“Hoy casi todo se puede pero casi nada es posible” Manuel Calviño
El cambio de mentalidad es política e intención gubernamental desde hace varios años, recientemente la Asociación Hermanos Saíz propició un debate con un sugerente tema: ¿Es posible cambiar de mentalidad? Los panelistas fueron el viceministro de cultura Fernando Rojas y el psicólogo Manuel Calviño, luego de sus intervenciones y las del público, fue evidente que la mentalidad no se cambia por decreto.
Ese cambio en la subjetividad de las personas depende de muchos factores que complejizan el asunto, desde las condiciones económicas hasta la toma de conciencia de por qué es necesario cambiar. Quien crea que la Cuba de hoy está bien, difícilmente pueda interiorizar la urgencia de las transformaciones, su divorcio con la realidad del cubano promedio será tanto desde el punto de vista material como espiritual.
A esto se suman elementos que Rojas señalaba en su conferencia, “las profundas huellas que el sistema burocrático estalinista dejó entre nosotros” es un elemento muy importante a la hora de valorar la factibilidad de ese cambio en muchos funcionarios del país, cuyas actitudes arcaicas “entorpecen” (un eufemismo mío) procesos productivos, políticos y culturales.
Un elemento importante en el cambio de mentalidad es reconocer la participación como elemento clave, Calviño señala que los cubanos no sabemos ser participativos, a eso le agregaría yo la necesidad de la horizontalidad como premisa para la construcción social. Tanto la falta de participación en las decisiones como la verticalidad son rezagos del capitalismo que los soviéticos y nosotros mantuvimos por muchos años y que constituyen fuertes limitantes a la democracia real del país, si los eliminamos podremos esbozar un proyecto político mejor que contribuya al bien común.
El psicólogo va más allá y enfatiza que en el discurso político de Raúl Castro, más importante que el cambio de mentalidad es romper el nudo que frena las condiciones de producción, la economía seguirá definiendo la vida espiritual de las personas. No se le puede pedir a un pueblo que cambie la manera de pensar hacia actitudes más nobles, mientras las cifras oficiales citan que la cuarta parte de la población de la capital vive en la pobreza.
El pasado año Leonardo Padura me comentaba en una entrevista que algunos en todo caso obedecerán a cambiar la mentalidad interpretándolo como una orden pero no lo harán realmente, en ellos el proceso será infructuoso por completo.
Quizás la gran lección de los últimos tiempos en el debate político cubano, es lo importante de formar un sujeto crítico que analice la realidad tal y como es, eso sería un arma formidable para transformarla. A los cubanos no nos queda otro camino que pensar por nosotros mismos, como señalaba en una ocasión Rafael Hernández, la historia de Cuba en el siglo XX fue la historia de la relación y dependencia respecto a dos grandes potencias, para caminar por un camino propio, no nos queda otra que aprender a pensar.
A mí me queda claro que el cambio de mentalidad es un proceso que no es tan sencillo como la negación de la mentalidad anterior. Ahora, todavía quedan preguntas por responder al respecto: ¿Todos pueden cambiar de mentalidad? ¿De qué depende esto? ¿No existe también el peligro de que las personas a las que está dirigido el cambio, secuestren este proceso? Esos y otros demonios me acosan cada noche.
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