Octubre inició el cuarto trimestre de 2021 con memes. Si en mayo Cesar Prieto estableció récord de velocidad en su histórica fuga del Equipo Cuba, los muchachos del sub 23 marcaron hito por la masividad de su partida. La mitad de la representación cubana en tierra azteca para el Mundial de dicha categoría —doce jugadores— no regresó a la Isla. La noticia, a pesar de tener un trasfondo poco jocoso, acaparó titulares y fue blanco de burlas durante días.
Pero la chanza duró poco. A la espera de la «Marcha Cívica por el Cambio» convocada por la plataforma Archipiélago, octubre fue un mes oscuro para activistas, periodistas, intelectuales y artistas cubanos. En un intento desesperado por impedir la manifestación, la Seguridad de Estado citó, detuvo y amenazó a todo aquel que considerase simpatizante.
Durante semanas, las citaciones a interrogatorios fueron comunes y pulularon las denuncias en las redes. También hubo llamados de atención y alerta en los centros laborales. Dos de los coordinadores de Archipiélago, el ingeniero químico David Martínez Espinosa y el doctor Manuel Guerra, fueron expulsados de sus empleos, claras muestras de discriminación laboral por motivos políticos.
Las campañas mediáticas de descrédito se tornaron habituales. Varios espacios de la televisión nacional se enfocaron en satanizar a los organizadores de la marcha. Incluso llegaron a «quemar» a uno de sus agentes en el intento de probar el supuesto entrenamiento recibido por Yunior García Aguilera para generar un cambio de régimen en Cuba.
En noviembre, en vísperas de la marcha, artistas, activistas y miembros de la sociedad civil reportaron acoso y represión por parte de la SE. La decisión de García Aguilera de caminar en solitario el 14 como «un acto de responsabilidad» fue impedido, y su domicilio estuvo rodeado durante toda la jornada.
«La calle donde vive Yunior García Aguilera ha sido cerrada. La policía cubana ha rodeado su bloque y un grupo de hombres acaba de colgar una gran bandera sobre su ventana», indicó en Twitter el corresponsal de CNN en La Habana, Patrick Oppmann. La imagen del dramaturgo ofreciendo una rosa por la ventana quedó como representación de lo ocurrido.
El propio día 15, ciudadanos vinculados a Archipiélago o identificados como opositores al gobierno amanecieron con sus viviendas rodeadas por policías y agentes. De esta forma se impedía su participación en la marcha, que fue desarticulada por medio de la intimidación.
Aunque no se produjeron manifestaciones importantes, sí se reportaron actos individuales de protesta. El descontento quedó principalmente recogido en las redes sociales, donde simpatizantes compartieron imágenes vestidos de blanco, portando rosas o con sábanas colgadas en lugares visibles de sus viviendas.
El 17 de noviembre, de forma sorpresiva y después de estar desaparecido por varias horas, Yunior García, fundador y principal figura de Archipiélago, llegó a España. La noticia impactó a muchos y dio paso a no pocas interpretaciones. Para algunos, el dramaturgo había traicionado no solo la causa que inició, sino también a quienes confiaron en su liderazgo. Para otros, fue una ficha movida por el gobierno y la SE para canalizar el descontento popular. Algunos más, entendieron su decisión personal de retirarse ante una situación que lo superó.
Lo cierto es que su partida lo dejó sin el capital político que había ganado y desarticuló Archipiélago, que de a poco fue perdiendo a otros de sus coordinadores.
Ante las tensiones y descontentos, el poder recurrió a una vieja táctica. El 22 de noviembre Nicaragua anunció que eliminaría la visa necesaria para que los cubanos entraran a aquel país. La decisión del gobierno de Daniel Ortega se debía, según nota del Ministerio de Gobernación, a «la cantidad de solicitudes de hermanos ciudadanos cubanos con familiares en Nicaragua» y para promover el intercambio comercial, el turismo y la «relación familiar humanitaria».
Desde el anuncio, cientos de cubanos depositaron esperanzas y ahorros en los boletos de avión hacia la nación sandinista. La válvula de escape se abrió nuevamente en un país donde la emigración deviene forma de prosperidad económica y libertad individual.
Casi para cerrar el año, el reportaje «Cinco denuncias de abusos sexuales contra Fernando Bécquer», publicado en El Estornudo, lanzó una especie de #MeToo insular. Al conocerse de los abusos del trovador, mujeres de dentro y fuera de Cuba decidieron compartir sus experiencias y colocaron en la palestra pública un tema harto sensible.
Fernando Bécquer (Foto: Facebook)
Al mismo tiempo, se evidenció la necesidad de una Ley Integral contra la Violencia de Género, que ha sido exigida por feministas durante años, debido a la ausencia de una legislación que defienda a las mujeres de los diferentes tipos de maltrato a que pueden ser sometidas.
En el mes de diciembre se efectuó el octavo período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el cual fue analizado el comportamiento de la economía durante 2021 y se debatieron cuatro proyectos de leyes, entre ellos el Código de Familia que debe refrendarse en 2022.
Nuevamente quedaron sin habilitación legal el derecho a manifestación o el establecimiento de un tribunal constitucional para la protección de los derechos ciudadanos. Marino Murillo, la cabeza más visible de la «Tarea Ordenamiento», fue movido a otras funciones. La Asamblea Nacional no cuestionó su informe e incluso lo despidió con un fuerte e inexplicable aplauso.
Cada día de diciembre son conocidas por la opinión pública, mediante las redes sociales, nuevas condenas de prisión a los manifestantes del 11-J. Muchos hogares no tendrán motivos ni medios de celebración en este fin de año gris y triste para cubanas y cubanos.
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