Se dice que La Ilíada pudo comenzar a cantarse antes de que los griegos lograran someter a Troya, para manipular la opinión pública y sugerir que su caída era voluntad del Olimpo. En Quo Vadis se aprende que en tiempos de Nerón ya el poder usaba el arbitrio de un “justo” para sugerir a su corte quiénes eran favorecidos y quiénes habrían caído en desgracia. Siempre los reyes tuvieron bufones y juglares en sus cortes. Desde los Borgia, se ha descalificado enemigos o adversarios, como avanzadillas de ciertas “verdades” pre-configuradas por el poder. Luego, cuando los desgraciados eran sometidos al suplicio, los sobrevivientes respiraban aliviados con un: “era de esperar”.
La modernidad sustituyó el cotilleo de las cortes por la opinión pública. Napoleón fue pionero en el uso del panfleto como preámbulo propagandístico de sus invasiones. Antes de engullirse cualquier Estado europeo, primero enviaba agentes a magnificar el mito de su invencibilidad y los malestares sociales de los súbditos de los condenados. Hitler y Stalin fueron discípulos aventajados pero hicieron un macabro aporte: difamar y descalificar entre su propia gente a los que tuvieran alguna discrepancia, que el pueblo asumiera la represión como algo ineludible, indeseable pero absolutamente necesario.
Tanto la radio y los panfletos propagandísticos controlados por Goebbels como el Pravda y el Izvetia, usaban la misma dramaturgia:
PRÓLOGO: Amplificación de cualquier hostilidad manifiesta, amenaza real, o inventada.
INTRODUCCIÓN: Identificación de los enemigos. Mantenerlos vivos en la mente de la audiencia.
ESCENA OBLIGADA: Realización de advertencias y críticas “constructivas” a su propia gente -sin identificarlos- por sus “tendencias negativas”. Durante las críticas “constructivas”, inclusión de opiniones virulentas o descalificadoras. En esta etapa el Partido no se pronuncia, aunque sí algunos militantes.
PRIMER PUNTO DE GIRO: Publicación de denuncias “espontáneas” hechas por “simples” ciudadanos preocupados por el matiz peligroso que van tomando las tendencias negativas de algunos que aún no son “desenmascarados”.
DESARROLLO Y PRIMERA PERIPECIA: Generalización de esas denuncias. Se sugieren los primeros nombres mediante la propagación de rumores.
SEGUNDA PERIPECIA: “Descubrimiento” de hechos o supuestos hechos que relacionan a su propia gente con aquellos enemigos previamente identificados.
TERCERA PERIPECIA Y ANTICLIMAX: Empoderar mediáticamente a los denunciantes “espontáneos” que hasta entonces no eran tomados en cuenta por la dirigencia partidista.
CUARTA PERIPECIA: Mediante la generalización, inducir en las mentes de la audiencia una equivalencia entre los enemigos reales y los denunciados.
SEGUNDO PUNTO DE GIRO Y CLIMAX: Aparición de un “arrepentido”. Un renegado viene a confirmar las sospechas de los denunciantes argumentando “hechos” que relacionan a los enemigos reales con los propios, e identifican a los “conspiradores”. Ante eso, no queda otro remedio que…
ESCENA CONCLUSIVA: El Partido denuncia la conspiración usando la autoridad de uno de sus líderes o portavoces.
ESCENA POST-CONCLUSIVA: Los acusados al Gulag, al campo de concentración, al ostracismo o el desprestigio social mientras se celebra alguna relevante victoria no relacionada con el caso.
Hernández-Novás, Virgilio Piñeira, Heberto Padilla y Antón Arrufat nunca supieron quién fue Leopoldo Ávila. Dado el apoyo popular indiscutible y avasallador que el proceso revolucionario tuvo durante su primera década, la dramaturgia contra los acusados podía simplificarse a unas cuantas diatribas e interpretaciones “brillantes” publicadas en un órgano oficial. La inducción de un mea culpa y el posterior castigo, en Cuba ni siquiera se acercó a los extremos de Hitler y Stalin. Te mandaban de librero o de obrero a “Antillana de Acero”, ya eso es historia conocida. Tampoco, para ser justos, se ha demostrado documentalmente que la máxima dirección de la Revolución ordenara la aplicación de tales métodos excluyentes, sólo se puede sospechar que dejaran hacerlo a funcionarios más o menos menores.
La confrontación ideológica durante “La Guerrita de los Emails” en 2007 y el enfrentamiento público durante el verano de 2017 entre supuestos socialistas ortodoxos o puros contra quienes serían etiquetados como centristas o neo-revolucionarios, demostró que ya no es efectiva la dramaturgia simplificada de los setenta. La propia política cultural y educacional de la Revolución ha enseñado a no pocos a pensar, a dudar y resistirse a la inducción acrítica. Cabe pensar entonces que, los obcecados con la unanimidad –que no, la unidad-, se han replanteado el uso exhaustivo del librito. Van con calma pero repitiendo un guion que es menos original de lo que creen.
Las generalizaciones del blog PostCuba y un pretendido ensayo sobre los “progresistas” aparecido en Cuba Socialista, más el uso de las redes sociales por un grupo de virulentos cibercombatientes casi siempre anónimos, se ajustan perfectamente a la dramaturgia descrita. Quizás algunos de estos autores no sospechen su papel en la puesta dramática, nos estén expresando pensamientos sinceros, sin reconocer a los jefes de escena y los directores de la obra. A ellos les brindo el beneficio de la duda y, una vez más, les propongo ponernos frente a frente y debatir nuestras tesis.
A mediano y corto plazo, sabremos si este texto es innecesario porque las señales que veo no son reales. Si así fuera yo estaría avergonzado, pero feliz.
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