemos que adelantar la raza. Si mi hijo es tan negro como yo, seré tan feliz como si no lo fuera, me sentiré orgullosa de su raza y haré que también se sienta así. No es una desgracia heredar la piel negra oscura, el pelo afro y la nariz ancha.
Por otro lado, si soy buena en mi trabajo y en la escuela, si soy disciplinada y respetuosa, no es porque nací blanca por dentro, pues en realidad soy tan negra por dentro como por fuera. La inteligencia y buenos logros son consecuencia del estudio y sacrificio de cualquier persona, son cualidades que no están asociadas a color de la piel alguno, ni blanco ni negro.
Aún resulta difícil para la sociedad cubana relacionar cualidades buenas con los afrodescendientes. Esto se traduce en los estereotipos asociados a una persona negra. Todavía muchos se asombran cuando comento o saben que soy licenciada en Derecho, trabajo como modelo, domino el idioma inglés, no tuve un hijo con diecisiete años, y tampoco soy revendedora. Si fuera blanca, quizás la reacción sería diferente y no causaría tanta sorpresa.
Y es que la sociedad mantiene una visión reduccionista de las personas negras; aún las ven como delincuentes, trabajadores sexuales o de escasa educación. Un ejemplo cotidiano es cuando están acompañados de un extranjero blanco, y de forma inmediata e inconsciente, las personas a su alrededor y hasta los agentes policiales relacionan al afrodescendiente con la prostitución. Cuántas veces no ha sido inquirido por las autoridades un negro acompañado de extranjeros; y solo luego de demostrar su nivel de educación y trabajo logra evitar la detención.
Esto me hace recordar la publicación en Instagram que realizara una influencer negra colombiana sobre su experiencia cuando viajó a Cuba con su esposo blanco. Ella comentaba lo mal que se sintió en cada lugar al que iba, las miradas discriminatorias y la falta de atención, pues a la hora del servicio siempre se dirigían a su esposo, al asumir que por ser negra y estar acompañada de un blanco, él era el proveedor. No les pasaba por la mente que pudiera ser su esposa, y una mujer independiente y trabajadora.
En muchos casos nuestro color de piel nos impide alcanzar metas y establecer relaciones deseadas. Aún vemos como el mundo del ballet clásico es predominantemente blanco, no imagino cuantos niños y niñas negros quedaron sin sus sueños realizados.
En la mayoría de los centros de trabajo o negocios, estatales y privados, e instalaciones turísticas, los negros continúan ocupando los trabajos peor remunerados, con pocas excepciones. No es casualidad que todas las trabajadoras de limpieza o los custodios sean afrodescendientes, mientras los gerentes y jefes son blancos. Cuando voy a algún establecimiento gastronómico, sobre todo privado, siempre noto que las dependientas, bartenders y personal que atiende al cliente, son blancos.
La representación de los afrodescendientes en el arte cubano también es clave para reflejar y luchar contra los clichés raciales. Los artistas expresan la realidad que les rodea a través de su arte, sin embargo, también deben romper barreras y construir nuevos paradigmas sociales. El arte influye en la personas y puede impactarlas de forma positiva, o negativa. Es por esto que la representación importa.
Victor Patricio Landaluze, «Día de los Reyes en La Habana,» ca. 1860s–1880s. (Foto: Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana)
Las pieles negras deben estar representadas en el cine, la televisión, la música, la moda…, de manera tal que se rompa con los estereotipos raciales y se deconstruyan los prejuicios. El arte no ha de reafirmar los clichés que existen, sino que debe servir de facilitador en la lucha contra el racismo.
El racismo no es un tema que se aborde con frecuencia en los medios de comunicación en Cuba. Incluso, en el cine y la televisión no se trata a fondo y, cuando se hace, se limita a las dificultades de una pareja interracial. Sin embargo, es importante tener en cuenta que ser negro, y las dificultades que esto conlleva influye en la vida cotidiana, el trabajo, la familia, los comentarios que escuchamos en la guagua, la cola, el taxi y hasta en la escuela.
Se necesita instaurar más espacios mediáticos donde se confronten con frecuencia, de forma íntegra y honesta, los conflictos de los afrodescendientes. De manera clara, se deben develar las disímiles formas en que se manifiestan los prejuicios raciales en Cuba.
La forma en la que concebimos a los afrodescendientes en los medios es realmente influyente en los espectadores, quienes de manera inconsciente asimilan la imagen que se proyecta de una persona negra. En especial la mujer negra «prieta», como muchos le llaman, carece de representación en videos musicales, películas, teleplays, series y programas de televisión. Son numerosos los videos musicales en los que la presencia de protagonistas negras de piel oscura es casi nula; vemos modelos blancas y mulatas de pelo rizo, o «pelo bueno», pero muy pocas veces negras oscuras.
Resulta decepcionante que incluso directores y artistas negros opten por reafirmar los estándares de belleza tradicionales, al anular la representación de mujeres afrodescendientes. Como modelo, he vivido contadas experiencias en las que mulatas o blancas sean preferidas sobre negras con afro. Por lo general, entre muchas modelos blancas y mestizas suelo ser la única negra, cual forma de cumplir con la cuota de negritud. Por el contrario, con clientes extranjeros los modelos negros y mestizos abundan, pues para ellos somos la representación de la cubanía.
Aunque en las series y programas televisivos nacionales se observe mayor presencia de afrodescendientes, todavía se opta por actores y conductores blancos, mestizos o negros con rasgos físicos considerados «finos». De la misma forma, los audiovisuales, perpetúan muchos estereotipos contra los que hemos luchado durante tanto tiempo. Aun cuando aparecen personajes negros en la televisión y el cine, casi nunca son protagónicos o de interés romántico, sino secundarios, en papeles de apoyo, o como delincuentes y marginados; en fin, que en pocas ocasiones desempeñan papeles importantes.
Recuerdo cuando Disney anunció una versión de la película animada La sirenita Ariel cuya protagonista sería negra. Muchas personas blancas que conozco alegaban que con ello arruinarían su infancia. No logro concebir el nivel de ignorancia y egocentrismo de tales individuos, que piensan que esto se trata solamente de ellos y su infancia.
Esto demuestra cuán internalizado tenemos, como sociedad, que la raza blanca sea el referente, al punto de que esas personas nunca pensaron que mi infancia y la de muchos niños y niñas afrodescendientes sí pudo estar arruinada, pues crecimos viendo casi la totalidad de las princesas, barbies y héroes blancos, y ninguno fue de piel negra y pelo afro.
Considero que este tema ameritaría mucha atención, pues la representación es muy importante e influyente, y en Cuba aún tenemos que lidiar con la forma arquetípica en que concebimos al negro en el arte. Y es que la sociedad es diversa, y esa variedad debe verse personificada. La industria cultural tiene que contribuir a la inclusión del afrodescendiente, con el objetivo de superar la idea del blanco como referente cultural casi exclusivo.
El racismo y los prejuicios raciales sí existen en Cuba. Se hace necesario visibilizar en todos los ámbitos, la situación de los afrodescendientes. Resulta clave instruir sobre este fenómeno a los niños y jóvenes en todos los niveles educativos, las comunidades y familias en todos los territorios del país.
Los medios de comunicación y las manifestaciones del arte han de servir en el proceso de transparencia del tema. Las instancias de poder deberán manejar la cuestión racial de manera genuina y no como estrategias y estadísticas a cumplir. La sociedad cubana debe despertar y reconocer que el racismo es un problema social aún presente, si queremos construir una nación verdaderamente justa e igualitaria.
21 comentarios
Los comentarios están cerrados.
Agregar comentario