Tres meses atrás, no habría visto un live de Paula Massola. La hermana de Diván permanecería en el anonimato. La tapadura de boca de Paula Massola a su cuñada es de sobra conocida. Tres meses atrás, la habría dejado hablar. Sin la frase viral, pocos se habrían preguntado qué hacían ahí. La pregunta, era irrelevante tres meses atrás. Tres meses atrás, no era de gran importancia tener un amigo coronel.
La reacción colectiva ante el video fue inmediata. Se conjugaron todos los factores para sacudir la estructura social: una situación de crisis, una niña inocente, expectativas por las playas, y sesenta años de igualitarismo revolucionario.
El suceso, podría dar pie a la justa crítica hecha a la inutilidad de las celebridades en tiempos de coronavirus. La enajenación tras el video es completa. Muestra más de lo mismo: la supervivencia y actitud ante la pandemia dependen de la clase social de los individuos.
El mensaje no cae muy bien, si el emisor lo envía desde una mansión y el receptor lo recibe en un cuarto de solar. Reitérese la idea: las celebridades han sido inútiles durante el coronavirus. Pero, sería limitado permenecer en este problema. Un trasfondo más importante se impone al análisis: las contradicciones generadas hacia el interior del igualitarismo revolucionario cubano.
Historia primero. El escenario es ideal. El descubrimiento de las ventajas de los coronoles no pudo tener mejor lugar: las playas. A estas, les cabe un gran mérito histórico, fueron el primer servicio en hacerse público con el triunfo de la Revolución. La ley de Reforma Agraria no se había firmado, faltaba mucho para la ley de Reforma Urbana, y ya las privadas e inaccesibles playas eran públicas. No se volvió al estado anterior.
En los noventa, el turismo amenazó ese derecho. Cayos y hoteles de Varadero, eran prohibitivos, en precio y permiso. En el año 2008, el permiso fue otorgado, bajo la evocación del igualitarismo. Para los precios no servía permiso alguno, pero se puso fin a un debate empezado siempre desde las arraigadas premisas de la igualdad. Las playas, son un derecho tan arraigado, que su cierre o prohibición, sólo generan incomprensión y frustración.
Presente ahora. Coronavirus. Crisis económica. Lucha por sostener la estructura social del igualitarismo. El Ministerio del Interior asegurando las colas. Momento perfecto para tener un amigo coronel. Amistad perfecta para hacer que una niña revele las contradicciones sociales en catorce palabras.
La reacción social fue inmediata. El choteo supo qué chistes hacer. Y supo del explote de un coronel. Tal asunción, de seguro correcta, lleva a preguntarse por qué fue hecha con tanta rapidez. ¿Por qué todos supimos que había explotado un coronel? Un rápido vistazo a las funciones del Ministerio del Interior en esta etapa de coronavirus, nos dará la respuesta.
Un objetivo ha perseguido el Estado desde el inicio de la pandemia: proteger las garantías del igualitarismo revolucionario. Volcar el sistema de salud al tratamiento de la enfermedad y mostrar por televisión el castigo a acaparadores y receptadores, son dos partes de esa intención. El Estado, se ha visto forzado a cumplir con los deberes contraídos en un pacto social de sesenta años, origen real de su poder. Las colas, no son la excepción.
Sorprendente sí ha sido, el traslado del igualitarismo a un sector por décadas fuera de él: la red de tiendas en divisa. Libreta de Abastecimiento sí, acceso a divisas no. Era y es esta la línea de la igualdad garantizada. Pero en tiempos de pandemia, cualquier tienda es igualitaria. El Estado, asumió una tarea sorprendente para cualquier gobierno neoliberal: intervino el mercado. Llegó más lejos: lo militarizó. Bajo un único y el único principio posible: todos tenemos derecho.
Una estructura impensable fue trasladada a la red de tiendas en divisa: la cuota. Práctica exclusiva del igualitarismo, estructura básica de su principal figura, la libreta; la cuota entró en el mercado e impuso un cambio de hábitos en un sector al que era ajeno. Puede afirmarse que impuso sus hábitos. Y reveló las verdaderas relaciones de poder en Cuba.
Ante la incapacidad del mercado igualitario tradicional, se trasladó y se apoderó del mercado tradicionalmente desigual. El proceso, no fue cuestionado, por el contrario, fue una demanda. Y se cumplió.
Frente a la tarea, se situó el Ministerio del Interior. Con más o menos contradicciones. Con desempeños en unos lugares mejor que en otros. Con personal más o menos capacitado. Con decisones acertadas o de risa. Ha cumplido con sus dos objetivos: garantizar el traslado de los hábitos del igualitarismo a la red de tiendas en divisa, y mantener el orden social. En una estructura de planificación y de control funcionarial, los oficiales del Ministerio del Interior, se convirtieron en planificadores y funcionarios de un mercado ahora dominado por las estructuras del igualitarismo. En tres meses, se convirtieron en actores sociales.
A nuevas relaciones sociales, le surgen nuevas contradicciones. La toma del mercado en divisas por el igualitarismo, generó un nuevo funcionario: el oficial del MININT. Y adquirió cada característica de esa condición. Poder de decisión y dominio de información se convirtieron en sus rasgos más notables. Y propio de las sociedades de distribución centralizada y planificada, conscientes o no, a gusto con ello o no, adquirieron influencia social. Hecho consumado desde la primera petición de un favor, búsqueda de su amistad o intento de soborno.
La presencia del MININT en la red de tiendas en divisas, constituye el ejercicio directo del poder del igualitarismo revolucionario sobre el mercado. Su correcto funcionamiento, ofrece legitimidad al Estado. El coronavirus, ha evidenciado todas las contradicciones sociales. Las ha puesto a flor de piel y en cualquier parte se notan y molestan. Entre ellas, destacan las diferencias de clases sociales. Diluidas y a la vez muy claras en este contexto.
En tiempos de coronavirus, el Estado y el consenso social, sólo han dejado espacio para el igualitarismo. Antes del coronavirus, crearon grandes espacios para clases sociales ajenas a la igualdad. Cuotas y límites, son palabras extrañas a los oídos de tales clases. La burguesía, no encaja en el igualitarismo. Es su condición antagónica.
El igualitarismo, es la fuente de poder del Estado. Este rasgo, imperceptible en circunstancias anteriores, se hace más evidente en momentos peligrosos para su puesta en práctica. La incapacidad del mercado igualitario tradicional para satisfacer las necesidades sociales, el traslado del igualitarismo al mercado en divisas y su mediocre comportamiento, y, en general, la búsqueda desesperada por el Estado de conservar las bases igualitarias de la sociedad, ponen en alerta ante cualquier indicio de resquebrajamiento de tan arraigada estructura.
En tal percepción, no participa sólo el Estado. El coronavirus, ha demostrado la dependencia de la mayor parte de la sociedad hacia las garantías del igualitarismo revolucionario. Incluso, las clases habituadas a la compra de productos en la red de tiendas en divisas, se han visto perjudicadas y a la vez beneficiadas por el traslado del igualitarismo.
Perjudicadas, por los límites a la capacidad de compra; beneficiadas, por un derecho al alcance de todos. Si un último hecho queda demostrado, es la invariable respuesta social igualitaria en Cuba ante los problemas económicos y sociales.
Paula Massola y su cuñada, encarnan una forma de vida, de todo menos igualitaria. Su live, además de su alto nivel de enajenación y desentendimiento de los problemas sociales, es la muestra de comportamientos intolerables por el poder nacido del igualitarismo. Tal poder, sólo percibirá en las palabras de la niña, y en los favores del amigo coronel, una amenaza. La medida tomada, será en reafirmación de ese poder.
Sea cual sea el destino del coronel, dependeremos por un buen tiempo del igualitarismo. Momento correcto para pensar y hacerse preguntas sobre cuál variante económica elegir ¿Más mercado? ¿Para quién? ¿Más igualitarismo? ¿Para quién? ¿Producir? ¿Qué, de dónde y para quién? Son todas preguntas imprescindibles, pues Cuba es la única sin un amigo coronel.
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