Por: Giordan Rodríguez Milanés
Más de cien años de manipulación mediática han equiparado en la interpretación de las masas, los conceptos de información y comunicación. Incluso en alguna literatura académica, se usan indistintamente los términos medios de comunicación o medios de información. Inexactitud no menor.
En sentido estricto, informar es emitir con éxito paquetes de datos codificados desde una fuente, y lograr encauzarlos a través de un canal hasta un receptor que posea la capacidad de decodificar esos datos y reconvertirlos, a su vez, en datos de orden diverso al original. Comunicar, en cambio, es establecer nexos de correspondencia entre la acción de un sujeto generador de información y otro sujeto con aptitud interpretante que, a su vez, se convierte en un segundo sujeto generador de información, y así progresivamente. Se puede simplificar el concepto de información y definirla como el paquete básico de datos organizados que permitirían la comunicación, con la salvedad de que, la información en sí misma, no garantiza relación de correspondencia o comunicación si no posee al menos los siguientes atributos mínimos:
- Ser pertinente.
- Ser contrastable con la realidad o la experiencia previa.
- Poseer relevancia semiótica, o sea, tener la potencialidad de producir significados en el otro.
Los procesos comunicativos poseen simultáneamente diversos caracteres y múltiples grados de correspondencia. Cuando se puede comprobar empíricamente que un proceso comunicativo concreto iniciado por un sujeto, con determinada intención, logra modificar a mediano o corto plazo el comportamiento de sus destinatarios en correspondencia con esa determinada intención, podemos afirmar que el proceso tiene carácter persuasivo. Hay otras formas de correspondencias no persuasivas que van desde la aceptación pasiva hasta la negación activa. Si me dicen que debo usar el nasobuco y lo entiendo, pero al final no me lo pongo, ahí hay correspondencia expresiva y aceptación pasiva porque entendí el mensaje, pero no hay persuasión porque no modifiqué mi comportamiento. Si me dicen que me tengo que poner el nasobuco y, no sólo no me lo pongo, sino que, además, intento elaborar una hipótesis en contra de la importancia de usar el nasobuco, aquí igual hay correspondencia expresiva, pero hay negación activa porque mi comportamiento va en sentido contrario a la intención del sujeto que inició el proceso. Generalmente esto último se da cuando la información carece de pertinencia en función del objetivo del sujeto emisor. Como ya el lector habrá podido seguramente apreciar, para que la información propicie comunicación y esta, a su vez, sea de carácter persuasivo, es necesario manejar una compleja gama de variables psicológicas y socioculturales que no es posible detallar en este texto.
La estructura de poder político centralizado que dirige la Comunicación Social en Cuba parece entender que existen medios o espacios informativos de tipo periodístico; y que, por otro lado, existen medios y espacios de tipo artístico que, por su función, se clasifican en divulgativos, didácticos, de orientación o de entretenimiento. Craso error conceptual que conduce a la apreciación de que mientras más información periodística se bombardee acerca de un determinado fenómeno o proceso, mayor eficacia comunicativa se tendrá. En un contexto en que nuestros medios nos han saturado de información a través de diversos géneros periodísticos sobre la Covid-19 en Cuba y el mundo, el hecho de que, como resultado de la flexibilización de las correctas medidas de control y coerción para contener la pandemia, inmediatamente se pusiera de manifiesto la baja percepción del peligro entre un porciento no despreciable de habaneros, demuestra que el bombardeo de información periodística sobre un tema no garantiza, en si mismo, comunicación de carácter persuasivo. Porque una cosa es enterar al público, y otra, mucho más compleja e interdisciplinaria, es lograr que el público actúe en consecuencia.
Aclaro que ha existido información en espacios no periodísticos con funciones divulgativas, de entretenimientos, de orientación, etc, pero en no pocos casos ha sido incoherente con el mayor énfasis que, por mucho, se le ha dado a la de tipo periodístico, o viceversa. Y en otros, se ha presentado con poca creatividad y deficiente elaboración estética, con no pocas arengas y monólogos desde una posición de superioridad o regaño, en detrimento de resortes psicológicos y culturales de diversa índole.
El otro gran error que se está cometiendo en el manejo de la Comunicación Social en Cuba para prevenir la transmisión de la Covid-19 es la polivalencia de objetivos en los mensajes que muchas veces tienden a cancelar sus efectos. Por un lado, se dice que la Covid-19 mata y por otro, en ese mismo espacio, un titular subraya que llevamos tantos días sin lamentar pérdidas humanas. La fatal asociación de las actividades por el inicio del verano con la contención que se logró de la transmisión del virus a finales de junio. La constante yuxtaposición de nuestros logros científicos y de gestión de crisis –que no los dudo en absoluto- con la debacle que tiene armada Trump en su país. Y el peor dislate de todos, la resistencia a escalar el dramatismo y la crudeza de los mensajes preventivos por temor a un pánico social que no es propio de la idiosincrasia del cubano, más bien tendiente al choteo y con una gran resiliencia entrenada durante más de sesenta años de Revolución.
Obviamente, el retroceso de La Habana en la contención del Covid-19, tiene otras causas que trascienden el manejo de la Comunicación Social. Pero como escribí aquí mismo el pasado 23 de marzo, apenas 12 días después de la detección de los primeros casos en Cuba, y reitero ahora: la ejecución orgánica de una campaña propagandística de prevención directa sigue siendo prioridad. Una campaña dosificada, centralizada aunque tenga en cuenta las características propias de cada audiencia, con terminologías homogéneas y, sobre todo, orientada hacia un fin único: persuadir para modificar los comportamientos riesgosos ante la Covid-19, que va a estar entre nosotros por unos cuantos meses más y que, aun no sabemos, si el nuevo coronavirus va a mutar para peor.
La elaboración de cualquier instrumento estratégico con el objetivo de lograr determinada modificación del comportamiento social, no puede dejarse sólo en manos de las buenas intenciones de un grupo de ¨iluminados¨ por mucho conocimiento enciclopédico que tengan, o mucha preparación político-ideológica que hayan manifestado tener.
La Teoría de la Comunicación es una disciplina científica, con su propia epistemología, que interactúa y se enriquece de otras ciencias como la matemática, la psicología, la semiótica y la sociología. Ante la crisis provocada por la Covid-19, del mismo modo que el presidente se reúne con biólogos, médicos, genetistas, matemáticos, bioestadísticos, le sugiero tenga en cuenta el acervo comunicológico cubano no sólo en el sentido del estudio de los procesos sino, sobre todo, respecto a la elaboración creativa de mensajes persuasivoss en aras de aumentar a corto plazo la percepción del peligro ante la pandemia. Ya después habrá que crear conciencia de que el mundo será otro después de este 2020, pero para eso se necesitaran otras herramientas y otro tipo de mensajes.
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