Todo parece indicar que la humanidad tendrá que acostumbrarse a vivir con el covid-19 por un tiempo más largo del previsto inicialmente. Si demoró cuatro meses descubrir el primer millón de contagiados, al segundo se arribó apenas tres semanas después. Ya China prevé un rebrote en su territorio para octubre y los países que ralentizaron la expansión inicialmente, como Rusia, Islandia y Perú, ahora atraviesan por un contagio galopante. Mientras no haya vacunas eficaces solo la inmunidad poblacional/comunitaria dominará la extensión.
Cuba apuesta exitosamente por acorralar las cadenas de contagio y aplanar la curva ascendente, pero no puede impedir la expansión. Fortalezas y debilidades del país se manifiestan al unísono en este nuevo frente de batalla. Mientras el alto nivel del sistema de salud y la producción biofarmacéutica alientan la confianza, la escasez de alimentos y otros bienes de consumo obligan al pueblo/población a salir a la calle a jugársela ante el sars-cov 2.
En las redes sociales proliferan los memes que hacen mofa de la gordura y el stress que provoca el encierro en todo el mundo. De hecho, en la mayoría de los hogares cubanos estamos exentos de esas preocupaciones. Día a día, muchos salimos –siempre con nuestro necesario y agobiante nasobuco− en pos de comida y artículos indispensables que se tornan particularmente difíciles de encontrar.
Pena y vergüenza dan las críticas a personas que están en colas para comprar comida a los suyos.
Apoyo cualquier medida para castigar a indisciplinados e irresponsables, organizar el acceso y respetar las medidas de protección indicadas, pero basta de tratar de abochornar a miles de necesitados que no son ni suicidas, ni asesinos, simplemente tienen que salir a luchar por llevar algo a su mesa familiar.
En este contexto de aislamiento social el Estado fortalece su papel de distribuidor, pero hay muy pocas cosas que puedan racionarse para toda la población por la vía de la libreta de abastecimientos equitativa, o las dietas especiales. Por eso creo que la descentralización de provincias y municipios debe aumentar y que cada gobierno demuestre así su capacidad real de manejar la crisis y proteger mejor al pueblo con los recursos que logre afanar.
Algo similar ocurre con el fomento de la micro, mini y mediana empresa, así como la formación de cooperativas, postergados una y otra vez. Este es el momento de tomar acciones para liberar las fuerzas productivas, tesis que ya no se bien qué significa. Como estudiante y profesor que fui de M-L aprendí que el socialismo se hacía para eso −en primer lugar liberar la fuerza de trabajo de los obreros−, la vida me hizo comprender mi error a tiempo.
Si hoy no se puede seguir importando tanto en comida creo que el dinero existente debía invertirse solo en los productores probadamente eficientes y eficaces, sean estatales, cooperativos o privados. De todos modos, lo de no importar ahora es cuestionable y ha de ser tratado puntualmente, pues parece que los grandes stocks de alimentos invendibles en otros lugares han provocado una caída de los precios que bien se podía explotar para las grandes compras que suele hacer Cuba.
Más que convocar al honor indiscutido de los productores, lo necesario hoy es invertir más en el agro y su industria asociada.
Los fondos multimillonarios para hacerlo están ahí: hay que paralizar ya proyectos interminables y de dudosa trascendencia −al estilo del trasvase este-oeste− y la inversión inmobiliaria en la construcción de habitaciones turísticas cuando las existentes apenas se llenan a un 60%. Según la OIT, el turismo internacional demorará años en reestablecerse; mientras que la baja explotación de los millones de hectáreas de tierras fértiles que tenemos haría pensar dos veces al mismo Dios si es tan necesario querer transformar radicalmente el paisaje oriental.
Hasta ahora, la mayoría de las medidas que ha tomado el gobierno central han sido acertadas y fortalecen su rol de benefactor social, pero no serán suficientes si esta situación se alarga por meses y se extiende la magnitud del contagio. Para sobrevivir, todos los sujetos económicos han de incrementar su papel en el abastecimiento del deprimido y minimizado mercado interno.
Las reformas liberalizadoras son hoy más necesarias que nunca. Así, las colas podrán disminuir, habrá más que repartir a nivel de cuadras y barrios y el pueblo/población podrá estresarse por tener que quedarse en casa, y quien sabe si hasta engordar –los que quieran− en esta cuarentena.
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