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Urbanismo

Estudios de urbanismo sobre ordenamiento territorial, planificación y desarrollo urbano

arquitectos

Vietnam, Cuba y los arquitectos

por Abel Tablada 14 febrero 2021
escrito por Abel Tablada

Los arquitectos cubanos estamos reclamando el derecho a ejercer de forma independiente.

En los últimos 30 años Vietnam redujo la pobreza del 75% al 5%. Actualmente es uno de los países más prósperos y comercialmente activos del sureste asiático, con un crecimiento de alrededor del 7% anual antes de la pandemia gracias a que en 1986 aplicara reformas económicas y políticas llamada Đổi Mới.

Aunque la desigualdad aumentó y quedan sectores pobres como parte de una población de 95 millones de habitantes, y a pesar de que tienen problemas medioambientales producto de la avaricia y la corrupción, lo cierto es que hoy son líderes regionales y mundiales en la producción de algunos artículos agropecuarios e industriales.

En el sector constructivo, el desarrollo ha sido impresionante y además de las empresas de proyectos estatales que se ocupan de diseñar hospitales y otras grandes obras, también existen empresas privadas de todos los tamaños, algunas haciendo arquitectura de menor calidad y falsamente pintoresca, pero otras con gran prestigio internacional. Vietnam se convirtió además en un imán para firmas extranjeras de arquitectos e ingenieros que se han establecido allí permanentemente o que participan en concursos internacionales. 

Es cierto que su situación es diferente a la de Cuba: por una parte fue un país casi destruido por los bombardeos estadounidenses que causaron más de un millón de fallecidos hasta 1975; por otro, debido a varios factores, el bloqueo estadounidense fue eliminado en 1994. A la liberación de las fuerzas productivas internas se sumó entonces la posibilidad de comerciar sin restricciones y entrar en organizaciones internacionales de comercio. Su cercanía a China fue, además, bien aprovechada a pesar de sus diferencias históricas. 

Una vista de la Ciudad Ho Chi Minh, la urbe mñas poblada del país.

Tuve la posibilidad de visitar Vietnam cuatro veces por motivos de trabajo y turísticos y conocer cinco de sus ciudades. En 2017 llevé a mis alumnos a Hanoi para hacer un proyecto de curso en el Hanoi Viejo, específicamente en una casa de cuatro metros de ancho por cuarenta metros de largo, todo un reto. Y además, con la ayuda de amigos arquitectos vietnamitas, organizamos visitas a oficinas de arquitectos jóvenes y a varias de sus obras. 

Si tengo que contar a alguno de mis amigos vietnamitas que en el 2021, los arquitectos cubanos estamos reclamando el derecho a ejercer de forma independiente, se me caería la cara de vergüenza. Quizás un francés o un canadiense pudiera entender algo, al asumir que vivimos en un Estado socialista centralizado, pero no un vietnamita, que aun con un sistema de partido único, tiene muchas más libertades económicas.

No sería posible explicarle que nosotros, que tanto ayudamos a su país hace cinco décadas, estemos ahora con tal atraso en el sector constructivo y posponiendo una discusión de la que se sabe su conclusión: prohibir la actividad independiente de arquitectos e ingenieros y otras profesiones es una decisión antidemocrática, poco pragmática y poco revolucionaria, sobre todo porque se conoce que excepto para algunos sectores estratégicos, los monopolios y algunas grandes empresas estatales no han funcionado muy bien en nuestro país por más que se ha querido. 

Si bien este paso de autorizar a casi 2000 actividades menores es positivo para la economía, el hecho de no haber consultado y discutido con cada gremio profesional es un error grave. Ni siquiera se explicó en las dos emisiones de la Mesa Redonda que supuestamente informaron sobre las medidas. Hasta donde sé, no se ha explicado el daño que le puede hacer a la seguridad, prosperidad y al medio ambiente del país estas prohibiciones, excepto por algunos entendidos en redes sociales que no han visto ninguna amenaza.

La publicación de estas medidas es el hecho más importante de las últimas semanas y nadie refleja las inquietudes y opiniones de los diversos sectores beneficiados o afectados. ¿Qué papel tuvieron nuestros parlamentarios, la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC) y el Ministerio de la Construcción (MICONS) en esas decisiones? 

Ese diálogo que tantas veces se reitera que ha ocurrido entre los servidores públicos, instituciones, autoridades ministeriales y los ciudadanos, en especial en el sector de la cultura, en el caso del sector constructivo no ha sucedido. Espero que los canales existentes sirvan para propiciarlo y se de una rectificación que evite otras formas más confrontacionales y poco efectivas.

El orgullo de que nuestro país sea capaz, bajo todo tipo de limitaciones y presiones, de desarrollar cuatro proyectos vacunales contra la COVID-19, contrasta con la vergüenza de tener una estructura obsoleta y mecanismos mal engranados para diseñar, construir y mantener edificios, comunidades y ciudades. Algo que sí se ha logrado durante décadas en la Oficina del Historiador de La Habana y otras provincias. 

Anoche vi un spot televisivo que recuerda una frase de Fidel donde decía algo así como que las nuevas generaciones tienen la palabra. No creo que haya sido así en este caso, aunque reconozco que puede ser más debido al lastre de un aparato burocrático que no ha entendido que los tiempos de imposiciones y poco respeto a la ciudadanía ya pasó, que por una deficiencia del actual gobierno que tantas batallas tiene abiertas y lucha para revertir errores pasados.

Recibimos educación gratuita para ser cultos y por lo tanto, para ser libres y servir a la nación y a nuestras familias con nuestro esfuerzo, conocimientos e ilusiones.

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Este texto fue publicado originalmente en el perfil de Facebook del autor.

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Súmese a la iniciativa del Consejo Editorial de La Joven Cuba y firme la Carta Abierta al presidente de Estados Unidos solicitando el fin de las sanciones contra Cuba.

Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr.

14 febrero 2021 26 comentarios 3235 vistas
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construida

Historias de-construidas

por Giordan Rodríguez Milanés 23 diciembre 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Hace dos años, Neris se sintió dichosa. Las autoridades municipales le comunicaron que le habían concedido un subsidio para arreglar su vivienda previamente construida. La mujer de casi 60 años, que vive sola con su nieto de 18, guarda el recorte del periódico en el cual se menciona la aspiración de ejecutar con la mayor calidad, la construcción de una vivienda diaria en cada municipio de Cuba. Que se cumpliera con lo establecido y comenzaran la reparación general de la casa de Neris, podría servir de argumento para un thriller.

«Que me otorgaran el dinero –lo que creí sería lo más difícil– fue lo más fácil. Luego comenzaron los problemas. No lograba completar los materiales necesarios para iniciar la obra. El cemento y el acero, sobre todo, siempre faltaban. Un entonces vice-presidente del gobierno se apareció con que no sé quién estaba haciendo un experimento tecnológico para la fabricación de un mosaico de nuevo tipo, más eficiente y barato, pero que debía cederle una parte del cemento para que los hiciera» –rememora Neris.

Resultó un desastre. Se desmoronaban. Se fueron acumulando en mal estado en la acera. Los inspectores amenazaban con multas: que si ya te dimos el cemento y no te lo podemos volver a dar. Hasta que me puse pesada y amenacé con ir a la prensa y a las redes sociales y contarlo todo. Entonces me asignaron un albañil, apareció más cemento, y comenzaron. No sé cómo pagaron o si pagaron lo perdido».

***

La Asociación Cubana de Limitados Físico Motores (ACLIFIM) le otorgó a Mirtha el derecho a una casa. Un día de junio del 2018, el Presidente de la República recorrería el Centro Histórico Urbano de Manzanillo. Por allí andaba Mirtha. El entonces Primer Secretario del PCC del Municipio, Calixto Santiesteban, la reconoció sentada en un banco, se le acercó y le preguntó qué hacía allí.

Ella le respondió que esperaba al Presidente para entregarle una carta, «porque no creo en ninguno de ustedes». El dirigente le pidió que no hiciera eso, que el siguiente lunes la atendería personalmente. La mujer no transigió.

Al cabo de unos minutos «alguien» marcó a Mirtha ante la Seguridad Personal del Presidente como una persona desequilibrada y propensa a la violencia. La detuvieron. Mirtha se puso muy nerviosa. Un hijo que trabajaba en una cafetería cercana se enteró y acudió a la sede del Gobierno Municipal de Manzanillo donde la custodiaban. Se armó un alboroto. Mirtha fue trasladada a un centro hospitalario y el hijo fue arrestado.

El historiador de Manzanillo, Delio Orozco González, envió una carta de denuncia a las autoridades por el hecho. La respuesta de la provincia fue su exclusión de un programa sobre el 10 de octubre que hacía por esos días en la televisora local.

El asunto trascendió a las redes sociales y algunos medios en Miami hicieron su zafra. Mirtha cuenta que, unos días después, la visitó una funcionaria del Consejo de Estado. Le comunicó que todo había sido una lamentable confusión, que ella tenía derecho a la construcción de su casa y que las autoridades de la provincia se encargarían de chequear que se la hicieran con la calidad debida. Delio Orozco no ha vuelto aún a la televisora local.

***

Las viviendas de Neris y Mirtha aparecen en el reajustado plan de construcción del año 2020. Ambas fueron «trasladadas» de un plan similar –también reajustado– del 2019. «El inversionista de la Dirección Municipal de la Vivienda, quiere que acepte que la casa está terminada, pero vea cuántas chapucerías», me dice Neris. «La instalación sanitaria está llena de salideros, la taza del baño está puesta sin el tanque de agua y sin herrajes, tampoco llega agua a los lavaderos, el tubo de los desechos desemboca justo en la acera de un vecino, falta pintura, una puerta…».

Neris me explica que, puesto que ella ha sido beneficiada por un subsidio, el Gobierno Municipal, a través de la Dirección Municipal de la Vivienda, tienen que velar por la calidad de los trabajos. Así aparece en el recorte de periódico que ella guarda como talismán. «Ni se sabe cuántas veces he llamado a Idania, la Intendente, y no me responde. Quise demandar al albañil particular que trabajó aquí, pero el banco es quien tiene la copia del contrato y no me la quieren dar. Hay otros muchos subsidiados en Manzanillo que están en la misma situación que yo».

La casa de Mirtha es grande. «Se ve que está hecha a conciencia» –le digo–. «No te creas, mijito» –me responde–. «Nosotros tenemos que dar las gracias al delegado de la construcción de Granma, que ha seguido esto en detalle personalmente y que ha gestionado las puertas, las luminarias, la pintura» –me cuenta el esposo de Mirtha–. «Así y todo, hemos tenido que lidiar con los “inventos” de la brigada constructora del municipio Bartolomé Masó –acota Mirtha–.

El delegado llama para decirnos que nos compró tantas lámparas y el jefe de la brigada nos miente y dice que llegaron menos. Y entonces el hombre tiene que venir de Bayamo y emplazar al otro. Que si son tantas puertas y el jefe brigada dice que todas no eran para nosotros. Que si informan que la pintura está completa y al final falta».

Señala la zona inferior de la sala. «Mira, ahí no pusieron los rodapiés y el jefe de la brigada dice que ellos ya terminaron, que eso es un problema de nosotros. Y no les ha dado la gana de llevarse esos escombros de allá afuera ni de pintar la reja. Y nosotros no tenemos por qué dar por terminada una casa incompleta para que ellos cumplan un plan».

***

Pedro Rodríguez Figueiras era profesor de economía y auditor cuando se acogió a la jubilación. Vive en la Avenida «Primero de Mayo», de Manzanillo. Luego de retirado, como asesor del gobierno colaboró con las comisiones de la Asamblea Municipal que chequearon la calidad de la ejecución de las inversiones en obras sociales. Al cabo del tiempo prescindieron de él.

La ocasión en la que fui a visitarlo, su esposa me dice que había salido. «Debe andar por el policlínico con la presión alta. Acaba de tener una discusión con el jefe de la brigada que ejecutó los portalones de la avenida. Hicieron una chapucería. Toda el agua nos cae y se estanca en nuestra placa que, cuando la construyeron, también fue una chapucería y se filtra» –explica la señora.

Días después, Pedro y yo conversamos. «Todos quieren que le quede “algo” de materiales a su favor. El ayudante, el operario, el jefe de la obra, el jefe de brigada, todos quieren que sobren materiales. Hasta el presidente de la cooperativa quiere que le quede algo a su favor, porque tampoco hay un mercado mayorista estable.

El gobierno tiene como política que en las tiendas se garanticen los materiales de las viviendas que están en el plan del año, ya sea por subsidio o inversiones directas. Ese mismo gobierno contrata una cooperativa, o a un albañil cuentapropista, para que arregle, por ejemplo, estos portalones. Pero ninguna entidad estatal les vende los materiales completos. A veces no les venden ningún material. Entonces sacan de aquí y de allá.

Compran para la casa de Neris, pero lo usan en esa columna. Les dan rodapiés para la casa de Mirtha, pero una parte los venden, por ejemplo, a una obra social contratada a particulares en Bartolomé Masó».

A menos de 300 metros de la casa del profesor Figueiras está el cabaret «Costa Azul», reinaugurado en febrero último luego de varios años de reparación capital. «Ya las paredes se filtran. Tuvieron que cerrar uno de los reservados por mala calidad de la ejecución. Los camerinos son un desastre…Vengan, vengan, para que vean» –nos dice un trabajador que pasa casualmente mientras me despido de Pedro en el umbral de su casa. «Es la de nunca acabar» –suspira el viejo economista.

En dirección opuesta al cabaret «Costa Azul», como a cien metros, una brigada avanza en la rehabilitación de una heladería llamada «El Jardín», nos preguntamos si una vez reinaugurada, antes del año, también le saldrán las chapucerías.

23 diciembre 2020 12 comentarios 565 vistas
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public transportation

How not to use public transportation

por Alejandro Muñoz Mustelier 18 julio 2020
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

A Flashback of the ‘80s

Havana is designed so that more than one million inhabitants live in it comfortably. It’s a small city, without trams or a subway system, or suburban trains for public transportation. There were once, at least the trams, along the avenues 23, 12 and Línea (hence the name of that thoroughfare), but the scheming of bus magnates managed to do away with them. That mistake has never been more costly.

The subway came close to being; it began to be built in Havana in the 1980s, paid for almost entirely, of course, by the Soviet Union. It promised to be a functional and lasting structure, like everything Soviet, except for the Union itself, which one day vanished and with it any hope that Havana residents could be able to go about town without undergoing epic experiences in each trip since the size of the city has barely changed in the last thirty years, but it has more than doubled its population in the same period of time.

In the current phase of the post-pandemic process, a large number of students, workers, and people, in general, are not out in the streets, while transportation is functioning at full capacity. This results in comfortable and easy journeys which at times remind us of the 1980s. This illusion is fading by the day; it’s apparent to the naked eye.

In a few weeks, traveling in Havana will again be a path of suffering, because more people will be out in the streets. There will be endless lines once again, lack of fuel, overcrowding in buses and classic-car taxis whose prices –instead of responding to the law of supply and demand– will respond, as usual, to the cartel law imposed by their own self-preservation behaviors, division of territory and collaboration to evade regulations. The public transportation system is just insufficient.

An Excess of Population

The State has become involved and it has created options beyond buses and private taxis. There are cooperatives in charge of keeping the inflated population of the city moving. To be honest, they have solved part of the problem and are an alternative to the long lines and the hours lost under the island’s caressing sun. But citizens on a budget or a pension, or students, which already includes a sizeable part of the denizens of Havana, cannot afford to take those taxis as a regular means of transportation, since, like the planet, these social groups have two characteristic movements: rotation around food and essential products, and revolution around the city in search for them. One cannot senselessly go around wasting kinetic energy.

But it’s been worse. In the 1990s, in the height of the Special Period, it was virtually impossible to move about town, since bus circulation was almost inexistent. A big problem required a big solution. The authorities had an epiphany. I like to imagine an apparatchik had it while standing in line for the old and capricious bus 264. The big solution: deporting tens of thousands of inhabitants of Havana and get them away from the public transportation system.

Cuba bought thousands of bicycles and sold them at a reasonable price (whatever that word means now). Few decisions have hit such a bull’s-eye in the history of Cuban crises. The problem didn’t go away, naturally, but the relief to transportation networks and the increased autonomy of movement got Havana to remain a functional city.

Freedom

The images of Vietnam or China in the 1980s are unforgettable: their (gigantic) streets filled with bicycles like a blown up Tour de France, and then the same in the 1990s, but with small motorbikes, and then the same in the 2000s, but with modern cars. Only one lesson can be learned from this, you can’t fire a cannon from a canoe. And after that lesson, one wonders why the streets of Havana aren’t filled with this cheap and healthy means of transportation, now that even industrialized countries are applying this solution to reduce pollution and improve health and quality of life levels.

Bicycles in Cuba today can match a ton of uranium for price, even the old and basic ones of Forever and Phoenix brands. But yours truly firmly believes that the solution to the transportation problem in Havana lies in the spreading of human traction. There are no real economic objections for it. Importing a large number of these machines would greatly lower their price, and so they could be sold at a reasonable price (there goes that word again), or even in installments if necessary.

We can also look at it as an investment for health, a measure to save fuel and relief for transportation networks, which are all but collapsed. It would generate jobs: repair shops, specialized shops, small manufactures of parts and accessories, and bicycle parking spots, which are now a thing of the past. Sometimes the most efficient solution is the simplest one, and sometimes a bit of imagination in government saves a lot of resources. It’s not like they have to come up with the idea from scratch, because it’s already been done, and it worked. Havana is a small city, without trams or a subway system, or suburban trains, but it is small and you can pedal right through it. Freedom of movement is the root of all freedom.

Translated from the original

18 julio 2020 0 comentario 60 vistas
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