El año 2020 quedará marcado por dos acontecimientos: la pandemia de la COVID-19 y las elecciones en los EEUU. Este último no es global por su naturaleza, pero sí por el significado que para muchísimos países, entre ellos por supuesto Cuba, tiene la reelección del republicano Donald Trump o la elección del demócrata Joe Biden.
Las elecciones en los EEUU siempre han sido de particular interés para el resto del mundo, pero estas han tenido varias situaciones extraordinarias y algunas inéditas en ese país. Casi todas están signadas por las características psicopatológicas del actual mandatario y la circunstancia de coincidir con la pandemia, sus tremendos efectos en ese país y el mal manejo que la actual administración ha hecho de la situación sanitaria.
Muchos cubanos han estado en soberana vigilia por las elecciones del poderoso vecino. Hasta cierto punto, es lógico.
La complejísima conexión sociocultural, política y económica con los EEUU ha marcado nuestra historia. Para bien, porque la interinfluencia cultural ha constituido un nutriente más de ambas culturas y porque aquel ha sido escenario donde se han situado y difundido importantes proyectos socioculturales y emancipatorios cubanos.
Para mal, porque Cuba siempre ha estado entre las apetencias y los intereses geopolíticos de aquellos gobiernos, lo cual derivó en una patología de las relaciones internacionales con graves consecuencias para este pequeño país del Caribe.
Lo cierto es que el nacionalismo de los cubanos de la Isla no puede comprenderse sin tomar en cuenta el antimperialismo que fue calando hondo en generaciones a lo largo de más de un siglo. Durante los últimos 61 años ha prevalecido una política hostil abierta en todas sus modalidades por parte de las administraciones estadounidenses hacia Cuba, con altibajos y ciertos esfuerzos de distensión, pero permanente.
El último de esos empeños negociadores llegó a una meta hasta entonces casi vista como imposible: el restablecimiento de las relaciones bilaterales, la reapertura de embajadas, y la visita del presidente norteño, el demócrata Barak Obama, en 2014.
La administración que cumple sus cuatro años en la Casa Blanca y pugna por otro período más, abrió un cisma. No sólo revirtió lo que se había logrado, sino que ha profundizado las sanciones contra Cuba sin importar ni siquiera la pandemia.
A punto de cerrar el proceso electoral
A las 5:16 p.m. de ayer miércoles, 4 de noviembre, Joe Biden acumulaba 264 votos y Donald Trump, 214, acercándose más el primero a los 270 votos electorales necesarios para decidir por quién doblarán las campanas en la principal potencia mundial. En cualquier caso, se evidencia la fuerza que aun en las condiciones y consecuencias de este traumático gobierno republicano, tienen los sectores conservadores en ese país. Conviene tomar nota de eso.
Muchas consideraciones podrían hacerse en estas horas finales del proceso electoral. Sin embargo, como no soy especialista en la materia y este es un espacio breve, prefiero centrar la atención en los siguientes tópicos relacionados con el debate de estos meses y que tienen mayor significado para Cuba.
Sobre EEUU:
- Por más que haya sido errática y seamos críticos de la política exterior de la administración Trump y las agresiones a Cuba en particular, el voto de los ciudadanos estadounidenses se decide por la política interna, más pragmáticamente, por el balance de la economía, el sistema impositivo, el empleo y otros indicadores de ese ámbito.
- Como otros procesos electorales, el estadounidense ha recibido críticas, especialmente por la elección indirecta del presidente a través del sistema de Colegio Electoral con sus 538 compromisarios en representación de los 50 Estados más el Distrito de Columbia. Lo que implica que el voto popular no coincida siempre necesariamente con el que realmente da la victoria, que es el del Colegio (votos electorales, 270 como mínimo). Así le ocurrió a Hillary Clinton cuando ganó Donald Trump en el 2016.
- Para muchos resulta increíble que con los desastres en materia política y diplomática, migratoria, racial y en otros aspectos de su ejecutoria, Donald Trump haya alcanzado hasta el momento tantos votos. Sorprende que justo en La Florida, donde viven tantos inmigrantes, haya obtenido, aunque con estrecho margen, más votos que su contrincante: 5 millones 658 mil 404 (51.2%) contra 5 millones 283 mil 904 (47.8%).
- Algunos han achacado la responsabilidad de lo anterior a los cubanos que viven allá. Sin embargo, todo indica que justo en los condados donde viven más cubanos, Trump perdió. De todas maneras -y a reserva de estudios que convendría hacer sobre la inclinación de una parte de los cubanos emigrados durante los últimos años hacia la tendencia republicana-, otros factores deberían considerarse: no todos los inmigrantes tienen derecho al voto y muchos de los que pueden hacerlo se sustraen de participar en política por diversas razones. Ya se sabe que generalmente cuando hay abstención se beneficia la derecha. No obstante, en esta elección se han movilizado más ciudadanos a ejercer su voto. Hasta antier, 3 de noviembre, y por adelantado lo habían hecho alrededor de 97 millones, 70.8% de quienes lo hicieron en el 2016.
Sobre Cuba
- Cierto que el origen de los tantos intereses de Cuba en las elecciones de los EEUU obedece a las raíces mencionadas arriba. A lo cual se suma nuestra idiosincrasia y psicología que es de posiciones extremas, apasionadas, de contingencias. Pero ese seguimiento ha tenido a veces visos obsesivos durante estos meses, lo cual se ha manifestado de varias maneras.
- A pesar de nuestra tradición de lucha por la independencia y soberanía frente a poderes extranjeros -léase España y EE.UU.- en realidad no hemos superado la dependencia, que no solo se lleva en la economía y el comercio, sino también en las mentalidades.
- Por eso, en los análisis de los cubanos de la Isla se superponen ideas y posiciones diversas, algunas contradictorias. En parte generadas por el pueblo y en gran parte sembradas y estimuladas por el discurso oficial. En definitiva influyen como ideas rectoras y esquemas mentales las siguientes:
- Las crisis recurrentes de Cuba obedecen al bloqueo económico, comercial y financiero de los EEUU. No sólo al carácter extraterritorial, sino a que no podemos comerciar directamente. Sin embargo, hoy estamos dolarizando la economía, que es uno de los principales lastres a la soberanía.
- El principal responsable de los problemas e insuficiencias del país en materia democrática y de Estado de Derecho, es el gobierno de los EEUU por su hostilidad hacia Cuba. Por tanto, mientras eso no cambie, Cuba no podrá realizar cambios en dichos ámbitos.
- Así se ha extendido la idea de que el futuro de Cuba depende de quién gane las elecciones en los EEUU. Si gana Biden, respiramos -nadie habla de desarrollo, se habla de respirar-; si gana, Trump vamos al abismo.
- La confrontación entre ambos países seguirá siempre porque cualquier partido es lo mismo, gane quien gane. Sin embargo, estamos pendiente de esas elecciones como si en ello nos fuera la vida.
- Se supone que lo mejor que puede pasar, antes y ahora, para la continuidad de los esfuerzos de Cuba por el desarrollo en condiciones de paz, así como para la relación entre ambos países, es la opción demócrata. Aunque contraria a la Revolución y la institucionalidad cubana, permite a ambos gobiernos negociaciones difíciles, pero en paz y con probados pasos de avance, beneficiosos para el pueblo bajo el paraguas del intercambio cultural y académico, determinada flexibilización del bloqueo, etc. Sin embargo, cuando se produce un paso de avance en la ruta de una administración presidencial de ese partido con el gobierno cubano, como ocurrió con el presidente Barak Obama en el 2014, se desatan de este lado las críticas más enconadas a su proyección desde los mismos segmentos que en principio no se mostraban opuestos, al contrario. Ahora se está repitiendo ya la misma fórmula, desde ayer miércoles, día 4, cuando amanecimos con la puntuación favorable a Biden. Enseguida empezó a circular esa matriz de opinión negativa en medios como Granma digital, con varios artículos, y en Facebook, por Iroel Sánchez, con muchos post en menos de 14 horas, entre otros. Se reanuda la carga contra los demócratas, porque «son lo mismo».
- Curiosamente, las peores crisis en las relaciones bilaterales, incluyendo la cuestión migratoria, han ocurrido con las administraciones demócratas. Las republicanas mantienen la confrontación de modo más sistemático y agudo, pero no llega a la crisis extrema de un éxodo, invasión o algo similar. Sin embargo, en el ámbito interno, la republicana facilita al gobierno cubano la articulación del consenso, refuerza la idea del enemigo externo, permite distraer la atención hacia los problemas domésticos, al tiempo que se activan y refuerzan los sectores conservadores dentro de la clase política nacional.
Deberíamos terminar con ese círculo vicioso que algunos llaman de «te odio, pero te quiero» con los EEUU, ahora manifiesto en sus elecciones. Deberíamos desterrar la mentalidad colonial que no demuestra realmente nuestra independencia por más que la pregonemos. Ese lastre se mantiene, corroe a las fuerzas vivas de la sociedad y sirve para apostar por el inmovilismo.
Terminemos de poner el catalejo al revés para que podamos construir un proyecto de país soberano, realmente socialista y democrático, a pesar de los EE.UU. y de quién esté de turno en la Casa Blanca.
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