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Ciudadanía

Análisis de procesos sociopolíticos que contribuyen al poder popular en el desarrollo de una república inclusiva y una ciudadanía activa

revolucionarios

Los revolucionarios difíciles

por Consejo Editorial 18 mayo 2017
escrito por Consejo Editorial

No se escribe un libro sobre alguien que sigue las reglas, porque no se cambia lo que debe ser cambiado respetando el orden imperante. Ninguno de nuestros héroes fue particularmente obediente, al contrario. Son los revolucionarios difíciles quienes muestran el camino, en un balance de ruptura y continuidad que cambia de forma pero mantiene las esencias. No son muchos los intelectuales que hacen eso y cuando perdemos uno, sentimos que se nos van miles. Esos son los imprescindibles.

No había un debate actual sobre el que Guillermo Rodríguez Rivera no se atreviera a escribir. Desde una película censurada hasta el bloqueo, no necesitaba “todos los elementos”, el sentido común era suficiente. Criticaba absurdos y defendía lo nuestro. Mientras otros escogían caminos más llanos, él participaba. Quizás por la satisfacción del deber cumplido, seguro consciente de la posible ingratitud de los hombres.

Fue el primer gran intelectual que conocí. Yo era aquel que entre cien estudiantes le pidió un autógrafo de su libro “Por el camino de la mar”. Habló en mi universidad y pasaron dos cosas: me fascinó la mitad de lo que dijo y no entendí la otra. Esa chispa de conocimiento, junto a la Guerra de los Correos e Internet, cambiaron mi vida. En el estudio del pensamiento cubano fui descubriendo algo por lo que luchar. Guillermo hizo eso por mí.

Nunca le agradecí. Otro día lo encontré en el Instituto Superior de Arte (ISA), donde se defendía una tesis sobre el Quinquenio Gris. Tuve el lujo de escuchar a Guillermo y Ambrosio Fornet hablar más de tres horas sobre política cultural en Cuba y sus experiencias personales. Rivera pertenecía a una línea de pensamiento cubano que no subordina su ética a la disciplina o la obediencia, nada hay más revolucionario que el conocimiento y la verdad.

Otro difícil fue Alfredo Guevara. Recuerdo cuando hicieron un panel sobre Alfredo en otra universidad, enumerando responsabilidades y enalteciendo su incondicionalidad, sin una palabra sobre la herejía que lo acompañaba. Omitieron su cruzada por promover un pensamiento crítico en la juventud, a lo cual dedicó sus últimos años, febrilmente. Ese día preferí ser políticamente correcto pero nunca más guardo silencio. La cruzada de Guevara por mover a los jóvenes, es similar a la de Guillermo publicando en un blog o Graziella Pogolotti en nuestra prensa. Es compromiso.

No tengo ni quiero una imagen edulcorada sobre Rodríguez Rivera. Quizás hoy comiencen a citarlo solo como escritor e intelectual, relegando a un segundo plano su capacidad de diálogo e inserción en los debates importantes de la opinión pública nacional. Mejor seguir su ejemplo que gastar mármol en pedestales. Guillermo decía que las verdaderas revoluciones son siempre difíciles. Y sus mejores hijos son también los más dificultosos. Por eso nuestros paradigmas de hoy son los herejes de antes, absueltos por el tiempo.

18 mayo 2017 37 comentarios 371 vistas
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ejemplos

Ejemplos

por Consejo Editorial 17 mayo 2017
escrito por Consejo Editorial

La polémica forma parte de la realidad cubana. Cualquier tema la genera, desde el deporte, pasando por la política cultural, la economía… bueno quizás sea más sencillo decir cuáles son los temas que no la generan. Ayer se hablaba de paradigmas en LJC y hoy quiero dar mi opinión sobre el asunto.

No son estos los tiempos en los que todas las escuelas contaban con buenos profesores y si somos capaces de recordar el nombre de nuestra maestra de primaria, o secundaria es porque en algún sentido marcaron nuestras vidas. Tampoco entonces teníamos Internet, redes sociales, el paquete… en fin que comparar momentos históricos o generaciones es muy difícil y se corre el riesgo de cometer imprecisiones.

El primer paradigma para nuestros hijos tenemos que ser nosotros mismos.

Mi salario no me alcanza –lo que no es noticia- pero el día que mi hija llegó a la casa con una cartera que encontró en el camino con más de cuatrocientos pesos, no le dije que nos la quedaríamos, sino que íbamos a devolverla. Un gesto tan sencillo puede marcar su vida.

Que nuestros jóvenes sean seguidores de Messi o a Cristiano Ronaldo no significa que estén enajenados o que no sean capaces de admirar a un atleta nuestro, que de hecho son seguidos en otras latitudes. Seguramente los miembros de la generación de centenario coleccionaban postales de peloteros de Grandes Ligas o que participaban en la Liga Profesional cubana y todos sabemos de lo que fueron capaces.

Ayer se hicieron comentarios tipo: “en Cuba se vive de la historia o de proyectos futuros a largo plazo” y no es casual, eso es lo que dictan las matrices de opinión. Los médicos cubanos que son capaces de arriesgar su vida para para salvar la de otros a miles de kilómetros de Cuba son paradigmas a seguir. Los Cinco también lo son. Ellos son frutos de la Revolución y parte del presente, no del pasado o de un futuro lejano.

A mi juicio el problema no es que no tengamos paradigmas, creo que tenemos muchísimos, sino que no hemos sabido convertirlos en ejemplos a seguir. Nuestros jóvenes ven al reguetonero con gruesas cadenas doradas en 23 y M como al tipo duro, pero el médico que arriesga su vida solo aparece en el noticiero.

Los paradigmas también se construyen. No mediante la manipulación sino con ejemplos. Al presidente de la FEU en mi Facultad le estamos haciendo el proceso de crecimiento para las filas del Partido Comunista de Cuba. Cuando el núcleo le preguntó por qué tenía interés en ingresar a las filas del PCC, respondió que sus padres son militantes y esos principios le fueron inculcados desde la casa.

Si nuestros médicos, artistas o deportistas son reconocidos en todo el mundo. Si los miembros de la Brigada Henry Reeve van a África a salvar vidas, arriesgando las suyas. Si los Cinco estuvieron 16 años encarcelados y no se rindieron. Si jóvenes como Omar desean ingresar el Partido siendo estudiantes para seguir el camino de sus padres y ayudar a construir un país cada día mejor, entonces estoy tranquilo.

Si nuestro pueblo ha estado resistiendo durante décadas las presiones del país más poderoso del mundo, entonces no me preocupo. Mis hijos crecerán siguiendo paradigmas; a mí me corresponde señalárselos.

17 mayo 2017 45 comentarios 535 vistas
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fisica

¿La física, nuevamente en crisis?

por Consejo Editorial 11 abril 2017
escrito por Consejo Editorial

Hubo un momento en la historia de la humanidad que se calificó como de “Crisis de la física”; realmente no había tal crisis en esa ciencia, por el contrario se estaba produciendo una revolución que no ha acabado aún;  pero ¿qué pasa con la física hoy en  Cuba?

Solo siete estudiantes están matriculados en todo el país para prepararse como profesores de Física y si se hace una retrospectiva,  desde hace  alrededor de 16 años  no se gradúa un profesor propiamente de Física, ya que en la formación de profesores se optó por desarrollar la carrera de Profesor General Integral, de  profesor de Ciencias Exactas y la que en estos momentos está en fase de liquidación: profesor de Matemática Física, que no cuenta con suficiente matrícula para paliar el déficit de maestros en dos asignaturas que se sabe que lo requieren casi igualmente.

En Cuba la formación de profesores de Física se encaró después de 1959, pues antes quiénes ejercían como maestros de Física eran graduados como maestros normalistas, Doctores en Pedagogía, Doctores en Física-Química, Física-Matemática, ingenieros, arquitectos… que se inclinaban por enseñar esa ciencia. A inicios del período revolucionario surgieron los Institutos Pedagógicos, adscriptos a las tres universidades existentes, que después fueron Institutos Superiores Pedagógicos con carácter independiente y Universidades Pedagógicas.

De estas instituciones se han graduado, con una alta preparación, los profesores que han sostenido y sostienen la enseñanza de la Física en el país, pero que ya muchos concluyen su etapa laboral;  una medida que puede ilustrar, es que los egresados del Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech”, esa gran masa de profesores que emergió en los 70, momentos en que hubo que dar respuesta a la carencia de profesores, ya están abocados a la jubilación y no tienen garantizado el relevo.

Por otra parte, físicos se forman en Cuba en tres universidades, La Habana, Las Villas y Oriente, en la primera,  desde la Reforma Universitaria de los 60.

Por la comprensión de las  más altas autoridades cubanas de desarrollar la ciencia, concomitantemente fueron enviados a preparase físicos en el extranjero y se dio inicio a las investigaciones en este campo. Hoy Cuba cuenta con físicos que trabajan en los más diversos campos de las investigaciones, muestra de lo cual se aprecia en la Sociedad Cubana de Física (SCF) que los organiza,  y donde se agrupan en Secciones que van desde: Enseñanza de la Física, Biofísica y Física Médica, Instrumentación, Física de la Tierra y el Espacio, Agrofísica, Física Atómica, Nuclear y Molecular,  Materia Condensada, Óptica y Espectroscopía, hasta Física Teórica.

No obstante en muchas instituciones de investigación y docencia, dígase universidades,  se ve fuertemente menguado el número de físicos, en particular de relevos jóvenes,  por el éxodo en busca de mejores condiciones de vida y  trabajo.

En 2014 se publicó por la editorial Springer un libro de más de 400 páginas que recoge la Historia de la Física en Cuba, no solo narrada por los nacionales, sino que cuenta con la visión de físicos de muchos países que han trabajado en Cuba y que valoran altamente el esfuerzo realizado a pesar de las condiciones casi siempre desfavorables de un país en desarrollo.

En este libro aparece  un estudio bibliométrico que da cuenta de la presencia de artículos científicos de físicos cubanos publicados en las más prestigiosas revistas científicas del mundo, lo que es muestra del impacto que tiene la física cubana, por lo que se puede afirmar que no es la física la que está en crisis, ni la dedicación de los físicos.

Del 27 al 31 de marzo 2017 se realizó el XIV Simposio y  XII Congreso de la Sociedad Cubana de Física (SCF); al   Simposio acudieron representantes de Cuba y otros  países;  conferencistas hubo  de Canadá, Chile, México, Rusia,  Estados Unidos, en particular una representación de la Sociedad Norteamericana de Física (APS), del Laboratorio Fermi (Fermilab) y del Laboratorio Nacional de los Álamos.

Esta presencia  es un reconocimiento merecido  para la ciencia cubana y para la SCF,  cuyos miembros sistemáticamente  se han manifestado,  congreso tras congreso,  por que se   potencie la  atención al desarrollo de  las investigaciones y en especial elevar la calidad de la  enseñanza de la Física; pero no siempre estas  preocupaciones han llegado a oídos receptivos, quizás porque todo queda dentro del marco reducido de los  físicos reunidos y porque no se ha sabido atraer a las autoridades con posibilidades decisoras  para que se unan a  las reuniones de los  físicos.

Aún así no  debe cejar la SCF en el empeño de que se atiendan los planteamientos de los congresos que en resumen tienen que ver con la incentivación de la preparación de maestros para responder ante  la pretendida elevación de la calidad de la enseñanza de la física y en la atención y oportunidades que deben darse para garantizar las investigaciones y la  permanencia y relevo de los investigadores.

11 abril 2017 94 comentarios 539 vistas
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intelectual

El deber histórico del intelectual

por Consejo Editorial 24 marzo 2017
escrito por Consejo Editorial

Las lógicas de la historia suelen ser implacables. Si fundamentamos el razonamiento en la mera superficialidad saltan a la vista secuencias de hechos y fechas que poco aportan al entendimiento de la evolución de las ideas. Resuelto por Carlos Marx, en el análisis de los sucesos desde sus causas y condiciones hasta sus efectos, así como en la lógica de los procesos, puede entenderse y, mejor aún, sustentarse lo que a cada época corresponde hacer.

En la esencia de la nación cubana subsisten esos hilos conductores que explican lo que somos hoy, lo que aspiramos a ser como sociedad. Ha correspondido desde siempre a los intelectuales estar en la vanguardia, entendida como la posibilidad de modelar la secuencia de ideas que unidas a las circunstancias concretas de cada época enciendan las llamas de la transformación.

Quizás Francisco de Arango y Parreño no comprendió en su justa medida la tarea que le correspondió cuando en el Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios para fomentarla, debió exponer públicamente las aspiraciones de una generación marcada por el temor al negro y las contradicciones con una Metrópoli cuyas políticas económicas, en lo fundamental, entorpecían el natural tránsito hacia otro modo de organización. Allí debió presentar la lógica de pensamiento de una naciente generación intelectual cuya consolidación se fraguaría en el primer cuarto del siglo XIX.

Sería esa la génesis indiscutible de la primera de nuestras guerras. No hay dudas que en las aspiraciones reformistas de aquel grupo de criollos adelantados se fraguó la cimiente de un interés superior; y aún más, se dio inicio a una tradición intelectual que persiste en lo más intrínseco de la nación cubana. De aquellas aspiraciones reformistas, devenidas por sus propias deficiencias e inconformidades en necesaria convicción independentista, surgió una generación aún más radical que marcaría en lo más profundo la concepción de cubanidad.

Cuando no fue tiempo ya para debates ni discurso, mucho menos para tímidas reformas que beneficiaran a las élites, se fue este país detrás de un grupo de hombres decididos que se echó su destino a las espaldas. Y luego del combate, la paz vergonzosa: había terminado el primero de los ciclos, el momento fundador.

Cincuenta años tuvieron que pasar para que otro movimiento intelectual comenzara a gestarse. Esta vez en su más fecunda etapa debido a la conducción del más genial pensador cubano y nuestroamericano. Pero no correspondió solo a José Martí la nueva tarea, otros integrarían el grupo de pensamiento que buscaba, ya en lo pasado, ya en el presente colonial, ya en la aspiración futura, la alternativa más viable.

Con la obra intelectual de Martí se cimentó la otra guerra, la necesaria e imprescindible, esa que demandaba la nación para remover sus cimientes. Destinada al triunfo, culminaría sin embargo en similar estado que la anterior, incluso más penosa situación. Sucedió lo que describiera de modo magistral un veterano de las lides independentistas, el viejo Máximo Gómez Báez, cuando escribió que tristes se iban los españoles, y más tristes nos quedábamos nosotros al ver cómo otra fuerza más poderosa sustituía a la anterior.

De tal modo, con República y sin independencia real, no sería hasta cincuenta años después de que Martí iniciara su descomunal tarea intelectual, que vendría otra generación a reavivar el debate necesario y la senda creadora. Correspondió echar a andar los engranajes de este nuevo ciclo a Julio Antonio Mella y su reforma universitaria, a la vanguardia integrada por Baliño, a Rubén Martínez Villena, a quienes se organizaron en el Grupo Minorista, al sector que reconocía en la cubanidad la única fuente posible de energías para lo que debía avecinarse por fuerza de la historia.

Veinticinco años más habría que esperar luego de la frustrada revolución del 33, cuando el pueblo se deshizo del mayor de sus tiranos para permitirse a otros menores, pero no menos peligrosos. Luego de la caída del gobierno de los Cien Días se tardaría otro cuarto de siglo en alcanzar una Revolución liberadora, de nuevo tipo y signo ideológico: ya no reformista, tampoco antiesclavista. Ya no solamente agrario y antimperialista, sino socialista y bajo los designios de Marx.

El debate intelectual de los sesenta, rico en matices y profundidad, no fue más que la cúspide de aquel iniciado a finales del siglo XVIII por un grupo de buenos cubanos que entendían la nación en su sentido más inmediato y personal.

Como la historia no se equivoca en sus propias y naturales circunstancias, fue poco menos de cincuenta años después de aquel movimiento universitario, que volvió a formarse una generación intelectual genuinamente cubana. A ella le correspondió superar y reponerse de aquello que se dio en llamar Quinquenio Gris y que no fuera más que el acotamiento ideologizado de un pensamiento que debió, bajo las lógicas de la Revolución misma, permitirse e incluso afrontarse.

Acorralada en su propia estrategia, con la renovación institucional y política en torno a un nuevo ordenamiento que tuvo su momento más importante en la adopción de la Constitución de la República, correspondió a la intelectualidad y a la nación toda volcarse a la tarea de consolidar lo que ya había sido iniciado, e incluso de crear más y mejor.

En ese sentimiento generalizado de triunfo definitivo, de convencimiento histórico de tener y compartir la razón, de comprensión profunda de que con la Revolución se cerraba un ciclo de fracasos independentistas, no pocos creyeron culminada la misión. La tarea del intelectual entonces se desvaneció, quizás no tanto en sus apariencias como sí ocurrió en sus esencias mismas. Ya el cuestionamiento no podía ser del orden de lo que definiera Noam Chomsky, aquello de que los intelectuales debían tener la capacidad de mostrar los engaños de los gobiernos, de analizar los actos en función de sus causas, de sus motivos y de las intenciones subyacentes.

No había tales engaños que justificaran el deber del intelectual bajo la lógica de Chomsky, y un nuevo papel, impuesto o autoasumido, fue colándose intrínsecamente de modo que, a la vuelta de otro cuarto de siglo, cuando el tercer milenio se asomaba a nuestra puerta, no había ya rastro de debate público sobre el país al que aspirábamos y al cual, cabe suponer, creíamos haber llegado bajo el signo de la más draconiana lógica.

La implacable fuerza de las circunstancias de los noventa nos hizo despertar. Ya sin tiempo para replanteos, por la urgencia de la supervivencia misma, los rezagos de todo debate debieron ser sustituidos entonces por brazos fuertes y decididos para producir lo que esta nación debía comer.

No dudaría en calificar a la Batalla de Ideas, como la denominara Fidel Castro, en el intento más claro y urgente por reavivar la llama del debate intelectual en Cuba. La historia en su lógica marcaba las campanadas y era hora de que la Revolución misma tomara cartas en el asunto. Pero otra vez el acotamiento y la conducción excesiva, la confusión entre creación intelectual y política, la limitación y el marcado de los terrenos que debían pisarse, así como el señalamiento de los caminos por los que transitar, desviaron lo que pudo ser verdadera y esencialmente fructífero.

Cincuenta años después de aquel movimiento intelectual iniciado en los sesenta henos aquí. Justo es decir para quien aún no lo reconozca en toda su magnitud, que otro ciclo se abre para la nación. El natural recambio generacional, la vida misma en su realidad y la lógica evolución de las aspiraciones colectivas, nos colocan frente al momento justo en que, comprendiendo otra idea del propio Chomsky al definir la responsabilidad de los intelectuales como mucho más profunda que la tarea de los pueblos, dado los privilegios únicos de que gozan, corresponde a estos el papel de vanguardia.

Es hora de regenerar la nación, de reavivar la llama, de reconstruir planes y rehacer caminos. Corresponde al hombre de las metáforas, ese que bien definiera Cintio Vitier como imprescindible, desafiar a la comodidad, enfrentar la confianza inmovilizante, y replantear el debate.

Sin los poetas, los artistas, los pensadores, que son lo más pueblo del pueblo, y no otra cosa, no habría Patria que defender- y agregaba Vitier- todos sabemos lo que hay que defender; y que no es lo que llamara doña Tula un “ídolo”, sino la intensidad que nos sustenta.

En los primeros cincuenta años fue el reformismo devenido en decidida convicción de independencia. En otros cincuenta la construcción de un concepto profundamente cubano de Patria y nación. Las siguientes cinco décadas devinieron en recuperación de la experiencia pasada y en replanteo de la estrategia para el triunfo. Medio siglo más y fuimos a parar al medio de una vorágine creadora que hoy demanda de la intelectualidad la asunción del deber supremo de decir, como lo asegurara Cintio Vitier, las palabras seminales que todos los días amanecen como pájaros que lo fueran a la vez de la naturaleza y de la historia.

Dígase lo que se diga, ese papel solo puede corresponder al intelectual en su condición de natural representante de las aspiraciones colectivas. No se trata de una tarea de orden únicamente política, sino de pensamiento, de viva creación, de parto originalísimo. Hay que reavivar a ese gigante adormecido, despertarlo del sueño profundo y cómodo, ahora que aún queda tiempo, antes de que el momento histórico se cierre en un ciclo fatal y desconocido.

24 marzo 2017 65 comentarios 421 vistas
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guerra

Los hijos de la guerra

por Consejo Editorial 23 marzo 2017
escrito por Consejo Editorial

En mi ciudad había un contingente variopinto de niños que se veían en unidades militares y actividades políticas. El día que mi padre murió durante la guerra en Angola fui uno más.

El grupo me recibió con los brazos abiertos, jugando a las escondidas en los momentos solemnes, explorando las zonas prohibidas de lugares oficiales, saboteando el estatus quo de los adultos siempre. Fue un buen grupo de amigos que hicimos tolerable la circunstancia, por nuestros padres aprendimos las consecuencias de la política muy pronto, pero nunca nos sentimos solos.

Por lo general las actividades eran entre viejos combatientes contando hazañas y el ejército luciendo sus armas. En nuestra adolescencia, ya habíamos visto demasiados tanques de guerra en búnkeres, helicópteros y aviones de todo tipo. Preparativos para una guerra improbable, demasiado jóvenes para entender lo que sucedía, demasiado verde olivo para un grupo tan joven.

Pero nunca nos dejaron solos, la atención a los familiares de los combatientes siempre estuvo ahí, nos acompañó siempre. Eso sí, cuando se referían a mí como el hijo de un mártir sentía escalofríos, los veía incómodo, cómo murmuraban y señalaban con el dedo. Ser hijo de alguien nunca es mérito sino casualidad, si acaso puede convertirse en una responsabilidad que a esa edad no se puede asumir.

Al igual que los demás, cobraba ciento cuarenta pesos de asistencia social cada mes. Los sentimientos eran mezclados siempre que tenía el cheque en mano. ¿Se suponía que eso llenara un vacío? ¿Eso valía mi padre?

Preguntas adolescentes, quizás más rebeldes que sabias porque el cheque sí fue una gran ayuda para nosotros. De alguna manera sobrevivimos los peores años del Período Especial, como casi todo el mundo. Pero seguía teniendo muchas preguntas sin responder.

Con diecisiete años me ofrecieron un trabajo de verano en la Asociación de Combatientes de Santa Clara. Sin cobrar un centavo, ayudando a organizar viejos papeles y encerrado en la oficina de un anciano con boina. Durante semanas fui el trabajador ejemplar pero eso terminó el día que me encomendaron cerrar la oficina al terminar.

Esperé pacientemente que se fueran todos, cerré con llave y me dirigí a los expedientes confidenciales. En el piso y lloroso, leí el expediente de mi padre. La descripción de su muerte, el traslado del cuerpo a Cuba, todo lo que no sabía estaba ahí. Tantos días de calor veraniego clasificando documentos que nadie leería, estornudando ante papeles amarillentos, daban resultado.

Al otro día llegué a la oficina, como siempre se me nota todo seguro debían brillarme los ojos. Mi compañero en la burocracia era el típico combatiente de mirada severa, nunca hablamos de eso pero estoy seguro que sabía de mi indisciplina, tuvo la deferencia de no preguntarme siquiera.

Además de la información que buscaba, ese trabajo terminó siendo educativo, no hubo necesidad de fingir más y estuve allí hasta que terminó el verano.

Los hijos de esa guerra podemos dedicar nuestras vidas a otra cosa, estar a la altura o no de ese legado pero es difícil olvidar nuestro origen, regresamos a él una y otra vez. No sé para el resto de nuestro contingente variopinto, pero el memorial de los mártires en el cementerio de Santa Clara, donde asistimos a tantos actos y homenajes, es hoy mi lugar más sagrado.

Y la lápida de mármol blanco que dice Silvio Arturo, tiene todos los días cerca una bandera cubana y un ramo de flores blancas. ¿Cómo se puede estar a la altura de eso?

23 marzo 2017 89 comentarios 446 vistas
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prensa

La prensa cubana

por Consejo Editorial 14 marzo 2017
escrito por Consejo Editorial

La celebración este año del Día de la Prensa Cubana ocurre en medio de la continuidad de un profundo y enconado debate sobre el papel de los medios de comunicación en una sociedad como la nuestra, y el impacto que sobre ellos tendría la actualización del modelo económico y social.

El periodismo como profesión mantiene una aureola de reconocimiento público que nos ubica a quienes lo ejercemos en el centro del debate ciudadano sobre las demandas de información insatisfechas, así como potencia aún más la idea —a veces sobredimensionada por las audiencias— de su capacidad transformadora de la realidad cotidiana.

Lo cierto es que el modo de comunicar y comunicarnos entre los seres humanos atraviesa en este siglo por un profundo cambio de paradigmas a partir de la emergencia de nuevas tecnologías y modos de interacción social, que impactan de forma directa sobre casi todas las actividades profesionales, y en particular sobre aquellas que, como el periodismo, son a la vez sujeto y objeto de los procesos comunicativos.

La prensa cubana arriba a esta era con deudas pendientes y conflictos no resueltos en el campo de las definiciones teóricas y prácticas acerca de la naturaleza de las relaciones que deben existir entre ella y el resto de los componentes del sistema político e institucional de una sociedad que quiere construir una alternativa socialista como única vía posible de garantizar su soberanía e independencia frente al poder hegemónico del capitalismo mundial.

La declaración expresa de ese objetivo atrajo sobre la Revolución cubana casi desde sus inicios la abierta hostilidad de las grandes potencias capitalistas, en particular del gobierno de los Estados Unidos, cuyas acciones para desestabilizar el país y producir un cambio de régimen siempre incluyeron el terreno ideológico en el cual operan los medios de comunicación, y que en la actualidad son incluso más sutiles y complejas, lo cual enrarece y afecta el normal desempeño del periodismo en Cuba.

En este difícil contexto, tampoco es posible despreciar el impacto que sobre el sistema de comunicación pública inevitablemente ocasionan —si aplicamos las leyes del materialismo dialéctico— las actuales transformaciones económicas y sociales que acontecen en el país como parte del perfeccionamiento del modelo socialista, con más influencia de las relaciones monetarias mercantiles en la vida cotidiana, incremento en los flujos de capital externo e interno, y mayor diversidad en las formas de propiedad y gestión no estatal.

Ello conlleva al surgimiento de sectores y grupos sociales con diversos intereses y posibilidades económicas que requieren y tienen cómo financiar su participación en el entramado comunicacional del país, a través de iniciativas paralelas a los medios tradicionales —díganse, entre otras, el paquete semanal, los blogs, las redes sociales en internet o las llamadas publicaciones alternativas digitales—, no necesariamente hostiles ni perjudiciales para los fundamentos de la nación cubana.

En consecuencia, el escenario para el desarrollo de la prensa cubana en los próximos años implica que tendremos que aprender a lidiar en el ámbito de la comunicación pública con nuevos actores, mejores o no tan buenos en sus estándares profesionales y éticos, con intenciones más o menos concordantes con los valores socialistas que queremos hacer predominar, y debemos hacerlo a partir de la calidad, oportunidad y diversidad de nuestras propuestas periodísticas.

Ante tal panorama es urgente fortalecer y dar prioridad al desarrollo organizativo, tecnológico y material de nuestros medios de prensa, y atender a las múltiples necesidades pendientes de solución que padecemos quienes en ellos laboramos. Hacen falta además definiciones conceptuales y operativas más precisas, formulación de políticas de comunicación integradoras y consensuadas, e incluso decisiones legislativas que articulen un marco regulatorio más claro para el ejercicio del periodismo, sin que ello implique una pérdida de su dinamismo y flexibilidad.

El ejercicio de un periodismo crítico y responsable, donde la ciudadanía vea el reflejo de sus avances y problemas mediante una interpretación ética que contribuya a transformar y mejorar la realidad, no a enconarla con divisiones en bandos o rivalidades superfluas, definirá en última instancia qué medios obtendrán un mayor reconocimiento social y cuáles aportarán más a la Revolución en esta nueva encrucijada.

Tomado de: Paquito el de Cuba

14 marzo 2017 14 comentarios 667 vistas
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calendario

2017: calendario revolucionario

por Consejo Editorial 27 febrero 2017
escrito por Consejo Editorial

Ha comenzado 2017. Este año se anuncia con el mayor grado de incertidumbre que jamás haya conocido el siglo que transcurre. El panorama mundial está en suspenso, al tanto de lo que pueda emprender la figura que ha ascendido al cargo de Presidente del “más poderoso imperio de todas las épocas”, como gustaba resaltar Fidel cada vez que se refería a este.

Un individuo sin evidente formación política, proveniente del mundo de los negocios y alimentado con la cultura de masas propia del consumo espiritual de un tipo de gente que sus preocupaciones por el dinero y la ganancia “no le dan tiempo” de leer e investigar; al menos esa es la apariencia.

Esa figura emerge en un momento en que las contradicciones de su país con Rusia hacen revivir la época de la “guerra fría” y temer por un desencadenamiento de otra escalada de carrera armamentista o de una guerra en caliente propiamente.

América Latina parece mostrar un panorama también incierto con los evidentes retrocesos en los procesos de tibia revolución socialdemócrata que vivió desde los albores del siglo. Venezuela acorralada; Ecuador y Bolivia con amenaza en su continuidad de liderazgo; Brasil traicionado por trampas leguleyas; Argentina engañada por el clásico sofista; Colombia enrolada en un proceso de paz con poca seguridad para las fuerzas populares.

La derecha de vuelta por sus andadas, como si el modelo neoliberal no se hubiese agotado. La izquierda, dividida por vocación, que no quiere sacar las debidas conclusiones históricas para ayudar a la radicalización revolucionaria.

Para Cuba la incertidumbre no puede ser menor. El año recién despedido cerró con un déficit de crecimiento y, aunque es bien cierto que se pudo impedir otra vuelta del “período especial”, con sus característicos apagones, todo el mundo medianamente informado sabe que para lograr la anunciada prosperidad, se necesita crecer anualmente en un porciento que hoy no se vislumbra posible.

Las relaciones con el vecino poderoso, las que todos ansiamos ver definitivamente normalizadas, penden del hilo de la venia del señor Presidente de aquel país; unos esperanzados en que se imponga su lado de comerciante y, por tanto, elimine el “cascarón” del bloqueo que impide la libertad de comercio e inversiones; otros, menos optimistas, viendo que entre sus asesores nomina a recalcitrantes personeros de lo más reaccionario de las posiciones anticubanas o se toma la libertad de expresarse irrespetuosamente en momentos de duelo para el pueblo cubano por la pérdida de su líder.

Por otro lado, la burocracia del patio, con sus pecados confesados, no da muestras de “cambiar lo que debe ser cambiado” y nos acercamos al momento del relevo sin que parezca entender en qué consiste la democracia revolucionaria, con el peligro de que a la hora decisiva se instaure la trillada democracia representativa, de la que ya nuestra historia guarda un triste recuerdo.

Y en ese panorama de incertidumbres, teniendo por cierto solo la decisión de luchar como en los momentos críticos, se abre ante nosotros la perspectiva de importantes celebraciones revolucionarias. Si para algo sirve celebrar es para actualizar los ideales, para replantearnos las tareas históricas, para hacernos de una idea de futuro enraizada en la historia de lo que nos ha hecho llegar al presente.

El año 2017 retumba, ante todo, como el año del Centenario de la Revolución de Octubre (que fue en noviembre). Tiembla la burguesía internacional con la sola mención del nombre del mes en que, por el viejo calendario gregoriano que hace cien años se usaba en Rusia, uno de los países más pobres del mundo civilizado se sacudió sus cadenas.

No es que antes de este suceso todo le hubiese ido más fácil a la burguesía, pero definitivamente luego de la Revolución de Octubre en la Rusia de los zares apareció para el mundo real un referente práctico de cómo podían ser las cosas de otro modo.

Es una época la nuestra muy distinta a aquello que soñó crear la Revolución de Octubre para el despliegue de las fuerzas creadoras del hombre en toda su extensión. Es esta una época de violencia y de tensiones permanentes, de guerras sucesivas y al unísono, de alianzas y componendas políticas para frustrar las luchas de los inconformes. Nada de eso estaba en los planes de la vanguardia revolucionaria que se lanzó en 1917, según expresión muy acertada, a “tomar el cielo por asalto”.

La Revolución de Octubre en Rusia abrió una época que se consideró de tránsito entre el capitalismo y el comunismo (o el socialismo, según se atemperara la expresión a las condiciones). Sin embargo, aquella incursión contra el capitalismo en su desarrollo, cual boomerang, trajo de nuevo a los pueblos del mundo que la emprendieron, el capitalismo brutal.

No obstante, la obra de la Revolución de Octubre dejó su huella en el mundo. Es factor clave para entender el despegue de un país tan atrasado como Rusia, que pasó a ser una de las dos superpotencias mundiales; se entiende también por ella el adecentamiento social relativo del propio sistema capitalista en sus centros desarrollados de Europa y Estados Unidos de América, tras el influjo de un poderosísimo movimiento obrero.

Se entiende el despertar de los pueblos del Tercer Mundo, avasallados antes por sus metrópolis; se comprende por ella, en fin, el mantenimiento relativo de la paz mundial por décadas amenazada por la codicia capitalista. Nada fue igual en el mundo luego del triunfo de la revolución rusa de 1917.

Aún hoy, el evidente renacimiento de Rusia como potencia tiene como referente lo que en otra época llegó a ser la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS, formada al calor de la revolución, en diciembre de 1922 y que existió como Estado hasta que, como resultado de la perestroika gorbachoviana, feneció en diciembre de 1991.

No sabemos cómo acogerá la Rusia de Putin el centenario de la Revolución de Octubre, pero para las fuerzas revolucionarias, que ven desfallecer los tímidos procesos sociales del siglo XXI, revivir los ideales de Octubre es imprescindible para replantearse las estrategias de lucha tan dispersas. El capital no se puede vencer con sus propias armas. Si se utilizan las “armas melladas del capitalismo”, al decir del Che, la única garantía es vivir de retorno al odioso sistema capitalista, y no en sus formas civilizadas precisamente.

Y ya que he mencionado el santo, se impone recordar que 2017 es también el año del Cincuentenario de la caída del Che en Bolivia; un comunista que inspiró toda su acción en los ideales de la Revolución de Octubre, en las enseñanzas de Lenin y que, a su vez, con la creatividad propia de los grandes, le dio formas nuevas y relanzó, junto con Fidel, la idea del comunismo como única vía para acabar con el capitalismo.

La celebración conjunta de ambas fechas es de todo punto de vista coherente. Octubre y Che, cien y cincuenta años atrás, se alzan hoy con toda la vigencia del ideal social que defendieron; y se merecen un recuerdo conjunto.

Recordar al Che enlazado a los ideales de Octubre es recordar el tiempo que dedicó a atender la formación política de la juventud, en educarla en el trabajo voluntario, única forma de ir haciendo anacrónico el trabajo asalariado, del cual se alimenta el capitalismo día a día, en potenciar el desarrollo industrial como base del desarrollo económico y social, en educar a los obreros en una nueva relación de propiedad con respecto a los medios de producción.

Es necesario coordinar actividades que saluden estas dos fechas, rescatando el espíritu revolucionario que encierran, llevando a los jóvenes las ideas que movieron tanto a los bolcheviques como al Che con sus barbudos a cambiar de raíz el orden de cosas existentes.

Un plan que comience desde ya, rastreando los momentos históricos de la Revolución de Octubre o los de la guerrilla del Che en Bolivia, que propicien tratar temáticas de importancia teórica e ideológica. Desde la academia historiadores, filósofos, economistas, sociólogos, juristas pueden coordinar un plan de conferencias en torno a los temas más candentes de la teoría revolucionaria.

No vamos a soñar con hacer una nueva Revolución de Octubre, pero considerando la vigencia que puedan tener esas ideas, preparamos mejor la revolución por venir. No habrá que crear soviets, pero sí renovar la concepción de nuestros órganos de poder popular, impotentes y anquilosados en gran medida.

Estudiando la construcción del partido bolchevique, podremos comprender mejor la justeza de nuestro único partido, ajeno a la politiquería burguesa, y podremos mirar críticamente hacia su propia burocratización y la pérdida de su filo revolucionario. Volviendo a las experiencias de Lenin, Fidel y el Che en la construcción económica, daríamos un verdadero enfoque revolucionario a la reclamada “actualización” del “modelo” cubano. Y así, sucesivamente.

Los jóvenes deben conocer mejor los ideales de Octubre y los del Che, que son los mismos; deben comprender mejor cuáles son los procesos que frenan el avance hacia una sociedad más justa y libre, para empinarse sobre ellos y superarlos. Y no se puede temer a que oigan la palabra comunismo y les asuste.

Deben comprender lo que significa en realidad, deben comprender todo el contenido de libertad que encierra. Hay que rescatar la palabra comunismo de su manoseo burocrático. La burocracia, como le asusta el comunismo, tiende a convertirlo en un sueño celestial imposible de alcanzar.

Hay que recuperar el sentido práctico del comunismo, como construcción de una red de solidaridad humana, pero también de emprendimiento práctico que solucione problemas que cotidianamente se presentan en la producción y los servicios y que no hallan solución por vía del trabajo asalariado.

Un ¡hurra! para los bolcheviques y un ¡viva! para el Che en este 2017, que se unan al homenaje permanente del pensamiento de Fidel en la construcción de una sociedad más humana.

27 febrero 2017 92 comentarios 471 vistas
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Los periodistas imprescindibles

por Harold Cardenas Lema 31 enero 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

Los periodistas más valiosos de Cuba son los más sacrificados. Mal pagados, cansados de señalar problemas del gremio que no pueden solucionar por sí mismos, subordinados a mediaciones absurdas que ellos mismos reconocen así pero no está en sus manos cambiar, son persistentes. Impulsados por la más noble ambición: dejar un legado, marcar la diferencia en un país que los necesita. Son los más importantes y están librando una batalla decisiva desde dentro: los periodistas de medios estatales.

La época en que el periodismo se ejercía en en un medio estatal o ninguno, se acabó. Ahora existe un diverso espectro mediático fuera de lo institucional, que contiene desde las iniciativas loables hasta las vergonzosas. Es decir, los reporteros de la realidad cubana tienen opciones hoy en día, todo talento que veamos en un medio estatal es un acto de sacrificio, una toma de principios. Pero no podemos dar por sentado su trabajo, o podemos perderlos, al menos los más valiosos.

El modelo de prensa cubano sigue haciendo aguas en su configuración actual, el último congreso movió un poco su mecanismo interno, cambios positivos hubo pero los problemas de raíz se mantienen y han aparecido otros nuevos. Algunos medios solo se sostienen por el bombeo de recién graduados que ingresan cada año, pero una vez terminado su servicio social, la capacidad de retención parece ser bastante baja. Aquellos que han decidido permanecer en ellos a conciencia, merecen un reconocimiento que pocos reciben.

La agenda mediática oficial no es víctima de conspiración alguna, en la actualidad ni siquiera se define en una oficina concreta, debe moverse dentro de un marco de acción subjetivo construido en el tiempo. A menudo se apuesta por lo conocido pensando que esto garantiza estabilidad y se teme lo novedoso porque se ven riesgos por todas partes. Es decir, las mediaciones en el gremio periodístico tienen vida propia.

Una lección que Cuba deja a otras experiencias de izquierda en el mundo es esta precisamente. El papel censor que ejercen los dueños en los medios privados puede ser sustituido por el de los burócratas con instinto de conservación, más aún en un país acosado desde fuera, donde los muros construidos para protegernos terminan atrapándonos a nosotros mismos.

La raíz del asunto es la relación prensa-partido. La Revolución Cubana, fundada en los tiempos en que los congresos soviéticos anunciaron alcanzar un socialismo que nunca fue real, y estar a los albores de un comunismo que la práctica demostró no se alcanzaba por esa vía, vio en la URSS un ejemplo de éxito. Una de las importaciones que se realizó con más éxito fue la del modelo de prensa.

Aunque tropicalizado y con diferencias notables, mantenía la subordinación de los periodistas a un aparato partidista que se desgasta asumiendo un rol que no es el suyo. Y termina descuidando aspectos claves como la ideología, la construcción simbólica y la comunicación política del proyecto revolucionario. Esto lo ven y lo saben los periodistas, pero ¿quién puede cambiarlo? ¿Qué ratón puede ponerle cascabel a ese gato? Ninguno, solo el partido puede cambiarse a sí mismo.

Existe mucha gente con talento y ganas que podrían darle un vuelco positivo al periodismo cubano si tuvieran la posibilidad, pero primero hay que tener conciencia del problema y disposición para cambiar una relación de subordinación que de seguro es cómoda, pero dañina. Nuestros periodistas merecen más confianza y autonomía. La confianza en las nuevas generaciones y las fuerzas que componen la Unión de Periodistas de Cuba, debe servir para algo más que el discurso político.

Hasta hace poco era imposible hablar de la relación prensa-partido, se podía hablar mucho de lo primero pero lo segundo era un espacio vedado, quizás eso explica la acumulación de contradicciones. Siempre me asombró el contraste que existía entre un periodista y su jefe, el estado de vulnerabilidad que tienen los primeros con el estado de confort de los segundos.

Y por confort me refiero a que sus argumentos son incuestionables, mientras el trabajo del reportero recibe tijera sin compasión, a menudo sin una razón concreta, solo “por si acaso”, para no buscarse los problemas que el mismo Raúl convocó a buscarnos.

Este quizás sea el único confort que tiene el jefe, salvo que seas un gran jefe, tu trabajo será también mal remunerado y poco reconocido. Porque un director promedio en un medio de prensa ha llegado allí seleccionado por el partido, y puede tener talento o no, puede ser buena persona o no, pero el valor principal que lo lleva a esa posición es la disciplina.

Incluso con un criterio de selección tan cuestionable, hay directores inteligentes, que hacen lo posible por mejorar la prensa cubana, que son mediadores entre sus jefes y los periodistas a su cargo, saben que en su labor se juega la credibilidad de la Revolución. Esos también son imprescindibles.

El otro día un joven periodista me dijo que seguiría en el sistema de prensa estatal mientras tenga energías, tratando de hacer un cambio positivo desde dentro. Lo miré, admiré su disposición y envidié tal resolución. Es un imprescindible. Ojalá logre hacerlo antes que la Revolución Cubana llegue a un punto de no retorno, antes que el miedo de cambiar algunas cosas, nos lleve a perderlo todo. Los dos sabemos que ya estamos en esa encrucijada.

31 enero 2017 116 comentarios 483 vistas
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