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Selección temática de los contenidos según áreas de interés

La inmensa minoría

por Teresa Díaz Canals 25 febrero 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Dichoso tú, que no tienes el amor disperso

Dulce María Loynaz, Poema IX

***

La hormiga Z

Uno de los sociólogos contemporáneos que me resulta interesante es Erving Goffman (1922-1982). Considerado representante de la microsociología, en su obra defendió que la conducta humana depende de sus escenarios y relaciones personales. Asimismo, destacó que cada uno está siempre inmerso en un manejo constante de su imagen ante el resto del mundo.

Para este investigador, el análisis dramatúrgico constituía una variante del interaccionismo simbólico. Consideraba que la interacción era sumamente frágil y que se mantenía por las representaciones sociales. Una representación deficiente o desorganizada significa una amenaza para la interacción social, de la misma manera que lo es para una puesta en escena. Goffman aseveró que el teatro constituía una brillante metáfora para iluminar los procesos sociales de pequeña escala. En el escenario, y en la vida misma, los actores pueden retirarse a un ámbito trasero, lo que se conoce como «tras bambalinas» o «entre bastidores». Es en ese espacio que les es posible despojarse de sus personajes y ser ellos mismos.

En los años noventa asistí a uno de los numerosos eventos organizados en la Facultad que ya no requiere de mi servicio. En ellos se producían presentaciones o pequeñas conferencias, usualmente sus ejecutores no se exponían mucho. Allí conocí a una visitante extranjera que posteriormente envió una invitación para mí y dos profesores más, con el objetivo de realizar un intercambio académico en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. El sobre con mi nombre fue dirigido del decano al entonces rector, con lo que incurrieron en algo que, en cualquier lugar del mundo, se denomina violación de correspondencia. Decretaron la cancelación del viaje hasta que uno de los miembros de la dirección del Partido Independentista Puertorriqueño se entrevistó con la máxima figura de la institución e intercedió por los profesores cubanos invitados a San Juan.

Es imposible narrar en detalles las vicisitudes que experimenté como consecuencia de aquella situación: sancionada por considerar que falté el respeto a los jefes inmediatos —le dije a uno que se comportaba como un señor feudal— y llevada al Consejo de Dirección para que leyeran mi supuesta indisciplina. Días después asistí a una pequeña fiesta de colegas de la cual debí retirarme asqueada del acoso sexual que sufrí, cuando uno de los presentes me tocó mientras preguntaba cómo me sentía después de la sanción.

 El problema no terminó ahí. Ya en Puerto Rico, en medio del tortuoso encuentro, al terminar mi intervención se levantó un cubano para increparnos con cara de pocos amigos: ¿y qué hacen los intelectuales de la Isla? Con una altanería insoportable nos reprendía porque no hacíamos nada por subvertir nuestra realidad que, en definitiva, era la de él. Me pareció una posición muy cómoda la suya: irse y después pedir a otros que actuaran como él no fue capaz. Otra cosa sería ejercer la crítica, a lo que todas y todos los nacidos en un mismo lugar tenemos el mismo derecho. Conste que respeto mucho nuestra emigración, ella es un latido ausente imprescindible en la vida de esta nación. ¡Con tanta gente que ha vivido en mí, /y que de pronto se me vayan todos!…

En espera de algo

Después de ese desagradable incidente, y ya de regreso a casa, mi cuerpo comenzó a sangrar durante seis meses, el estrés fue demasiado. Todo un período de enfrentamiento inútil, de incomprensiones y humillaciones terminó con un daño a mi salud. Un día comenté a mis estudiantes que les agradecía mucho poder compartir con ellos, pues cuando pasé tres años en Moscú sentía que mis grandes momentos de felicidad eran en la cafetería, al poder saborear una exquisita torta y una smetana. En ese complejo período especial, estar en el aula con los jóvenes era el equivalente a las exquisiteces rusas.

Cuando tenía energía y no me dolían los huesos, en tiempos de grandes apagones que impedían dormir en pleno agosto, fui directo a una pared que ya no existe, otro derrumbe. El contexto me llevó «tras bambalinas»; allí escribí, entre signos de admiración una frase en la que aludía al que consideré el máximo responsable de nuestra situación. Recuerdo un chiste que circulaba entonces, contaron que fue un hecho real pero no tengo la seguridad: un cartel apareció en una estatua de Antonio Maceo en la etapa en que se comenzaba a estimular la inversión extranjera: Maceo, levántate, los españoles están de nuevo aquí.

A pocos días de escribir aquello se llevaron a mi cuñado preso. Dos días estuvo por mi culpa en un calabozo. Me quería morir, si se alargaba la cuestión tenía que entregarme. Pero lo hicieron escribir, y con esa prueba irrebatible lo dejaron libre. La presidenta del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) había dado su nombre. ¡Cuánta gente inocente durante décadas ha sido víctima de lo que estima un personajillo ignorante sobre otro ser humano! Lo monstruoso de ello es el embargo automático de toda posibilidad de opinión libre. Espero que no vengan por mí ahora, pues me duele hasta la ropa que traigo puesta. En las películas sale que después de veinte años el delito —en este caso el no delito— queda fuera de lugar. ¿O no?

Nunca aspiré a ser guía ni elegida de nada, todo lo contrario. Un día, una amiga se acercó para decirme: «sal del escenario». Con Dulce María, esa poetisa ninguneada por mucho tiempo, afirmo: No fue el mío el pecado primaveral de la cigarra, aquel que se comprende y hasta se ama. Fue el pecado oscuro, silencioso de la hormiga; fue el pecado de la provisión y de la cueva y del miedo a la embriaguez y a la luz. Pero todo mi empeño —hasta el día de hoy— estuvo en ser una conciencia inquieta. En mi preocupación estaba mi acción. Ante la deformación, la desmoralización, la disgregación, el socavamiento inesencial; intenté fortalecer mi mundo interior. Me dediqué a leer en las reuniones con lenguaje asambleario.  A veces me daban deseos de correr, y en ese impulso, que aparecía en mí de manera sistemática, descubrí la raíz del cimarronaje, el legado de los esclavos: huir. 

En aquellos tiempos no existía el nivel de comunicación de hoy, lo que pasaba en Matanzas o en Santiago de Cuba se quedaba por lo general allí. Siempre me resultó más fácil ir a Argentina o Canadá que conocer Bayamo. Ahora, que poseemos mucha más información, podemos convertir la justa transgresión en ente novelable, con mayor precisión reconocernos en los otros, apoyarlos, comprenderlos.

Educar no es adoctrinar

Ética de la deferencia

Un gran cansancio de cinismos despunta ya en cierta parte de la juventud. Ante todo ese abismamiento siento que nace con potencia una voluntad que debe ser de manera ineludible de plenitud, de respeto no a la diferencia —como se repite muchas veces por todas las instancias y se convierte en falsedad e indiferencia—, sino una ética de la deferencia.

Lo que se ha hecho hasta ahora en el escenario cubano es acercar al otro que tiene un rostro con voz, palabra y escritura a la lógica de un determinado sistema. Pasa que también en ese rostro ha aparecido una apelación. Vivir es ser en situación. La deferencia implica que hay ética donde hay responsabilidad y cordialidad, porque la ética es donación y hospitalidad.

Con tristeza veo la cantidad de improperios que son arrojados sobre cubanos y cubanas que no tienen derecho a defenderse. A quienes juzgan y condenan habría que recordarles que ese acto desde el poder es injusto, que a quienes condenan es a sus semejantes en su historia cercana. El muro de Berlín desapareció el 9 de noviembre de 1989 como realidad física y política, pero existe todavía en muchos cerebros de esta Isla un muro mental como principio de visión y división.

Me gustaría que se asumiera la propuesta de un admirado artista nuestro, de sentar en programas como la Mesa Redonda o Palabra Precisa —sobre la base del respeto y la tolerancia, sin manipulaciones ni espionaje— a personas defensoras de diversas posiciones y perspectivas sobre la vida cubana.

 El excepcionalismo heroico no constituye la única posibilidad de acción. Qué bueno que un movimiento silencioso de la inmensa minoría produjera un grandioso efecto simbólico que no se traduzca solo en rebajar el precio elevado y abusivo de una mercancía, sino que también estremezca las posiciones de los de arriba, de esos jefes vergonzantes, de esas personas que miran para otras regiones, enaltecen los crepúsculos y punto, de esos asambleístas que dicen y no dicen nada. ¿Acaso no debemos tratar de reflexionar colectivamente, de unirnos para brindar un poco de fuerza social a la verdad?

25 febrero 2021 30 comentarios 3426 vistas
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Randy Perdomo: un delegado animalista

por La Redacción 24 febrero 2021
escrito por La Redacción

Randy Perdomo García es un joven matancero que desde el año 2017 fue electo Delegado del Poder Popular en la circunscripción 78 del municipio yumurino. Su estilo de trabajo es muy autónomo y bastante atípico. Según Manuel Osvaldo Torres Pérez, coordinador y activista de la Red de Bienestar Animal BAC- Matanzas:

«Desde el nacimiento de la red, Randy ha sido uno de nuestros colaboradores más activos. Es grande la admiración y agradecimiento hacia su persona, su entrega, vocación cívica, amor por su gente y por el movimiento animalista. La primera gran feria de adopciones en Matanzas fue posible gracias a su gestión y participación. Recuerdo cuando meses atrás nos sentamos aquí en casa para conversar y buscar alternativas que favorecieran la protección y el bienestar animal en la ciudad. Hablamos de la manera de involucrar a la gente, educar a niños y jóvenes, atraer veterinarios, y hasta de un posible refugio en la circunscripción a la que pertenecemos. Randy es un líder nato, un joven excepcional que predica con el ejemplo, que no teme decir lo que piensa. Así se ha ganado el respeto y afecto de personas de diferentes generaciones. Gracias infinitas por su amor a la causa animalista».

LJC le agradece que converse con nosotros acerca del tema de la protección animal y sus repercusiones legislativas.

¿Dónde está la Ley de Bienestar Animal?

Se te ve constantemente al lado de los animalistas matanceros. Eso no es común en otros delegados del Poder Popular. ¿Cómo te relacionaste con este movimiento?

Quiero agradecerles también por la oportunidad de intercambiar sobre la comprensión de muchas y muchos en la gestión y movimiento animalista en nuestra urbe yumurina. 

Un sentimiento individual siempre me ha acercado al afecto y atención de los animales. Cuando niño residía en una naciente urbanización junto a mis padres y mi hermano Raulito. Teníamos pocos vecinos y era necesario custodiarnos. Junto al silencio de la noche y a los ruidosos ventiladores rusos, había un solo factor que nos interrumpía el sueño: los ladridos de Blanqui.

Era blanco, robusto y problemático. Después de las 8pm no había quién transitara por aquel polvo rocoso si no era identificado por él como morador de los hogares cercanos. Y algo que todavía tengo fresco, nos acompañaba en las mañanas a nuestras escuelas y hasta la parada. Mi mamá llegaba para viajar hasta la clínica donde laboraba y tenía que hacer mil acciones para desorientarlo. Siempre esperaba en la esquina de la escuela donde estudiábamos.

Blanquito fue el primer afecto que tuve por un animal. Luego que murió tuve una perrita salchicha. Te he querido mencionar estos episodios personales pues creo que los animales son de los recuerdos que siempre nos acompañan en el desarrollo de la personalidad.

Frecuento las redes digitales y soy lector de mensajes o publicaciones a veces divergentes, cuestionadores, críticos o coincidentes. Además de apreciar acciones como la de una vecina, Yamilet, que al regreso de su trabajo, lo primero que hacía era depositar alimentos a los perros abandonados en un parque cerca de donde vivimos; o de muchísimos jóvenes que alentaban a jornadas de campañas públicas desde Facebook o por grupos de whatsapp de manera muy activa. Esto contiene una esperanza social y un reclamo popular digno de acompañamiento y viabilidad.

Descubro el movimiento, sin acercarme directamente, en mi etapa universitaria. Luego, al residir en Matanzas, al interiorizar su magnitud y trascendencia, me sumé y apoyé. Siempre digo que lo hago como Delgado del Poder Popular y como un ciudadano más. Desde los inicios como Delegado de base de la demarcación que represento en la Asamblea Municipal de Matanzas; en el vínculo real, permanente y sistemático con los electores, al atender y responder sus planteamientos, hay frecuentes menciones a la protección animal y al maltrato a ellos.

Además, en la comunidad residen varios actores sociales con liderazgo e inclinación por estos asuntos del movimiento. Son dignos de admirar y acompañar. Por eso tengo el deber de respaldar su bondad y afecto. Es un acto de justicia y compromiso emancipatorio de la ciudadanía, efectiva y afectiva, que represento con tremendo honor.

Me he relacionado mucho con el movimiento desde la coordinación de una de las iniciativas de gestión sociocultural que tenemos en la comunidad, las «Ferias Familiares». Hemos organizado hermosas actividades. Es impresionante el poder de convocatoria que tienen y la alegría que desborda en los niños y familia en general.

Muchos piensan que la protección animal debió ser más explícita en el articulado de la Constitución del 2019. ¿Cuál es tu criterio al respecto?

Relacionado con la inclusión de la protección animal en la Constitución he escuchado y leído varias opiniones. Muy personalmente creo que la política de protección animal puede desarrollarse en norma de inferior rango como el Decreto Ley que se ha informado. Pero teniendo en cuenta el amplio y novedoso debate popular que generó la consulta del proceso constitucional, las miradas se enfilaron hacia otros artículos y se desviaron de tal perspectiva.

Entonces, creo que nos urge la auto-responsabilidad y conciencia ciudadana, es un movimiento sensible que se ha posicionado desde acciones bellas y de plena solidaridad. La esencia de la protección no está solo en el rango constitucional sino en el cumplimiento efectivo de la norma que lo regule.

El plazo estipulado para que el Ministerio de la Agricultura apruebe un decreto ley se ha dilatado en el tiempo, aunque parece cercano ya. ¿Cómo afecta esto a la situación de crisis y desprotección que se ha agudizado a casi un año de pandemia en Cuba?

El año de pandemia ha trastocado todo y ha sido grande el esfuerzo y trabajo. Entre ellos, el de diputados y organismos centrales como el MINAGRI. Me entusiasma la voz que se ha ido consolidando en exigencias populares. Muy respetuosas e inteligentes. Aquí es donde radica el terreno a ganarse, las empatías sociales, pero la implementación del Decreto y su aprobación tienen urgencia, es cierto. Meritorias son las comparecencias y la participación de la Sociedad Protectora de Animales y de todas las organizaciones informales y grupos comunitarios que laboran y piden por ello. Igual, me pasa con cuestiones desde mi óptica muy personal. Hay temas como este que no es de propaganda ni de fiebre mediática y sí de abrirse y trabajar desde el afecto y bienestar. Ellos habitan en nuestras comunidades y casas, desde el trabajo comunitario podemos hacer mucho por la educación e iniciativas locales.

El decreto ley del MINAGRI deja fuera algunas facetas de la protección animal en Cuba. ¿Cuál es tu opinión?

Tendría que leerme el Decreto Ley, pero he estado al tanto de las intervenciones y la agenda mediática del propósito. Me parecen oportunas y claras las posiciones de ambas partes. Me gustaría señalar algunas acciones como la necesidad de políticas públicas en la creación de refugios; una política comunicacional para concientizar y motivar sobre el bienestar animal y el rediseño de las clínicas comunitarias veterinarias, todas ellas evidencian concreciones posibles. 

Bienestar animal y ciudadano

¿Se discute sobre la situación del bienestar y la protección animal en la Asamblea Municipal del Poder Popular de Matanzas? ¿Qué recomendarías a otros delegados?

Todo el movimiento que se desarrolla nos convida a planificar la temática desde los diferentes escenarios y espacios. Pienso presentarlo como puntos en las agendas próximas de los debates de las sesiones de la Asamblea Municipal del Poder Popular y acompañarlo con los debates de los diputados y diputadas al parlamento en las comisiones de análisis. Igualmente, soy miembro de una de las comisiones relacionada con esta temática y ya se ha conversado sobre propuestas concretas. Uno de los reclamos mayores de estos grupos con los que he tenido intercambio es una sede de refugio para los animales y creo que puede ser realizable y beneficiosa para colaborar y responder en muchas cosas que pueden cambiar, más que el movimiento, la vida en la ciudad.

24 febrero 2021 2 comentarios 967 vistas
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El poder de las ideas hoy en Cuba

por Ivette García González 23 febrero 2021
escrito por Ivette García González

«(…) de los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos».

José Martí (1853-1895)

***

En materia política, las corrientes de pensamiento se identifican por los elementos principales que defienden desde determinados presupuestos ideológicos: ideas —sobre formas de gobierno, democracia, sistema económico—,  fines —cómo la sociedad debería funcionar— y métodos para lograr los propósitos que las animan. También por los referentes —teóricos y prácticos— más reconocidos de sus principios y valores.[i] Dichas corrientes se orientan a la influencia y acción política a través de diversas formas asociativas: movimientos, partidos, asociaciones, etc., y sus tendencias o facciones.

Hace poco, varios intelectuales respondimos preguntas sobre la actualidad cubana a colegas latinoamericanos. Me correspondió explicar esta cuestión de las corrientes políticas y sus presupuestos en torno a la democracia y el socialismo, que son temas recurrentes. Es asunto importante y complejo, máxime cuando estamos en una coyuntura crítica de nuestra historia. Atendiendo a la brevedad del espacio, propongo centrar la atención en los antecedentes, el contexto y la legitimidad de esa diversidad para pensar y hacer por Cuba.

De dónde venimos

El triunfo de la Revolución (1959) fue un hito trascendental en un escenario crítico. Los cubanos venían pensando y luchando por un nuevo proyecto de país desde diversas corrientes de pensamiento. Rápidamente el debate se profundizó y radicalizó. Decantó toda opción del liberalismo y se enfocó en el tipo de socialismo que convenía a Cuba.

Resultado de un conjunto de factores en el que pesó no poco la hostilidad de los EEUU, tuvo lugar un cambio en la correlación de fuerzas internas a favor del Partido Socialista Popular (PSP, comunista) articulado con la URSS. A esto habría que agregar el voluntarismo y la euforia que acompañan a toda revolución y el significado del liderazgo de Fidel Castro. En consecuencia, se asumió el modelo soviético, lo que aseguraba el respaldo económico y la defensa del país en tiempos de Guerra Fría. Su diseño, de inspiración estalinista, se caracterizó por ser estatista, verticalista, burocrático y con una enérgica ideología de Estado; el mismo se institucionalizó desde mediados de los años setenta del siglo pasado.

Durante décadas hubo una convivencia relativamente conflictiva entre heterodoxia y ortodoxia, marchas, contramarchas y crisis económicas recurrentes. Aparecieron intentos reformistas en determinados momentos, pero, como tendencia, el pensamiento crítico y renovador fue asfixiado una y otra vez. Aunque se implementaron determinadas reformas, por lo general económicas, estas se presentaron y manejaron desde arriba como indeseadas, imprescindibles y reversibles, en aras de preservar lo básico.

Esas y otras limitaciones padecieron los países europeos de igual matriz ideológica que colapsaron: el control absoluto de la sociedad y la intolerancia de la diferencia desde el poder. En la variante cubana los ejemplos sobran, aunque fueron parte de los silencios de estas décadas: Congreso Cultural (1968); Congreso de Educación y Cultura (1971); Quinquenio Gris; cierre de la revista Pensamiento Crítico y del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana; los intentos reformistas de los ochenta, ahogados con el llamado «Proceso de rectificación —de ratificación según algunos críticos— de errores y tendencias negativas» (1986); la depuración del CEA (Centro de Estudios sobre América) en los noventa, entre otros.

El escenario de la polémica hoy

El contexto actual donde tienen lugar las contradicciones y polémicas es más complejo, crítico y diverso. Tres importantes fenómenos se relacionan y/o explican:   

1) El modelo social socialista asumido —que abarca todas las esferas— se agotó hace tiempo. La crisis escaló de lo económico hasta ser estructural y sistémica. Asistimos a la fractura de la hegemonía y el consenso políticos, a la pérdida de confianza en el poder y en las perspectivas de futuro. Se han debilitado el ideal de la Revolución y el Socialismo.

Como en los países que lo inspiraron, la variante cubana de ese modelo foráneo derivó en el ejercicio del poder por una burocracia política devenida en nueva clase, al estilo —salvando las distancias— de la que describiera el comunista yugoslavo Milovan Djilas en su obra  homónima. Tal fenómeno, junto a otros verificados en la URSS y los estados socialistas de Europa Central y Oriental, son examinados por Carlos Taibo en su importante libro Las transiciones en la Europa Central y Oriental, publicado en 1998.

Por su parte, uno de los intelectuales marxistas cubanos más brillantes, Juan Valdés Paz —en La evolución del poder en la Revolución cubana, publicado por la Fundación Rosa Luxemburgo en México, 2018—, identificó y escribió hace unos años sobre las que denominó nuestras «patologías políticas»: unanimismo, autoritarismo, burocratización, amiguismo o sociolismo y corrupción. Como la sociedad es una totalidad, esas fallas la atraviesan y corroen todos los ámbitos.

2) El país atraviesa hoy la peor crisis económica de las últimas décadas, provocada por los recurrentes frenos internos a las reformas, el endurecimiento del bloqueo de los EEUU y la pandemia del Covid-19. Las brechas socioclasistas, la tensión social y la incertidumbre se han multiplicado al calor de la implementación de la estrategia anunciada en julio de 2020, especialmente la apertura de tiendas en MLC incluso para productos de primera necesidad, y el comienzo de las políticas de ajuste, con la llamada «Tarea Ordenamiento» a inicios de este año.  

El discurso oficial sigue siendo triunfalista y desconectado de muchas realidades. Que se realicen rectificaciones a pocos días de iniciado el proceso de «ordenamiento» se presenta como muestra de flexibilidad y capacidad de corrección. Pero tantas rectificaciones en sectores diversos y por reacciones populares a través de las redes sociales, cuestiona la competencia de los diseñadores, la representatividad popular de los diputados y el papel de la prensa oficial.      

3) Ampliación del malestar social y el espectro crítico. En esto último destacan intelectuales y artistas, quienes han logrado más capacidad de socialización a través del correo electrónico primero y de la apertura de internet a datos móviles desde 2018. Todavía  no existe, sin embargo, un proyecto contra-hegemónico articulado.

El Estado, bajo la dirección del Partido Comunista, conserva el monopolio de los medios masivos de comunicación y tiene la capacidad —que ejerce casi sin limitaciones— para restringir el acceso a internet a través del costo elevado, la censura de sitios, medios, personas, páginas disímiles y los apagones digitales en circunstancias incómodas.

Pero a pesar de lo anterior y de las insuficiencias de los espacios de debate, la modificación del espectro comunicacional es una realidad irreversible. Muchos ciudadanos se informan mejor hoy del acontecer nacional e interactúan con ese segmento contestatario que pone sobre la mesa virtual de medios alternativos y redes sociales sus críticas, reflexiones y  aspiraciones para Cuba. Este es el ámbito más sensible para la burocracia política. No es casual que lo ideológico siempre se ratifique desde el poder como la prioridad.

Tampoco es novedad de Cuba. Djilas alertaba hace años de este fenómeno en Europa, pero lamentablemente en la Isla se retiraron sus ideas de la circulación. Dos de sus lecciones y avisos fueron: 1) «(…) la nueva clase se encuentra inevitablemente en guerra  con cuanto no administra o controla y ha de aspirar deliberadamente a vencerlo o destruirlo» y 2) «Lo que más atemoriza a la nueva clase es la crítica que expone y revela la manera cómo gobierna y detenta el poder».

Otra vez sobran los ejemplos del patio. Menciono dos que vienen por vías diferentes pero con el mismo sustento y propósito. 1) La ofensiva criminalizadora a través de los medios masivos de comunicación y la represión de toda voz crítica y 2) El listado de actividades prohibidas para el trabajo independiente, publicado hace poco por Cubadebate. Tan estratégicas para el país parecen ser la defensa como la edición y maquetación de libros, el periodismo, la investigación científica, los clubes deportivos o los servicios funerarios. La lista raya en el absurdo, insulta la inteligencia y viola derechos consagrados por la Constitución. Es otra vuelta de rosca contra los profesionales del pensamiento, la creación, el periodismo, etc.  

Y sin embargo se mueve…

Pero la realidad es terca y el pensamiento atañe a la naturaleza humana. Somos «animales políticos», como decía Aristóteles. Y hoy el debate cuenta con tres ventajas: el alto nivel de instrucción del pueblo, el acceso a información e ideas diversas por vías alternativas, y que esta vez los posicionamientos no se basan solo en teorías y referentes foráneos sino en la experiencia propia.   

La principal desventaja es la ausencia de un ambiente democrático que favorezca la socialización de ideas desde el respeto al «pluralismo político», concepto expuesto en Articulación Plebeya y que disparó alarmas en las instancias partidistas. Sin embargo, se trata de un principio clave para el ejercicio del poder. Implica pluralidad y convivencia con la diferencia, por tanto, participación de varios grupos sociales en la vida democrática. Requiere de pensamiento, expresión y socialización a través de los medios de comunicación. No es algo a lo que se pueda renunciar. La sociedad es, por su naturaleza, heterogénea.

Repasando los últimos sesenta y dos años y viendo la sociedad en su conjunto, parece que estamos en el momento más crítico. Las fórmulas empleadas arriba y abajo son hoy anacrónicas. Einstein aseveró: «No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo». Pero vivir con la crisis puede ser positivo. Este sabio nos recuerda igualmente que «La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias».

La ausencia de un ambiente democrático para el debate de ideas y la acción cívica es injusto, injustificado y errático. Cuba es un país de pensamiento fértil y un pueblo instruido, con capacidad de comprensión y discernimiento. No ver esas fortalezas es arriesgado para todos. Complica y retrasa el proceso de transición porque radicaliza posiciones y abona el camino a la violencia. El costo que tendrían que pagar la nación y las actuales y futuras generaciones sería alto. Y no nos perdonarán. Eso es tener sentido del momento histórico, e insisto: es lo verdaderamente revolucionario.        

Para contactar a la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

[i] Una sistematización del tema ha sido muy bien lograda por la académica argentina Moira Pérez. Ver su texto: “Tres enfoques del pluralismo para la política del siglo XXI”, en http://www.revistas.unal.edu.cu

23 febrero 2021 53 comentarios 3207 vistas
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¿Dónde está la Ley de Bienestar Animal?

por La Redacción 22 febrero 2021
escrito por La Redacción

Con un cartel alzado en brazos sobre su cabeza, en el cual se leía la indignada pregunta de «¿Dónde está la Ley de Bienestar Animal?», se presentó junto a una veintena de ciudadanos, la activista y comunicadora Beatriz Batista el pasado 19 de febrero ante las puertas del Ministerio de Agricultura.

La joven comunicadora y directora de la revista animalista El Refugio vio como una vez más salía del calendario legislativo la aprobación de la normativa que lleva años siendo uno de los más visibles y articulados reclamos de parte de la sociedad civil cubana. Después de que en noviembre de 2020 se aplazara para este febrero la discusión en el Consejo de Estado de esa ley, todo indicaba que nuevamente se dejaría pasar sin dar explicaciones convincentes.

Protestaban motivados también por el reciente crimen cometido contra un perrito nombrado Pasito, víctima de la horrible práctica del sparring –termino procedente del boxeo que en este caso remite a animales empleados en el entrenamiento de perros que son usados para pelear– y que después de usado, fue lanzado a la basura dentro de un saco y con la boca amordazada.

Pese a los contratiempos, maltratos y excesos que sufrieron, el diálogo fluyó. La presencia de los activistas en el Ministerio de Agricultura, el intercambio sostenido con altos funcionarios de esa institución y la promesa por parte de estos de que antes del 28 de febrero habría Ley de Bienestar Animal, marca un momento importante en la historia de la sociedad civil cubana, dado que gracias a la presión ciudadana, se impidió la dilación injustificada de un tema que aúna muchas voluntades en Cuba.    

1. ¿Además de la morosidad en la aprobación de la Ley de Bienestar Animal, sobre qué otros temas relacionados deseaban intercambiar con las autoridades del Ministerio? ¿Cómo valorarías la reunión sostenida?

El objetivo fundamental que motivó que fuéramos allá fue la concreción de una fecha para la aprobación de la ley de bienestar animal. También llevamos varios temas que son del interés del colectivo animalista: lo relacionado a las campañas de esterilización, creación de refugios, penalización del maltrato, cambio del programa de Zoonosis en todas las provincias, que Aniplant se convierta en una asociación funcional con capacidad para todos los miembros. También se habló acerca del sacrificio de animales como parte de ceremonias religiosas.

Fue un diálogo realmente muy amplio y si todo lo que allí hablamos se lleva a la práctica, se avanzaría muchísimo en el camino del bienestar animal. La reunión con los funcionarios del Ministerio de Agricultura fue buena. Hubo mucho respeto entre ambas partes.

Bienestar animal y ciudadano

2. ¿Qué opinión le merece el decreto-ley que debe aprobarse, según les fue prometido, antes de este 28 de febrero?

No he visto un documento oficial con el decreto-ley, pero me deja tranquila el hecho de que cuando planteábamos en esa reunión un tema, la respuesta siempre fue que eso ya estaba contenido en la normativa. Desde ese punto de vista, será positivo. Aunque hay que tener en cuenta que una cosa es lo que se habla en una reunión puntual y otra distinta es lo que pueda decir la ley.

3. Desde un inicio se ha enfocado la aprobación de esta ley como la solución a los maltratos y la desprotección que sufren los animales. Pero pienso, por ejemplo, en las peleas de perros que están prohibidas por constituir una manifestación de juego ilícito y, sin embargo, se realizan y en ciertos sectores y lugares gozan de popularidad. ¿Consideras que la aprobación de la normativa acabará con esta situación? ¿Qué se debe hacer para desterrar de un sector de la población estas expresiones a la que muchos consideran incluso deportes?

Considero que con la aprobación de la Ley de Bienestar Animal sí debe mejorar la situación actual de desprotección. Los funcionarios del ministerio con quienes nos reunimos dejaron claro que todos los juegos ilícitos en los que estuvieran involucrados animales iban a ser penados por la ley, no solo con multas sino también con sanciones de privación de libertad.

Para desterrar de un sector de la población estas prácticas, que incluso han sido y son consideradas por algunos como un deporte, debe hacerse una labor educativa seria y constante. Tiene que quedar muy claro que el deporte no es tortura. Hay que trabajar en las escuelas con los niños y adolescentes en ese sentido, pues no puede considerarse como una tradición o como un deporte algo que termina muchas veces en el asesinato de animales.

4. La gran causa del movimiento animalista cubano en los últimos años ha sido la lucha por la aprobación de la Ley de Bienestar Animal. Una vez logrado esto, ¿qué sigue? ¿Cuál es la próxima cruzada de los animalistas cubanos?

Definitivamente la próxima cruzada del movimiento animalista cubano es velar por el cumplimiento de esta ley, trabajar porque algo que hemos añorado durante tanto tiempo no termine siendo letra muerta y que las autoridades lo asuman con la seriedad que lleva cualquier ley.

Siempre supe que la lucha porque se aprobara finalmente una normativa de bienestar animal en Cuba iba a suponer una lucha ardua, pero también he estado muy consciente de que la verdadera lucha comienza ahora, cuando debemos velar por que se cumpla lo legislado.

22 febrero 2021 6 comentarios 1109 vistas
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Bienestar animal y ciudadano

por José Manuel González Rubines 22 febrero 2021
escrito por José Manuel González Rubines

El pasado 19 de febrero, un grupo de activistas protectores de los animales se presentó en el Ministerio de Agricultura para protestar ante la morosidad en la aprobación de la ley de bienestar animal. Según contaron en diferentes espacios, fueron recibidos por algunas personas que, de manera espontánea estaban dispuestas a echar mano a los vítores de moda para armar el correspondiente acto de repudio –quizás guateque de repudio por ser de agricultura el ministerio.

Antes de que se enrareciera el ambiente de manera irreversible, y para sorpresa de todos, salieron a atender a los congregados —que vestían de negro en señal de luto—, el viceministro primero, Ydael Pérez Brito, y otros altos funcionarios de la institución. Invitaron a los presentes a entrar y, según reseñaron ambas partes, la reunión fue respetuosa y fructífera.

Los animalistas se retiraron con una respuesta concreta a sus demandas: «antes del 28 de febrero habrá ley de bienestar animal en Cuba». Medios estatales, como la Agencia Cubana de Noticias y el NTV, presentaron sin etiquetas ni excesos las declaraciones de las partes, y no solo de una de ellas —la oficial—, como es la usanza. Finalmente, todos regresaron a casa satisfechos y quienes simpatizamos con la causa, respiramos aliviados y con esperanza.

Como institución pública que es, el Ministerio de Agricultura acogió a ciudadanos que llevaron hasta sus puertas un reclamo. No hizo nada más que lo que es correcto y debe: escuchó, expuso y, esperemos, haya asimilado y actúe en consecuencia. Un ministerio no es ni puede ser un ente inexpugnable ante cuyas puertas choquen reclamos como olas en el Malecón. El MINAGRI dio en una lección a sus iguales.

Más allá de presuponer la bondad tras estos actos positivos, sería ingenuo desconocer dos factores importantes que incidieron en que las cosas fueran de este modo y no de otro: primero, en este caso los manifestantes realmente deseaban un diálogo, dado que después de agotar las vías a su alcance para hacer valer su preocupación ante la inexplicable demora del proceso de aprobación de la ley, resultaba más productivo sentarse a conversar y exponer sus cuestionamientos a las autoridades; segundo, existen precedentes muy cercanos de presiones ciudadanas mal encauzadas por funcionarios públicos, por lo que pudiera suponerse que ya se cuenta con una especie de «protocolo» —quién sabe si lo hay realmente— para atender este tipo de situaciones y que no se salgan de control.

Dicho esto, vale preguntarse: ¿Qué hubiera pasado de haberse impuesto la conducta de los que estaban listos para burdamente repudiar al grupo de animalistas? ¿Cómo se hubieran desarrollado los acontecimientos si lo que fue un diálogo civilizado se tornaba confrontación?

La noticia del repudio se difundiría a través de las redes, replicándose en perfiles, grupos y páginas. Pronto, atraídos por la ofensa a una causa que en Cuba tiene miles de adeptos, comenzarían a congregarse en torno al MINAGRI cada vez más personas. La policía y la Seguridad del Estado impedirían la llegada de los posibles manifestantes, como han hecho en otras ocasiones. Los reclamos continuarían sumando voces y la situación escalaría.

El diálogo de Caín y Abel

Inmediatamente se sumarían los medios alternativos. Las fotos y videos de manifestantes subidos en guaguas por la fuerza, de policías impidiendo la salida de las viviendas a activistas, de detenciones arbitrarias; colmarían cada portal de noticias. Del otro lado, comenzaría el proceso de descalificación de los manifestantes: que si reciben dinero de Estados Unidos o de Nueva Zelanda, que si se reunieron con uno u otro funcionario, que si una vez tal o cual dio esta o aquella declaración. En la noche, vendría el humbertazo para coronar el suceso y acabar de intoxicar el ambiente.

A corto plazo, el infeliz desenlace de un justo reclamo solo serviría para ideologizar con etiquetas a una de las causas más nobles de cuantas defiende hoy la sociedad civil cubana. Durante días, semanas o meses, aun cuando ya nadie se acordara del evento, seguiría la campaña sostenida de descalificación, que emplearía los más chapuceros argumentos de manipulación y usaría como adalides a los voceros habituales. La incomodidad social y política, agravada por la crisis económica y la pandemia, tendría entonces un nuevo motivo para acentuarse.

Por suerte e inteligencia, nada de eso sucedió. Pero esta actuación, hasta ahora excepcional, debería motivar reflexiones y sentar precedentes.

¿Qué de positivo han traído los atrincheramientos que caracterizan a los que deberían ser espacios de diálogo? ¿Cuán beneficiosas han sido las campañas de descalificación, llevadas a cabo con herramientas y por personajes de ética más que dudosa? ¿En qué ayuda enrarecer el ambiente de este país que atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia reciente con puertas cerradas, calificativos fáciles y ofensivos, espacios pensados para mentir y denigrar, contraviniendo los valores del periodismo cubano y las enseñanzas éticas y profesionales de la academia?

Ojalá lo sucedido este 19 de febrero en el Ministerio de Agricultura —la actuación responsable y coherente de los funcionarios y ciudadanos que allí confluyeron— no sea una excepción digna de resaltar, sino que se convierta en la norma de nuestras instituciones. Ojalá la forma profesional y decente, aun con alguna omisión y edulcorantes como fue abordado el asunto por los medios oficiales, también se imponga y destierre la peligrosa vulgaridad que últimamente se ha vuelto común en espacios de nuestra prensa. Ojalá termine también la tendencia que ha empoderado a personajes nefastos que mienten más que hablan en su afán de dividir a un pueblo en bandos antagónicos.

Si como cada facción declara, el interés es construir un mejor país para todos, la decencia, el diálogo y la coherencia; no la confrontación y la vulgaridad, son el único camino posible. En el MINAGRI no solo ganó un proyecto para el bienestar animal, sino que también se beneficiaron la República y la ciudadanía.

22 febrero 2021 19 comentarios 2232 vistas
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Ocho intentos de interpretación de la realidad cubana

por Lecturas sugeridas 21 febrero 2021
escrito por Lecturas sugeridas

Por: Florencia Lance, Diego Sztulwark, Mario Santucho

Fotografía: Kaloian Santos Cabrera

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Aunque a la hora de hablar de Cuba siempre priman los estereotipos, la mítica isla enfrenta una situación inédita por su dramático dinamismo. Agobiada por la crisis económica y sus efectos sociales, pero capaz de gambetear la pandemia como casi ningún otro país del mundo, la emergencia de una nueva conflictividad política en la era de la redes digitales vuelve a poner en primer plano la necesidad de ampliar el debate e imaginar nuevos horizontes de democratización, sin echar por la borda las conquistas del poder revolucionario. ¿Hacia dónde Cuba va? 

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La realidad cubana volvió a estar en boca de todos los medios de comunicación de «occidente» a fines del pasado año. El conflicto suscitado por el Movimiento San Isidro fue sonoramente amplificado por los principales portales informativos, escaló con fuerzas en las redes, e incluso las máximas autoridades de la principal potencia global manifestaron su exigencia de respeto a las libertades. Pero más allá de ciertas muestras de galopante cinismo, la disputa entre el grupo de artistas disidentes y el Estado cubano generó un intenso debate al interior del campo cultural de la Isla.

En este marco emergieron nuevos modos de afirmación pública que sostienen la necesidad de democratizar los esquemas tradicionales del poder revolucionario en la Isla. Tirando de ese hilo, es posible acercarse a la riqueza de discusiones domésticas con indudable interés para toda Latinoamérica. Aunque como era de esperar, algunos exponentes de la izquierda dogmática dentro y fuera de Cuba reaccionaron con la ya clásica acusación de agentes a sueldo del imperialismo para todo aquel que ose cuestionar al socialismo realmente existente, sea cuál sea el argumento y el sentido de la crítica.

En la conversación que aquí presentamos hablan ocho intelectuales y militantes cubanos, de diferentes procedencias y disciplinas, pero que tienen en común el señalar la necesidad de un horizonte distinto al agotado modelo de tipo soviético. ¿Cómo proyectar una democratización social efectiva, sin desconocer las bases históricas de la revolución del 59? ¿Y cómo hacerlo tomando muy en cuenta, sobre todo, el peso determinante de la agresividad norteamericana sobre la Isla? No hay respuestas fáciles ni unívocas, pero sí una apuesta por el pensamiento crítico y la elaboración colectiva.

  1. Sería útil explicar los trazos principales del conflicto generado por la protesta del Movimiento San Isidro. ¿Quiénes son, cuál es su relevancia, qué tensiones ha provocado y si expresan alguna novedad?

Alina López Hernández: No es posible explicar lo que ocurre en Cuba reduciéndolo al Movimiento San Isidro (MSI), o a los hechos inéditos del 27 de noviembre pasado cuando un grupo de artistas e intelectuales se manifestaron a las puertas del Ministerio de Cultura. Lo primero que hay que tener en cuenta es que en nuestro país coexisten hoy al menos los siguientes elementos: un modelo de socialismo burocrático agotado en sus posibilidades de sobrevivir sin transformaciones; un proceso de reformas estancado desde hace más de una década; recientes medidas que se distancian de las políticas consideradas en su momento como conquistas de la Revolución; las consecuencias económicas de la pandemia; el auge de la hostilidad norteamericana hacia Cuba que supuso el gobierno de Donald Trump; la posibilidad de que la ciudadanía se visibilice y exprese a través de los medios digitales alternativos y redes sociales. Ese sustrato da lugar a expresiones de inconformidad, cuyo rostro más renombrado –aunque ni remotamente el único o el más profundo– ha sido el MSI.

Creo que el MSI se empezó a hacer notar a raíz de las polémicas suscitadas por el controvertido decreto-ley 349. Esa norma, que está en moratoria debido al rechazo que ocasionó, significa una restricción a la libertad del arte que se produce fuera de las instituciones culturales del Estado y aumenta la censura. En respuesta, algunos artistas e intelectuales discrepantes utilizaron el performance callejero y realizaron convocatorias a exposiciones independientes. La represión de los órganos de Seguridad del Estado —a mi juicio, excesiva e inconstitucional— fue desencadenando una escalada y el grupo creció en integrantes. Se hicieron usuales los actos de repudio organizados por las autoridades, las detenciones y maltratos arbitrarios.

El MSI no es representativo de los muchos críticos que tiene la burocracia parti/estatal cubana. Algunos de sus integrantes, por ejemplo, han manifestado su apoyo al bloqueo norteamericano y simpatías con el presidente Trump. No percibo en ellos un programa, una estrategia política clara, una táctica definida, ni un análisis profundo de la realidad cubana. Algo sí hay que reconocerles: el valor personal de luchar abiertamente por sus derechos. En eso pueden haber motivado a muchos jóvenes condicionados por décadas de unanimismo y obediencia. Para mí, esa es la mayor novedad.

  1. En lo relacionado con el debate y la organización política en Cuba hoy: ¿cómo ven el panorama de la izquierda cubana y cuáles son los debates que se plantean?

Julio Antonio Fernández Estrada: Los debates públicos en Cuba son mayormente propiciados, organizados y desarrollados por orientación del Partido, del Estado o del gobierno. Por ejemplo, los espacios que el Partido creó antes de algunos de sus Congresos, o los coordinados en diversas ocasiones por la Unión de Jóvenes Comunistas o la Federación Estudiantil Universitaria. Desde la sociedad civil también se han mantenido espacios como los del Último Jueves, que la revista Temas organiza hace años y reúne cada mes a mucho público con paneles donde participan personas de la academia, el funcionariado estatal y organizaciones no gubernamentales. También se puede encontrar un ambiente de debate amparado en la legitimidad de instituciones de investigación como el Centro de Investigaciones Sociológicas y Psicológicas, el Instituto Juan Marinello o el Instituto de Filosofía.

Como sucede en otras partes del mundo, las redes sociales son el espacio de debate más amplio para una parte de la sociedad cubana, la que accede a los datos móviles y a la telefonía celular. La mayoría de la población sigue, sin embargo, fuera de los ambientes de discusión y diálogo y usan los que abre el sistema del Poder Popular, sobre todo a nivel local, en las Asambleas de Rendición de Cuenta de las circunscripciones electorales de los municipios. Estas reuniones, aunque deberían ser decisivas según el diseño democrático cubano, en la práctica se han develado como espacios para la catarsis colectiva sobre los problemas cotidianos de la población y donde el Delegado o Delegada del Poder Popular suele manifestar su incapacidad para resolver problemas concretos.

Las posibilidades de organización política son todavía más reducidas porque ni en la Constitución de la República ni en sus normas de desarrollo figura el derecho a crear organizaciones políticas. Incluso las organizaciones sociales y de masas que fueron fundadas en los primeros años de la Revolución se consideran únicas y no existen canales de creación de organizaciones semejantes para las nuevas generaciones. La organización política se da fuera del amparo de la Ley de Asociaciones, que sería la única disposición jurídica que podría proteger el derecho de asociación.

En cuanto a la izquierda cubana, existen posiciones de conservación y defensa del orden político imperante, así como de las instituciones establecidas por las leyes, que defienden el perfeccionamiento del modelo socialista cubano. Otras posturas y grupos son críticos de la burocratización del poder político cubano y su forma de administración, incapaz de sacar al país de la crisis económica en la que vive hace décadas. También existe una franja reformista de la izquierda cubana, más cercana al liberalismo político pero que defiende principios del estado social de derecho y se ubica más cercano a la socialdemocracia. Todas estas manifestaciones de la izquierda en Cuba se unen en la oposición al bloqueo norteamericano a nuestra isla y en la defensa de la soberanía nacional como puntos de partida para cualquier tipo de análisis de nuestra realidad.

El panorama de la izquierda cubana se ha complejizado desde que el 27 de noviembre de 2020 un grupo de artistas e intelectuales realizó una sentada frente al Ministerio de Cultura, para solicitar una entrevista con el ministro del ramo y así plantear un grupo de preocupaciones y reivindicaciones relacionadas con la libertad de creación, la mantención de espacios artísticos alternativos y la forma en que el gobierno había solucionado una crisis política en el barrio habanero de San Isidro. Estos hechos han abierto un intenso debate entre quienes cuestionan a ambos grupos por su posición crítica al gobierno y aquellos que los defienden como espacios que expresan la diversidad y pluralidad de la sociedad que conformamos.

Sin embargo, es interesante que una plataforma de diálogo que nació el mismo 27 de noviembre, creada por un pequeño de grupo de intelectuales cubanos con el nombre de Articulación Plebeya, con una propuesta claramente de izquierda y contra la injerencia extranjera en el Estado cubano, a favor del pluralismo político y la inclusión de grupos e ideas diversos, ha recibido una andanada de críticas que la acusa de intentar construir “centro” político, por demás estigmatizado en Cuba, donde son más aceptados los extremos ideológicos que las propuestas socialistas a la vez democráticas, republicanas y respetuosas de la diversidad ideológica en la cultura nacional.

  1. ¿Cuáles son las corrientes políticas e intelectuales que ustedes podrían identificar como protagonistas principales de esta polémica sobre la democratización en la Cuba contemporánea?

Ivette García González: Tres factores son claves para comprender el contexto en el que este debate tiene lugar: agotamiento del modelo socialista, con fractura del consenso y peligro para el ideal de la Revolución y el Socialismo; la peor crisis económica de las últimas décadas, agravada por la resistencia del poder a las reformas, la pandemia y el endurecimiento del bloqueo; y ampliación del sector crítico, en especial los intelectuales, con mayor capacidad de influencia desde la apertura de internet en 2018.

Todo está ocurriendo de manera convulsa y acelerada, por lo que no podemos hablar todavía de sistemas de ideas ni campos ideopolíticos consolidados o fácilmente distinguibles. En el debate se identifican corrientes de pensamiento con tendencias, paradigmas y posturas políticas diversas. En este breve espacio pueden agruparse como sigue:

– Un sector continuista del modelo socialista de base soviética estalinista, temerosa de las reformas, que acepta algunas modificaciones económicas imprescindibles para rebasar la crisis y mantener el modelo. Identifica la Revolución y el Socialismo con el gobierno y el Partido. Algunos apuestan por la asimilación del modelo chino o vietnamita. Otros aspiran a que los cambios económicos llevarán a los políticos. Y no pocos condicionan la democratización en Cuba al cambio de política de los Estados Unidos, por eso una parte rechaza el debate sobre el tema y otra opta por aplazarlo en aras de la “unidad”. Sus pronunciamientos sobre democracia casi siempre son reactivos, aferrándose a las deficiencias de la liberal frente a los logros cubanos en salud, educación y seguridad ciudadana.

– Hay otro sector en el que podríamos reunir a liberales y socialdemócratas. En el primer caso abogan por la opción capitalista de algunos países de Europa y Estados Unidos, o por el socioliberalismo, también la reforma china es una referencia. Los segundos se inclinan por la variante del capitalismo nórdico europeo, con influencia de la socialdemocracia de izquierda. Defienden el paradigma de amplias libertades individuales y derechos políticos, centrados en lo electoral y la representación. Los radicales ven la falta de democracia como principal problema y causa del resto. Descalifican lo que emana del gobierno, ven a la Revolución como accidente, fracaso, engaño del liderazgo histórico. Edulcoran el período republicano anterior a 1959. Algunos tienen posturas nacionalistas y otros hasta suscriben la política de los Estados Unidos hacia Cuba.  

– Al otro sector lo denomino como “socialista crítico de izquierda”, con influencias del marxismo no soviético (trotskismo, anarquismo, guevarismo) y otras opciones políticas derivadas: socialismo democrático participativo, libertario, del siglo veintiuno, etcétera. Parte de las críticas al “socialismo real” y confronta a esa matriz que sigue vigente en Cuba. Reivindica el ideal socialista, el Estado de derecho, la democracia popular y los principios fundadores del pensamiento revolucionario cubano. Sus diferencias giran en torno a las vías para el desarrollo democrático, el papel del Estado, el lugar del Partido Comunista, las formas de propiedad, los derechos y libertades. Asume que lo revolucionario es la crítica, el desmontaje o la reforma profunda del legado del modelo soviético y la creación de un nuevo proyecto de país. Reivindica una vanguardia independentista, antimperialista que sea capaz de construir alianzas. Considera que la Revolución Socialista es un proyecto inalcanzado o torcido, desde que ambos paradigmas fueran secuestrados por la burocracia, arropados por la dependencia a la Unión Soviética.

  1. El intelectual cubano Juan Valdés Paz dice que el poder revolucionario constituye la premisa o condición de posibilidad para cualquier intento de profundización de la democracia en Cuba. Hay otros vectores del pensamiento crítico cubano que proponen reconsiderar la tradición republicana de izquierda, como alternativa a un sistema político conformado según los parámetros del socialismo real. ¿Se trata de un debate cuyo alcance se proyecta más allá de Cuba teniendo en cuenta el protagonismo de China en la escena global?

Julio César Guanche: Dentro de Cuba fueron Juan Valdés Paz y Julio Fernández Bulté quienes presentaron a mi generación el enfoque del republicanismo democrático, a partir de una apropiación desde el marxismo. Otros, como Ana Cairo Ballester, dieron un fondo histórico a nuestras búsquedas al ubicar al republicanismo como la tradición central del patriotismo revolucionario cubano del siglo diecinueve. Esos tres maestros, junto a otros de su generación, releyeron la experiencia de la república cubana neocolonial (1902 a 1958) sin apologías, pero también sin refutaciones a diestra y siniestra. Y nos permitieron así, ya mirando hacia el presente, asociar necesidades políticas de la Revolución con demandas republicanas.

Coincido con que una profundización democrática en Cuba tiene como premisa las bases socialistas defendidas por el poder nacido de 1959. La reconsideración de la tradición republicana de izquierdas encaja con esa premisa, a la vez que discute críticamente contenidos del desempeño de ese poder y algunas de sus apuestas ideológicas. Pero este empeño ha sufrido incomprensiones sobre su pertinencia para Cuba. Es importante delimitar, entonces, lo que no es esta recuperación del republicanismo de izquierdas.

No es una afiliación a versiones liberales del republicanismo, que aplaudan simplemente las nociones de virtud cívica y de manejo institucional, pues se compromete con la estructura material, socioclasista, que necesita la libertad. No es una identificación acrítica con la república cubana neocolonial, pero reconoce la agencia de los sujetos populares de esa etapa, como los negros cubanos masacrados en el 1912, la revolución popular de 1930-1933 y el empuje de los movimientos cívicos, de trabajadores, de estudiantes y de mujeres. No traza diferencias entre república y socialismo: entiende que la revolución de 1959 fue la respuesta al “republicanaje” del que hablaba Fernando Ortiz, esto es, a la colonización capitalista dependiente de la república.

La recuperación del republicanismo de izquierdas es una respuesta a la crisis del marxismo ortodoxo, a la refutación de la democracia y los derechos humanos como si se tratasen de una invención de la burguesía –cuando son, como ha demostrado de modo muy elocuente George Eley, conquistas históricas de las izquierdas. Pretende hacerse cargo con honestidad del daño que el autoritarismo, el caudillismo y el socialismo “desde arriba” han causado a las izquierdas. Es una apuesta decidida por la ciencia, por la politización de la economía y por la valorización de la cultura del pensamiento crítico. Es un cuestionamiento a que las soluciones socialistas pasen por alguna centralidad otorgada al mercado, pero también por algún “estalinismo de mercado”.

La tesis republicana de que la libertad supone ausencia de dominación alcanza el ámbito de lo político tanto como el económico: cuestiona el poder arbitrario proveniente de lo estatal, sea “democrático liberal” o “socialista burocrático”; a la vez que el despotismo presente en ámbitos “privados”, como los mediados por las relaciones capitalistas de producción, aún si se despliegan bajo modelos socialistas.

Metas tan exigentes requieren del núcleo más poderoso de la tradición histórica socialista: su pulsión igualitaria y su compromiso con la justicia. A la vez, requieren del núcleo más poderoso de la tradición histórica republicana: la noción de la fraternidad, de la reciprocidad en la libertad, la que se atreve a afirmar con Marx que “mi libertad comienza donde comienza la libertad de los demás”.

  1. Una de las virtudes del sistema político cubano en relación a lo conocido en otras realidades de América Latina es la efectiva soberanía nacional que detenta. ¿Cómo evalúan las capacidades demostradas por el Estado revolucionario en el manejo de la pandemia?

Mylai Burgos Matamoros: Es conocido que el Estado cubano ha podido contener y mitigar la pandemia en materia de contagios, fallecimientos, y a la vez, propiciar una atención lo más digna posible a las personas enfermas del virus Covid-19. Incluso después de la última ola de contagios producto de la apertura de las fronteras cubanas en noviembre del año 2020, no se ha percibido que el sistema de salud pública cubano haya llegado al límite o se encuentre rebasado, como en muchos países del mundo (al 11 de febrero de 2021 se detectaron 36.595 contagios y 257 fallecidos en total). El éxito de este proceso radica sustancialmente en las políticas públicas dedicadas a la creación de infraestructura para la atención de la salud (prevención con atención primaria, acceso y garantías), formación de personal médico, y desarrollo de industria farmacéutica, biotecnológica y de equipos médicos, que se verifica desde hace sesenta años.

Habría que mencionar, sin embargo, que el sistema de salud pública cubano no ha estado exento de grandes dificultades, afectado por la crisis económica permanente que soporta la isla sobre todo en los últimos treinta años. A pesar de lo anterior, el Estado ha demostrado la capacidad de decidir sus prioridades, poniendo en primer lugar la atención a los enfermos de la pandemia, por encima de cualquier otro problema nacional. Incluso ha llevado servicios de salud a otros países mediante brigadas médicas (53 brigadas en 39 países), las cuales han tenido retribución onerosa, pero han implicado gran ayuda en medio de la crisis de salud global.

Sobre esta gran fortaleza tenemos que mencionar una gran debilidad: durante todo el proceso revolucionario, Cuba no ha podido sostener por sí misma una economía nacional eficaz, sin atravesar largos procesos de crisis. Los mejores momentos económicos de la isla en estos sesenta años han estado sostenidos por economías externas, como los países del socialismo real en la década de los ochenta, y Venezuela a inicios del siglo veintiuno. Excepto en estos períodos, ha primado en la Isla la escasez y la ineficiencia económica. A esto se suma, y con gran responsabilidad, el bloqueo económico y comercial impuesto por Estados Unidos fomalmente desde 1962.

En este sentido, en medio de la crisis permanente, llueve sobre mojado con la crisis económica global. No ha faltado atención y la pandemia se ha contenido con éxito, además de que Cuba es el único país de América Latina con posibilidad real de tener una vacuna propia (con cuatro candidatos vacunales en proceso de desarrollo ya registrados oficialmente), pero la vida cotidiana en materia de bienes básicos, sobre todo alimentación e insumos médicos para enfermedades crónicas diferentes al virus, se han visto afectados sobremanera en este año con sus respectivas consecuencias sociales. Son debilidades ante la grandeza. La proeza está en manejar con éxito una pandemia global en medio de una grave crisis económica, con el derrotero más ético posible: priorizando la vida de las personas por encima de todo.

  1. ¿Cómo se analiza la nueva etapa abierta con la presidencia Biden? ¿Volverán las negociaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba al punto en que los dejó Obama, antes del huracán Trump, o se prevé otro proceso?

René Fidel González García: Hay que apreciar dos cuestiones que a mí me parecen esenciales para entender el momento actual. La primera describe una voluntad sostenida, terca e invariable en el tiempo –aunque no exenta de desviaciones y retrocesos por cuestiones de pragmatismo político– de las autoridades cubanas y particularmente de Fidel Castro, para obtener un modus vivendi distinto entre Cuba y los Estados Unidos a partir del reconocimiento entre Estados. La segunda es el fracaso de todas las variantes subversivas desarrolladas por los Estados Unidos durante un largo tramo de 62 años, aunque con el pago de un duro peaje para el pueblo cubano en términos de vidas, la deformación de su economía y la posposición y perversión de muchas de sus aspiraciones democráticas, de desarrollo social e individual. Sin ambas cuestiones es imposible explicarse las negociaciones que condujeron al restablecimiento de relaciones diplomáticas durante ese segmento de tiempo en el coincidió el segundo mandato de Obama y el último de Raúl Castro.

Si esa voluntad por la parte cubana esboza una ruta crucial para un país que experimenta un muy complejo cambio de su régimen político económico y social, contradicciones y demandas de democratización cada vez más importantes, para Biden y su equipo es una oportunidad de desarrollar los objetivos planteados inicialmente por la política puesta en curso por Obama, después de cuatro años de abandono y desmontaje.

Una metáfora de estas posibilidades fue el viaje del ministro cubano Rodrigo Malmierca al Foro de Davos hace dos años para exponer la dirección de ese cambio que ahora mismo en Cuba se desata en lo económico y social. Pero es previsible que para la administración Biden conseguir sus objetivos ya no pase solo por retomar el momento de reconocimiento logrado anteriormente, o por sustanciar los acuerdos bilaterales definidos en aquel entonces, sino que ahora consista en adelantar y fortalecer sobre la marcha un marco de relacionamiento distinto. Que abra las puertas a formas de comercio normales y más significativas, a préstamos y mecanismos de financiamiento internacionales que tributen a aquellos objetivos que se proponen en términos políticos y geopolíticos en relación a Cuba.

Para resumirlo, parafraseando con amargura una famosa frase: las relaciones diplomáticas entre ambos países son la continuidad de la guerra por otros medios.

  1. Todo parece indicar que 2021 será particularmente difícil desde el punto de vista económico para el pueblo cubano y las consecuencias sociales ya se sienten luego de las nuevas medidas de ajuste monetario. ¿Imaginan un año de aumento de la conflictividad? ¿Puede el sistema institucional realmente existente canalizar de manera virtuosa la puja de intereses o se requieren nuevas herramientas para dar cuenta del desafío político que viene?

Amalia Pérez Martín: El ajuste económico ocurre en un contexto de creciente conflictividad entre estado y sociedad civil. Esta última, cada vez más desigual y diversa, posee mayor conciencia de derechos y está más conectada al mundo a través de las TICs. En los últimos años han resonado a propósito del activismo social (en la calle, en redes y ante instituciones estatales) formas de discriminación y violaciones de derechos civiles y políticos. Siguiendo prácticas institucionales heredadas, el patrón de respuesta ha sido de alta discrecionalidad administrativa. Este contexto de incertidumbre jurídica en la relación estado-ciudadanía se conjuga con la reactivación de narrativas oficiales de estigmatización para legitimar acciones represivas y de control punitivo.

Poner en diálogo estas prácticas con la utilización de similares mecanismos de control por parte de estados neoliberales para sofocar protestas o subordinar mujeres y hombres empobrecidos y racializados, acrecienta mi preocupación sobre la incapacidad de la institucionalidad cubana para gestionar el aumento de la conflictividad. Como en otras latitudes, es previsible el rechazo social en Cuba a medidas que afectan la vida cotidiana e implican la regresión de derechos económicos y sociales considerados conquistas revolucionarias en el discurso oficial y en el imaginario social.

Hasta el momento, las protestas contra el aumento de precios y tarifas de productos y servicios públicos, la reducción de subsidios o de asistencia social, y la precarización laboral, han tenido como respuesta inmediata rectificaciones casuísticas. No se han identificado soluciones generales y duraderas al aumento de las desigualdades. Los funcionarios encargados del ajuste parecen olvidar que el estado cubano está obligado, según la constitución vigente, a garantizar el ejercicio irrenunciable, imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente de los derechos humanos, bajo los principios de progresividad, igualdad y no discriminación.

Si bien esta propia constitución contradice dichos presupuestos al declarar el carácter superior y único del Partido Comunista, es posible y urgente bajo su vigencia profundizar la soberanía popular. A nivel institucional esto implica emitir leyes y procedimientos pendientes sobre derechos y garantías básicas como la tutela judicial ante la vulneración de derechos por autoridades estatales, el derecho de queja y petición, los derechos de reunión, manifestación y asociación, entre otros.  

Por último, durante 2021 continuarán las crisis asociadas a la Covid-19. En tal sentido, la no declaración formal del estado de emergencia o desastre puede agravar la desprotección ciudadana frente a los efectos negativos del ajuste. En la práctica, se han activado de facto “consejos de defensa” a nivel local que, sin prever canales institucionales de participación ciudadana, también disponen sobre precios. Ante esta situación es imprescindible la reactivación del municipio, los consejos populares y los sindicatos; además de reivindicarse la protesta como forma legítima de expresar demandas populares, desarrollar plataformas inclusivas de articulación ciudadana y avanzar hacia la institucionalización de diálogos y métodos alternativos de solución de conflictos.

  1. Hay un gesto largamente utilizado por los sectores más dogmáticos y conservadores de la izquierda continental, que consiste en acusar a quienes formulan críticas dentro del propio campo progresista y popular de ser cómplices involuntarios o directamente de estar al servicio del imperialismo yanqui. ¿Cómo se puede atravesar esta suerte de policía ideológica para avanzar en debates productivos?

Hiram Hernández Castro: “Roma paga, pero desprecia a los traidores”. La frase refiere a un suceso en la conquista de la península ibérica. Roma ofreció una recompensa por el asesinato del líder del pueblo lusitano. Los historiadores debaten si el cónsul Escipión pagó con menosprecio a los traidores que habían acuchillado a su rebelde adversario o los mandó a ejecutar para desentenderse del pago prometido. Avanzando en la historia —en el contexto de la Guerra Fría— es conocido el episodio del macartismo: un triste pasaje de la historia estadounidense donde, utilizando el discurso de la seguridad nacional, se desencadenó una “cacería de brujas”. Fue un proceso plagado de acusaciones falsas, detenciones e interrogatorios irregulares contra científicos, intelectuales y artistas comunistas o sospechosos de serlo y, por tanto, inculpados de servir a los intereses de la Unión Soviética.

También en la URSS, desde inicios de la década de los treinta, se implementó una campaña de persecución, arrestos y confesiones arrancadas con torturas que colocaban a opositores y críticos —incluyendo socialistas, anarquistas y trotskistas— en campos de concentración o frente a pelotones de fusilamiento. En los “Procesos de Moscú” un grupo de dirigentes bolcheviques, altos mandos militares e intelectuales, fueron acusados de ser financiados por estados enemigos para restaurar el capitalismo. El Gulag fue un instrumento de Stalin y sus acólitos para eliminar a los actores con posibilidades (reales o percibidas) de resistirse o disputarles poder. Nikita Jrushchov —en el XX Congreso del PCUS— reconoció los crímenes de Stalin, pero la desestalinización no significó renunciar a todas las prácticas totalitarias. El discurso de Jrushchov se mantuvo secreto y acusar de colaborador con el enemigo nacional o de clase siguió conservando su rutinaria utilidad política. Estas prácticas ideológico-policiales se reeditaron en la China de Mao Zedong, en el campo socialista del Este y, cruzando el océano, llegaron a través los partidos comunistas y maoístas a nuestro continente.

La idea de que la izquierda se encuentra siempre amenazada por una “quinta columna” hace parte de nuestra tradición. Y si bien su historia es un documento de resistencia y democratización, también contiene sus zonas de barbarie. Un debate sincero debería comenzar por sacar los fantasmas del armario para hacernos responsables de todas las partes de nuestra historia, incluyendo los crímenes (reales o cívicos) cometidos en nombre de purezas ideológicas, pero resultado de concepciones dogmáticas, sectarismos, oportunismos y ambiciones de poder personales o grupales. En consecuencia, la crítica, la autocrítica y el debate al interior de toda organización progresista son ejercicios ineludibles de la democratización interna, sin la cual es imposible articular una propuesta democratizadora hacia el conjunto social.

Ahora bien, para que un debate sea productivo debemos exorcizarnos de informes policíacos, argumentos ad hominem y teorías de la conspiración. Ello involucra aprehender las artes virtuosas, útiles y argumentadas de entablar una confrontación. Cuando, por ejemplo, en la Cuba de hoy se esgrime la expresión original de Marx “batalla de ideas”, no siempre se discuten concepciones, tesis o conceptos. Si un intelectual cubano es rotulado de liberal o socialdemócrata por argüir a favor de la libertad de expresión, la democracia o los derechos políticos, sin que su oponente logre demostrar con argumentos por qué se insertarían esos conceptos en aquellas tradiciones, no estamos en presencia de un debate intelectual sino de un etiquetaje panfletario. Si una confrontación “intelectual” termina siendo el guión de un interrogatorio policial es porque no fue un debate, sino un duelo atravesado por la capacidad de una de las partes de imponer su verdad para inculpar al adversario. Si, suplantando procesos legales y tribunales, los medios de comunicación socializan gacetillas plagadas de inculpaciones como “contrarrevolucionario”, “mercenario” y “agente de la CIA”, no presenciamos una polémica política sino un espectáculo poco edificante, un linchamiento mediático, el irrespeto a la presunción de inocencia y la imposición del reino de la discrecionalidad.

Comencé por Roma porque el imperio actual también paga por acuchillar ideas soberanas. Es público que el gobierno estadounidense destina millones a financiar un cambio de régimen en Cuba. Asimismo, hay fratricidio cuando es un cubano el que colabora con el intento imperial de rendir a su propio pueblo por hambre. Pero, al otro extremo del arco ideológico, también surgen victimarios de la soberanía ciudadana. Hoy los “intelectuales policíacos” avanzan posiciones de poder, van acusando de mercenarismo a todo el que no siga su línea ideológica, siempre coincidente con la gestión gubernamental. De esa forma el pensamiento crítico es lanzado al campo enemigo. Se trasmiten ideas estereotipadas y caricaturescas de los contrincantes. Las personas, sus ideas y los hechos no se valoran en su complejidad y matices, sino en función de lo que representan para su identificación como amigo o enemigo.

En conclusión, un debate es productivo no por la radicalidad de los improperios que se lancen contra el adversario, sino por ir a la raíz de los problemas de la sociedad que le sirve de contexto. Un debate es fructífero si en él se invierte toda la ciencia y las habilidades lingüísticas que se poseen para polemizar con la tendencias y corrientes que se sospecha no llevarán al país hacia las mejores soluciones. Un debate es legítimo si se ejerce en condiciones de igualdad, libertad, sin miedos e hipocresías. Por ello asumo que lo que puede obtener la sociedad de los debates no se resuelve en el “dime que te diré” de la ciudad letrada, sino en su utilidad para dar fuerza intelectual al saber social y fuerza social al saber intelectual. Esto es, en definitiva, empoderar las condiciones en que todos los ciudadanos ensanchen su intelectualidad y accedan a debatir, deliberar y codecidir las normas para mejorar sus vidas juntos.

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Este texto fue publicado originalmente por la revista argentina Crisis

21 febrero 2021 33 comentarios 2405 vistas
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De tácticas y estrategia

por Arturo Mesa 19 febrero 2021
escrito por Arturo Mesa

Comienzo a intuir que el debate ya deja de ser de pugnas entre intelectuales sobre quién tiene o no la razón y pasa a ser de otra índole, por lo cual, la intelectualidad no acaba de llegar a un arreglo en el aspecto ideológico. Meditando en torno a la economía y su desaceleración, me llega la primera curiosidad: hay carencias, y con ellas llega la desilusión; y de la desilusión se pasa al desaliento; y del desaliento, al disenso. Pero lo cierto es que la desilusión y las carencias han matizado diversos momentos en la historia nacional reciente y nunca antes se había visto tal debate intelectual, ni tampoco tal agresión por parte de los medios contra los supuestos «oponentes» –entrecomillo oponentes porque muy ingenuo sería no notar la maldad de algunos de ellos, aunque no por eso puede concluirse que esos son mayoría–. Por ende, considero que los debates que urgen son los que esgrimen esos otros oponentes legítimos y «sanos».

Continúo meditando. Paso entonces a considerar que las razones de tal debate pudieran andar por el hecho de existir hoy un amplio acceso a las redes sociales y, además, por el hecho de que hay más tiempo disponible ahora para el ejercicio intelectual. Sucede que como las redes se expanden, pues las personas acceden a mayor volumen de información y cuentan con más contenido a su disposición. Después de pensar esto, me vuelve a entrar la duda: la gente tiene acceso a las redes por diferentes medios desde hace tiempo y no había pasado esto y, en cuanto al tiempo, asumo que en cualquier época al intelectual cuando le pica, le pica y lo suelta, esté donde esté. Sigo sin respuestas.

Entonces se me ocurre pensar, que quizás el matiz del asunto, su efervescencia y la intensidad a la que se ha llegado, viene por el trazado de una mala estrategia estatal –otra más–, ocasionada por la incapacidad de saber lidiar con el disenso o la opinión contraria. Eso es quizás, lo que ha molestado a la comunidad intelectual, que ahora tiene redes donde expresarse, que ahora tiene tiempo disponible para hacerlo, y que ahora, además, está inmersa en fuertes presiones económicas, arreciadas por la nueva realidad de salir a gestionarse ingresos en medio de la pandemia. Como acaba de plantear el presidente: «La gente ha visto la necesidad del trabajo», frase que además se me antoja triste, pues asumo que siempre debió haber sido así.

Entonces me voy por la variante de la mala estrategia y analizo: esta tiene su base en la falta de costumbre de lidiar con esa opinión divergente y que, en calidad de tal, molesta. Pero la estrategia tiene sus tácticas, y van desde la publicación diaria en los medios estatales de artículos que devienen defensa a ultranza de posiciones oficiales, hasta la presentación en los informativos de ataques a quienes se posicionan por esos lares contrarios y cuestionadores. Son algo así como manotazos a la pluma del opositor, porque «solo mis ideas salvan» sin reconocer que tanto unos como otros –a los «sanos» me refiero– quieren lo que es mejor para la mayoría.

Mientras unos enarbolan lemas vacíos y conceptos por definir, los otros teorizan sobre conceptos como justicia y equidad, plenamente alcanzables tanto en el socialismo vietnamita como en el finlandés, siempre y cuando en el centro de ambos se ubique al hombre y a la mejora de sus estándares de vida. Agréguesele a eso que se publicita a quienes defienden desde donde sea –Argentina, Perú, Mongolia, Estados Unidos– las posiciones de corte gubernamental y se priva de los mismos espacios a quien diverge desde aquí mismo.

Se ataca sin derecho a réplica, se presentan medias verdades, se manipulan informaciones y entonces, el intelectual que sí está preparado para el debate, presenta sus tesis y queda borrado y ridiculizado en un instante. La novela va semejando un contrapunteo montuno. Pésimos artículos sobre economía son publicados, casi traídos por los pelos, conexiones inconexas de hechos y deplorables críticas a los intelectuales de valor, han cundido los medios de información como parte de una estrategia incongruente de confrontar a quienes no se apegan al discurso oficial, deslegitimizando las razones que ellos pudieran tener.

Muy lejos estoy de pretender mostrar la varita de las soluciones, pero quizás –de haber un interés de reconciliación–, se pudiera empezar por lanzar las acusaciones «con derecho a réplica», como dicta el arte de la buena justicia; o publicar también las opiniones de quienes han mostrado posiciones serias sobre el país, aunque su punto de vista difiera del discurso oficial.

Se pudiera y debiera abrir un espacio de debate público. Quizás sería bueno también dejar descansar al señor Soros por un rato, y no agredir con frases de que «el país es de quien esto y de quien aquello». Hay que comprender que el país debería ser de quien lo merece y lo ama, a través del sacrificio, el intelecto y la postulación de ingentes y productivas reformas, y no de un grupo de los elegidos.

Esa sería la estrategia más idónea, me atrevo a decir. Aquí hemos nacido y aquí permanecemos. Y si aquí estamos, pues queremos mejoras desde nuestras visiones y no desde las de un elegido grupo silente, ni desde el deseo importado. Si alguien sigue asumiendo que son poquitos los que emergen cuestionadores, yo le invito a que busque por el mundo, entre sus compañeros de escuela o universidad, y me responda: ¿cuántos ya no están? ¿Le explico por qué?

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Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr.

19 febrero 2021 6 comentarios 1738 vistas
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Blanco y negro, no

por Alejandro Muñoz Mustelier 19 febrero 2021
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

Todavía están frescas en la memoria las acusaciones de «comunista taimado» formuladas por gran parte de los medios de Estados Unidos contra el expresidente Barack Obama. Era entonces período electoral y con la elección del candidato, algunos cambios iban a tener lugar en la sociedad norteamericana. La historia se ha repetido ahora con Joe Biden, quien se convirtió en el objetivo de un acusador mucho más avezado en polarizarlo todo: Biden es «socialista», «amigo de los socialistas», «heredero directo de Stalin».

Estas hipérboles mediáticas no son exclusivas a los mandatarios estadounidenses. Es una buena época para no ser analista político y rozar el ictus al leer en las redes todo tipo de exageraciones y simplificaciones que hacen parecer al mundo un lugar de buenos y malos, como un jardín infantil a la hora del recreo. Entonces no es de extrañar que cualquier cambio ocurrido en Cuba tenga la misma suerte magnética de poseer un único polo positivo y otro negativo. Sucede así porque aquí hay mucho que ordenar.

Al parecer el reguero es terrible. Por encima de la pandemia y de Trump –que en paz sea juzgado y absuelto–, la Tarea Ordenamiento se manifiesta de las formas más inesperadas y cortantes, digamos urgentes. Por ejemplo, el sábado 6 de febrero, el gobierno anunció en sus principales medios, una gran apertura al trabajo por cuenta propia. Legalizaba más de 2000 actividades y restringía sólo –total o parcialmente– 124 de ellas. Según la Agencia Cubana de Noticias, el Ministro de Economía y Panificación dijo que ya no se habla de una lista positiva de 127 actividades permitidas, sino de una negativa de 124 prohibidas.

En tiempos de polarización mediática, las sentencias ante la nueva y monumental apertura para el sector privado han suscitado la preocupación de todos: parte de la opinión teme la capitalización por parte del Estado de la autonomía de las empresas, la interferencia en sus operaciones de importación y exportación, y la captación del grueso de las divisas generadas en las actividades económicas. Algunos han llegado a recordar el capitalismo de Estado de ciertos países asiáticos.

Pero lo más interesante es que otros, por su parte, interpretan que el Estado movido, sacudido y obligado por la consecución de infortunios económicos, y ante una nueva administración norteamericana, haya hecho de Fausto al pactar con el diablo del Capitalismo. De hecho, hasta hay anuencia en parte de la cúpula dirigente de Estados Unidos a las nuevas medidas cubanas. El senador Patrick Leahy, sin ir más lejos, detractor del bloqueo –o embargo, para él–, dijo en un tweet el 7 de febrero que «estas medidas eran una buena noticia, y que Estados Unidos debería afirmar que la intensión del embargo –bloqueo, para muchos– nunca fue, ni debe ser, la de castigar a la empresa privada en Cuba».

En una publicación de CNN del 9 de febrero, se dice que «Cuba dio un paso largamente esperado y probablemente irreversible hacia la expansión masiva del sector privado de la Isla durante el fin de semana, abriendo sus puertas más al capitalismo». Pero, ¿es sólo una estrategia estatal para abandonar la supervivencia económica sin renunciar a los principios del socialismo, o realmente es el umbral de un viraje irreversible al sistema capitalista?

Historia antigua y fermentada

Por lo pronto esta apertura ha sido protagonista de las aspiraciones nacionales, no sólo de los dueños de negocios, sino de gran parte de los cubanos que ven en el desarrollo de un sector privado amplio, el desarrollo de la economía misma del país y un remedio a mediano plazo contra la improductividad vigente. El hecho es que el carácter primitivo de las pocas docenas de licencias permitidas antes no tenía capacidad alguna de procurar crecimiento económico, al no lograr –por su escala– abaratamiento de los costos ni generación progresiva de ingresos. Este proto-sector con bajísimos niveles productivos, sin embargo, logró superar en ingresos personales a casi todos los profesionales de la Isla. He aquí la famosa afrenta a la física: la pirámide invertida, campante ante el engendro de esas primeras licencias cuyo fin real era absorber una masa de trabajadores de la extremadamente inflada plantilla estatal.

Reducir la economía cubana no estatal a las 127 licencias permitidas, si bien fue un primer paso, podía terminar siendo nocivo de no dar el segundo: normalizar el trabajo privado, acercarlo al límite de la imaginación nacional –amplia en palabras de la Ministra de Trabajo y Seguridad Social–. El mismo proto-sector privado muchas veces, a golpe de imaginación –vocablo de amplio significado– logró romper el molde en que el Estado lo había puesto, para encarnar más de lo que le fue permitido, he aquí un antecedente.

Cualquier cambio en Cuba nace marcado por dos pecados originales: el primero, la polarización informativa en las redes, donde cualquier medida gubernamental va a presentarse como inequívocamente positiva o como un fiasco a priori. No existe generalmente la posibilidad en los medios de un análisis crítico objetivo, que parta de la máxima popular de que las cosas no son en blanco y negro, sobre todo en materia económica –práctica que cada día se asemeja más al arte que a una ciencia–. Aquí yace uno de los puntos de vista antes expuestos: ¿vía hacia el capitalismo irreversible? El segundo pecado original es el estado económico del país basado en la improductividad –multicausal y omnisciente–, listo para dar un desplante de antemano a cualquier ajuste que se quiera hacer.

Pero la demora de esta apertura y la instauración de otras más avanzadas, no tienen en estas desventajas originales las causas de tan larga espera. El gobierno cubano hace años que no espera la irrupción del capitalismo en la Isla con modos de invasión abierta, encabezado por multinacionales y partidos políticos. En cambio, la introducción taimada del capitalismo en el sistema socialista cubano sí ha sido –y es– la preocupación gubernamental. Es por eso que la implementación completa de las MiPyMEs se sigue haciendo esperar. No obstante, y aunque la economía ha dicho la última palabra y el camino hacia el sector privado ya está asfaltado, no hay que ver en ello necesariamente un salto al capitalismo.

El Estado ya no será el único gestor de la economía y no pasa nada. Ahora el mercado, con regulaciones, también tomará parte en ella con el protagonismo estatal, que tendrá siempre la última palabra. La propiedad mixta es capaz de combinar perfectamente a la propiedad estatal socialista sobre los medios de producción, con la pequeña y mediana propiedad privada, borradas del mapa nacional con la Ofensiva Revolucionaria de 1968. Las opiniones sobre esta ofensiva –que todavía anda pasándonos la cuenta– son variadas, aunque me atrevo a asegurar que desde el punto de vista actual, son mayormente negativas. La recuperación de ese entramado de pequeñas y medianas empresas, que al final deben constituir el núcleo de la economía de cualquier país, todavía le cuesta a Cuba el trocar cualquier tipo de desarrollo por la supervivencia financiera.

El camino hacia un ideal de sociedad no es recto ni uniforme. La complejidad de la economía y de la sociedad montada en ella no permite el avance aplastante y victorioso que pueblan las consignas desde que la retórica soviética llegó a Cuba, sino que implica estrategia y coordinación para obtener esos bienes que luego puedan ser repartidos justamente, según los principios socialistas. Sin bienes que repartir, el socialismo pierde sentido. También pierde sentido con la privatización de recursos o de compañías estatales que los gestionan, de industrias, del sistema de salud y del sistema de educación.

El temor de algunos y la esperanza de otros con respecto al inicio del capitalismo cubano –muchas veces imaginado como el del norte de Europa, aunque las probabilidades lo acercan más al del centro de América–, no tienen fundamento, como tampoco lo tienen un Obama y un Biden socialistas. 

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Súmese a la iniciativa del Consejo Editorial de La Joven Cuba y firme la Carta Abierta al presidente de Estados Unidos solicitando el fin de las sanciones contra Cuba.

Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr.

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