La afición del Che por los asuntos históricos se manifestó desde su juventud cuando se inclinó por las lecturas de textos historiográficos, exploraciones arqueológicas y la visita a ruinas precolombinas, tanto en la América del Sur como en la Central, afición que se ligaría a la formación temprana de su ideal latinoamericanista.
En él, la identidad regional, sustentada en su historia, presente y futuro comunes, tomaría cuerpo en una concepción de naturaleza bolivariana, que plasmaba en tesis como esta, de 1954: la división de América en nacionalidades inciertas e ilusorias es completamente ficticia. Constituimos una sola raza mestiza que desde México hasta el Estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas.
En ese año conoce a jóvenes revolucionarios cubanos emigrados que estaban convencidos de la posibilidad del triunfo de sus ideales de independencia absoluta, libertad y justicia social mediante la lucha armada de ahí que, en la medida en que su suerte quedaba ligada al movimiento encabezado por Fidel, se dio a la tarea de conocer mejor la historia de este pueblo y sus hombres más insignes.
De la mano de su amigo Ñico López, se aproxima a José Martí hasta llegar a compartir sus postulados fundamentales. Al mismo tiempo, comienza a asumir, mediante conversaciones y lecturas, el rico arsenal de tradiciones y figuras que conforman el basamento de la identidad nacional cubana.
Recién llegado aún a la Sierra Maestra, daría hermosa muestra de ello al nombrar El Cubano Libre al primer periódico de los rebeldes, en alusión histórica al órgano fundado por el Padre de la Patria, en 1869, en plena manigua. Gracias a esos estudios históricos, el Che fue consciente de la continuidad histórica de la Revolución Cubana, llegando a postular que: Para Cuba el 1ro. de enero es la culminación del 26 de julio de 1953 y del 12 de agosto de 1933, como lo es también del 24 de febrero de 1895 o del 10 de octubre de 1868.
A esto se sumaba una marcada vocación de historiador que lo hacía tratar de hacer crónicas de los acontecimientos vividos de forma casi inmediata, pero respetando los principios generales de la historia como ciencia. Por ello ha sido considerado primer cronista de la Revolución, y un texto suyo, de febrero de 1961, Pasajes de la guerra revolucionaria, se considera el primer gran exponente historiográfico de la Revolución Cubana.[1]
Según declarara el Che, el objetivo de la obra es eminentemente historiográfico: dejar constancia de sus recuerdos para incorporarlos y completar la historia. Por ello recopila: una serie de recuerdos personales de los ataques, combates, escaramuzas y batallas en que intervenimos, desde el desastre de Alegría de Pío hasta los días previos a la ofensiva de la tiranía en mayo de 1958.
Fiel a ese afán historicista, invita a los veteranos de la Guerra de Liberación a publicar sus memorias, aún frescas. No obstante, este convite no fue promovido durante décadas en el país y, por el contrario, hubo que esperar a los años 90 para que salieran a la luz los primeros diarios y memorias de aquella gesta, escritos casi siempre por jefes y oficiales y casi nunca por hombres de filas.
Para el Che la historia de Cuba era parte de la historia americana y esta, a su vez, de la historia del Tercer Mundo, generalización que asentaba más en los conocimientos sobre las realidades históricas y el acontecer contemporáneo de estos pueblos que en supuestos ideológicos pues, para un librepensador como él, la fidelidad a los principios no significaba fe ciega en los juicios de los hombres, aun de un clásico como Marx, por ello afirmaba: Nosotros, los latinoamericanos, podemos por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieran Engels y él de los mexicanos, dando por sentadas incluso ciertas teorías de las razas o las nacionalidades inadmisibles hoy.[2]
Por su valor metodológico y educativo para todos los que pretenden escribir historia es muy útil tener presentes estas sabrosas observaciones hechas por el Che a un compañero que le pide su opinión sobre un texto inédito que le ha enviado para revisar: La primera cosa que debe hacer un revolucionario que escribe Historia es ceñirse a la verdad como un dedo a un guante. Tú lo hiciste, pero el guante era de boxeo y así no se vale. Mi consejo: relee el artículo, quítale todo lo que tú sepas que no es verdad y ten cuidado con todo lo que no te conste que sea verdad.[3]
[1] Oscar Zanetti y Carmen Almodóvar (1989). “Presencia del Che en la historiografía cubana”, en Pensar al Che T1. Edit. José Martí.
[2] Notas para el estudio de la ideología de la revolución Cubana, Obras, T2, p. 93.
[3] Carta a Pablo Díaz González (28-10-1963), en Escritos y discursos, T9, pp.381-382.
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