I
Se pueden ver los árboles y no el bosque, asumir el fenómeno sin apreciar la esencia y tomar lo aparente por lo real. Tratar de comprender y explicar lo que ocurre en Cuba reduciéndolo al Movimiento San Isidro, o a los hechos inéditos de un grupo numeroso de artistas e intelectuales que se congregaron a las puertas del Ministerio de Cultura exigiendo ser atendidos; es un tremendo error de apreciación.
El marxista italiano Antonio Gramsci argumentaba que en tiempos de cierre del horizonte político, las contradicciones tendían a emerger en las diferentes manifestaciones de la cultura nacional. Pero los científicos sociales tenemos el instrumental, la preparación y el deber de ofrecer análisis que permitan ir más allá de lo anecdótico, lo casuístico y lo coyuntural para hacer las preguntas necesarias.
Las apelaciones constantes del presidente a destrabar las fuerzas productivas ofrecen el primer nivel de análisis. Al tema me he referido en varios textos, uno de ellos es «Pulgas o Dragones», que data de dos años atrás:
En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.
En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta Constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.
Este no ser realmente lo que se pretende nos ha llevado a un punto de inmovilidad. El nuevo presidente recibió una encomienda que parece hecha a la medida de Tom Cruise. Pero con su loable actitud de una mayor comunicación mediática ha enjuiciado abiertamente lo que era evidente desde inicios del año anterior: la crisis se ha agudizado, lo seguirá haciendo en el próximo año y la economía insular apenas crece. En las intervenciones del Ministro de Economía se critica el modo en que se había administrado hasta ahora ese sector, se adivina la intensión de renunciar a prácticas equivocadas, pero no se distingue un proyecto novedoso y bien concebido para generar cambios.
Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo político, el modelo de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.
Como resultado, en Cuba se vislumbra hoy una situación que, en dependencia de diversos factores, puede tornarse revolucionaria o contrarrevolucionaria. Cuando Lenin fundamentó su teoría de una situación revolucionaria, lo hizo para explicar el contexto ruso tras los sucesos de 1905. Trotsky la aplicó para la Inglaterra de 1931 y la Francia de 1936. ¿Qué impide que la utilicemos para entender lo que ocurre en Cuba actualmente? Si obviamos las marcas de contexto en que ambos dirigentes revolucionarios actuaban nos queda lo esencial, veamos:
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- “La primera y más importante premisa de una situación revolucionaria es la exacerbación intolerable de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las formas de propiedad. La nación deja de avanzar”. (Trotsky: ¿Adónde va Francia?, 1936).
- No basta con que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces. (V. I. Lenin “La celebración del Primero de Mayo por el proletariado revolucionario”).
En Cuba están maduras desde hace tiempo las condiciones objetivas para una transformación. Es indudable que la nación dejó de avanzar: la economía no crece desde hace años, la deuda externa aumenta constantemente, igual que los niveles de pobreza, y, a pesar de ello, las reformas han sido demoradas de manera inexplicable. Es evidente que «los de arriba» no pueden seguir administrando y gobernando como antes. Pero ¿qué ocurre con «los de abajo»?
Sin la maduración del factor subjetivo esa transformación no era posible. Se requería la voluntad de querer cambiar de las personas, una energía cívica que había sido aplastada por condicionamientos políticos, educativos y mediáticos. La «indefensión aprendida» también existe en un modelo socialista en el que el sistema controla en cierta medida la manera de comportarse de sus ciudadanos.
Faltando el factor subjetivo, las condiciones objetivas por sí solas no determinarían nada. Sin embargo, actualmente existen señales muy claras de su existencia. Tales signos no han sido entendidos por el aparato ideológico, que se equivoca al reducir las manifestaciones de descontento a «un golpe blando», a «una manipulación generalizada», o a la «creación de matrices de opinión negativas sobre el gobierno». No niego de plano que ello también ocurra y más adelante me referiré al asunto. La dirección del país no termina de ubicarse en:
- El novedoso entorno que ha creado el acceso masivo a internet y las redes sociales, que los ha privado del monopolio absoluto de la información que tuvieron por décadas y ha democratizado su difusión y generado la posibilidad de campañas y denuncias ante arbitrariedades.
- Un estado de permanente polémica, visible en las redes y fomentado por la propia dirección del país a raíz de la consulta popular para la redacción de la nueva Constitución; quizás pensaron que al concluir la referida consulta y no requerirse más de nuestros puntos de vista cesaríamos de ofrecerlos. Ingenuo de su parte, ahora tenemos cómo y no necesitamos de sus convocatorias.
- La declaración de Cuba como un Estado Socialista de Derecho que visibilizó mejor las prerrogativas de cubanas y cubanos y los compulsó a exigir libertades que la propia Constitución garantiza.
- La existencia de generaciones jóvenes, cuestionadoras per se, que han encontrado repercusión en generaciones mayores, ya cansadas de promesas incumplidas y reformas demoradas o interrumpidas.
Esta coexistencia de condiciones objetivas y subjetivas para una trasformación social es totalmente novedosa en el devenir del modelo socialista cubano. La cuestión que está en juego ahora no es si hay que cambiar, sino cómo hacerlo.
II
San Isidro no es un movimiento político, aunque sus demandas lo sean. Les falta cohesión, una estrategia que trascienda y un programa claramente expuesto. No me caben dudas de que la mayoría de sus miembros son artistas e intelectuales, aun cuando la narrativa oficial los presente como un grupo de delincuentes. El hecho de que algunos de ellos se hayan declarado favorables a recrudecer el bloqueo contra Cuba y que manifestaran su apoyo al gobierno de Donald Trump no les permite un liderazgo real de la opinión pública. Pero a mi juicio, lo más grave es lo que se infiere de las declaraciones de Omara Ruiz Urquiola el 28 de noviembre. Valoro esa intervención como su suicidio político: por el alto grado de sectarismo que promueve, su elitismo al referirse despectivamente a miembros de su propio movimiento que no considera intelectuales y su negativa absoluta a dialogar.
A pesar de lo dicho, MSI tendrá siempre el mérito de una actitud cívica de desobediencia sostenida frente a un aparato represivo que utilizó contra ellos métodos ilegales desde mucho antes de que se declararan en huelga de hambre. Precisamente fue esa represión ilegal y el tratamiento inhumano que se dio a personas en su situación, incluyendo el modo en que fue interrumpida esa huelga, el catalizador de la dignidad cívica de un grupo de artistas e intelectuales que fueron a manifestar, ante su ministerio, la condena pública a dicha represión.
De los que pudimos estar al tanto de la manifestación, pocos dormimos esa noche. El poder de convocatoria que lograron los congregados ante las puertas del MINCULT, no se explica solo por las redes sociales. Había mucha necesidad de ser auténticos, de dejar de ser meros espectadores y de participar en la vida nacional. Décadas de disciplina y obediencia, de manejos internos y discretos del disenso en el sector, murieron en esa calle del Vedado habanero.
Es cierto que el carácter gremial de esa manifestación deja fuera muchas demandas, pero es un paso inicial, sobre todo por el ejemplo que significa y por el claro mensaje de que para obtener respuestas hay que utilizar vías de presión ciudadana ante el gobierno.
Llegados al punto en que se encuentra Cuba hoy, los caminos para un cambio social pueden ser dos: pacífico o violento. El primero de ellos, al que me adscribo totalmente, significaría aprovechar los espacios legales —muchos de ellos que habría que crear primero—, para presionar por cambios económicos, políticos y jurídicos dentro de un diálogo nacional en que no haya discriminación por motivo de credos políticos.
En la vertiente de proponer dicho diálogo, un grupo de intelectuales preocupados por la situación de Cuba, redactó un documento que ha sido firmado por muchas cubanas y cubanos, de dentro y fuera de la Isla, y que recibe continuamente nuevas adhesiones. Denominado «En articulación plebeya», circula en las redes sociales y en varios sitios y publicaciones. No se pretende liderar nada, solo proponer un camino. Quizás existan otras propuestas por el estilo.
En la perspectiva de utilizar vías violentas, se pueden apreciar en las redes declaraciones de personas molestas porque consideran ilegal al gobierno y le niegan la legitimidad para ser una de las partes dialogantes. Mucho más grave aún es el uso de plataformas sociales como WhatsApp y Telegram para incitar a actos violentos entre la juventud. Lo que afirmo lo hago con total responsabilidad. Ayer entré a uno de esos grupos donde fui invitada y vi el modo en que, desde dos números telefónicos ubicados fuera de Cuba, se incitaba a actos violentos y se estimulaban las justas reclamaciones de muchachas y muchachos cubanos por espacios de manifestación pacífica. Confieso que no he podido descansar desde ese instante.
Alerto que es un momento gravísimo en este país. Se reúne un potencial conflictivo en un escenario que está siendo muy mal analizado, no solo por el gobierno sino también, infelizmente, por intelectuales y científicos sociales a los que su formación teórica y su habilidad para interpretar los hechos sociales debería separarlos de una declaración meramente ideológica como la que diera a conocer, el propio 27 de noviembre, el Departamento de Filosofía de la UCLV. Firmaron ese documento colegas a los que aprecio y agradezco, pues en ese prestigioso centro me hice Doctora en Ciencias Filosóficas, pero es momento de servir a la ciencia y a la nación. Esa declaración le hace el juego a la manera en que fue presentado el disenso en el programa especial de Hacemos Cuba, como hijo exclusivo de intereses foráneos, gente confundida y manipulada por las redes. Ello enmascara la realidad.
Son nuestras muchachas y muchachos, dialoguemos con ellos y con la sociedad civil cubana que desea caminos de cambio y de paz. Si se escoge por el gobierno la confrontación violenta como respuesta, puede ocurrir, a gran escala, lo que ya vimos en el Vedado: un grupo pacífico de jóvenes rociados con gas pimienta; o lo que ocurrió en el Parque de la Libertad de Matanzas en la noche del sábado: un pequeño grupo que fue golpeado por miembros de la Seguridad del Estado. No importa que impidan el acceso a internet por algunas horas. Todo se conoce y se enjuicia.
Mi conciencia no me permite callar.
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