Aunque los gobiernos de Washington y La Habana no han declarado recientemente que existe un proceso de distensión y diálogo, acciones como la flexibilización de los viajes a Cuba, la reapertura de servicios consulares, la visita de funcionarios norteamericanos y la coordinación de ayuda ante desastres en la Isla, auguran relaciones diplomáticas menos hostiles que las desarrolladas durante la administración Trump.
Es frecuente tanto en la historiografía cubana como norteamericana y parte de la prensa, el señalamiento a sectores extremistas de la comunidad cubanoamericana y la Fundación Nacional Cubanoamericana (FNCA) como factores determinantes en las relaciones entre ambas partes. Sin embargo, determinados momentos en el decursar de la diplomacia demuestran que esta aseveración es imprecisa. Que la comunidad cubanoamericana haya sido empleada como plataforma electoral en Florida y por ello el gobierno acceda a ciertas concesiones, no convierte a dicha comunidad en un poder directo en las decisiones de la Casa Blanca.
Al respecto, el politólogo cubano Rafael Hernández planteó: «Resulta cuando menos sorprendente que dos perspectivas tan distintas como las de La Habana y Washington coincidan en la idea de que “la cola mueve al perro” en su apreciación de la ecuación FNCA-gobierno norteamericano». Esta afirmación ha sido validada cuando los gobiernos de ambos países han optado por el entendimiento, a pesar de la oposición del llamado exilio histórico y parte de la comunidad de cubanos radicados en el sur de Florida.
A continuación se explican cinco ejemplos que ayudan a comprender cómo se han desarrollado las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, en medio del clima de Guerra Fría y presiones de la oposición radicada en el exterior. Vale aclarar que, si bien estos hechos no han contado con el beneplácito de sectores extremistas, tampoco han sido repudiados por la totalidad de la comunidad cubanoamericana.
1. Apertura de la Oficina de Intereses
En 1977, durante la administración de Jimmy Carter, ambos países abrieron una Sección de Intereses en territorio del otro, bajo la protección de la embajada de Suiza. Se trató de un avance diplomático que daría paso a posteriores acuerdos.
Dos años más tarde, el presidente Carter nombró jefe de la Sección de Intereses a Wayne Smith, quien sería su hombre de confianza y el encargado de impulsar un acercamiento con el gobierno de la Isla. Este periodo de distensión enfrentó una fuerte negativa del exilio tradicional y la FNCA, a pesar de las ventajas que brindaba a los cubanoamericanos, sobre todo la posibilidad de viajar a la Isla. Por otro lado, debe destacarse que Smith había sido el último embajador en Cuba antes de la ruptura de las relaciones y siempre se había mostrado partidario de una postura de diálogo.
Además del comienzo de los viajes de cubanoamericanos a su tierra natal, Carter buscó una distensión de la Guerra Fría, no solo con Cuba, sino también con la Unión Soviética. Debido a esto, Smith recibió la responsabilidad de negociar con Fidel Castro.
No obstante, a causa del aumento de la presencia militar cubana en países del tercer mundo, Carter firmó la Directiva Presidencial NSC-52. La medida tenía como objetivos reducir las fuerzas cubanas desplegadas en el extranjero y socavar su ofensiva en pro del liderazgo en el Tercer Mundo. Los dos puntillazos finales al proceso de negociación fueron la crisis migratoria del Mariel, en 1980, y la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca en 1981, lo que agudizó el enfrentamiento con el bloque comunista.
Sección de Interés de EE.UU. en La Habana. (Foto: Yamil Lage / AFP)
2. Acuerdos de paz en el sur de África
En diciembre de 1987, una coalición de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA), la Organización del Pueblo de África del Sudoeste (SWAPO), de Namibia, y combatientes anti-Apartheid del Congreso Nacional de Sudáfrica, de conjunto con los soldados cubanos, se enfrentaron al Ejército Sudafricano (el más poderoso del continente) y a la UNITA en Cuito Cuanavale. La coalición, comandada por Arnaldo Ochoa y Leopoldo Cintra Frías, dio un golpe definitivo a los sudafricanos, por lo que los obligó a retirarse más allá de la frontera entre Angola y Namibia.
El gobierno racista de Sudáfrica, en desventaja, temía que las tropas continuaran su avance hacia el sur. Esto desembocó en negociaciones de paz en las que intervinieron Estados Unidos y Cuba. A la Casa Blanca le preocupaba que si Sudáfrica se retiraba de la guerra, Cuba pudiera invadir e instaurar un gobierno afín al bloque soviético; mientras que Cuba y Angola temían que ante la salida cubana del conflicto, Sudáfrica volviera a tomar el territorio perdido.
Tras las negociaciones se llegaron a acuerdos de paz y a un entendimiento entre Washington y La Habana: Estados Unidos no intervendría en Angola, Cuba retiraría sus tropas del cono sur africano, y se aplicaría la resolución 435 de Naciones Unidas, que apoyaba la independencia de Namibia.
Una parte de la comunidad cubanoamericana se opuso a estas negociaciones de paz. Si bien la mayoría condenaba el racismo del Apartheid, consideraban que este acuerdo dejaba al gobierno cubano en una posición ventajosa, en especial ante la liberación de Nelson Mandela, quien se declaraba amigo de Fidel Castro y por eso fue mal recibido en su visita a Miami en 1990.
3. Migración más regulada
Los acuerdos migratorios entre Cuba y Estados Unidos han ocurrido en distintos momentos: 1984, 1994, 1995 y 2017. En el acuerdo de 1984 Cuba aceptaba el regreso de 2 746 de sus nacionales, que habían llegado a Estados Unidos durante el éxodo del Mariel.
Las negociaciones de 1994 y 1995 fueron consecuencia de la crisis de los balseros de 1994. Precisamente en ese año, el 9 de septiembre, concluyó en Nueva York una cumbre entre representantes de ambos gobiernos. En la cita, Estados Unidos se comprometió a entregar 20 mil visas anuales a cubanos.
Estos pactos representaron un punto de inflexión en las tensiones existentes durante los gobiernos republicanos de Ronald Reagan y George H. W. Bush. En mayo de 1995 continuaron los acuerdos con el establecimiento de la llamada política de “Pies secos pies mojados”, bajo la cual los cubanos que fueran interceptados por guardacostas norteamericanos en alta mar serían devueltos a Cuba, pero los que lograran llegar a territorio estadounidense, podrían quedarse. Por su parte, Cuba se comprometía a recibir a los deportados y no tomar represalias contra ellos.
En agosto de 1994, cientos de cubanos inician la emigración masiva hacia Estados Unidos en precarias embarcaciones desde las costas del litoral habanero. (Foto: Archivo IPS Cuba)
4. Caso Elián González
En el año 2000 Cuba impulsó la campaña por el regreso al país del niño Elián González, luego de la muerte de la madre, Elizabeth Brotons, quien había intentado migrar de forma irregular en una embarcación hacia Estados Unidos. Brotons falleció en el trayecto, pero el menor de cinco años llegó con vida y fue acogido por familiares residentes en Florida. La familia de Elián solicitó al Departamento de Migración y Servicio de Naturalización que él permaneciera en territorio norteamericano.
En el proceso judicial en Estados Unidos se dictó que, en ausencia de la madre, el menor debería estar bajo la tutela de su padre, por lo que el niño debía volver a Cuba a más tardar el 14 de enero del 2000. La familia apeló entonces a un tribunal estatal y solicitó ayuda a la Fundación Nacional Cubanoamericana. Se generó así una campaña para la permanencia de Elián en Estados Unidos.
En respuesta, Fidel Castro inició, junto a Juan Miguel González, padre de Elián, una campaña opuesta, nombrando como «secuestro» la permanencia del niño en Norteamérica y alegando el derecho del progenitor a tener la custodia de su hijo luego del fallecimiento de la madre. Esta querella desde el derecho de familia, se convirtió en una lucha cubana de carácter político.
Pese al escándalo internacional y las mediaciones de los sectores extremistas en Miami, la ley se cumplió y el 22 de abril del 2000 agentes federales irrumpieron en la casa de los familiares que se negaban a devolver al niño tras la resolución del caso. El menor regresó así junto a su padre. A pesar de la fuerte oposición de gran parte de la comunidad cubanoamericana, ambos gobiernos lograron una resolución acordada del conflicto y Juan Miguel viajó a recuperar a su hijo.
5. El gobierno de Barack Obama y restablecimiento de las relaciones diplomáticas
El 17 de diciembre del 2014 se conoció un nuevo acercamiento entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Estas negociaciones habían ocurrido de forma secreta y representaban el vínculo más estrecho entre ambos estados desde 1959. La iglesia Católica y el Cardenal Jaime Ortega jugaron un papel clave en las negociaciones, en tanto actuaron como intermediarios y conciliadores entre ambas partes. Uno de los momentos más importantes de este acercamiento fue el regreso de los cinco cubanos presos bajo acusación de espionaje.
La cumbre del también llamado «deshielo» fue la visita del mandatario norteamericano Barack Obama a Cuba entre los días 21 y 22 de marzo del 2016. Esta acción no estuvo exenta de oposición. Los sectores conservadores consideraban que al venir a la Isla, Obama legitimaba al gobierno cubano. Sin embargo, otros disidentes como Miriam Leyva, fundadora de Las Damas de Blanco, expresaron su apoyo a la nueva política de Estados Unidos respecto a Cuba.
El acercamiento del gobierno de Obama a la nación caribeña trajo múltiples beneficios para el pueblo cubano como el aumento del intercambio cultural y el desarrollo de varios negocios privados a partir de los visitantes norteamericanos, la posibilidad del reencuentro de familias. Luego del cambio de partido en la Casa Blanca, varias de estas ventajas sufrieron un retroceso a partir del enfriamiento de las relaciones.
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Con la llegada a la presidencia del demócrata Joe Biden se han dado pasos encaminados a normalizar relaciones con el gobierno de La Habana, aunque no sean suficientes para considerarlas como un nuevo deshielo. Pueden citarse, por ejemplo, el levantamiento de sanciones emitidas durante el gobierno de Trump, relacionadas con viajes y remesas; la reapertura de determinados servicios consulares y el restablecimiento del Programa de Reunificación Familiar. Destacan también la asesoría técnica norteamericana para minimizar el impacto medioambiental del incendio en la base de Supertanqueros (Matanzas) y la ayuda humanitaria valorada en dos millones de dólares, ofrecida por ese gobierno a partir de los destrozos del huracán Ian.
La visita de funcionarios estadounidenses a Cuba en el segundo semestre del año dan cuentas de mayor cercanía y disposición para el intercambio. En ese sentido, sobresale la presencia en la Isla a inicios de noviembre de la subsecretaria de Asuntos Consulares del Departamento de Estado, Rena Bitter, y de la directora de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de EE.UU., Ur Mendoza Jaddou, quienes viajaron a La Habana para dialogar con funcionarios cubanos sobre posibles soluciones a la crisis migratoria.
Asimismo, en el presente mes los miembros de la Cámara de Representantes por el Partido Demócrata, James McGovern, Mark Pocan y Troy Anthony Carter, estuvieron presentes en la sede de la Asamblea Nacional de Cuba y confirmaron su apoyo a la normalización de las relaciones.
No obstante, el periodo correspondiente a la administración Biden también ha generado acciones que dificultan la relación con el gobierno de la Isla. En ese orden es posible citar la reciente inclusión de la nación caribeña en la lista de países con problemas de libertad religiosa.
En adición, el vicecanciller cubano Carlos Fernández de Cossío recientemente calificó la actual administración demócrata como la que «con más agresividad y eficacia ha aplicado el bloqueo», a lo que añadió que Cuba no pondría obstáculo a ninguna flexibilización, aun cuando fuera solo para el sector privado. «Si esto permite una mayor prosperidad de cualquier sector de la economía, no vamos a poner obstáculos. Si logran concebir excepciones que beneficien a unos y continúen castigando a otros, tampoco vamos a tratar de impedirlo», afirmó Cossío.
Pese a la oposición de sectores extremistas, el entendimiento entre los dos gobiernos ha permitido tomar acuerdos que benefician al pueblo cubano o saldar conflictos internacionales que le han puesto fin a la violencia bélica. Los hechos históricos antes mencionados prueban que sí es posible dialogar desde las diferencias. Ambos gobiernos hoy tienen una posibilidad que no deberían dejar pasar por el bien de su ciudadanía.
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