Cenicienta de Cuba le decían a Pinar del Río por su pobreza. En el siglo XIX Baracutey —un pajarillo que vuela triste en solitario— aludía a Baracoa. Tales extremos dan cuenta de una grave y vieja problemática en la Isla y Latinoamérica: los desequilibrios regionales y su relación con la pobreza, marginalización, formas de exclusión y vulnerabilidad.
A fines de los años cincuenta existía una fuerte disparidad entre la capital —donde también había barrios pobres—, las sedes provinciales y los municipios con sus zonas rurales. Al triunfar la Revolución de 1959 se trazó una estrategia para equilibrar el territorio nacional. Varios planes especiales beneficiaron, por ejemplo, a Ciénaga de Zapata, Moa, Isla de Pinos, Baracoa y Pinar del Río.
Sin embargo, durante los años setenta y ochenta las regiones centrales y orientales solo tuvieron el 29 y 30% respectivamente de las nuevas industrias, mientras occidente concentró casi el 41 %. Así, el país fue retornando a su tendencia histórica. Eso explica que la irrupción, impacto y salida del llamado Período Especial —si es que alguna región consiguió esto último— fueron muy diferentes. Hasta 2010 se registró que las dos Habanas acumularon más del 50% de las inversiones ejecutadas a nivel nacional. Como sostiene la Dra. Luisa Íñiguez, desde aquella década se ampliaron «las desigualdades inter e intraterritoriales en el país».
Los efectos son acumulativos, hemos vivido de crisis en crisis y ya retornamos a la situación extrema de aquellos años. A nivel regional y local se pueden visualizar las brechas sociales asociadas también al entorno, porque de los recursos y potencialidades de los territorios depende que los ciudadanos puedan incorporarse a los cambios y desarrollarse.
Familia en situación de pobreza en una zona rural de la provincia de Matanzas (Foto: Néster Núñez)
-I-
No han faltado estudios, propuestas, estrategias, programas, plataformas y documentos rectores relacionados con el desarrollo local y las desigualdades. Se ha dicho que siempre fue importante, que desde la «actualización del modelo» (2009) y la Constitución (2019) se ha afianzado.
Lo cierto es que desventajas, nuevas exclusiones y brechas territoriales son más notorias y evidencian incluso retrocesos. Más allá de factores externos —política de sanciones de los EE.UU., pérdida de relaciones preferenciales con la antigua URSS y crisis mundiales—, algunas causas internas son:
1.- El verticalismo y la planificación centralizada como pilar del modelo asumido desde los setenta, que ha marcado la ruta y lanzado por la borda la tradición municipalista de Cuba. El espacio a los municipios solo se ha abierto en coyunturas críticas para el Estado.
2.- Dilación y traumático proceso de reformas económicas, que en la práctica no ha contemplado el fenómeno desde una estrategia democrática, integral y sostenible.
3.- El desmontaje entre 2002 y 2005 de casi toda la industria azucarera, que fuera parte de la vida de 146 de los 169 municipios del país (algo más del 72 %) y de la nacionalidad cubana. Sobre la debacle, frente a medidas compensatorias que no pasaron de discursos y planes, recomiendo el del economista Juan Triana.
Sugiero valorar las siguientes condiciones actuales:
1.- Las nuevas 707 mipymes y cooperativas no agropecuarias (CNA), que facilitarán 26.129 nuevos puestos de trabajo, se concentran en occidente. La brecha es enorme, La Habana con el 40% seguida por Granma con el 10 %; luego Villa Clara, Holguín, Matanzas y Santiago de Cuba. Varias localidades donde no se han aprobado mipymes, en Camagüey y Ciego de Ávila, por ejemplo, están entre las diez con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH) en el país.
2.- La mayor parte de la Isla está en un nivel bajo del IDH—según el Informe más reciente— en su dimensión económica; las provincias más rezagadas son Camagüey y cuatro de las cinco orientales. Los municipios mejor evaluados están asociados al turismo y los peores a su ausencia o al desmontaje del azúcar.(1) Igualmente, en cuanto a empleo —que desciende desde 2011— y salarios medios mensuales, la brecha entre La Habana y el resto de las provincias es alarmante.
3.- Incremento de los procesos migratorios internos desde el oriente y las provincias más cercanas a la capital y pérdida de población en municipios, sumado al saldo migratorio externo en negativo. En 1981 el 45 % de los municipios del país estaba en esa condición, y en 2002 era el 60%.
4.- Desventaja sobre todo de Oriente en los montos de las pensiones, que dependen de los salarios medios. La pensión media en La Habana está por encima del promedio nacional, mientras en Guantánamo, Las Tunas y Granma está por debajo.
5.- Mayor incidencia de problemáticas sociales en regiones desfavorecidas. Por ejemplo, incremento más acentuado de la brecha de género y más mujeres adolescentes con hijos en Isla de Pinos, Camagüey, Las Tunas, Holguín, Granma y Guantánamo.
Vivienda periférica del reparto Rosa la Bayamesa, en Guantánamo (Foto: Marelys Fonseca Viltres / Cubanet)
–II–
Aquella vocación de los sesenta respecto al tema de los desequilibrios regionales pareció esfumarse. La respuesta del gobierno ha pasado de la nulidad y el silencio informativo durante décadas, al diseño de una nueva estrategia de descentralización y medidas emergentes —luego del estallido social del 11J— hacia barrios marginales.
Diagnósticos, alertas y propuestas no han faltado. Hace siete años se volvió a llamar la atención sobre los tipos de brechas y ámbitos donde se manifiestan las inequidades. Entre ellas las territoriales, con expresiones en la pobreza, servicios, seguridad, selectividad de inversiones, problemas ambientales, conectividad, identidad, inserción social, viviendas, recursos comunicacionales y tecnológicos.
El tema requiere más visibilidad y voluntad política. En las investigaciones científicas se ha priorizado a La Habana, en tanto regiones donde existen numerosas brechas y empobrecimiento —Camagüey, Ciego de Ávila, Granma, Las Tunas y Guantánamo, por ejemplo— han quedado afuera.
Recientemente reparé en que solo cuatro de los veintisiete especialistas a quienes la revista Temas preguntó qué le recomendarían priorizar al presidente y al primer ministro si tuvieran tres minutos para hablarles, hicieron alusión a los desequilibrios regionales relacionados con las brechas sociales, la autonomía municipal y la importancia de los liderazgos locales.
La profundización de tales desequilibrios, con sus consecuencias para los ciudadanos y el país, van de la mano con las transformaciones de los últimos treinta años. Estas han ido a destiempo, carentes de integralidad y con más contramarchas que marchas, abandonando cada vez más las salvaguardas de política social y retrocediendo en materia de desarrollo local.
No estoy segura de que Pinar del Río —como se afirma— haya pasado de Cenicienta a «princesa», pero sí de que hoy tenemos muchas Cenicientas de Cuba.
Para contactar con la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com
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(1) En el Informe reciente sobre el IDH mencionado antes, se reconoce que no ha sido posible construir un Índice de Desarrollo Humano Municipal que parta de un análisis integral y posibilite las comparaciones entre todos los municipios de Cuba.
Los indicadores empleados no incluyen el estudio de todos los municipios del país, carecen —en muchos casos— de indicadores básicos sobre la dimensión económica y la dimensión ambiental, centrándose en aspectos de orden social o en temas específicos del municipio, y no son comparables entre municipios o provincias. Los Anuarios Estadísticos Municipales comenzaron a elaborarse por la ONEI solo a partir de 2008-2009, por lo que no es posible obtener información oficial sistemática anterior a esa fecha que sirva de base para comparaciones en el tiempo.
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