Por: Guillermo L. Andrés Alpízar
Estimados Roberto y Harold:
En su trabajo “¿Regalar profesionales bien formados?” el otro gran tema que trataron fue el de la política salarial. Es evidente que al mencionar las maquilas, el salario adquiere la mayor importancia, pero su análisis no ha de limitarse solamente a estas.
Para seguir avanzando es necesario hacer una diferenciación, entre el salario concebido para la empresa estatal y el que resulta de las asociaciones con capital extranjero. Por ahora nos concentraremos en el primer caso, reconociendo de antemano que es un tema imposible de agotar en estas breves líneas.
El salario que emana de los resultados productivos de las empresas propiedad del Estado, durante mucho tiempo se estructuró sobre la lógica de minimizar los pagos al trabajador, concentrando la riqueza creada en manos del Estado y redistribuyendo a través de vías indirectas. Hasta hace muy poco se encontraba como promedio prácticamente estancado en una cifra cercana a los 20 dólares mensuales.
Es evidente que dicho monto no refleja la capacidad real que se tiene para adquirir y disfrutar de ciertos servicios esenciales como la educación o la salud –garantizados gratuitamente y base de los avances sociales de los que se enorgullece el país-, pero sí restringe la capacidad de consumo de bienes materiales a niveles por debajo de los necesarios para mantener un nivel de vida adecuado a los estándares de nuestra época.
Tal desfase entre necesidades de consumo e ingresos salariales genera incentivos negativos en el comportamiento de los trabajadores, entre cuyas consecuencias encontramos la desmotivación, la baja productividad o la emigración. Como se ha evidenciado, bajo ciertas circunstancias falta de estímulos suficientes provoca el derroche del recurso más importante para la economía: los seres humanos dispuestos a trabajar.
Es por eso que rescato una idea trascendental de su trabajo cuando plantean que “El dinero que puede estar ingresando el Estado por concepto de no pagar salarios más justos a sus Recursos Humanos, por otro lado lo está perdiendo, al no poder disponer más de esa fuerza de trabajo por la cual invirtió gran cantidad de recursos”.
Desde la perspectiva de la emigación -entendiendo que en las salidas del país predominan las razones económicas- los invito a pensar no solo en términos de cantidades, sino del talento único de cada persona que se va del país: en las manos de un artista puede estar la gran obra maestra del futuro; de un deportista el récord olímpico imbatible o de un científico la patente que generará sustanciales ganancias para la firma que realice la innovación. Así de grandes pueden ser las pérdidas incurridas por este concepto.
Es importante señalar que tratando de revertir la situación prevaleciente, se han adoptado decisiones para permitir un incremento de los salarios acorde a la mejoría en los indicadores de productividad, lo cual parece que está dando algún resultado. Así se produjo en 2014 un aumento del salario medio en más del 20%, llegando en 2015 a los 583 pesos.
A pesar de esto, aún no se han tomado medidas para que una parte de los beneficios de dicho incremento de la productividad empresarial se transfiera vía salario hacia sectores estratégicos presupuestados, como la Educación o la Ciencia.
Por otra parte, más allá de que en el debate cotidiano puede plantearse que el salario sigue siendo insuficiente para satisfacer las necesidades de los trabajadores, su evolución se vuelve un problema esencial en el desarrollo de la nación, dado que resulta incapaz generar una demanda agregada que le de cierta fortaleza endógena al crecimiento económico.
A estas alturas, puede plantearse que el costo de tener una inflación relativamente controlada a partir de salarios prácticamente congelados en un mercado con fuertes restricciones de la oferta de bienes y servicios, ha sido el estancamiento del consumo por amplios sectores de la población, y con este del tan añorado crecimiento, que pasa entonces a depender de otros factores como la inversión extranjera y el comercio exterior.
No obstante, se debe reconocer que el sistema productivo cubano es incapaz de conseguir en el corto plazo el pago de sueldos que compitan en igualdad de condiciones con el que se ofrece en los países desarrollados o inclusive en economías emergentes.
Sin embargo, un incremento racional y sostenido de los mismos, basado en un análisis objetivo de la situación, puede lograr resultados extraordinarios en retener nuestra fuerza de trabajo, así como incentivar importantes avances en el ámbito productivo. En tal sentido, no soslayemos el amor de los cubanos por su tierra, ni el peso de las expectativas sobre la mejoría de las condiciones de vida en el futuro.
Los bajos salarios actuales, aunque laceren la economía familiar en términos de consumo, poseen la singular virtud de resultar en extremo atractivos para los inversionistas extranjeros. Esta realidad puede ser el punto de partida para una concepción distinta de la inserción internacional de Cuba a partir de amplio conjunto de opciones disponibles. Sobre ese tema volveré mañana.
Un saludo afectuoso,
Guillermo