—¿Es el Departamento de Relaciones Públicas del Instituto de Información y Comunicación Social?
—Le dieron mal el teléfono. Somos el Instituto Cubano de Radio y Televisión.
—¡¿El ICRT?! Qué valientes: un año en la clandestinidad.
—¿De qué habla?
—Ustedes pasaron a mejor vida desde agosto de 2021, lo dice el decreto ley 41.
—Mientras sigan pagándome, poco importa si somos presupuestados o presuprestados.
—Me resbala en qué entresijo de la legalidad se encuentran. He llamado para comentar sobre «Cuadrando la caja», una propuesta televisiva «para debatir, cuestionar y llegar a consensos desde el socialismo cubano». Me cuadra, me encaja tanto como el socialismo cubano.
—Está bueno, ¿eh?… el programa digo.
—¿Que si lo está? Yo admiro a la conductora. Pararse ante las cámaras y aceptar que se llama Marxlenin, sin guardar rencor a sus padres… Vaya, que pudieron haberle puesto Enya, inspirados en Federico.
—Que quede entre nosotros: de chiquita le decían Malenita, fueron años felices para ella.
—Traumático pararse ante las cámaras el último domingo y preguntar dos veces sin inmutarse: «¿Son las colas un mecanismo de distribución?». Sus tíos políticos (Marx y Lenin) deben haberse revuelto en la sobrevida.
—Mi mamá marca a cada rato en la tienda de Toyo, y allí se distribuyen gaznatones de todos los colores.
—Porque hay gente que no aprende. Una mujer de 60 años declaró a la televisión desde el Mercado Único: «A lo mejor cuando das una vuelta para tu casa no cogiste nada, porque no puedo estar en la tienda el día entero, desde las cuatro de la mañana marqué, a ver si puedo. ¿Qué pasa?: que las personas marcan, pero unos se van, unos vienen, “delante de mí vienen cuatro”, “atrás de mí vienen cinco”, ¿qué vas a hacer?, el cubano es así».
—Estamos como estamos porque los cubanos somos cubanos.
—Así es. La periodista aseguró: «Algunas soluciones han sido más atinadas que otras. A pesar del desabastecimiento, en algunos lugares se han encontrado las vías para que las colas no sean el día a día de la población».
—Son el mes a mes. Solo puede comprarse una vez cada treinta días.
—«El almanaque de la Revolución tiene la capacidad de movilizarnos alrededor de la infinidad de hitos heroicos vividos a lo largo de estos sesenta y tres años», ha dicho Gerardo.
—Las colas son un hito.
—Y uno de los hitos del programa fue la intervención de un ingeniero en informática para hablar de la aplicación «colas.cu». Me estremeció saber que tienen el registro de 128 000 colas en 761 días en 671 puntos de venta, y («lo más contundente», apuntó el especialista): 1,5 millones de personas, con 3,8 millones de compras registradas.
—Casi tres productos por consumidor. Después hay que oír que la ciencia criolla no ha sido capaz de poner sus resultados en función del desarrollo socioeconómico del país.
—Claro que ese registro no refleja toda la riqueza del fenómeno, pues si dividimos las colas…
—Una cola dividida es un problema.
—…entre la cantidad de días arroja una cifra de 168 colas diarias para casi setecientos puntos de venta. Está flojo eso.
—Pa lo que venden…
—«Como último dato, y muy relevante, es que con el uso de la aplicación colas.cu, es decir, con la informatización de las colas, tenemos por el momento el dato de 522 000 beneficiados», explicó el tipo.
—Menos de la mitad de los que marcan. Los demás quedan marcados.
—Pero esos que regresan a casa cabizbajos, sin pollo pero sin pausa, lo hacen con la felicidad de participar de un análisis estadístico que será contenido de trabajo para decenas de centros científicos, y comidilla para los diputados, ¿entiende?
—Mejor si se convirtiera en almuercillo para todos.
—El clímax del programa fue la pregunta de la conductora: «Si se vende más, ¿cómo es posible que siga habiendo colas», y la posterior respuesta del ingeniero: «Algo a resolver con los economistas».
—¡¿Se está resolviendo el desabastecimiento?! ¿Son los economistas los que deben contestar esas preguntas?
—No se me ponga filosófica. Gracias a la aplicación, 83 000 personas (el cuatro por ciento de la población de la capital) pudieron comprar, pues fueron rechazados igual cantidad de individuos que son, según Marxlenita, «una de las molestias adicionales al problema de las colas»… Mire, acaban de reponerme la electricidad. Dijeron cuatro horas, se pasaron en nueve minutos.
—Esos nueve minutos representan la deuda de gratitud que a partir de hoy contraen las demás provincias con su circuito. En su caso, más que de solidaridad, puede hablarse de internacionalismo.
—Una pregunta adicional: esa última cola que se ha formado ¿es por 23 o por M?
—¿De qué cola habla?
—La que va del punto A al punto B.
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