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Selección temática de los contenidos según áreas de interés

Los hijos de la guerra

por Harold Cardenas Lema 23 marzo 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

En mi ciudad había un contingente variopinto de niños que se veían en unidades militares y actividades políticas. El día que mi padre murió en Angola fui uno más. El grupo me recibió con los brazos abiertos, jugando a las escondidas en los momentos solemnes, explorando las zonas prohibidas de lugares oficiales, saboteando el estatus quo de los adultos siempre. Fue un buen grupo de amigos que hicimos tolerable la circunstancia, por nuestros padres aprendimos las consecuencias de la política muy pronto, pero nunca nos sentimos solos.

Por lo general las actividades eran entre viejos combatientes contando hazañas y el ejército luciendo sus armas. En nuestra adolescencia, ya habíamos visto demasiados tanques de guerra en búnkeres, helicópteros y aviones de todo tipo. Preparativos para una guerra improbable, demasiado jóvenes para entender lo que sucedía, demasiado verde olivo para un grupo tan joven. Pero nunca nos dejaron solos, la atención a los familiares de los combatientes siempre estuvo ahí, nos acompañó siempre. Eso sí, cuando se referían a mí como el hijo de un mártir sentía escalofríos, los veía incómodo, cómo murmuraban y señalaban con el dedo. Ser hijo de alguien nunca es mérito sino casualidad, si acaso puede convertirse en una responsabilidad que a esa edad no se puede asumir.

Al igual que los demás, cobraba ciento cuarenta pesos de asistencia social cada mes. Los sentimientos eran mezclados siempre que tenía el cheque en mano. ¿Se suponía que eso llenara un vacío? ¿Eso valía mi padre? Preguntas adolescentes, quizás más rebeldes que sabias porque el cheque sí fue una gran ayuda para nosotros. De alguna manera sobrevivimos los peores años del Período Especial, como casi todo el mundo. Pero seguía teniendo muchas preguntas sin responder.

Con diecisiete años me ofrecieron un trabajo de verano en la Asociación de Combatientes de Santa Clara. Sin cobrar un centavo, ayudando a organizar viejos papeles y encerrado en la oficina de un anciano con boina. Durante semanas fui el trabajador ejemplar pero eso terminó el día que me encomendaron cerrar la oficina al terminar. Esperé pacientemente que se fueran todos, cerré con llave y me dirigí a los expedientes confidenciales. En el piso y lloroso, leí el expediente de mi padre. La descripción de su muerte, el traslado del cuerpo a Cuba, todo lo que no sabía estaba ahí. Tantos días de calor veraniego clasificando documentos que nadie leería, estornudando ante papeles amarillentos, daban resultado.

Al otro día llegué a la oficina, como siempre se me nota todo seguro debían brillarme los ojos. Mi compañero en la burocracia era el típico combatiente de mirada severa, nunca hablamos de eso pero estoy seguro que sabía de mi indisciplina, tuvo la deferencia de no preguntarme siquiera. Además de la información que buscaba, ese trabajo terminó siendo educativo, no hubo necesidad de fingir más y estuve allí hasta que terminó el verano.

Los hijos de esa guerra podemos dedicar nuestras vidas a otra cosa, estar a la altura o no de ese legado pero es difícil olvidar nuestro origen, regresamos a él una y otra vez. No sé para el resto de nuestro contingente variopinto, pero el memorial de los mártires en el cementerio de Santa Clara, donde asistimos a tantos actos y homenajes, es hoy mi lugar más sagrado. Y la lápida de mármol blanco que dice Silvio Arturo, tiene todos los días cerca una bandera cubana y un ramo de flores blancas. ¿Cómo se puede estar a la altura de eso?

23 marzo 2017 89 comentarios 15 vistas
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La rudeza de los tiempos

por Consejo Editorial 20 marzo 2017
escrito por Consejo Editorial

Por: Juan Carlos Ramírez Sierra

Todo cuanto se diga para denigrar, cuestionar o ensalzar su imagen tendrá como consecuencia inexorable, el engrandecimiento de su estatura. Mas el silencio desprecia a quienes en cólera, llanto o pasión se quedan mudos, y por causas innobles o justas prefieren oponerse al verbo, al mismo que nos dio luz y existencia corpórea. No es digna la vida cuando por miedos pasajeros se frena la libertad de crear, de pensar, de decir sin tapujos. La suya fue digna de ser, pues más que oportunidades, derechos o garantías, dejó la huella indeleble de la posibilidad real de realizar la vida en decoro, más allá de cualquier síntoma reproche o gratitud.

Irremediable costumbre la de los hombres de santificar o anatemizar a sus congéneres. Tal parece que no pueden vivir sin dioses, sin demonios, sin las historias que hacen y deshacen las cosas de este mundo, como si la creación se remitiera inevitablemente al acto de construir narraciones no solo para impedir que se borre la memoria que tenemos sobre nosotros mismos, no solo para evitar el olvido de lo que somos o aspiramos a ser, también para garantizar el futuro que se niega a llegar en estas circunstancias. Una especie está en peligro de extinción, ¿otra?, no era noticia, las especies aparecen en el concierto de la existencia, todavía sin muchas noticias de sus orígenes verdaderos. En algo más que un abrir y cerrar de ojos desaparecen, se extinguen y solo queda de ellas la memoria y alguna que otra evidencia en museos, documentales o libros.

Un estadista discursando en torno a la naturaleza, ¿dónde se habrá visto? ¿Acaso no hay problemas más importantes a que dedicarle el tiempo? Posiblemente así pensaron, así se refirieron quienes reducen la política al exiguo cúmulo de objetos de naturaleza cuasi exclusivamente política. Pero al entender el alcance que esta actividad había adquirido en la modernidad y contemporaneidad, pues no existe hoy un problema humano que no esté vinculado, próximo o relacionado de algún modo con la política en sus causas más profundas y sus efectos más evidentes y terrenales, enfocaba el problema fundamental y más urgente de la política hoy, el sujeto de la política –el ser humano, el único posible- desaparece e ignora que  produce y reproduce en su actuar cotidiano las condiciones necesarias para su extinción.

No se trataba de una especie más, sino de la especie que contiene en sí misma, en su propio acontecer natural, la historia del universo, desde su génesis –todavía inexplicable para sí– hasta su más elevado producto. No es casual que tanto creacionistas como darwinistas coincidan en un mismo criterio, es el hombre la razón misma de toda existencia. Todo lo existente creado o increado se consagra a una misma finalidad, todo cuanto es tiene su punto más enaltecido, su fin último en la especie humana y esta existe solo para sí. Pero esta relación no es unívoca. La existencia para sí explicita la condición sine qua non del entorno indispensable para que garantice su bienestar y permanencia.

Pierde sentido toda deidad que no se prefigure en un código o en un conjunto o sistema de ideas en las que se plasmen sus imperativos morales –categoriales- vinculantes; carece de sentido vital toda institución con poder sobrenatural omnímodo, omnisciente y omnipotente sin una historia autoconstituyente de su devenir en tanto demostración real de sus potencias ilimitadas hechas actos; no es posible la existencia de dioses sin el despliegue institucional de cultos que proclamen su gloria y ensalcen su figura. La única que detenta la facultad practicar una moral –venida del cielo o las profundidades de la tierra-, la capacidad para elaborar narraciones que ilustren su propio devenir, o el de otros, y por último la posibilidad de hacer instituciones de cultos, formales o informales, es la especie humana.

Dios necesita históricamente de los hombres, sin su existencia finita e irrepetible se trunca la esencia teológica de Dios, pues su mayor realización se encuentra en la especie que no solo es creada a semejanza suya, sino también la que garantiza su existencia en tanto moral, historia, y culto. Por su parte, cada especie se ve reflejada en la propia evolución particular del ser humano, desde que se origina hasta su fin.  En ambas teorías el ser humano constituye el punto o eslabón más alto y acabado. La mejor de las políticas, cualquiera que sea su teoría del origen u orientación ideológica, es aquella que sitúa en el hombre y la mujer su razón de ser, el móvil primero que orienta todos sus medios y sus fines.

En su realización, el ser humano busca afanosamente la perfección que no tiene en sí, de la que si es contentiva, pues las encuentra en sus ideas. Sin embargo, también su obra lleva de forma explícita e implícita su semejanza, una igualdad consigo mismo. El ser humano crea conforme a su existencia y a los caracteres que configuran su identidad. Como este es incompleto, finito e imperfecto, su obra también será incompleta, finita, inacabada e imperfecta. Por eso el sensible y perenne genio del siglo XIX insistía en resaltar las luces, las virtudes, pues la maldad la llevamos todo como una marca inextinguible que siempre nos acecha bajo el aspecto de manchas y torceduras que se evidencian en el quehacer  individual, no importa la ideología, época, creencia o cultura.

Como un disparo de nieve llegó, irrumpiendo, haciendo lo que a la vista de la prudencia era inapropiado, desacertado, imposible. Pero el dolor de la nación ensordecía a todos aquellos que llevaban dentro una porción de patria, de esclavitud y se resistían a echarse y morir por la rudeza de los tiempos. Era preciso romper, buscar, morir todos los días. Su voluntad férrea, fue como la de todos los que lo acompañaron y fundieron en su imagen sus voluntades y espíritus, que supo llevar hasta la muerte con dignidad. Fidel Castro Ruz ha muerto. Toca ahora a nosotros hacer todo cuanto humana y moralmente podamos hacer.

20 marzo 2017 165 comentarios 12 vistas
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Nosotros, los constitucionalistas

por René Fidel González García 17 marzo 2017
escrito por René Fidel González García

«La Revolución no nace en un día, pero se inicia en un minuto» Abel Santamaría Cuadrado
«Ese es el arraigo de Ulises, no puede prescindir de su patria» Pilar

Desde el siglo XIX en Cuba, cada vez que se ha soñado la soberanía, la independencia, la democracia, la igualdad, la justicia, la libertad y el bien común para el hombre y la mujer cubana, incluso tortuosamente, ese sueño ha tenido como nicho la Constitución.
Creer en ella, fue una suerte de religión ciudadana que los republicanos reivindicaron desde el principio en nuestras tierras. En esa creencia irreductible se puede encontrar la genealogía más exacta de las revoluciones y los revolucionarios cubanos de todos los tiempos.
Cuando apenas era un adolescente, leí una biografía del dominicano Francisco Alberto Caamaño Deñó. La encontré en aquella biblioteca trashumante y turbulenta que crecía – todavía hoy lo hace – alrededor de la austera existencia de papá. Aquellas páginas, para mí deslumbrantes, porque acaso sin proponérselo destilaban palabra a palabra la historia de un hombre que en una encrucijada histórica de su país se había descubierto como revolucionario, fueron también mi primera comprensión de lo que era sentirse constitucionalista.
Caamaño lo era, y defendiendo la Constitución de su patria de un golpe de estado ejecutado para impedir su vigencia, dejó atrás lo que una familia de larga tradición militar en la era trujillista le había legado, y quizás también todo lo que él mismo había soñado alguna vez como su destino. Fue asesinado en 1973, con poco más de cuarenta años de edad, ostentando ya el singular mérito de haber enfrentado sin pudor la invasión estadounidense de 1965. Cuando leí aquel libro no podía sin embargo intuir hasta qué punto la identidad y el sentimiento constitucionalista había sido siempre parte de nuestra historia.
Muy poco se pueden entender las actitudes, las contradicciones y afanes, el pensamiento de Varela, Agramonte, Céspedes, Maceo, o de un Moralitos y la pléyade de los que todo lo sacrificaron por Cuba a menos que se asuma el valor, la importancia y las funciones que ellos le asignaron a la Constitución; o a un José Martí, cuya última jornada en Dos Ríos fue rendida en realidad intentando llegar al Camagüey para acordar y resolver allí la Constitución de la República en Armas que permitiría enfrentar lo que después vendría; o a los más radicales del 30, que marcaron en su urgente y desesperada hoja de ruta, la realización de una constituyente que el conservadurismo y la traición vio siempre como el gran peligro; o a la otra generación, aquella minoría preciosa y lúcida que se lanzó al vértigo y el peligro de una sublevación contra la arbitrariedad y el despotismo en la década del 50 del pasado siglo, en defensa de los valores de la Constitución de 1940, que aún maniatada, invocaba el poderoso y subversivo aliento de la Revolución y la decencia ciudadana.
Constitucionalista no fue nunca en Cuba nadie a menos que hiciera de los principios y valores de la Constitución el eje ético transversal de su propio comportamiento público. Ni catedráticos, ni políticos, ni aquellos que las ensalzaron o interpretaron, los que buscaron en ella resquicios o lagunas, defectos e influencias, en las escuelas de Derecho, o en los tribunales lo fueron, a menos que creyeran en su contenido íntegro como el dogma cívico de la noción de la República. Y es que para ser constitucionalista no fue necesario nunca ni siquiera haber oído de Licurgo, o de Kelsen, – o más modernamente de Haberle – , sino sentir por la Constitución una devoción sagrada, y estar dispuestos en la búsqueda de la justicia a enfrentar todo y a todos, por uno, o por los demás, invocando tan solo esa acrópolis de las libertades, la dignidad y los derechos del ciudadano que la ley de leyes debe ser en la República.
Nunca ha sido fácil para nadie, es cierto, sostener una idea en la complejidad, las encrucijadas y los dilemas de la vida. Demasiadas veces el deseo de éxito, la ventaja, el miedo, o la mediocridad más canija rebajan a la condición de fardo cualquier convicción largamente proclamada, pero de eso trata, como con cualquier otra idea en la que se cree auténticamente, ser constitucionalista.
Varias de las generaciones que viven en Cuba vieron a Hugo Chávez Frías jurar sobre una Constitución – que él llamó moribunda – servir al pueblo de Venezuela que lo había llevado a la presidencia, lo vieron también, luego, hacer de una nueva Constitución la racionalidad del ejercicio de auto emancipación y realización política popular más original y exitoso que jamás se haya hecho en Revolución alguna.
Cuando pregunté por qué sus adversarios habían desaparecido de las calles en los días siguientes del golpe de estado que le propinaron a inicios de los años 2000, la respuesta fue que Chávez, con su prédica constante y sincera sobre el texto constitucional, había hecho de los venezolanos todos, simpatizantes o adversarios, un pueblo de constitucionalistas,­ y que los miles de personas que habían sido por sus antipatías, preferencias, odios y enconos los sustentadores populares de la asonada, le retiraron su apoyo al ver, perplejos, a Carmona derogar de facto la institucionalidad y derechos que establecía la carta magna venezolana: ¨me pareció – me dijo uno que hasta hoy es un furibundo enemigo de la Revolución bolivariana- que ellos eran peores que él¨.
Chávez encarnó en nuestro tiempo el arquetipo de estadista revolucionario que, incluso en las peores circunstancias, no dudó ni por un momento que las metas de emancipación del hombre y la mujer que siempre pretende la Revolución, o la angustiosa conservación del poder para hacerla, no pueden lograrse a costa de sacrificar los valores, principios, y las libertades ciudadanas que proclama su propia Constitución. Por eso, a su espíritu y sus límites, se apegó hasta su último aliento.
Antes de finalizar este año el sistema gubernamental y político cubano empezará a exteriorizar y a dar curso a la reforma de nuestra Constitución. La decisión de implementarla fue de seguro tomada a partir de objetivos y necesidades muy específicas del actual equipo de gobierno que desestimó la posibilidad de una constituyente, pero ello no significó – ni significa – la inexistencia de alternativas, expectativas y opciones diferentes, también de dificultades y complejos asuntos teóricos, normativos y políticos a resolver, dado que el núcleo duro de la misma es previsible se interne sensiblemente en las características ideológico-constituc­ionales del sistema económico, político y social cubano, que son especialmente protegidas en la rigidez de su cláusula de reforma constitucional, y están particularmente conectas a las exigencias políticas, sociales y económicas y la gobernabilidad de importantes sectores de la población.
De modo que el propósito de reformar la actual Constitución tiene el desafío de que ese proceso sea capaz de involucrar y activar políticamente a la mayoría de población – y a las diferentes estructuras de la sociedad civil del país – como protagonistas de su realización. Aunque capital, no es el único, tampoco el más grande de los desafíos que enfrentamos ya como sociedad, pero ese empeño necesario y revolucionario de modernizar nuestra carta magna que, más allá de otros intereses, hace consenso entre muchos hoy dentro de la esfera pública nacional, carga de antemano con la insidiosa herencia de ser lo constitucional el eslabón perdido, la zona menos desarrollada y periférica de nuestra actual cultura política.
Habrá que pensar además – en una reflexión colectiva y urgente que espolee a lo gubernamental de la andadura paquidérmica, insonorizada y peligrosamente impolítica con que prepara la reforma constitucional – sobre el papel que en el proceso de cambio de la carta magna puedan jugar, en la medida que logren infiltrarse y estar presente, la conquista de los imaginarios sociales que pretende y logra hoy el capitalismo en la vida cotidiana, la tecnocracia y su impune tendencia economicista que puja por legitimarse en silencio y sin oposiciones como un acético estándar de modernidad y eficiencia, y nuestra incapacidad para poder evitar en un momento crucial, que los cambios que se introduzcan, o se refrenden, impliquen resultados perversos o inesperados.
No hay que olvidar que lo que se modificará es fundamentalmente el texto constitucional que produjo para realizar y garantizar su obra, en derechos e instituciones, bajo la advocación de con todos y para bien de todos, la primera de nuestras revoluciones victoriosas, y que por tanto, en esa consecuencia histórica es, nada más y nada menos, que su santuario jurídico, pero también su más tangible patrimonio ético y su legado político más perdurable y concreto como proyecto político.
Quizás muy pronto pueda contar públicamente los episodios que desencadenaron haber regalado un ejemplar de nuestra Constitución hace ya algunos años a una persona, pero lo que me importa señalar, por ahora, es que haber entregado, antes y después de ese momento y hasta hoy posiblemente cientos de sus ejemplares a estudiantes de Derecho y a personas de todo el país, fue – y es – parte de un esfuerzo de otros muchos compañeros e instituciones para que en Cuba el conocimiento popular de la Constitución, como del de aquella antigua cartilla de la alfabetización que llevaron en sus mochilas los cubanos de la década del 60, fuere la espada y el escudo de los ciudadanos contra la probable arbitrariedad y la injusticia, y el hábito oscuro del servilismo y la obsecuencia que nace del desconocimiento de los derechos, la ignorancia y el ejercicio de poder sin límites.
La noción de una Patria Constitucional, su búsqueda y concreción como un resultado de la cultura política que nazca del constitucionalismo ciudadano cubano por el que trabajamos, quizás sea la inspiración del próximo estadío civilizatorio de nuestra sociedad por el que luchan sin ingenuidades los que creen que el dilema de nuestra generación es conservar y ampliar la libertad y democracia sin retroceder en lo ya logrado, pero para ello debe ser sobre todo la pedagogía política de los que no quieren ser oprimidos y excluidos por un orden social y económico, o por élites de privilegiados, solo así alcanzará su plenitud emancipadora.
Un compañero y amigo entrañable ha llamado en un reciente artículo al 2017 el año de la Constitución. Ambos compartimos sin vergüenza, como otros muchos aquí, el credo republicano y la fe en el Socialismo, por eso estoy seguro que coincidirá conmigo en que éste, y los que vienen, por lo que está en juego ya, deben ser sobre todo los años del pueblo cubano, o sea, de nosotros, los constitucionalistas.

17 marzo 2017 136 comentarios 15 vistas
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El sectarismo en Cuba

por Harold Cardenas Lema 15 marzo 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

La batalla trascendental en Cuba siempre ha sido revolución versus contrarrevolución, pero es posible que hoy no sea la más peligrosa. La pugna entre distintas corrientes de pensamiento dentro de las fuerzas revolucionarias no solo es un hecho sino tradición, la homogeneidad solo existe en la mente de los ingenuos y la mala propaganda. Son estas diferencias, dirimidas con respeto y justeza, las que permiten unidad consensuada entre todos. Así nació esta Revolución, uniendo los grupos que lucharon contra Batista y poniendo a un lado sus diferencias por un bien mayor. Desde entonces una enfermedad amenaza este delicado equilibrio: el sectarismo político.

Se puede ser muy trabajador, defender nuestro país en todos los escenarios y aún así estar equivocado en cuestiones fundamentales. Creer que una interpretación particular sobre la lucha política es la correcta, imponerla al resto y marginar aquellos que no comulgan con ella, solo conduce al aislamiento y el fracaso. Al inicio de nuestras guerras de independencia, el regionalismo y el caudillismo amenazaron la unidad entre los mambises. Varios jefes militares creían saber cuál era el camino correcto a seguir, pero incluso desde esa profunda discrepancia táctica, se respetaban unos a otros.

Durante el capitalismo republicano el fenómeno se agudizó hasta convertirse en corriente política. El Partido Socialista Popular (PSP) se caracterizó por privilegiar más las orientaciones de la Internacional Comunista y la política exterior soviética, que responder a las necesidades reales del país. Esto provocó graves contradicciones en la revolución del treinta y fue la semilla para que en el futuro algunos de sus elementos buscaran aventajar al resto de las fuerzas revolucionarias del país. Con el tiempo hubo diferencias entre quienes combatían a Batista en el llano y la montaña, entre el Directorio Revolucionario y los antiguos comunistas, incluso el Movimiento 26 de Julio se vio implicado.

Quien dude de los efectos nocivos del sectarismo en grado extremo y el daño que este provocó, tomemos un ejemplo. Uno de los grandes crímenes durante la lucha contra Batista fue el asesinato de Humboldt 7, Marcos Rodríguez había delatado a sus compañeros ante Ventura, uno de los peores esbirros de Batista. En su interrogatorio al confesar los motivos, explica: “yo era un gran sectario (…) mis convicciones partían de un solo punto. Todo lo que no era nuestro, no servía”. Al ver que la táctica empleada por un grupo de jóvenes era distinta a la suya, la consideró errada y dañina, entregándolos a la muerte. Así murieron Fructuoso Rodríguez, Joe Westbrook, José Machado y Juan Pedro Carbó, sobrevivientes hasta entonces del ataque a Palacio Presidencial. Su delator fue protegido durante una década por altos dirigentes del PSP, sectarios también.

En el quinto aniversario del ataque a Palacio, el primer ministro Fidel Castro, criticó duramente a los sectarios que en la lectura del testamento de José Antonio Echevarría, omitieron una alusión a Dios. Trece días más tarde, Fidel vuelve a denunciar esta corriente política por su nombre ante la radio y la televisión, fue un intento de controlar el poder por encima del resto. Era evidente que había una lucha intestina entre dos fórmulas de país: el estalinismo tropical y el socialismo autóctono, una lucha que no ha terminado.

Aníbal Escalante era considerado un revolucionario, trabajador y sacrificado como nadie, ejemplo de militante comunista, hasta que su sectarismo comenzó a aislarlo en esta primera denuncia hecha por Fidel, y no lo fue más. Escalante aprovechó su posición de organizador al frente de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) para favorecer a quienes pensaban como él, se equivocó grandemente y hubo que hacer una organización nueva en su lugar. Como si fuera poco un llamado de atención de esta magnitud, siguió conspirando en las sombras durante varios años hasta su eventual arresto en el caso conocido como Microfracción. La batalla contra el sectarismo se ganó, hasta ese momento.

El intento de construir un modelo de socialismo autóctono en Cuba chocó con un contexto adverso a finales de los sesenta. La muerte del Che en Bolivia, el mayo estudiantil francés, la intervención soviética en Checoslovaquia, la Ofensiva Revolucionaria del 68 y el fracaso de la Zafra del 70, postergaron parte de la autonomía del proyecto. Cuba debió ingresar al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y con él regresaron conceptos sectarios a nuestro país, solapadamente. Muchos de nuestros padres y abuelos estudiaron en la URSS, a menudo bajo fórmulas de todo o nada, conmigo o contra mí, donde se privilegia la disciplina por encima del pensamiento. Lo que al inicio fue un fenómeno aislado de algunos comunistas, con el tiempo fue instalándose en el lóbulo frontal de los que no podían ver más allá de su circunstancia, y nunca fue un fenómeno generacional sino de mentalidad.

Permitir hoy que elementos sectarios se apoderen de las instituciones o las usen a su antojo en función de interpretaciones o agendas personales, sería institucionalizar aquello que Fidel derrotó en el pasado. Creer que su fracaso eventualmente dará la oportunidad a otros de hacerlo mejor, es desconocer el peligro de que estos arrastren la Revolución consigo y su derrota sea la de todos.

El sectarismo no es un fenómeno exclusivo de Cuba, en los movimientos comunistas y de izquierda del mundo entero, somos testigos de luchas internas que dividen las fuerzas revolucionarias y les impide alcanzar el poder político. La imposición de una fórmula determinada, el silenciamiento de las distintas opiniones dentro del Partido en función de una falsa unanimidad, la imposición de una línea de pensamiento sobre el resto, son amenazas peores que la presión extranjera o el mercenarismo interno. Si terminamos en manos de individuos autoritarios que no generan empatía, protegidos bajo un manto de invisibilidad que no permite saber en su gestión cuáles son sus aciertos o sus fracasos y consideran inservibles aquellas ideas que no sean las propias, el sectarismo habrá ganado.

Pero, ¿cómo identificar a un sectario? Les gusta hacer las cosas a su manera, la manera correcta. Su mayor rasgo es la incapacidad de escuchar, aceptar o tolerar, una opinión distinta a la suya. El sectario de por sí se considera poseedor de la verdad, no cree que sea posible otra alternativa y si alguien la propone no solo la considera errada sino que esta le hace el juego al enemigo. Termina marginando de las fuerzas revolucionarias a todo aquel que no lo siga al pie de la letra, a diferencia de la doctrina inclusiva que expresó Fidel en Palabras a los Intelectuales.

Se puede ser muy trabajador, defender nuestro país en todos los escenarios y lamentablemente ser un gran sectario. Como diría un amigo, estos son los bueyes que hay y con ellos también debemos arar el futuro, ya no tenemos un águila de vista larga que indique el camino. Sin la impedimenta no se sostiene un ejército, pero creer que esta es la vanguardia, darles cargos de relevancia e influencia en la ideología nacional, es un precio que todavía estamos por descubrir.

15 marzo 2017 39 comentarios 16 vistas
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La prensa cubana

por Francisco Rodríguez Cruz 14 marzo 2017
escrito por Francisco Rodríguez Cruz

La celebración este año del Día de la Prensa Cubana ocurre en medio de la continuidad de un profundo y enconado debate sobre el papel de los medios de comunicación en una sociedad como la nuestra, y el impacto que sobre ellos tendría la actualización del modelo económico y social.

El periodismo como profesión mantiene una aureola de reconocimiento público que nos ubica a quienes lo ejercemos en el centro del debate ciudadano sobre las demandas de información insatisfechas, así como potencia aún más la idea —a veces sobredimensionada por las audiencias— de su capacidad transformadora de la realidad cotidiana.

Lo cierto es que el modo de comunicar y comunicarnos entre los seres humanos atraviesa en este siglo por un profundo cambio de paradigmas a partir de la emergencia de nuevas tecnologías y modos de interacción social, que impactan de forma directa sobre casi todas las actividades profesionales, y en particular sobre aquellas que, como el periodismo, son a la vez sujeto y objeto de los procesos comunicativos.

La prensa cubana arriba a esta era con deudas pendientes y conflictos no resueltos en el campo de las definiciones teóricas y prácticas acerca de la naturaleza de las relaciones que deben existir entre ella y el resto de los componentes del sistema político e institucional de una sociedad que quiere construir una alternativa socialista como única vía posible de garantizar su soberanía e independencia frente al poder hegemónico del capitalismo mundial.

La declaración expresa de ese objetivo atrajo sobre la Revolución cubana casi desde sus inicios la abierta hostilidad de las grandes potencias capitalistas, en particular del gobierno de los Estados Unidos, cuyas acciones para desestabilizar el país y producir un cambio de régimen siempre incluyeron el terreno ideológico en el cual operan los medios de comunicación, y que en la actualidad son incluso más sutiles y complejas, lo cual enrarece y afecta el normal desempeño del periodismo en Cuba.

En este difícil contexto, tampoco es posible despreciar el impacto que sobre el sistema de comunicación pública inevitablemente ocasionan —si aplicamos las leyes del materialismo dialéctico— las actuales transformaciones económicas y sociales que acontecen en el país como parte del perfeccionamiento del modelo socialista, con más influencia de las relaciones monetarias mercantiles en la vida cotidiana, incremento en los flujos de capital externo e interno, y mayor diversidad en las formas de propiedad y gestión no estatal.

Ello conlleva al surgimiento de sectores y grupos sociales con diversos intereses y posibilidades económicas que requieren y tienen cómo financiar su participación en el entramado comunicacional del país, a través de iniciativas paralelas a los medios tradicionales —díganse, entre otras, el paquete semanal, los blogs, las redes sociales en internet o las llamadas publicaciones alternativas digitales—, no necesariamente hostiles ni perjudiciales para los fundamentos de la nación cubana.

En consecuencia, el escenario para el desarrollo de la prensa cubana en los próximos años implica que tendremos que aprender a lidiar en el ámbito de la comunicación pública con nuevos actores, mejores o no tan buenos en sus estándares profesionales y éticos, con intenciones más o menos concordantes con los valores socialistas que queremos hacer predominar, y debemos hacerlo a partir de la calidad, oportunidad y diversidad de nuestras propuestas periodísticas.

Ante tal panorama es urgente fortalecer y dar prioridad al desarrollo organizativo, tecnológico y material de nuestros medios de prensa, y atender a las múltiples necesidades pendientes de solución que padecemos quienes en ellos laboramos. Hacen falta además definiciones conceptuales y operativas más precisas, formulación de políticas de comunicación integradoras y consensuadas, e incluso decisiones legislativas que articulen un marco regulatorio más claro para el ejercicio del periodismo, sin que ello implique una pérdida de su dinamismo y flexibilidad.

El ejercicio de un periodismo crítico y responsable, donde la ciudadanía vea el reflejo de sus avances y problemas mediante una interpretación ética que contribuya a transformar y mejorar la realidad, no a enconarla con divisiones en bandos o rivalidades superfluas, definirá en última instancia qué medios obtendrán un mayor reconocimiento social y cuáles aportarán más a la Revolución en esta nueva encrucijada.

Tomado de: Paquito el de Cuba

14 marzo 2017 14 comentarios 19 vistas
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El futuro por asalto

por Consejo Editorial 13 marzo 2017
escrito por Consejo Editorial

Hace seis décadas se hizo historia en Cuba. Un grupo de cincuenta hombres asaltó el Palacio Presidencial para ajusticiar el mayor tirano de la historia nacional. Apenas si pudieron llegar a la tercera planta, el comando debía contar con el apoyo de un centenar de hombres en los edificios aledaños, que nunca ocurrió. Batista terminó escapando ileso por una escalera interior. El asalto no fue un éxito militar pero sí un catalizador en la armada contra el tirano. Los jóvenes que protagonizaron esta acción, tenían claro quién era el enemigo, cómo defender a su pueblo y tuvieron el coraje de hacerlo, nosotros tenemos su legado de ejemplo. Mucha sangre valiosa se perdió ese día, líderes preciados para el movimiento revolucionario como José Antonio Echeverría, presidente de la FEU y fundador del brazo armado de dicha organización. Un año después de su muerte, Carilda Oliver Labra le dedicó su poema “A quien le dieron nombre Manzana”, que reproducimos a continuación:

Sangre que está moviendo todavía
su cortada paloma
por nuestro cielo como un signo.
Sangre con la centella,
con todos los silencios
que asume la muerte cuando es bárbara
y no mata.
Sangre en este pan que nos comemos.

¿Dónde te pongo así para que crezcas,
sobrio clavel;
donde te siembro
para que vuelvas a nacer como fortuna
de la patria?
Aún tienes esa fuerza,
ese bendito rayo,
ese perfume de los hombres;
ese tu amor, tu amor, que no se acaba.

¿Dónde te entierro,
dime, 
dónde fundo
tu corazón para que dure?

¿Dónde te pongo así
para que vuelvas otra vez como verano,
como raíz
que no se pudre,
alta,
rebelde,
fiel,
multiplicada?

¿Dónde te pongo, ángel,
fiera,
a quien le dieron nombre de manzana,
y y a gobierna más que el paraíso
entre estudiantes y proclamas?

Serás el viento que arrulla entre las hierbas
y rebeliones armas,
serás esa presencia de la aurora
cuando la noche parece más sórdida y más larga,
serás ese misterio de la vida
saliendo en la palabra;
serás el cáliz,
la multitud que ejerce la justicia,
ese muchacho
enternecido, augusto,
que la muerte ha mandado a su pizarra.

Te conocí la entrega
a una misión de luces
misteriosa;
te conocí el oficio de eternidad
debajo de los parpados,
la sombra donde te germinaban sueños y tareas.
En esa boca no hubo despedida
sino arenga,
esos ojos no se cerraron nunca
sino que miran para adentro
donde estás preparando barricadas.

Vuelves
armado de tu lápiz,
haces tu posta en los amaneceres
subiendo como un sol La Escalinata:
¡que no te asesinaron nunca,
que no pueden contigo los cobardes,
que no te han hecho nada!
porque nadie ha sabido detener el alba;
y regresas cantando
de nuevo hacia la lucha,
y animas los fusiles en la sierra,
poderoso,
absoluto,
vivo ya para siempre,
en una carcajada de combate
que se deshace en balas.

(13 de marzo de 1958)

13 marzo 2017 18 comentarios 11 vistas
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El golpe de Batista

por Consejo Editorial 10 marzo 2017
escrito por Consejo Editorial

Un día como hoy hace 65 años se instauró la dictadura más sangrienta de Cuba a través de un golpe de Estado. Pocos meses antes de unas elecciones donde el Partido Ortodoxo ganaría seguramente, Fulgencio Batista toma el poder sobre las instituciones del archipiélago, con poca resistencia por parte del presidente Prío.

El pretexto de Batista fue la elevada violencia y corrupción reinante, que contrastaba con sus alianzas secretas con la mafia estadounidense para llenar el malecón habanero de hoteles y casinos. La embajada de Estados Unidos reportó al Departamento de Estado que el golpe fue una sorpresa, pero años después se supo que el embajador conocía el plan de antemano y había mentido a sus superiores.

El golpe significó el fin de la Constitución del 40, la eliminación de libertades esenciales, la instauración de la pena de muerte y el final de la autonomía universitaria. Una vez que Batista garantizó la permanencia de los tratados militares y económicos con Estados Unidos, no recibió presión alguna desde el norte para que devolviera a la república su maltrecha democracia.

Pero ya existía una Generación del Centenario que no demoraría en responderle a Batista, al día siguiente del golpe un joven Fidel Castro denuncia ante el Tribunal Constitucional de La Habana los sucesos. Los hilos de la historia comienzan a moverse imperceptiblemente, como casi siempre ocurre.

10 marzo 2017 82 comentarios 13 vistas
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Felicidades mujer

por Consejo Editorial 8 marzo 2017
escrito por Consejo Editorial

CITAS  DE  JOSE MARTÍ  SOBRE LA MUJER
«En los andes puede estar el pedestal de nuestra libertad, pero el corazón de nuestra libertad está en nuestras mujeres

Fuente: Obras completas, Tomo 22, Pág. 204

«No es que falte a la mujer capacidad alguna de las que posee el hombre, sino que su naturaleza fina y sensible le señala quehaceres más difíciles y superiores

Fuente: Obras completas, Tomo 11, Pág.135

«Si la educación de los hombres es la forma futura de los pueblos, la educación de la mujer garantiza y anuncia los hombres que de ellas ha de surgir».

Fuente: Obras completas, Tomo 6, Pág. 201

«De todas las penas de este mundo cura, y de todas las heridas del bien obrar la estimación de los hombres verdaderamente buenos; pero con ella misma es incompleta la victoria cuando no se mueve el corazón de la mujer. Él es la medicina; él es el milagro; él es el triunfo».

Fuente: Obras completas, Tomo 5, Pág. 16

«Las campañas de los pueblos solo son débiles, cuando en ella no se alista el corazón de la mujer; pero cuando se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño la obra es invencible». Fuente: Obras completas, Tomo 5, Pág. 16    a.. «La mujer, de instinto, divisa la verdad, y la precede».

Fuente: Obras completas, Tomo 5, Pág. 18

Tomado de: http://www.tsunamipolitico.com/marti702.htm

8 marzo 2017 20 comentarios 12 vistas
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