Carta de un joven que se irá

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8088176 diversi segnali stradali freccia colorata con le domande comuni chi cosa dove quando perche comePublicado por Vincenzo Basile, autor de Capítulo Cubano

Durante los últimos meses, la blogosofera cubana -y no solo- ha sido encendida por un variado intercambio epistolar entre cubanos diseminados en varios rincones del planeta. En este sentido, el pasado 13 de junio, el blog matancero La Joven Cuba publicaba un artículo titulado Carta a un joven que se va. Días después, el mismo blog divulgaba una réplica titulada Carta de una joven que no se va. Sucesivamente, recorría por la red una Carta de un joven que se ha ido. Y días atrás, finalmente, La Joven Cuba publicaba un texto del bloguero Osmay Sánchez titulado La carta perfecta.

Personas que lamentan que un amigo se va. Personas que enuncian apasionadamente las razones por las cuales se quedan. Personas que han dejado la Patria y hablan de lo bueno que han encontrado afuera. A pesar de la fantasía o de la veracidad de las experiencias contadas en dichas cartas, el lema central es siempre el mismo, es decir, la emigración cubana (analizada bajo distintas perspectivas, por supuesto). El hecho parece tan natural. Cubanos que se quedan, cubanos que se van. Es lógico, una condición casi congénita. Así les han enseñado a ellos. Y asi me han enseñado a mi. El cubano que busca un futuro mejor tiene que irse del país. El cubano que se queda para construir su codiciada utopía tiene que sacrificarse. No se puede escapar de este círculo vicioso.

Reflexionando sobre todo eso, he decidido añadir mi perspectiva (contraria). Yo soy italiano y estudiante. Estudio para graduarme y luego empezar mi vida en Cuba. Quien lea me dirá que estoy completamente loco. Quien me conoce ya lo afirma desde hace tiempo, desde hace cuando empecé a manifestar paulatinamente mi futura intención. Necesito reiterarlo claramente: soy un joven que se irá a Cuba. Yo me iré a Cuba.

Cuando personas -cercanas o lejanas- saben de mi proyecto futuro, en la mayoría de los casos llega el típico sermón. Cuba no es solo baile, fiesta, música y playa. Cuba no es un paraíso. Cuba es trabajo y duro sacrificio. En otros casos, por suerte menos frecuentes, llega la escuálida felicitación, acompañada por la rídicula convicción de que en Cuba viviré como un pashá, rodeado de lindas chicas mulatas que ofrecen sexo y tomando mojitos a la sombra de una palma real.

Aclaramos de una vez. No soy un ingenuo soñador. No soy un rico heredero. En mi decisión soy pragmático y soy consciente de los sacrificios que allí me esperan. Renunciaré a lo que tengo aquí, al nivel de vida al que estoy acostumbrado a conducir. Dejaré aquí mi coche y mi moto (las dos son de mis padres). Renunciaré a mi supercomputadora tecnológica y a una excepcional conección con fibra óptica sin límites diarios. Tal vez usaré una bicicleta, con mucho sacrificio incial, o aprenderé a entender el funcionamiento del asfixiante transporte público y a gritar “¿el último?”. Estoy seguro de que echaré de menos mi silencioso aire acondicionado en las calurosas noches isleñas. Volveré al viejo ventilador de los años noventa. Quizás una o dos veces al mes podré conectarme a internet a una velocidad de tortuga. Ni hablar del móvil. Olvidaré el gran televisor de plasma y los casi mil canales satelitares y me acostumbraré al viejo tubo de rayos catódicos que caracterizó mi transitoria niñez. Me enfrentaré a una angustiosa burocracia. Haré horas de colas y más colas buscando papeles y documentos. Me perderé en los largos pasillos de los despachos públicos buscando mi incierto destino. El salario no alcanzará para nada. El arroz se convertirá en mi mejor amigo. La carne de res será un recuerdo lejano. Pero, por fin, estaré en Cuba. No puedo aquí imaginar precisamente como será mi vida en Cuba. No puedo saber exactamente lo que voy a encontrar. Pero es un reto que acepto, que ya he aceptado desde hace unos años. No quiero resultar arrogante y afirmar, desde aquí, que seguro lograré este propósito. Tal vez fallaré y volveré a mi país. Pero es algo que tengo que intentar. Es algo que debo hacer para poder un día vivir sin remordimientos.

Dejaré la vieja Italia, esta señora moribunda que creo que nunca va a despertar del coma profundo en el que se encuentra desde hace décadas. Por supuesto no hablo (solo) de economía. La crisis aquí es muy grave, pero por el momento el llamado joven italiano medio sigue conduciendo una vida sin muchas renuncias, con sus necesidades y vicios. Yo estoy en este grupo. No me iré por razones económicas. Sería absurdo pretender vivir materialmente mejor en un país del tercer mundo como Cuba. Me iré por una crisis generalizada que afecta a nuestra juventud. En un preciso momento de nuestra vida, la sociedad nos impone tácitamente una elección. Debemos decidir si vamos a formar parte de la buena Italia, trabajadora y consumidora, divertida y fútil, desinteresada, indiferente, o si seremos miembros de la minoría extraña, de los antisistémicos, de los que se acostumbran y al mismo tiempo se quejan. El resultado sustancial, finalmente, no cambia. Yo he decidido pertenecer a ninguna de esas dos eternas facciones. No puedo ser un indiferente, pero al mismo tiempo no quiero pasarme la vida quejándome de lo que me rodea, tras aceptarlo tácitamente.

No quiero y no puedo hacer una lista de los males materiales que afectan a mi sociedad (italiana, europea y occidental). No son esos males que principalmente me llevaron a tomar esa decisión. Por supuesto, Italia me queda muy estrecha en este momento, pero se trata de un conjunto de sensaciones, de sentimientos, de pasiones, de valores. Las palabras nunca podrían exteriorizar completamente lo que llevo dentro, mis deseos más entrañables. Lo que más se acerca a mi pensamiento es una citación que me guía desde hace años:

He vivido muchas cosas, y creo que ahora sé lo que se necesita para ser feliz. Una vida tranquila y alejada en el campo, con la posibilidad de ser útil para otras personas con las que resulta fácil hacer el bien y que no estan acostumbradas a que las ayuden. Quizá un trabajo que sea de algún provecho, y luego descansar, la naturaleza, libros, música, el amor al prójimo… Esa es mi idea de la felicidad. Y para culminar todo lo anterior, que usted fuera mía, y que tuviéramos hijos tal vez. ¿Qué más puede desear el corazón de un hombre? [León Tolstói, La felicidad conyugal]

Texto publicado también en Cubainformación.tv

229 COMENTARIOS

  1. Te felicito por tu desición. Por rara e incomprensible que sea no me voy a espantar por ello. Quizás vivimos en un momento de la historia en que protagonizaremos eventos sin precedentes y es preciso que hayan expectadores extranjeros con una ajenda diferente que puedan contarlo. Soy un cubano que vive fuera hace ya 30 años, sencillamente porque la vida se me hizo insoportable, y así ha continuado aunque muchos hayan decidido aceptarlo de forma diferente.
    Aun la realidad presente, como nación nos espera un futuro luminoso. No hay nada ni nadie que pueda impedirlo, solo que no será un logro del proyecto que ha permanecido por medio siglo, no, ese ha sido solo un instrumento de purificación para que cada individuo tuviera la oportunidad de sacar de si todo lo bueno y a la vez lo malo que hubiera cultivado en su interior. Si no son ellos hubieran sido otros, por lo que carece de sentido enfocarse en este o aquel, simplemente han sido auqellos cuyo caracter se ajustaba al proposito, como una obra de teatro. Una vez llegado el final de la experiencia ya su autoridad les es quitada, nada de violencia, en lo absoluto. Han sido solo instrumentos aunque crean tener toda la autoridad. Somos solo piezas de un rompezabezas,, hasta el que crea tener la máxima autoridad. El que dirige el juego está más arriba, nos contempla a todos. Un Dios, un Creador, una inteligencia superior, energia de vida, como quieran llamarlo, esa es la autoridad. Desestimarla no quiere decir que no exista.
    Terminando, agradezco mucho tu desición y estate preparado porque tendrás mucho que contar y de seguro el mundo necesitará que se sepa lo que ha pasado con nosotros, y nos lo merecemos porque de veras el aguante ha sido grande.
    No te preocupes que te irá bien.

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