Mi salario no me alcanza para hospedarme en un hotel, comprarme una casa o hacerme de un carro. Ni pensar con viajar con mi familia a hacer turismo extra fronteras. Nada de eso puedo hacer, sin embargo recibo con alegría la noticia de que se eliminan las prohibiciones que durante tanto tiempo -muchas veces sin sentido- se mantuvieron en Cuba. Quiero que mi país no sea el de las prohibiciones sino el de las posibilidades, que siga siendo un referente en materia de justicia social y donde el trabajador honesto no sea el que tenga las privaciones.
Durante los años más duros del período especial, uno de cada tres profesores dejó la Universidad de Matanzas para irse para otros sectores más lucrativos. En la actualidad muchos de ellos han regresado pero aún sigue el éxodo, sobre todo de los más jóvenes, una vez concluido su servicio social.
Hablo de los profesores porque es el sector que conozco y muchas veces sufro. Sin moverme de mi asiento he estado escuchando criterios sobre los precios de los carros que han puesto a la venta y la mayoría coinciden en que es un abuso y se preocupan por el grupo de asesores que tienen nuestros dirigentes. Dónde tienen los pies, en qué país vivenalgunos me dicen que esos precios son los iniciales pero que luego bajarán, otros aseguran que si bien es posible que eso suceda, los precios nunca debieron ser tan altos, o para decirlo con sus palabras: escandalosamente altos.
Es cierto que muchos profesores compraron los carros y luego los vendieron pero su intención no era lucrar son ello sino tener su propia casa, luego de convivir durante décadas con varias generaciones. La salud y la educación son dos sectores priorizados en Cuba y la atención a los que en ellos laboran debe recibir igualmente especial atención. Solamente una pequeña -ínfima- parte de los que cumplieron misión de trabajo en el exterior durante 2 ó 3 años podrá comprarse un carro con los precios actuales, la mayoría no podrá hacerlo y pasará mucho tiempo antes de que se recuperen del golpe.
Mi amigo estuvo durante tres años en Angola, recibiendo aproximadamente el 21 por ciento del salario y para colmo durante dos años a cada dólar que enviaba a Cuba le quitaban el 0.8 por ciento. Cuando regresó le dieron la carta con la autorización para comprarse el carro. Ahora esa carta de poco vale pues es imposible para él acceder a los precios existentes. Adiós carta, adiós carro.
La inmensa mayoría del pueblo acoge con satisfacción y esperanzas las transformaciones que se realizan en la economía cubana. Si bien es cierto que la mayoría de los cambios a los que han beneficiado de forma directa es a los que tienen más dinero -sin importar su procedencia- todos esperamos que estos cambios se traduzcan en la elevación del poder adquisitivo de la población y se recupere el valor del salario. Imagino que detrás de cada medida hay muchas horas de desvelo y de consultas aunque a veces no lo parezca- estoy consciente además de que siempre alguien se verá afectado pero estos últimos deben ser siempre la minoría e incluso esa minoría no debe verse nunca como una masa homogénea.
Pd: Antes de concluir el post mi amigo recibe una llamada desde Santiago de Cuba y alguien que estuvo de misión con él le dice que no, que la carta si vale con los precios anteriores. Que eso se lo dijo un amigo de ella que conoce a alguien que tiene que ver con eso. Publico el post entonces con la esperanza de que sólo sea otra laguna informativa. Otra más.
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