Relata García Márquez, que los Buendía, cuando perdieron la memoria pusieron a las cosas un papel con su nombre para recordarlo. En la Cuba de hoy todavía hay cosas que no llamamos por su nombre. ¿Será necesario que nos acerquemos a Macondo y tengamos que pegarle a cada una también un papel?
Se pudo apreciar desde el inicio del llamado período especial una apertura en la economía, pero no es hasta el año 2011 que esta se ve con más fuerza, dando paso a nuevas formas de gestión, y sobre todo de propiedad. Así surgieron una serie de negocios que van desde el tradicional zapatero, hasta bares y restaurantes.
Con todo esto, se consigue pensar que hubo cambios favorables a “la salud macroeconómica” del país y principalmente para las cuentas del estado cubano. Rápidamente, alrededor de medio millón de trabajadores salieron del sector estatal y hoy rondan el millón los que se encuentran bajo la conocida forma “por cuenta propia”. Esto hizo que el estado pudiera ahorrar una buena suma de dinero en salarios, que ahora corrían por cuenta propia.
Lo otro significativo fue que este nuevo sector, sobre todo el de la parte de los servicios, se figuraba como un gran pie de apoyo a la necesaria infraestructura que demandaba una ascendente cuota de turismo foráneo: habitaciones, cafeterías, etc.
Lo mencionado, eran los temas en boga en academia y espacios de debate cuando se respiraba el aire de la panacea del cuentapropismo. Sin embargo, tanta euforia y la conveniencia seguida del servilismo de los fraseólogos, no dejaron que voces con conciencia (o al menos conocimiento) elevaran lo suficiente las inquietudes. Así pasó por alto algo muy importante: ¿era el dueño de un restaurante de éxito un cuentapropista?
Parece que sí, realmente la ideología es una falsa conciencia, y por desgracia a veces la confundimos con fundamentalismos. Ese mismo fundamentalismo hizo que se negara un fenómeno que ni las leyes (jurídicas) reconocían: la propiedad privada en Cuba.
Es necesaria hacer una distinción: la del cuentapropista del privado. Para sorpresa de muchos, nuestro “ideología socialista” diferencia muy bien la propiedad personal de la privada. Creo que sigue siendo bastante claro: la contratación de fuerza de trabajo, condiciona la propiedad privada. Me parece redundante decirle al lector, pero hay que recordar ese emblemático Capítulo 24 de El Capital que ni siquiera me tomaré el trabajo de referenciar, donde se explica el hecho de que haya un hombre que no posea medios de producción (en el sentido que muchos lo entienden)(1) que vende su fuerza de trabajo a otro que sí los tiene. Eso se llama capitalismo, y elemental, es propiedad privada CAPITALISTA. Y digo capitalista porque claro está que no es feudal ni esclavista, no se piense que es un peyorativo.
¿No es el dueño de un bar, restaurante u otros negocios un dueño de medios de producción que contrata a otro hombre que no los posee? Yo lo veo claro, y ese dueño, no escapa de la lógica de Marx y es también, un privado. Él es diferente de ese pequeño productor que sacó su licencia y ejerce (quizá junto a su familia) un pequeño negocio sin contratar fuerza de trabajo. El cuentapropismo está sirviendo de disfraz al florecimiento de la empresa privada capitalista.
No digo que sea mala la propiedad privada, eso es un debate estéril. Lo que hay que tener en cuenta es esa diferenciación, y reconocer sin miedo alguno, la existencia de esa propiedad privada en nuestra sociedad. He podido apreciar en muchos, incluso colaboradores de LJC, la confusión mencionada. Si no conocemos lo que realmente tenemos, no sabremos actuar en coherencia con la realidad. Si es privada, dejémonos de eufemismos y llamémosle así sin más. Tal vez no nos haga falta tener que pegar papeles a las cosas con sus nombres.
(1) Yo tengo otra visión sobre qué son los medios de producción. Se puede encontrar en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=236679
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