Columnas de autores que publican con regularidad en La Joven Cuba
SEGÚN LOS FESTIVALES INTERNACIONALES: Si una película cubana revisita alguna zona oscura del pasado (esto es, después de 1959), si es no solo crítica con el presente sino que rezuma desesperanza, si los personajes solo sueñan con emigrar, si hay un poco de sexo y santería y edificios en ruinas, si es además formalmente desaliñada o bien se mueve con la lentitud de una babosa entre el documental y la ficción, si la promoción incorpora frases como «el film prohibido en Cuba» o «la realidad que el castrismo no quiere que veas», si exhibe alguno (o combina varios) de los elementos antedichos, tiene nueve sobre diez posibilidades de ser presentada en un montón de eventos cinematográficos por todo el mundo. Si la obra es realizada por un cineasta cubano no residente en Cuba, lo del desaliño formal no aplica, en tanto lo demás se da por sentado.
SEGÚN LAS AUTORIDADES: Que no jodan con la libertad de expresión, aquí se puede hablar de todo dentro de ciertos límites. Ahora bien, una producción nacional debe, preferiblemente, rescatar los hechos gloriosos y los héroes que forjaron nuestro espíritu patriótico. Si el suceso o el mártir proviene de las Guerras de Independencia, mejor, héroes tenemos pa escoger; las escenas de batalla con muchos hombres y caballos no son un problema, los organismos del Estado (por ejemplo, las Fuerzas Armadas) proveerán. En caso de que el relato se desarrolle después de 1959, las contradicciones no serán graves, y siempre potencialmente solucionables; se hará hincapié en el espíritu de sacrificio y la solidaridad propios del cubano. Si el proyecto es una comedia ligera, también vale. En caso de que sea producida por el cine independiente, no tenemos con el autor obligaciones ulteriores. Los apoyamos con eventos y fondos, ¿no?, así que por lo menos deberían mostrarse agradecidos…
SEGÚN LOS CRÍTICOS NACIONALES: Partiendo, desde luego, de que nosotros lo haríamos mejor si nos dedicásemos a ello, sabed, mortales, que una película cubana debe copiar a los cineastas extranjeros adecuados, pero manteniendo originalidad y cubanía. Debe ser intelectualmente profunda, pero al mismo tiempo capaz de conectar con la gente; innovadora pero clásica, con encuadres raros (el plano holandés siempre funciona, y si no ya nosotros lo haremos notar) y secuencias oníricas aquí y allá; preferiblemente trágica (la comedia es un arte menor), los actores han de sonar cubanos pero sin concesiones a la chabacanería… Y en cualquier caso, el director ha hecho cosas mejores.
SEGÚN LOS CINEASTAS LOCALES: Las autoridades deben aceptar todas las películas de todos los realizadores, vivan en Cuba o no, ofrezcan la visión que ofrezcan sobre el país y sus perspectivas (o la falta de ellas); solo se rechazarán obras artísticamente malas, y eso lo juzgaremos nosotros, los funcionarios no tienen ni idea. La censura debe desaparecer por completo, la libertad ha de ser absoluta, como hay en todas partes excepto aquí. Las circunstancias específicas de este país no son culpa nuestra, pero tenemos todo el derecho a opinar sobre ellas. Si, casi sin excepción, las películas que realizamos son críticas y oscuras es porque así nuestra sensibilidad procesa el entorno: si no les gusta, ofrézcannos una realidad diferente. Lo de ustedes es permitir y apoyar; lo nuestro, expresarnos de manera crítica. Y claro, lo que produzcamos debe ser exhibido (aunque se trate de cine de autor que solo guste a los críticos europeos) siempre que no se haga en menoscabo de nuestros derechos.
SEGÚN LOS EMIGRADOS RADICALES: Una película cubana solo vale para algo si tiende a demostrar que en Cuba hay una dictadura comunista que oprime a la gente, la peor que ha conocido América Latina y probablemente el mundo entero. Gastar tiempo y dinero en cualquier otro tipo de relato no refleja sino la cobardía del artista que pretende lavarle la cara al régimen, que recibe prebendas de los barrigones que tienen secuestrado el país. Denuncia, eso es lo que hace falta, y no tanta bobería artística, tanta pose de autor y pretensión de universalidad. Cualquier cámara sirve, no se hagan, que ya se sabe que su tecnología es del Medioevo, no sabrían qué hacer con el state of the art del equipamiento. Si quieres contar otro tipo de historia y hacerlo según los estándares internacionales, ven al mundo libre y hazla aquí.
SEGÚN EL PÚBLICO LOCAL: Nosotros lo que queremos es despejar y divertirnos, ya bastante dura es la vida para más drama, y hacernos selfies con los actores, pero también tenemos mucha complicidad con la crítica que no vemos en la televisión y en la prensa oficial: necesitamos obras que reflejen los problemas reales, que no nos entreguen solares VIP ni culpen de todo al bloqueo. Que se centren en Cuba, vaya. En definitiva, para lo fantástico, el terror, la ciencia ficción están los americanos, los japoneses y los europeos. Si son realizadas por cineastas emigrados, igual tenemos derecho a verlas. Además, si vienen de afuera deben ser buenas; esa gente sí sabe lo que hace.
SEGÚN EL PÚBLICO FUERA DE CUBA: Ah, pero, ¿existe el cine cubano? ¿Allá los dejan? Aunque ahora que usted lo menciona, sí, algo he visto, ¿cómo se llamaba aquel documental musical? Ya, Buenavista Social Club, esa fue la última película cubana que recuerdo. Muy bonita, sí, y la salsa es fantástica, yo estoy en un curso para aprender a bailarla. De otros temas me imagino que no podrán hablar, ¿verdad?, de temas políticos, tendrá que ser todo clandestino…
Es complicado si uno solo quiere contar una historia, ¿no?, una historia interesante, para encandilarte con las peripecias del protagonista a la manera de un griot, de un raconteur; una narración que no necesariamente se ciña al aquí y el ahora, como si el cineasta fuese un periodista más, un gacetillero y no un demiurgo con todo el universo como estudio. Que pueda, pero no esté obligada a, ahondar en la realidad cubana. Y, desde luego, que no sea juzgada como si ese fuera el único valor posible.
Como dirían los hermanos Strugatski, ¡qué difícil es ser Dios!