Si las diferencias entre el oriente y el occidente de Cuba fueran solo socioculturales y sus efectos se vieran apenas en la rivalidad histórica entre los equipos de pelota de La Habana y Santiago; en si son los habaneros o los orientales los que hablan cantando; o en si bailamos y reímos con los Van Van “La Habana no aguanta más” y con Adalberto Álvarez y su Son “Aquí cualquiera tiene un pariente en el campo”, no habría de qué preocuparse.
La problemática, sin embargo, es más compleja de lo que se cree. Su raíz está en los desequilibrios regionales, que también existen en la mayoría de los países latinoamericanos. En Cuba se constata sobre todo entre el oriente y el occidente.
El fenómeno persiste a pesar de que desde el triunfo de la Revolución se encaminaron políticas integrales para afrontarlos y procurar un territorio nacional más equilibrado. La matriz colonial determina que no se resuelva a corto plazo, en las condiciones de Cuba y junto a otras causas, ni siquiera a mediano.
Las manifestaciones han sido notorias a través del tiempo. Dificultades de acceso al mercado mundial, formación de regiones y localidades deprimidas, marginadas, procesos socioculturales diferenciados e imposiciones centralistas de las élites dominantes habaneras. Incluso las influencias de los poderes externos vinculados en cada época. Todo eso explica, por ejemplo, las recurrentes reivindicaciones federales para la República desde las guerras por la independencia (1868) y el histórico “Oriente Federal”, que llegó hasta inicios de los años 1960.
Así que los ejemplos del principio corresponden solo a la superficie. Propongo reflexionar sobre un fenómeno negativo asociado: la discriminación por el lugar de origen de las personas. En Cuba no se habla de ella, sin embargo la que sufren los del oriente de la Isla cuando se radican en La Habana debería preocupar. Sus expresiones son dolorosas, laceran la cohesión social interna del pueblo cubano y la nación.
Tengamos claro que discriminación es: a) un trato diferente hacia otra u otras personas, b) trato que es injustificado o arbitrario y c) que se basa en un rasgo (religión, color de la piel, género, procedencia, etc.) que la Constitución del país y las normas internacionales prohíben para dar un trato diferenciado.
Durante las últimas décadas se han incrementado en Cuba dos fenómenos conectados y de efectos negativos múltiples: 1) la migración interna hacia la capital y 2) la discriminación por la región de procedencia.
Migración interna hacia la capital.
A las históricas desigualdades regionales que como en otros países impulsaron a los cubanos a emigrar a la capital, se suman durante los últimos 30 años por lo menos, las crisis recurrentes, la falta de oportunidades en las provincias, las carencias y hasta los fenómenos naturales. Es en las orientales sobre todo donde se sienten primero las crisis y donde último comienza la recuperación.
El modelo social cubano descansa en una fuerte centralización y altos índices de control social, lo cual también dificulta la propia gestión de las crisis y la atención a los problemas regionales y migratorios. La centralización vs autonomía municipal obstaculiza el desarrollo local, limita el diseño e impacto de políticas públicas a todas las escalas y ahoga la iniciativa de los ciudadanos.
Lo anterior ha provocado, desde los años 90 al calor del Período Especial, el incremento sucesivo del flujo migratorio hacia la capital, a veces para continuar rumbo al exterior y otras para establecerse. Y se trata de una ciudad que ya tiene poco más de 2 millones de habitantes, donde se reúne el 41% del total de inmigrantes del país. Pero, salvo una parte de su casco histórico que ha tenido un programa de atención especial, la ciudad padece un deterioro acumulado y notorio.
Esa realidad depauperada que ofrece hoy el triste y peligroso panorama de derrumbes frecuentes, es la de una ciudad que a muchos se les sigue antojando mágica. Que siempre fue, a pesar del tamaño del país, una de las más importantes de América. La gestión en ella no ha sido efectiva ni sistemática, porque no se trata de una provincia más. Cada vez le resulta más difícil manejar su escenario natural, mucho más si se trata de ejercer sus funciones como capital de todos los cubanos.
Discriminación por la región de procedencia.
En Cuba, la discriminación por región de procedencia tiene un componente instrumental por cuenta de las regulaciones estatales y otro vinculado a la psicología colectiva. Esta última, ya no es solo la histórica rivalidad entre La Habana y Santiago, sino cierta animadversión entre los que llegan y los que residen en la ciudad, sean naturales o no. Y en consecuencia, muchas veces la antipatía se irradia hacia quienes permanecen en aquellas regiones.
No se trata de la migración en sí. En todos los tiempos las personas se han desplazado en busca de mejores opciones para realizar su proyecto de vida. En la actualidad la movilidad espacial es un fenómeno global, que en el ámbito nacional se da hacia las capitales, donde la gente encuentra más oportunidades. La cuestión está en cómo se gestiona ese proceso, considerando también que el migrante porta referentes culturales diversos expresos en una psicología específica, y que migrar es un acto difícil que presupone el desarraigo y adaptación a un nuevo contexto.
Para Cuba, importa que las políticas públicas no erosionen, sino que den sustento y fortalezcan la cohesión social como cubanos. Sin embargo, se ha ido más a la práctica prohibitiva y la limitación de derechos, que a la comprensión y tratamiento integral del asunto.
Dos importantes disposiciones jurídicas sirvieron para ordenar y sobre todo enfrentar la inmigración en la capital, una en 1997 y la otra en el 2011. En el plano oficial se partió de considerar esa migración como “indisciplina social”, “migración ilegal” y un fenómeno al servicio del “enemigo”. A quienes venían se les achacaba ser “delincuentes nómadas”, “marginales”, y responsables de que crecieran la “delincuencia”, “robos” y “delitos” en La Habana. Agregaba el Presidente Fidel Castro en su discurso del 4 de abril de 1997, que el traslado libre a la capital podría poner en peligro la seguridad de Cuba, por la falta de control estatal de las identidades de los residentes y huéspedes en la ciudad.
Días después, el 22 de abril, se aprobó el Decreto Ley No. 217: “Regulaciones migratorias internas para la Ciudad de La Habana y sus contravenciones”. Se fundamentó en que dicho desplazamiento incrementaba en la capital “el ya grave problema habitacional, las dificultades para asegurar el empleo estable, adecuado transporte urbano y el abastecimiento de agua, electricidad, combustible doméstico (…)”. Estableció limitaciones y requisitos para los traslados y asentamientos en la ciudad, en particular en los municipios Centro Habana, La Habana Vieja, Cerro y Diez de Octubre, que ya también quedaban limitados para los habitantes de la capital.
Asimismo, quedaron regulados los controles en base a carnet de identidad, registro de direcciones en cuadras y municipios, fijación por el Estado del espacio habitable adecuado para la persona y permiso del propietario o arrendatario. También, autorizo del organismo responsable si la vivienda es un medio básico, si está enclavada en una zona especial o en una de interés para el turismo. Todo eso, a través de una tramitación burocrática que involucra a varias instancias desde la Dirección de Viviendas hasta el Consejo de la Administración municipal.
Asimismo, el Decreto definió las contravenciones, multas y obligatoriedad del retorno al lugar de origen para quienes no cumplieran los requisitos y fueran declarados “ilegales”. Multas que también se aplican al propietario o arrendatario que tenga a alguien en su casa sin la autorización correspondiente. Igualmente dispuso que los Organismos de la Administración Central del Estado (OACEs) debían elaborar medidas para reducir al mínimo la estancia en la capital, de personas de otros territorios vinculadas a ellos, ya fuera como fuerza de trabajo o como estudiantes.
Catorce años después, el 29 de octubre de 2011 se aprueba un segundo Decreto, el 293. A pesar de que se habían liberalizado en el país la compra venta de viviendas y el trabajo por cuenta propia, se declara que se mantienen las causas y condiciones que determinaron la aprobación del 217. El cual quedó modificado para flexibilizar el proceso, si se tratara de: cónyuge, hijos, padres, abuelos, nietos y hermanos del titular de la vivienda, hijos menores de edad del cónyuge no titular, personas declaradas jurídicamente incapaces y el núcleo familiar de la persona a quien se le asigne un inmueble por interés estatal o social.
Desde entonces son miles las familias y ciudadanos individuales obligados a retornar a sus zonas de origen; sin embargo, el fenómeno se ha complejizado más. Han surgido numerosos asentamientos en la periferia de la ciudad. Al ser un movimiento irregular, no tienen condiciones para servicios básicos, razón por la cual recurren con frecuencia a soluciones por su cuenta para abastecerse. Y quien además no está legal, no puede trabajar, con todas las consecuencias que pueden presuponerse.
La discriminación no afecta a todo el que llega a La Habana, la vía de llegada y el origen los distingue. El origen más frecuente es el de la gran región oriental y sus cinco provincias. Siempre ha sido la más deprimida, por tanto de donde más emigran las personas, que igualmente son las más discriminadas. Dentro de la vía legal, están las que son traídas por algún organismo estatal o entidad gubernamental, para desempeñarse como funcionarios, especialistas, dirigentes. Muchos son profesionales, no tienen problemas y su inserción es más fácil.
El panorama más difícil está en la emigración espontánea, compuesta por familias y personas que vienen por su cuenta, y las temporales (no siempre espontáneas) que promueve y ejecuta el propio Estado. Estas últimas se han acometido para cubrir necesidades de la capital, casi siempre en la construcción y en la policía. De ambos grupos, algunos logran legalizarse a través de residentes habituales y otros viven en la ilegalidad.
Las consecuencias y las estrategias de inserción de esos ciudadanos son muy diversas. Algunas se parecen a las de quienes emigran del país. Incluso para quienes vinieron temporalmente por interés estatal y deciden no regresar, comienza el mismo vía crucis de los otros.Muchos tienen que esconderse, procurarse una dirección postal a como dé lugar, deambular por las calles sin poder trabajar, sufrir maltrato laboral al tener que trabajar “por la izquierda” y sobrevivir muchas veces sin condiciones básicas. Hoy constituyen un sector social muy vulnerable que incluye a miles de familias.
La discriminación que imponen las regulaciones también impacta la psicología colectiva.
Muchos creen que tales restricciones son normales e inevitables, cuando en realidad la carga segregacionista y el impacto en la psicología colectiva es perjudicial y notorio. Duele más porque es el propio país. El prejuicio está instalado y la orden dada. Ante los agentes de orden público, el color de la piel, los rasgos físicos de la persona y hasta la manera de hablar o vestir pueden ser sospechosos. Los que deambulan se sienten acosados por la policía, que puede ser su compatriota cumpliendo con la función de interceptarlo pidiéndole el carnet de identidad, lo que pudiera tener el triste desenlace de un retorno obligado a su lugar de origen. ¿Cómo entender el absurdo de estar ilegal en tu propio país?
Se suma que, el tratamiento al asunto y los mecanismos burocráticos allanan el camino a ilegalidades y verdaderas cadenas de corrupción administrativa. Y también el doble discurso oficial hace su parte, sembrando desconfianza y apatía. A veces son héroes, compatriotas, cuando se trata de las luchas revolucionarias o del llamado a resolver problemáticas de la capital. Pero otras se les criminaliza, asocia o responsabiliza de la indisciplina, el delito y la afectación incluso a la seguridad nacional. Se crea un estigma, un estereotipo que afecta a nivel individual y colectivo como entes biopsicosociales en plena facultad y derecho a mejores condiciones de vida.
Así, durante estos años se ha incrementado la animadversión hacia las personas del oriente. Al mismo tiempo quienes migran se resienten al no encontrar una capital que sea realmente de todos los cubanos. Se ha llegado al punto de denominarlos “palestinos”, un término que se usa en sentido peyorativo (ilegal, errante, sin tierra), que se ha extendido y casi se convive con él como algo normal. Contribuye a eso el hecho de que los oficios para los que vienen son de baja calificación y, en el caso de la policía, tiene la agravante de que es un órgano represivo cuyos miembros interactúan directamente con la población de la ciudad.
¿Qué hacer?
La cuestión regional no puede desconocerse en ningún escenario. Lo mismo para el proceso de cambios que vive el país, que para entender la complejidad de lo cubano y hasta el tratamiento de la pandemia del Covid, principal problema en este 2020. La Habana ha sido el epicentro con casi el 60% de los casos de contagios reportados, pero se ha confirmado la validez de un diseño de respuesta con arreglo a las particularidades locales.
Un análisis a fondo de las problemáticas descritas, supone pensar en al menos tres vías con varias acciones incluidas para encaminar soluciones.
1.- Priorizar la atención a la capital por su complejidad, condición patrimonial e importancia histórica. La Habana no admite improvisaciones y no se puede dirigir como una provincia. Es preciso generar capacidades para que se puedan gestionar con éxito las propias dinámicas internas y que al mismo tiempo pueda ser realmente “la capital de todos los cubanos”.
2.- Trabajar en la disminución de los desequilibrios regionales como parte de la estrategia del país, asumiendo como eje fundamental la descentralización, el estímulo a las inversiones y el desarrollo local. Es vital para que las personas encuentren espacios de realización en su zona originaria, lo que hasta hoy es un sueño. La centralización y el verticalismo de todos los procesos asfixian a los municipios, a pesar de la importancia que se les reconoce en el discurso oficial.
Esta problemática se identifica en la Estrategia Económico Social aprobada por el Consejo de Ministros el 16 de julio pasado. Asimismo, la Política para el Desarrollo Territorial derivada, aunque no logra desprenderse del enfoque centralista estatal que ha prevalecido hasta ahora, introduce novedades que permitirían avanzar hacia una real descentralización y destrabe de las fuerzas productivas. De momento solo están en el diseño.
3.- Atender el fenómeno de la discriminación por lugar de procedencia con políticas inclusivas, afirmativas y también coercitivas. Como proyección debe basarse en que tanto la Declaración Universal de Derechos Humanos como la Constitución del país la proscriben. La Declaración consagra en su artículo 13 el derecho a la libre circulación, lo que comprende tres elementos básicos: derecho a circular libremente y a elegir la residencia en el territorio de un Estado; a salir de cualquier país y a regresar al propio país. La Constitución, aunque no lo hace explícito en su Artículo 42 que describe los tipos de discriminación que se prohíben y sancionan, no la excluye al enunciar “(…) y cualquier otra lesiva a la dignidad humana.
La vertiente educativa es vital. Incluye en lo fundamental a la familia, primer ámbito en la transmisión de valores y la escuela, donde se pueden propiciar el conocimiento y la apreciación de los valores y problemáticas locales del país. También son muy importantes los medios de comunicación, que deben reconocer el fenómeno y darle tratamiento a través de los recursos necesarios y alcances en beneficio de la convivencia y la cohesión social. No debe excluirse la posibilidad de disponer de un marco jurídico específico que permita prevenir y eliminar la discriminación, incluyendo explícitamente esta.
No olvidemos nunca que los más grandes sacrificios que se hicieron por este país, tuvieron por escenario fundamental las montañas, las playas y los llanos orientales. Que casi ningún presidente de la República, desde la primera guerra por la independencia hasta hoy ha sido habanero, y que el reconocimiento internacional de Cuba en todas las artes y la política, tiene una larga lista de nombres de todas las regiones cubanas, aun cuando a muchos se les haya conocido en La Habana. Clara señal del “fatalismo geográfico”, pero también de que la capital ha sido siempre para todos los cubanos.
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