La celebración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura —ocurrido entre el 23 y el 30 de abril de 1971—, constituyó uno de los momentos más influyentes en la política cultural en los 70, e inauguró algunas de las páginas más polémicas y dolorosas de la historia artística y literaria de Cuba.
El encuentro, marcado por acontecimientos como la muerte del Che en Bolivia (1967), el apoyo —no sin reservas— de Cuba a la invasión soviética a Checoslovaquia (1968), la ofensiva revolucionaria contra la pequeña propiedad privada (1968) y el fracaso de la Zafra de los Diez Millones (1970); revivió el debate sobre el rol de los intelectuales y artistas en el naciente sistema político, y concluyó con una serie de acuerdos que marcarían una postura más extremista e intolerante, y que inaugurarían el llamado Quinquenio Gris.
En su declaración final, la directiva del Congreso expuso su definición de arte como arma de la Revolución y condenó “aquellas tendencias que se basan en un criterio de libertinaje con la finalidad de enmascarar el veneno contrarrevolucionario”. A la par, propuso la revisión de las bases de los concursos literarios nacionales e internacionales, así como el análisis de las condiciones ideológicas de los integrantes del jurado y el criterio mediante el cual se otorgaban los premios.
(Foto: Archivos del PCC)
Tal decisión respondía directamente a casos como los de Heberto Padilla y Antón Arrufat, autores premiados en los certámenes de la UNEAC de 1968, cuyas obras Fuera de Juego y Los Siete contra Tebas, fueron consideradas derrotistas, hipercriticistas y moralmente cuestionables, pese a su calidad literaria.
Al mismo tiempo que se trazaban estas directrices, los acuerdos finales del Congreso le impregnaron una visión dogmática y autoritaria a la gestión estatal de los procesos culturales. Uno de estos planteba que los medios culturales no podían servir de marco a la proliferación de falsos intelectuales “que pretenden convertir el esnobismo, la extravagancia, el homosexualismo y demás aberraciones sociales, en expresiones del arte revolucionario”. Más adelante, se proponía que “en la selección de los trabajadores de las instituciones supraestructurales, tales como universidades, medios masivos de comunicación, instituciones literarias y artísticas, etc., se tomen en cuenta sus condiciones políticas e ideológicas”.
Este último punto fue un antecedente directo de los procesos de “parametración” en centros educativos y culturales, y se correspondía con un pensamiento machista y homofóbico generalizado en la sociedad cubana.
Ambrosio Fornet bautizaría al período como Quinquenio Gris. (Foto: Cubadebate)
Para intelectuales como Ambrosio Fornet, Arturo Arango, Desiderio Navarro y Guillermo Rodríguez, el Congreso Nacional de Educación y Cultura quebró la política cultural establecida por Palabras a los Intelectuales, dañaron el consenso en torno al proyecto de nueva sociedad y abrieron heridas profundas que han tardado en cicatrizar.
Su celebración marcó un antes y después en una etapa en la cual todo se consultaba y discutía –aunque no siempre se llegara a acuerdos entre las partes–, a otra signada por una política cultural impuesta por decreto que excluyó y marginó a intelectuales críticos, jóvenes admiradores del rock, y personas con creencias religiosas.
Aprender de los errores pasados para evitar repetirlos en el presente y el futuro es una lección de la historia que no deben omitir quienes tienen en sus manos la responsabilidad y el poder de dirigir un nación. Sucesos más recientes como la desintegración de espacios críticos como la Muestra Joven Icaic, el acoso a múltiples artistas e intelectuales que expresan sus inconformidades con el Estado y la censura de tres documentales programados en el espacio cultural El Ciervo Encantado, confirman que muchas de estas ideologías y procederes aún no han sido superadas.
Una sociedad justa y democrática necesita canales de diálogo y de participación ciudadana, así como espacios de inclusión para aquellos que no necesariamente comparten la ideología imperante, pero que pueden y quieren contribuir a la construcción de un mejor país.
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