La reciente aprobación de la acusación constitucional de parte de la cámara de diputados de Chile contra Sebastián Piñera, luego de lo aparecido en los Pandora Papers, donde el presidente es mencionado por vender su parte de la minera Dominga en las Islas Vírgenes Británicas, con la condición de que no hubieran cambios regulatorios para su instalación en el país, no solo es un escándalo a nivel internacional, sino que se suma a un verdadero prontuario del primer mandatario.
Un prontuario lleno de conflictos de interés, negociados y delitos, que comienzan en 1982 con el fraude contra el Banco de Talca, pasando luego por el Caso Cascadas, Caso Chispas, Colusión Lan Cargo, Caso Penta, Caso SQM, triangulaciones en CHV, Forwards con Bancorp, Milicogate, sociedad en Panamá, autopréstamos para evadir impuestos, coimas en LAN, Caso Exalmar, sobornos de pesqueras, entre otros.
Esa larga lista de acciones ilícitas de parte de Sebastián Piñera no solo no está a la altura del presidente de un país, sino de cualquier ciudadano honesto. La gran mayoría no busca saltarse la fila, robar o estafar a nadie, al no tener los niveles de ambición que tiene Piñera, quien posee una fortuna que alcanza actualmente los 2.8 mil millones de dólares.
En consecuencia, Piñera se ha convertido en un símbolo del especulador sin escrúpulos, acaparador, magnate y abusador, dentro de un modelo económico neoliberal que favorece la concentración brutal de los ingresos y el endeudamiento extremo de las personas. Con la revuelta social del 2019, quedó en evidencia para los millones de personas que optaron por un cambio profundo en el país, luego de aprobar la redacción de una nueva Constitución.
Por si fuera poco, el presidente mostró su peor cara durante la revuelta, no solo por seguir enriqueciéndose, sino por declararle la guerra a un país movilizado y construir la idea de un enemigo interno, al estilo de las peores experiencias dictatoriales y autoritarias. El toque de queda y las violaciones a los derechos humanos durante ese período, quedarán como uno de los episodios más trágicos de la historia del país.
Aunque parezca paradójico, la pandemia fue un salvavidas para su gobierno. Luego de la primera acusación constitucional y la baja gigantesca en su aprobación como presidente que llegó al 4.6%, la Covid-19 le permitió desviar la atención con las políticas sanitarias implementadas y el temor de las personas por contagiarse. Esto lo aprovechó para instalar un toque de queda durante todo el año 2020 y buena parte de 2021.
(Pulso Ciudadano – 2019)
Seguramente Sebastián Piñera cree que podrá salir de esta nueva acusación constitucional al igual que la primera en 2019. Pensará que puede terminar su mandato, pero no debería estar tan confiado: una vez que deje de ser presidente, no le bastarán sus miles de millones de dólares, estará solo políticamente, abandonado tanto por la izquierda como por la derecha.
El costo de gobernar para sí mismo le pasará la cuenta algún día, sea en Chile o en otro país, como le sucedió a Pinochet en Londres en 1998, solo que esta vez, a diferencia del dictador, no habrá quién lo defienda. Su figura extremadamente individualista, oportunista, torpe y sin habilidades sociales básicas, lo hacen alejarse de sectores conservadores y progresistas, ya que se le ve como un personaje no confiable, sin convicciones claras y capaz de vender su alma con tal de quedar bien y salir del paso.
Una vez le preguntaron qué libro lo había marcado en su vida y nombró Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig, en el cual se muestra a distintos personajes claves de la historia —Cicerón, Handel, Tolstoi, Scott, Lenin, Wilson, Vasco Núñez de Balboa. Posiblemente piense que también pasará a la historia como un gran gobernador de Chile.
Lamentablemente para él sí será recordado, pero no por sus aciertos, sino por su mal gobierno y caída política estrepitosa, la cual ha servido como un detonante para que todo un país se levante a exigir un trato digno y pida más y mejor democracia.
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